Distintos factores están incidiendo en el relacionamiento económico
y comercial entre Argentina y Brasil. Son factores que incluso trascienden
a la relación bilateral y se vinculan con una percepción
de insuficiencias en la construcción del Mercosur. Tales percepciones
son más notorias en los sectores empresariales de Brasil, Paraguay
y Uruguay. Tienen en cada uno de ellos distintas intensidades y, especialmente
en los casos de Paraguay y Uruguay presentan, por diferentes motivos en
cada caso, también connotaciones políticas.
En el caso del Brasil, se observa el interés gubernamental en
evitar un deterioro de la calidad del relacionamiento bilateral y, en
particular, que se pudiera afectar el valor de la relación estratégica.
Como definiera en 2008 el entonces Canciller y hoy Ministro de Defensa,
Celso Amorim en un panel en el WEF en Davos, "para Brasil el Mercosur
es sinónimo de paz y estabilidad política en América
del Sur". Tal definición seguiría teniendo vigencia
en los niveles gubernamentales en Brasilia.
En el plano de la relación bilateral entre Argentina y Brasil,
el mayor grado de insatisfacción se refiere a restricciones que
inciden sobre el intercambio comercial. Si bien tales restricciones se
han observado en el pasado y se observan en el presente en distinto grado
y con diferentes modalidades en los dos países, más recientemente
la atención se centra en la reacción de exportadores brasileños
a lo que consideran que son medidas restrictivas que aplica la Argentina
y que entienden que son contrarias a las reglas de juego pactadas tanto
en el plano bilateral (ACE 14) como en el del Mercosur. En la opinión
que suele predominar en el empresariado brasileño, tales restricciones
estarían afectando asimismo a las inversiones de empresas brasileñas
en el país. A ello deben sumarse las incertidumbres en torno al
futuro del acuerdo automotriz.
Un factor que en los últimos dos años estaría acentuando
críticas del empresariado brasileño a tales medidas comerciales,
es lo que se considera como un efecto de desvío de su comercio
con la Argentina a favor de terceros países, especialmente puesto
en evidencia en el crecimiento de las importaciones de manufacturas de
origen asiático. Pero tal desvío se observaría también
en el caso de exportaciones de manufacturas de Argentina al Brasil.
En todo caso resulta difícil apreciar en las posiciones del empresariado
brasileño cuánto hay de argumentos sustantivos fundados
en realidades concretas y cuánto hay de actitudes tácticas
en función de procesos negociadores pendientes, tales como el del
acuerdo automotriz y el del acuerdo entre el Mercosur y la UE. Calibrar
bien este aspecto parece fundamental a la hora de definir estrategias
negociadoras del sector empresario argentino.
El peso relativo de la región sudamericana en las exportaciones
de manufacturas del Brasil al mundo y el de las manufacturas en sus exportaciones
al Mercosur y a la Argentina, son datos no menores para apreciar márgenes
de maniobra reales del Brasil en sus relaciones comerciales con Argentina
y con la región. Tal peso relativo pondría de manifiesto
diferencias en el grado de industrialización del Brasil con la
Argentina y con otros países sudamericanos, pero también
exteriorizaría los efectos positivos que han tenido para las exportaciones
brasileñas y para la internacionalización de sus empresas,
las desgravaciones arancelarias pactadas tanto a nivel de la ALADI como
del Mercosur.
En el caso de Uruguay y en menor medida del Paraguay, la principal queja
tiene que ver con el hecho que no habrían obtenido -en la Argentina,
pero tampoco en Brasil- la garantía de un acceso irrestricto a
un mercado ampliado que era -en su percepción basada en el Tratado
de Asunción- una de las razones de ser del Mercosur. "Nos
prometieron un mercado que nos dieron sólo en forma precaria",
es un argumento que en forma reiterada se esgrime en los sectores empresarios
y también en los políticos de ambos países. Sin embargo,
en general tal argumento no se efectúa en el marco de un análisis
fundado sobre si las empresas de ambos países han desarrollado
estrategias adecuadas al hecho que se podían insertar en mercados
más amplios y complejos. También parece fundamental precisar
bien este tema para un debate sólido sobre las asimetrías
en el Mercosur.
