En abril 2019, en esta misma columna nos interrogamos sobre si no había
llegado la hora de rediseñar el Mercosur. Un año después,
tras las recientes diferencias entre los socios sobre sus negociaciones
comerciales externas, el interrogante sigue siendo relevante.
Postergar el debate formal entre los países miembros sobre cuestiones
sensibles de su agenda conjunta, no es hoy lo más recomendable.
Menos aún en el contexto de las incertidumbres generadas por la
actual pandemia global. Tiene que ser, por lo tanto, un debate que trascienda
lo académico y enfoques mono-disciplinarios.
Por el contrario, tiene que orientarse a producir decisiones gubernamentales
que se traduzcan en compromisos y reglas de juego comunes. Y ser incentivado
al más alto nivel político. Tal como fuera el papel de los
Presidentes Alfonsín y Sarney al impulsar la idea que condujo a
los acuerdos entre Brasil y Argentina, un precedente del posterior Tratado
de Asunción.
Como hemos señalado en otras oportunidades, lo esencial del Mercosur
debe ser visualizado a través del objetivo de construir un espacio
político, social y económico único de alcance regional.
Pero sin perjuicio de que ese sea su objetivo del muy largo plazo, lo
concreto es el desarrollo gradual del camino que conduzca a un espacio
regional de trabajo conjunto entre naciones soberanas, incluso con geometrías
variables, que incluya por cierto lo económico y comercial, pero
siempre junto con lo político y social.
En el recorrido de este largo camino hacia una mayor integración,
se privilegia la concreción de objetivos de comunes que permitan
lograr, a la vez, una mayor conectividad, compatibilidad, concertación
y convergencia entre los respectivos espacios nacionales. Todo ello, preservando
sus ricas diferencias, identidades e individualidades.
En la mencionada nota de abril 2019, nos sumábamos a la propuesta
avanzada antes por Rubens Barbosa, destacado diplomático y especialista
del Brasil, sobre la conveniencia de activar un mecanismo previsto en
el artículo 47 del Protocolo de Ouro Preto. Es el de una conferencia
diplomática, convocada con el fin de revisar la estructura institucional
del Mercosur y las atribuciones específicas de sus órganos.
Consideramos que sería una iniciativa muy oportuna.
La conferencia diplomática podría incluir cuestiones institucionales
relacionadas con el trabajo conjunto entre países miembros del
Mercosur. Entre otras, la de cómo desarrollar negociaciones comerciales
preferenciales conjuntas con terceros países, y los alcances y
efectos de los compromisos que se acuerden.
Una ventaja del enfoque propuesto es que no se refiere a una conferencia
diplomática que rediseñe los objetivos del Mercosur, pero
sí su arquitectura institucional, incluyendo la competencia de
sus órganos para llevar adelante los objetivos propuestos.
Sin perjuicio de otras, las siguientes podrían ser algunas cuestiones
relevantes y sensibles a incluir en la agenda de una conferencia diplomática
del Mercosur:
- modalidades del proceso de formación de decisiones y de producción
de sus reglas, a fin de que sean efectivas (que penetren en la realidad),
eficaces (que produzcan los resultados procurados) y legítimas
(que sean reconocidas como tales por las respectivas ciudadanías);
- mecanismos institucionales y métodos de trabajo, que faciliten
una evolución gradual y flexible de la convergencia en el desarrollo
económico de los países miembros en todos los planos,
incluso el social y el cultural;
- articulación institucional con otros espacios de integración
en los que participen países miembros junto con países
latinoamericanos, tal el caso de la convergencia con la Alianza del
Pacífico;
- múltiples velocidades que faciliten el desarrollo concertado
de objetivos comunes, trascendiendo al plano exclusivamente económico,
sea a través de diversas modalidades de acuerdos sectoriales,
o de acuerdos con terceros países en los que se asegure su compatibilidad
con objetivos y mecanismos del Mercosur;
- capacidad del órgano común (actualmente la Secretaría
del Mercosur) para facilitar con iniciativas concretas, la concertación
de intereses y posiciones nacionales en relación a cuestiones
relevantes del Mercosur, incluyendo las de su agenda externa, y para
asegurar eficacia en el cumplimiento de objetivos comunes y actividades
conjuntas que se comprometan.
Un aspecto que será clave a tener en cuenta, si se optara por
convocar la conferencia diplomática prevista en el Protocolo de
Ouro Preto, es el hecho que el desarrollo futuro del Mercosur se seguirá
insertando simultáneamente en tres estructuras institucionales
de alcance regional, y al menos una de alcance global, tal como ha ocurrido
desde sus orígenes. Son estructuras que han estado presentes en
el camino que llevó a su construcción y que siguen teniendo
vigencia hoy.
Las estructuras institucionales de alcance regional son, en primer lugar,
la del propio Mercosur. Se originó en el Tratado de Asunción
y se desarrolló a través de otros instrumentos fundacionales,
como el mencionado Protocolo de Ouro Preto y, a la vez de un conjunto
variado de reglas originadas, sea en acuerdos sectoriales, o en decisiones
y resoluciones, que en sus treinta años de existencia aprobaron,
con distintos alcances y eficacias, los órganos del Mercosur.
La segunda es la del Tratado de Integración bi-nacional entre la
Argentina y el Brasil de 1988, que sigue vigente y que refleja el momento
político que condujo luego al Mercosur. De hecho acuerdos relevantes
como el automotriz entre Argentina y Brasil, se han insertado en instrumentos
originados en ese marco institucional.
Y la tercera es la del Tratado de Montevideo de 1980, por el que se creó
la ALADI, como continuación de la ALALC, y en cuyo marco se insertan
los compromisos que originan tratamientos comerciales preferenciales acordados
entre países del Mercosur. Es a través de los acuerdos de
complementación económica en el marco de la ALADI, que se
desarrolla la red de acuerdos preferenciales latinoamericanos en forma
compatible con el sistema multilateral de comercio de la OMC.
Precisamente es la de la OMC, la estructura institucional de alcance
global en la que se insertan los compromisos comerciales preferenciales
incluidos en acuerdos regionales, tal como los mencionados antes. Si bien
ha ido perdiendo la influencia que tuvo originalmente, para condicionar
el desarrollo de acuerdos comerciales preferenciales que celebran sus
países miembros, es evidente que a los países del Mercosur
les ha convenido este marco institucional de alcance global que genera
disciplinas colectivas en las negociaciones comerciales internacionales,
incluyendo particularmente la que regula el principio de no discriminación.
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