Se viven tiempos difíciles en el comercio mundial. García
Márquez quizá podría decir que son tiempos de cólera.
Por ello los mercados y las políticas comerciales de los países
reflejan prudencia e incluso temor.
Desaceleración del crecimiento económico, caída
de la demanda mundial, débil crecimiento del comercio internacional,
elevadas tasas de desempleo en algunos países, incertidumbre creciente
con respecto al futuro de la Eurozona y a sus consecuencias sobre las
economías europeas e incluso la de los Estados Unidos, son signos
de que algo no anda bien y, también, de que el cólera estaría
para quedarse por un tiempo. En ese contexto no debe llamar la atención
lo que se observa como tendencia creciente al proteccionismo de los mercados.
Incluso a través de modalidades sofisticadas que no necesariamente
implican el incumplimiento de los compromisos asumidos, por caso, en el
ámbito de la OMC. La manipulación de las paridades cambiarias
es quizás un ejemplo destacado. Abundan medidas que han dado origen
a la expresión de "murky protectionism", algo así
como proteccionismo turbio o encubierto. En todo caso, difícil
de detectar y de encuadrar en categorías conocidas y, sobre todo
de objetar legalmente.
En vísperas de la reciente Cumbre del G-20 en Los Cabos, México,
dos informes pusieron de relieve que la tendencia al proteccionismo se
mantiene en la mayoría de los países, incluyendo los propios
miembros del grupo, que desde su inicio se comprometieron a una especie
de "stand still" en el empleo de medidas proteccionistas. Parecería
predominar la lógica del "que tire la primera piedra el que
esté libre de culpa".
El primero de estos informes es el XI, publicado por Global Trade Alert
(www.globaltradealert.org/11th_GTA_report) y que refleja un sistema de
monitoreo independiente sobre medidas que afectan el comercio internacional.
En su título, utiliza la palabra "debacle", resaltando
así la marcada tendencia de los países miembros del G20
a recurrir a medidas proteccionistas que, en muchos casos, esquivan las
reglas de la OMC. En 2012, el 79% de las medidas proteccionistas detectadas
por este sistema de monitoreo corresponde a países del G-20. Entre
noviembre de 2008 y mayo de 2012 fue la Unión Europea quien más
medidas restrictivas del comercio adoptó.
Sin embargo, este informe se limita a cuantificar medidas y no a evaluar
su impacto en el comercio mundial. Así, resulta muy difícil
comparar el "efecto comercio" de las medidas adoptadas por los
distintos países, sobre todo si se toma en cuenta el peso relativo
de cada uno en el intercambio mundial de bienes y servicios.
Tampoco incluye restricciones o discriminaciones resultantes de acuerdos
preferenciales de comercio, barreras técnicas y medidas sanitarias
y fitosanitarias. Ni las que resultan de las denominadas "reglas
privadas del comercio mundial", que suelen abundar en los países
más industrializados afectando especialmente el comercio de alimentos
procesados.
De allí que el informe puede prestarse a interpretaciones distorsionadas
de lo que realmente está ocurriendo en materia de restricciones
al comercio internacional. En todo caso resulta clara la necesidad de
someter a un análisis crítico a muchas categorías
tradicionales que han sido empleadas en relación a lo que significa
proteger mercados y, en particular, a cómo se defienden las fuentes
de empleo en una economía.
El segundo informe es el producido por la OMC junto con la OCDE y la
Unctad ( www.wto.org/english/news_e/news12_e/igo_31may12_e.htm ) y publicado
en mayo pasado. Es el séptimo informe preparado para el G-20 y
se refiere a restricciones al comercio y a las inversiones resultantes
de medidas aplicadas por países miembros del grupo. Tiene una cobertura
y alcance más amplio que el informe antes citado. Pone de manifiesto
que las restricciones han seguido creciendo y que su eliminación
se ha desacelerado.
