Cuando los líderes políticos de América Latina y
de la Unión Europea se reúnan el 18 de mayo en la Cumbre
de Madrid, dialogarán y tomarán decisiones en torno a la
relación especial entre estos dos espacios regionales significativos.
Si bien es especial, no es una relación ni exclusiva ni excluyente.
No podría serlo. En el mundo actual, todos los países y
regiones tienen múltiples opciones en su inserción internacional,
y pretenden aprovecharlas al máximo. Pero es una relación
especial por sus raíces profundas, su relevancia política
y económica, y su proyección futura.
Por eso, una resultante que cabe esperar de la Cumbre de Madrid es la
de un plan de acción orientado a proyectar tal espacio hacia el
futuro. En eso se ha estado trabajando en los últimos meses. Varios
son los carriles que permitirán seguir construyendo la idea de
una asociación estratégica biregional, lanzada en la primera
Cumbre ALC-UE de Río de Janeiro (1999).
Los principales carriles se relacionan, en primer lugar, con los fuertes
desafíos provenientes de un escenario mundial en profundo proceso
de cambio. La agenda biregional del futuro tendrá que privilegiar
el trabajo conjunto sobre las principales cuestiones que inciden en la
gobernabilidad global. Sin perjuicio de otras, ocupan lugar prioritario
la cooperación relacionada con la paz y la seguridad internacional
y con el fortalecimiento del sistema multilateral; con la conclusión
de la Rueda Doha; con las negociaciones sobre el cambio climático
y la necesidad de completar en México, a fin de año, el
proceso que no pudo concluirse en la Cumbre de Copenhague, y con el combate
al crimen organizado y las distintas modalidades de terrorismo internacional.
Se vinculan, en segundo lugar, con cuestiones específicas de las
relaciones biregionales. Entre ellas, tienen prioridad el tejido de una
red de acuerdos de asociación con contenido comercial preferencial
y también con sentido estratégico profundo. Hasta el presente
la UE ha concretado acuerdos preferenciales con Chile y con México
y, a su vez, acuerdos estratégicos con Brasil y con México.
Se espera que en Madrid se formalicen los acuerdos preferenciales con
Colombia, Perú y los países Centroamericanos. Y también
es posible que se relancen las negociaciones bi-regionales con el Mercosur.
Y tienen que ver, en tercer lugar, con el lanzamiento de mecanismos especiales
para fortalecer la cooperación entre las dos regiones. Tres podrían
destacarse como resultantes de los trabajos preparatorios de la Cumbre
de Madrid. Uno es la creación de una Facilidad de Inversiones para
América Latina con el objetivo de fortalecer la integración
regional, los programas de cohesión social y el desarrollo de la
infraestructura física. El otro, es el lanzamiento de una Fundación
Euro-Latinoamericana, como un instrumento funcional a la idea de lograr
una mayor visibilidad en las acciones que se desarrollen en la construcción
de la asociación biregional. Y el tercero es un plan de acción
conjunto en investigación, tecnología e innovación,
con múltiples desdoblamientos vinculados a los distintos campos
de cooperación biregional.
Si esos son los principales resultados de la Cumbre de Madrid, se habrían
justificado las expectativas que generan en la opinión pública
estas reuniones al más alto nivel político.
Las raíces profundas se nutren de una larga historia con signos
y alcances diferenciados. No todos han sido positivos. Los recuerdos del
pasado no siempre evocan hechos percibidos ni valorados de la misma manera
en ambos lados del Atlántico. Incluso, hoy pueblos originarios
de América Latina aspiran a reivindicar identidades que quedaron
diluidas por la llegada a la región del europeo. Sin embargo, migraciones,
comercio, inversiones, progreso técnico o pautas culturales, fueron
a través de los tiempos generando un denso tejido de vivencias
e intereses compartidos.
Son dos regiones con un amplio abanico de relaciones recíprocas,
que si bien son asimétricas, tienen una relevancia política
y económica basada en valores compartidos, en visiones de la vida
en sociedad con elementos comunes, y en intereses económicos resultantes
de corrientes de comercio e inversiones e, incluso, de la presencia de
muchas empresas europeas en los países latinoamericanos.
Por ello el euro-latinoamericano constituye un espacio inter-regional
diferenciado, en el que sería difícil imaginar una trayectoria
futura que no tenga, como en el pasado, múltiples puntos de conexión.
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