Una vez más la negociación del Mercosur y la UE arrastra
los pies. Los negociadores se reúnen pero no hay señales
que indiquen avances concretos que permitan concluir este año.
Es algo ya visto. Ocurrió lo mismo en el camino que llevó
al fracaso en octubre de 2004.
Una explicación puede ser la insuficiencia del oxígeno
político requerido para concluir una negociación comercial
compleja e inédita. Lo es por involucrar 31 países agrupados
en dos bloques con densidades institucionales, poderes relativos e intereses
distintos. Y también con diferentes intereses económicos
dentro de cada bloque. Incluso contradictorios.
El analista de una historia que parece repetirse no puede menos que interrogarse
sobre por qué la negociación fue relanzada el año
pasado en la Cumbre de Madrid. Se sabe que nadie se sienta voluntariamente
en una mesa de negociación si no está interesado en concretar
algo. No se retoma una negociación sin vida sabiendo que, al poco
tiempo, volverá a estancarse.
La respuesta es que cuando se relanzó la negociación había
suficiente oxígeno proveniente del más alto nivel político.
Lo aportaron los gobiernos de Argentina y España, a cargo de las
respectivas presidencias temporales de cada bloque. Había asimismo
del lado europeo fuertes intereses económicos favorables a un acuerdo
preferencial con un espacio regional que, a pesar de las insuficiencias
de su proceso de integración, es apetecible para competidores de
peso como China y los EEUU. Además, la vía de un acuerdo
bilateral con Brasil estaba cerrada, al menos en ese momento.
El impulso político inicial parece haberse diluido. O si existe
no se nota. Por un tiempo lo retomó el Presidente Lula. Pero el
debilitamiento principal se observa en una Europa que transita aún
-y quizás por mucho tiempo- por los efectos del sacudón
financiero del 2008. Varios de los gobiernos europeos tienen además
sus propios dilemas internos. Viven un período dominado por elecciones
inciertas con opiniones públicas desconcertadas si no asustadas.
Lo ocurrido en África del Norte no contribuye a cambiar este cuadro
de situación. Por el contrario habría acentuado reflejos
defensivos.
Del lado europeo la negociación ha quedado en manos de funcionarios
con aparente voluntad pero sin suficiente peso político. Nadie
de alto nivel político está diciendo con convicción
esta negociación me interesa. Los que más ruido
hacen -es parte del juego- son intereses agrícolas que se oponen
a que la negociación avance. O, lo que es lo mismo, la supeditan
a la conclusión cada vez más incierta de la Rueda Doha.
Hay un factor adicional que introduce una rigidez innecesaria. Es la
supuesta exigencia de que un acuerdo de libre comercio birregional como
el que se procura lograr, debe cubrir al menos el 90% del intercambio
recíproco. Se sostiene que lo requiere el artículo XXIV
del GATT. Según quienes así argumentan, su cumplimiento
sería esencial para que el acuerdo que se logre no sea vulnerable
en la OMC.
Pero no es eso lo que dice tal artículo. Es en todo caso una interpretación
posible. Es la que parece predominar en Bruselas. Hay otras interpretaciones
válidas. Se reflejan en un antiguo e inconcluso debate entre países
miembros y también entre expertos sobre los criterios para interpretar
un texto que es ambiguo. Según sea la interpretación a la
que se recurra tal porcentaje podría incluso reducirse al 70% o
menos.
No es una cuestión banal. Una interpretación más
flexible del compromiso asumido en el GATT, facilitaría encontrar
puntos de equilibrio en la negociación birregional que permitan
contemplar, de un lado y del otro, sensibilidades existentes. Y estas
son más agudas precisamente debido a que algunos gobiernos europeos
encaran procesos electorales en medio de la percepción de una creciente
incertidumbre económica.
Es éste sólo un ejemplo de un nudo importante en la negociación
que para ser desatado requiere de un impulso del más alto nivel
político. El oxígeno necesario podría lograrse si
se distingue el grado de ambición de los compromisos preferenciales
a asumir en el acuerdo que se firme, del que tendrían los objetivos
de largo plazo de la asociación birregional que se establezca.
Cláusulas evolutivas facilitarían dar los siguientes pasos
cuando las circunstancias y necesidades lo permitan.
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