Las principales quejas se refieren sin embargo a lo que el Mercosur significa
para la estrategia de inserción comercial internacional regional
y global de cada uno de sus países miembros. Es una queja fuerte
en empresarios del Brasil y en sectores políticos y empresarios
del Uruguay. Se observa un desdoblamiento en tales quejas.
Por un lado, ellas se refieren a lo que consideran que es falta de efectividad
e ineficacia de las reglas de juego del Mercosur. Muy recientemente se
ha utilizado por dirigentes empresarios brasileños la expresión
de que al menos en lo económico "el Mercosur está muerto".
También se ha recurrido a expresiones similares en ámbitos
políticos y empresarios del Uruguay. En su momento incluso el Presidente
Mujica señaló que "el Mercosur está rengo y
a la miseria". El Vice-Presidente Astori ha sido uno de los principales
críticos del estado actual del Mercosur. Todo ello tiene repercusión
amplia en medios de prensa e incide en la opinión pública.
Por otro lado, se refieren a que el Mercosur estaría impidiendo
una inserción del respectivo país en la tendencia actual
a la negociación de mega-acuerdos comerciales interregionales,
en particular el "Trans-Pacific Partnership" y el "Transatlantic
Trade and Investment Partnership". Las quejas al respecto se exteriorizan
en argumentos tales como "el Mercosur nos ata y nos tira abajo"
que se escucha a menudo en sectores empresariales y en la prensa del Brasil,
que consideran que su país se está quedando aislado en el
escenario global. Son quejas que se estarían acentuando por tres
factores:
i) la paralización actual de la Rueda Doha y las dudas existentes
sobre la eficacia futura de la OMC, al menos para impulsar negociaciones
comerciales multilaterales;
ii) el contraste entre las antes mencionadas mega-negociaciones (aunque
aún es difícil decir si efectivamente concluirán
con éxito y cuándo) y el estado presente de las negociaciones
Mercosur-UE, y
iii) el hecho que se ha instalado la idea que el futuro del comercio
internacional de un país en desarrollo se vincula fuertemente
a la capacidad de su sistema productivo de insertarse en cadenas de
valor transnacionales, que requeriría de los marcos regulatorios
que surgirían de las negociaciones de los mega-acuerdos, ya que
no podrían resultar, al menos en su situación actual,
del ámbito de la OMC. El profesor Richard Baldwin es quien más
ha instalado esa visión, llegando a proponer incluso la idea
una nueva OMC 2.0, de participación restringida sólo a
un grupo de países que faciliten el desarrollo de cadenas de
valor transnacionales (Baldwin, Richard, "WTO 2.0: Global governance
of supply-chain trade", Centre for Economic Policy Research (CEPR),
Policy Insight N° 64, London, December 2012, en: http://www.cepr.org/.).
La denominada "Alianza del Pacífico" entre Chile, Colombia,
Perú y México, que más allá de sus reales
resultados cuenta con una campaña mediática eficaz, está
contribuyendo a esa sensación de "quedarnos aislados"
que se observa con distintas intensidades en Brasil, Uruguay y Paraguay.
Varios cursos de acción parecen recomendables especialmente para
los empresarios con interés en evitar un deterioro del cuadro comercial
bilateral con Brasil, e incluso del Mercosur. Sin perjuicio de otros,
los siguientes parecen ser relevantes:
- Efectuar un análisis sistemático sobre las alternativas
que el país tiene en su inserción internacional a través
de negociaciones comerciales internacionales, tal como recientemente
lo ha hecho para Brasil la FIESP en su informe "Agenda de Integracao
Externa" (http://www.fiesp.com.br) y el IEDI en su informe "A
Multiplicacao dos Acordos Preferenciais de Comércio e o Isolamento
do Brasil" (http://www.iedi.org.br/).
