Una pyme que procura proyectarse al mundo y que aspire a ser competitiva
requiere de un buen especialista en comercio exterior.
Es aquel que facilita la gestión de todos los eslabones de la
cadena al salir de un territorio aduanero y entrar a otro incluyendo los
trámites aduaneros, el ajuste a distintos marcos regulatorios,
los servicios de transporte y logística, el financiamiento y, por
cierto, el cobro.
Pero cada vez más una empresa, sea pequeña o mediana, que
aspira a tener una presencia sostenida en otros mercados, por ejemplo,
con productos que se distingan por su calidad y también, en su
caso, por su diseño (alimentos procesados, ropa, muebles, juguetes),
o servicios valiosos (para la producción agrícola, la salud
o el entretenimiento), requerirá de la prestación de tres
tipos de servicios que pueden ser, por lo demás, complementarios.
Ellos son, por un lado, el de la "decodificación" de
las condiciones para operar con éxito en otros mercados, especialmente
aquellos que pertenecen a diferentes regiones y culturas. El decodificador
es alguien que permite entender lo complejo que son, por ejemplo, las
condiciones de la competencia económica en un mercado distinto
al propio. Es un protagonista de la "inteligencia competitiva".
Permite captar fuerzas profundas que operan en determinados mercados,
especialmente aquellos más recientemente incorporados -o, especialmente,
reincorporados- a la competencia económica global y con mayor densidad
potencial de consumidores urbanos con ingresos económicos de clases
medias. Fuerzas profundas que trascienden lo económico, penetrando
en las dimensiones políticas, sociales y culturales de un país
o de una región. Mucho más, entonces, que los típicos
-y necesarios- estudios de mercados.
Por otro lado, está la función equivalente al "médico
clínico": es el que puede apreciar el conjunto de factores
que inciden en la competitividad relativa de una empresa en determinado
país o región del mundo y, si fuere necesario, derivar a
su cliente -la respectiva pyme- a especialistas en cuestiones específicas
que hacen a la posibilidad de competir con éxito, tales como gustos
y preferencias de los consumidores, y todas los otros factores que determinan
la suerte de una operación comercial, especialmente si ella aspira
a ser sostenible en el tiempo.
Y finalmente, está la función del "sherpa". Es
quien por conocer y ser de confianza, puede orientar a una empresa a escalar
con éxito hacia el objetivo procurado, por ejemplo, las góndolas
de ciudades de grandes economías emergentes y, en particular, reemergentes
o los espacios de divertimiento de las juventudes ávidas de cosas
novedosas y originales. Es quien sabe cómo llegar, porque conoce
una cultura y las preferencias e idiosincrasias de quienes son objetivos
valiosos para una pyme que se lanza a conquistar mercados mundiales con
sus bienes o servicios. Pueden ser quienes han trabajado, estudiado o
vivido en otros países, o miembros de las múltiples diásporas
argentinas en el mundo, o mochileros y mochileras que han desarrollado
el olfato y quizás, aún más, como los viajeros ingleses
de siglos atrás, el instinto o el arte de observar y detectar oportunidades
que muchas veces están y no se ven por el ojo del inexperto.
Un "sherpa", en el comercio exterior puede cumplir, al igual
que un guía nepalés para quien procura escalar el Himalaya,
un papel esencial. La pyme lo necesita aunque no tenga conciencia de ello.
Y quizás en una Argentina de múltiples diásporas,
de miles de viajeros, estudiantes y mochileros que recorren el mundo,
los "sherpa" están al alcance de sus manos. Si saben
cómo buscarlos los encontrarán.
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