Al menos en tres frentes el mundo del 2012 se anticipa como de alta complejidad.
Palabras como desorden y caos no sonarán, al emplearla
en los diagnósticos sobre la evolución internacional, como
exageradas o políticamente incorrectas. Se reflejan en un artículo
de Sergei Karaganov, internacionalista ruso, titulado A revolutionary
chaos of the new world (revista Russia in Global Affairs, Diciembre
2011).
El primer frente es de las crecientes tensiones que generan Irán
y su plan nuclear. Las palabras Ormuz y petróleo
evocan escenarios que podrían tornar la región del Golfo
Pérsico y del Medio Oriente en algo muy tóxico, con desdoblamientos
geopolíticos y económicos de alcance global.
El segundo es el de la evolución futura de la crisis económica
y financiera que sacude a Europa con impactos potenciales que la trascienden.
Las palabras euro, deuda soberana y default, reflejan
problemas de fondo en la gobernabilidad del espacio geográfico
europeo. Incluso evocan pesadillas del pasado. Pueden tener repercusiones
profundas en la política interna de países de la Unión
Europea. Los observadores seguirán de cerca el proceso electoral
francés con un ojo puesto en la candidata Marine Le Pen
con planteos radicales en relación al euro y a la integración
europea.
Y el tercer frente es quizás el más preocupante. Es el
de los cisnes negros de Nassif Taleb. Esto es, los múltiples
imprevistos que generen situaciones inimaginables al momento actual. Siempre
han sido posibles y la historia está plagada de ejemplos. Pero
son más factibles en un mundo que ha entrado en una era de desplazamientos
del poder entre las naciones y de erosión de las condiciones e
instituciones que contribuyen a la gobernabilidad global. Y en el que,
además, tienen incidencia creciente actores transnacionales que
no son Estados pero que a veces poseen capacidad de acción para
sustituir sus funciones o al menos neutralizarlas. Incluso por la erosión
en algunos casos de la capacidad de un Estado para asegurar el monopolio
de la fuerza en su territorio.
Es en el espacio denominado Eurasia donde pueden observarse fracturas
que permiten vislumbrar futuros conflictos difíciles de administrar,
con participación de actores estatales y no estatales. Y como señala
Gzad Menassian en un libro reciente (Zones Grises, Paris 2011)
los conflictos más complejos pueden producirse incluso en las periferias
de grandes megalópolis.
La Argentina está inserta en ese mundo de alta complejidad, aunque
lejos de lo que Raymond Aron denominaba las líneas de principal
tensión del sistema internacional. Pero no debemos desconocer
que la historia larga demuestra que los desacoples por parte de un país
con el resto del mundo, son tan difíciles de lograr con respecto
a los efectos de crisis financieras, como también de los de conflictos
de fuerte impacto en la gobernabilidad política o económica
internacional. Por ejemplo, un desmadre en el Medio Oriente no dejaría
de tener impactos, incluso fuertes, en nuestro país y en el barrio
al que pertenecemos.
De allí que hoy más que nunca parece fundamental cerrar
filas con el entorno inmediato sudamericano. En particular, la calidad
de la relación con Brasil, en todos los planos y más allá
de las naturales diferencias de visiones e intereses, especialmente comerciales,
sigue siendo uno de los ejes prioritarios en la estrategia de inserción
internacional del país en el mundo. Todo indica que tal prioridad
también la tiene clara al menos el gobierno del Brasil.
En tres planos se pueden vislumbrar acciones cooperativas orientadas
a profundizar la capacidad de Argentina y Brasil y de sus socios sudamericanos
de navegar juntos el mundo turbulento de los próximos años,
sea para potenciar oportunidades económicas que ya existen, sea
para neutralizar contaminaciones originadas en focos tóxicos del
escenario mundial. Son ellos: el gubernamental tanto a nivel bilateral,
como en los marcos más amplios del Mercosur, de la UNASUR, de la
ALADI e incluso ahora de la CELAC; el empresarial especialmente en relación
a estrategias de integración productiva y de defensa comercial
conjunta, y el académico, en particular en el desarrollo de esfuerzos
compartidos de inteligencia competitiva que ayuden a gobiernos y empresarios
a impulsar estrategias realistas de inserción internacional.
|