- Revalorizar el real alcance que podría tener un Mercosur que
sea más creíble y eficaz, como plataforma de inserción
competitiva y de capacidad negociadora en el actual sistema comercial
internacional, caracterizado por una proliferación de protagonistas
con múltiples opciones negociadoras, así como por la fragmentación
del comercio, la producción y la inversión en distintas
modalidades de cadenas transnacionales de valor.
- Evaluar con realismo qué tipo de adaptaciones y perfeccionamientos
se requeriría introducir en el Mercosur, en sus métodos
de trabajo y en sus instrumentos operativos, a fin de aumentar su efectividad
y legitimidad social; fortalecerse como ámbito eficaz para garantizar
preferencias económicas entre sus socios con énfasis en
aquellas que sean funcionales a la articulación productiva transnacional,
y entablar negociaciones comerciales relevantes con el mayor número
posible de países y/o regiones.
- Desarrollar una intensa interacción tan informal como posible
con los líderes empresarios y con sus instituciones relevantes
de los otros países miembros del Mercosur y, en particular del
Brasil, a fin de tener un buen diagnóstico de los problemas reales
y una apreciación precisa de los márgenes de maniobra
que se tiene para desatar nudos con inteligencia y eficacia. Para ello
parece recomendable multiplicar canales informales de diálogo
y conocimiento mutuo. Lograr una adecuada sinergia empresaria-académica
puede ser de gran utilidad al respecto, complementando la necesaria
interacción con los sectores gubernamentales.
- Darle prioridad a la cuestión de las negociaciones comerciales
preferenciales con la UE, evitando la tendencia a versiones más
radicales de lo que se ha denominado como un "paraguas" en
la que, en la práctica, cada país del Mercosur negociaría
bilateralmente con los europeos. Tal concepción podría
eventualmente conducir a una erosión de las preferencias comerciales
y económicas de la Argentina en el mercado del Brasil y, más
aún, a un deterioro pronunciado de la calidad de la relación
estratégica bi-nacional. Podría incluso retrotraer tal
relación a momentos superados a partir de los acuerdos en el
campo nuclear y del lanzamiento por Alfonsín-Sarney del programa
de integración bilateral. Hay sin embargo espacio, incluso amplio,
para una negociación que combine un marco común con múltiples
variantes de flexibilidades y velocidades diferenciadas, que saquen
provecho de las imprecisiones de la normativa OMC (artículo XXIV
del GATT, párrafo 8); de precedentes de otras negociaciones comerciales
de la propia OMC (parece recomendable seguir de cerca la evolución
de las negociaciones India-UE); del tiempo que requiere la maduración
del acuerdo que se logre (si se negocia bien podría ser algo
así como entre veinte y veinticinco años, quedando en
pie las excepciones y la posibilidad de aplicar distintas modalidades
de válvulas de escape, tales como las recomendadas por el IEDI
en el antes mencionado informe, a fin de atenuar el impacto sobre sectores
muy sensibles), y del interés real que la UE pudiera tener en
concluir su acuerdo con el Mercosur antes de hacerlo con los EEUU, teniendo
en cuenta las negociaciones agrícolas, como también la
creciente inserción en la región de China e India, en
sectores de interés para los europeos.
- Poner énfasis en una estrategia eficaz de desarrollo de alianzas
e inversiones conjuntas con empresas del Brasil y de los otros socios,
especialmente en el marco de cadenas productivas regionales y en función
de las oportunidades que a los países del Mercosur se les está
abriendo en el mundo por el crecimiento de clases medias urbanas, que
implica cambios profundos en sus pautas de consumo, tanto de alimentos
procesados, diferenciados e inteligentes, como en distintos sectores
de su vida diaria (vestimenta, entretenimiento, salud, educación,
turismo, entre muchos otros) y en los requerimientos de energía,
de logística y de transporte.
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