Según señala, "la acumulación de ese tipo de
obstáculos afecta a casi el 3% de las importaciones mundiales y
actualmente a casi el 4% del comercio del G-20". Sin embargo, tampoco
este informe ha evaluado el "efecto comercio" de los obstáculos
identificados.
Un aspecto que resalta el trabajo de la OMC es que, en ciertos casos,
las barreras parecerían resultar más que de nuevas reglamentaciones,
de procedimientos o acciones administrativas destinadas a provocar demoras
al ingreso al respectivo territorio aduanero. Según señala,
ello puede tornar más difícil las condiciones para el comercio,
dado que la falta de transparencia acerca de las condiciones de acceso
a un mercado puede acrecentar las incertidumbres de los operadores, elevando
entonces los riesgos y costos del intercambio comercial.
En Los Cabos, el G-20 abordó el tema (http://www.g20mexico.org)
en el contexto de una declaración final muy orientada a favorecer
tendencias al crecimiento de la economía mundial y a atender los
requerimientos prioritarios de los países en desarrollo. No puso
de manifiesto, sin embargo, compromisos demasiado distintos a los alcanzados
en las anteriores cumbres, tanto en lo que se refiere al proteccionismo
como al fortalecimiento del sistema del comercio multilateral de la OMC,
incluyendo la Rueda Doha.
Tres son las principales referencias que la reciente Cumbre efectúa
sobre los impactos de la actual crisis económica y financiera en
el comercio mundial. La primera se refiere a la necesidad de preservar
y fortalecer el sistema multilateral de comercio centrado en la OMC. La
segunda resalta la importancia de las cadenas de valor para el comercio
mundial y destaca la necesidad de acrecentar la participación en
ellas de los países en desarrollo. La tercera se refiere a la Rueda
Doha, reafirmando el compromiso de encontrar nuevas modalidades para su
desarrollo futuro.
Tras la Cumbre de Los Cabos quedan muchos deberes a encarar por los países
miembros, incluyendo por cierto a nuestro país.
En tres planos, al menos, los compromisos asumidos incidirán en
la futura agenda de nuestras políticas comerciales.
El primero es interno. Se refiere a cómo tornar más previsibles
los instrumentos y mecanismos que se empleen para proteger el mercado
interno de los efectos más nocivos de la actual situación
económica mundial.
El segundo se refiere a lo que junto con nuestros socios del Mercosur
y del espacio económico sudamericano, podremos hacer para tornar
más competitiva nuestras respectivas economías y llevar
adelante con eficacia una estrategia de desarrollo de cadenas productivas
regionales capaces de insertarse en forma activa en el comercio mundial,
aprovechando las oportunidades que se están abriendo en muchos
mercados, tanto de la propia región como del resto del mundo y,
en especial, del Asia-Pacífico.
Y el tercero se relaciona a lo que junto con nuestros socios podremos
hacer para modernizar las reglas de juego del comercio mundial, en particular,
introduciendo más flexibilidad en los compromisos asumidos en el
ámbito de la OMC, especialmente en materia de válvulas de
escape y de su vinculación con el desarrollo económico,
en la línea de lo propuesto, por ejemplo, por el profesor Dani
Rodrik, de la Universidad de Harvard.
Son tareas que requerirán en el futuro una intensa sinergia público-privada,
tanto en la formulación de estrategias activas de inserción
en la economía mundial como en el desarrollo de políticas
comerciales inteligentes, incluso para mejor defender los intereses nacionales
en la competencia económica global (ver recuadro).
En el contexto económico mundial actual, el debate interno debería
concentrarse especialmente en cómo articular políticas comerciales
ofensivas y defensivas que sean, a la vez, inteligentes y eficaces, y
que favorezcan un desarrollo social inclusivo. En particular, que no sean
contradictorias con los compromisos internacionales asumidos y que, en
todo caso, permitan aprovechar al máximo las ambigüedades
de muchas de las reglas de juego que derivan de tales compromisos, especialmente
los que surgen de la OMC.
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