Las señales emitidas en los tres meses iniciales de la gestión
de gobierno del Presidente Macri, permiten efectuar una primera aproximación
al análisis de su estrategia comercial externa. En algunos casos
son señales con un fuerte contenido simbólico. Tal como
las entrevistas del Presidente, ya realizadas o agendadas, con colegas
de países claves para la proyección internacional argentina.
En otros casos se reflejan en anuncios de medidas concretas, como las
cambiarias, y las referidas a restricciones al comercio exterior y a la
normalización de la inserción en los mercados financieros
internacionales.
Es una estrategia comercial externa que incluye medidas internas, en
especial sobre flujos de comercio, financieros y de inversiones, e iniciativas
externas, sobre fortalecimiento y actualización del Mercosur, negociaciones
con otros espacios regionales, e inserción activa del país
en el escenario económico global, con especial referencia a la
OMC, el G20 y a disciplinas sobre cambio climático.
En el ámbito interno las primeras medidas del gobierno apuntan,
entre otros objetivos destacables con incidencia en el comercio exterior,
a generar condiciones sostenibles de estabilidad macroeconómica
y de disciplina en el plano fiscal, monetario y financiero; a crear un
ambiente de previsibilidad para las inversiones productivas, y a adaptar
instrumentos de la política comercial a compromisos asumidos en
el ámbito de la OMC. Por lo demás, el objetivo de "pobreza
cero" privilegiado por Macri, indica la sensibilidad social que también
tendrá que orientar las políticas comerciales que se desarrollen.
Entre las medidas ya avanzadas, cabe destacar las destinadas a cumplir
con el compromiso asumido por el gobierno anterior, de eliminar restricciones
al comercio exterior antes del 31 de diciembre del año pasado,
conforme con lo dispuesto por el órgano de solución de diferencias
de la OMC en su fallo del 26 de enero de 2015. La Declaración Jurada
Anticipada de Importaciones (DJAI), un instrumento cuestionado en ese
fallo, fue sustituida por el Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones
(SIMI), que prevé licencias automáticas y no automáticas
de importaciones compatibles con normas de la OMC.
En el ámbito regional el nuevo gobierno ha dejado clara la importancia
estratégica que le atribuye a las relaciones con Brasil, siguiendo
el camino iniciado por el Presidente Alfonsín, y continuado desde
entonces por los gobiernos que le sucedieron, más allá de
matices diferenciadores. Como también ha sido clara la importancia
que para el comercio exterior argentino tiene la intensificación
de relaciones de cooperación e integración con los otros
socios del Mercosur y con los de la Alianza del Pacífico, incluyendo
por cierto a México.
Al respecto cabe tener en cuenta que Macri inicia su presidencia cuando
el Mercosur está por cumplir veinticinco años desde su creación
en marzo de 1991. Es un hecho que en su recorrido, la imagen y su atractivo
se han ido deteriorando. De la euforia y hasta un cierto triunfalismo
de los momentos fundacionales, se pasó al desencanto. A través
de los años hubo momentos de reacción, pero no necesariamente
se tradujeron en iniciativas efectivas y eficaces, orientadas a darle
un impulso y un sustento real a la construcción del espacio de
integración subregional.
Incluso en vísperas de la última Cumbre en Asunción,
era difícil hacer un pronóstico optimista sobre la evolución
futura del Mercosur. Sin embargo sus resultados reflejan una voluntad
política de reciclar el Mercosur. Reciclar entendido en el sentido
de darle nuevos impulsos a la construcción del espacio de integración,
acordes con la experiencia acumulada y con los cambios profundos que se
han producido en relación al contexto predominante en el momento
fundacional de hace veinticinco años. En esa oportunidad el Presidente
Macri avanzó ideas sobre su visión del Mercosur y sus prioridades.
Sin perjuicio de otras, cuatro cuestiones fueron centrales en su presentación:
la del valor que tiene el Mercosur como proyecto estratégico de
alcance regional y proyección global; la de la necesaria combinación
entre flexibilidad y previsibilidad en su desarrollo; la de la importancia
en avanzar en las negociaciones y relaciones con la UE y también
con los países de la Alianza del Pacífico, y la del respeto
a los derechos humanos en países del Mercosur, como está
previsto en el Protocolo de Asunción de junio del 2005.
De lo acordado en Asunción, se pueden resaltar tres campos de
acción en los que habría voluntad política para reciclar
el proyecto regional. Probablemente ellos concentren en este semestre
la agenda del Mercosur. Brindarán una oportunidad para observar
la capacidad del nuevo gobierno argentino de traducir objetivos en hechos
concretos. Se relacionan con puntos centrales de la estrategia argentina
de fortalecer y, a la vez, adaptar el Mercosur a las nuevas realidades.
El primero tiene que ver con el fortalecimiento de la calidad jurídica
de los compromisos asumidos y de los que se asuman en el futuro. Calidad
jurídica apreciada por el efecto político que el cumplimiento
de lo pactado tiene como garantía a los intereses de todos los
países miembros, cualquiera que sea su dimensión y su poder
relativo, como también por el efecto económico que tiene
el generar un cuadro de previsibilidad que incentive la inversión
productiva en función del mercado ampliado.
