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  Félix Peña

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 Diario El Cronista | 16 de enero de 2007

Los interrogantes que plantea el Mercosur


Para superar sus problemas de identidad, eficacia y legitimidad social, el bloque requeriría pactar una arquitectura más flexible que la actual. Es clave el diálogo a nivel de los presidentes en la Cumbre de Río de esta semana

  • Existe un exceso de distancia entre discurso e intenciones y lo realmente pactado

Difícil será que se despejen en la Cumbre de Río de Janeiro. Pero lo deseable sería que algunos interrogantes que plantea el Mercosur tengan principio de respuesta en las deliberaciones de los presidentes. Al menos lo recomendable es que a ese alto nivel ellos estén presentes.

Los principales son interrogantes relacionados con la identidad, la eficacia y la legitimidad social de un proceso que ya lleva más de veinte años -si se toma en cuenta el punto de partida del entendimiento estratégico bilateral entre la Argentina y el Brasil.

Los interrogantes sobre la identidad del Mercosur tienen que ver con los objetivos que se persiguen en el trabajo conjunto entre los socios. Se han acentuado tras la incorporación -aún no consumada en cuanto a su validez formal y a sus consecuencias prácticas en el plano de las políticas comerciales- de Venezuela como miembro pleno. Quienes tengan ojo clínico para distinguir la retórica de los compromisos concretos -por ejemplo, aquellos que tengan que tomar decisiones de inversión productiva en función del mercado ampliado o que deban valorar la conveniencia de negociar con el bloque- observarán el alcance, contenido, calidad y potencial de efectividad de las reglas de juego que se han pactado o que se pacten en el futuro. Por el momento, encontrarán un Mercosur con un exceso de distancia entre discurso e intenciones y lo efectivamente pactado. Abundan las reglas pobres de calidad y, sobre todo, que no se cumplen. Esto es, un proceso rico en precariedades y dilaciones de plazos. Es factible que lleguen entonces a la conclusión que abunda el ‘más de lo mismo’ que caracteriza la larga experiencia latinoamericana en materia de integración económica. Les resultará, por ejemplo, difícil concluir que efectivamente el objetivo sea un mercado común que comienza a construirse en torno a una unión aduanera.

La imprecisión e, incluso, confusión sobre las reglas de juego y sobre su real cumplimiento, puede explicar interrogantes en torno a la eficacia del trabajo conjunto. Esto es, sobre el potencial efectivo de alcanzar los resultados que se proponen lograr los socios. Sean ellos en el plano político -un espacio regional marcado por la lógica de la integración por sobre la de la fragmentación, especie de plataforma compartida para negociar y competir en el resto del mundo, en un cuadro de ganancias mutuas que tomen en cuenta las múltiples asimetrías existentes-, o en el plano económico y social -un espacio común que estimule inversiones productivas a fin de generar empleo para sus ciudadanos, con las consiguientes ganancias colectivas de bienestar-. El Mercosur sigue teniendo en tal sentido un claro problema institucional, que se refleja tanto en sus reglas de juego como en los mecanismos por los cuales ellas se establecen. El hecho que se haya instalado entre los socios una cierta disonancia en torno a conceptos y enfoques claves a la vida democrática, al desarrollo económico y a la forma de relacionarse con el resto del mundo, complica aún más la apreciación sobre la eficacia del emprendimiento conjunto.

Es en el plano de la legitimidad social del Mercosur, donde se observan consecuencias visibles del déficit de identidad y de eficacia. Basta recorrer la prensa de países socios para encontrar recurrentes cuestionamientos a la idea del trabajo conjunto. El bloque ha perdido atractividad, los incentivos para avanzar son menos nítidos, abundan indisciplinas de todo tipo.

La voluntad política de seguir adelante con su construcción gradual parece sin embargo que está presente. En parte puede deberse a la falta de alternativas razonables. En parte a que el liderazgo político percibe, con razón, que la idea -o la ilusión-de un espacio regional integrado sigue siendo atractivo para la gente. Quizás sea por ser identificado con la necesidad de crear horizontes de futuro que permitan superar los evidentes desequilibrios sociales existentes en la región.

Para superar sus problemas de identidad, eficacia y legitimidad social, el Mercosur requeriría pactar una arquitectura más flexible que la actual, en el que el empleo de metodologías de múltiples velocidades y de geometría variable, se concilie con un mínimo de valores compartidos y de reglas de juego de calidad. Ellos permitirían sustentar el grado de disciplinas colectivas que caracteriza a procesos de integración que son tomados en serio por ciudadanos, inversores y terceros países.

Un diálogo franco entre los presidentes es fundamental para seguir avanzando. Pero también parece esencial consolidar el núcleo duro que conforman la Argentina y el Brasil. Su liderazgo colectivo -junto con Chile- es condición necesaria. Es la solidez de ese núcleo duro lo que permitiría concretar gradualmente una ampliación razonable del Mercosur, así como contemplar las que sean demandas legítimas de Paraguay y Uruguay, que consideran que el proceso actual no les genera beneficios.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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