El segundo se refiere a la consolidación de condiciones necesarias
para construir, a través del tiempo, un espacio de trabajo conjunto
entre naciones soberanas que comparten una misma región. Ellas
son la conectividad física y de los sistemas productivos nacionales;
la compatibilidad entre estrategias de desarrollo y las políticas
económicas aplicadas, y la convergencia de estrategias y políticas
hacia objetivos comunes. Un ejemplo del valor de tales condiciones, es
el de los encadenamientos productivos de alcance regional y, en particular,
de aquellos con potencial para proyectar al mundo bienes, servicios y
talento de los países del Mercosur.
El tercer campo de acción es el del desarrollo de relaciones económicas
y negociaciones comerciales con diversos países y regiones del
mundo. Sin perjuicio de otros, los frentes prioritarios de acción
externa del Mercosur serán los siguientes: la conclusión
de la negociación de un acuerdo bi-regional con la UE en el que
los avances dependen ahora de Bruselas, al menos en la visión de
los países del Mercosur; el desarrollo de una agenda de convergencias
en la diversidad que vincule más intensamente a países del
Mercosur y de la Alianza del Pacífico, y la negociación
de acuerdos preferenciales con otros grandes espacios económicos
regionales, tomando en cuenta lo que podrán significar los mega-acuerdos
comerciales interregionales en curso de ser puestos en vigencia o de ser
negociados. Cabe recordar, asimismo, que en su momento China (2012) sugirió
encarar el estudio de factibilidad de un acuerdo comercial preferencial
con el Mercosur.
Finalmente, en el ámbito global, las señales están
dirigidas a indicar que la Argentina desarrollará una política
de inserción internacional sin condicionamientos ideológicos,
orientada a acrecentar su presencia y relaciones con todos los países
y regiones. Davos fue una ocasión para reflejar la estrategia del
país de profundizar su presencia en el mayor número de mercados
posibles. Y, en la perspectiva de su interés de asegurar una razonable
gobernanza económica global, se insertarán sus acciones
orientadas a fortalecer la OMC; a tener presencia activa en el G20 (Macri
participará de la Cumbre de septiembre en Hangzhou - China), y
a impulsar disciplinas en materia de cambio climático tras la reciente
Cumbre de Paris.
Por los efectos en el comercio y en las inversiones y, en particular,
en el desarrollo de encadenamientos productivos transnacionales y en la
generación de empleos, de los acuerdos que resulten en los distintos
frentes de acción externa dependerá, en gran medida, el
que la nueva etapa de inserción comercial externa del país,
pueda ser eficaz y sustentable en el tiempo. Sin embargo, no se puede
dejar de tener en cuenta que la historia de décadas de comportamientos
erráticos en las políticas económicas y sociales,
y en las estrategias de inserción comercial externa, tornan razonables
las dudas que analistas y protagonistas externos aún tienen sobre
el futuro de la Argentina. Ello es más notorio cuando quienes aprecian
las señales emitidas por el nuevo gobierno, tienen que encarar
decisiones que requieren perspectivas de un largo plazo relativamente
previsible. Es el caso, en particular, de quienes se interrogan sobre
si les conviene concretar inversiones en función del mercado argentino,
especialmente si ellas se prevén en el ámbito de encadenamientos
productivos de alcance transnacional.
Es en la articulación que se logre entre las medidas internas
y las que se concreten en el frente externo -especialmente en términos
de una agenda de negociaciones comerciales que sea, a la vez, activa,
asertiva, diversificada y eficaz-, donde residirán razones para
sostener que efectivamente se estaría frente al inicio de una nueva
etapa en la política comercial externa del país y que ella
es sustentable.
Preguntas que reflejan desafíos
¿Cómo lograr que, a través del tiempo, sea sustentable
una estrategia que apunte a la inserción competitiva de un país
en la economía global y a facilitar así la transformación
productiva con cohesión social? ¿Cómo ir más
allá con tal estrategia, de sólo generar hechos que luego
se revelan como circunstanciales y que, por ende, no permean en las tendencias
y realidades profundas de un país? ¿Cómo lograr,
además, que tal estrategia genere entusiasmo y reacciones positivas
de la ciudadanía, por visualizarla como generando un horizonte
de futuro y un camino hacia el progreso y el bienestar social? ¿Cómo
lograr, a tal efecto, que la estrategia se traduzca en inversiones productivas
que generen empleo y oportunidades de realización personal en amplios
sectores de la población?
Esas preguntas reflejan desafíos que encaran con frecuencia, países
que aspiran -como es el caso de la Argentina- a abrir una nueva etapa
en su evolución económica y en su desarrollo. En la actualidad,
por lo demás, tales desafíos se suelen insertar en contextos
sociales relativamente pesimistas, dados los problemas que confronta la
economía global, incluyendo el comercio internacional y, en particular,
por la frustración que se observa en las ciudadanías de
muchos países, tras las experiencias de años recientes en
los que la ilusión de progreso indefinido parecía haberse
plasmado en la realidad.
Son esos, concretamente, algunos de los desafíos que confronta
el gobierno del Presidente Mauricio Macri en la Argentina. Pondrán
a prueba la percepción sobre su capacidad de liderazgo y de gestión
que, en gran medida, explican su elección. De hecho, su período
de gobierno se ha iniciado en medio de una actitud positiva a su respecto
que, por el momento, predomina en la opinión pública y también
en muchos sectores externos. En enero, al participar en el World Economic
Forum en Davos, Macri y el equipo de altos funcionarios que lo acompañó,
pudieron apreciar la expectativa favorable que se ha abierto con respecto
al futuro económico del país.
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