Una nueva Cumbre euro-latinoamericana tendrá lugar en Madrid el
próximo 18 de mayo. Como en anteriores oportunidades surge la pregunta
sobre qué resultados pueden esperarse de un evento que por su alto
nivel político tendrá fuerte visibilidad pública.
Los riesgos de que no trasciendan el plano de una diplomacia de efectos
especiales, son una vez más relativamente grandes.
De ahí que parece necesario lograr que en el camino que conduce
a Madrid se generen ideas orientadas a renovar la relación bi-regional
transatlántica, tanto en su contenido como en sus métodos
de trabajo. Los empresarios y sus instituciones pueden mucho aportar al
respecto.
El tema central de la agenda de la Cumbre está bien concebido.
Correctamente encarado, estaría a la altura de los desafíos
que la nueva realidad internacional plantea a ambas regiones, más
allá de notorias asimetrías que entre ellas existen. Coloca
la cuestión de la innovación y la tecnología en la
perspectiva del desarrollo sustentable y de la cohesión social.
Y al privilegiar tal perspectiva retoma un eje temático central
en la relación bi-regional. Implica interrogarse sobre lo que los
países de ambas regiones pueden hacer juntos para mejorar sus condiciones
de competitividad en una competencia económica global en la que
la dinámica de grandes economías asiáticas marcará
el paso. En particular, implica acordar hojas de ruta compartidas si no
por todos, al menos por países relevantes del espacio transatlántico
dispuestos a desempeñar un papel protagónico a escala global.
La cooperación bi-regional en torno a la innovación y la
tecnología requieren, por cierto, incentivos y financiamiento de
los gobiernos y de la propia Unión Europea. Pero requiere, asimismo,
de la activa participación de los protagonistas principales de
la innovación y del desarrollo tecnológico, tanto del sector
público como del privado. Tendrá que traducirse en inversiones
y en un denso tejido de todo tipo de redes transnacionales. Tamaña
movilización de energías sólo se producirá
en la escala necesaria, si es que las señales que surjan de Madrid
son nítidas y si las hojas de ruta creíbles.
Un dato interesante para el camino que conduce a la Cumbre, es el documento
de estrategia con respecto a América Latina y el Caribe (ALC),
que la Comisión Europea presentara el 30 de septiembre pasado al
Consejo y al Parlamento. Abre ventanas a una visión renovadora
de las relaciones bi-regionales. Implica un reconocimiento tácito
de los resultados insuficientes obtenidos por la estrategia desarrollada
en los últimos años. Es interesante observar que el planteamiento
de la Comisión parece tomar cierta distancia con respecto a la
negociación de acuerdos preferenciales bi-regionales, al menos
como principal instrumento de la relación con ALC. Pone el acento
en nuevas cuestiones de la agenda bi-regional, que reflejan las de la
agenda global y que no necesariamente requieren acuerdos preferenciales
compatibles con el artículo XXIV del GATT, es decir que sean OMC-plus.
Pero por sobre todo esta Cumbre debería significar por sus resultados
concretos, es decir por hojas de ruta que permitan traducir objetivos
en realidades, que al actuar juntas ambas regiones reconocen la necesidad
de afirmar la idea estratégica de fortalecer el regionalismo como
forma de asegurar pautas razonables de gobernabilidad global.
Es un planteamiento que debería partir del reconocimiento de que
la gobernabilidad regional, requiere liderazgos colectivos ejercidos a
través del papel protagónico de los propios países
latinoamericanos. Ello es particularmente necesario en el caso de los
países del espacio geográfico sudamericano, que es donde
se ha podido observar recientemente el surgimiento de fuerzas que por
momentos impulsan hacia la fragmentación. Tal reconocimiento, a
su vez, implica fortalecer la institucionalización de una cooperación
latinoamericana, basada en un tejido de reglas comunes que efectivamente
se apliquen.
Y es ella precisamente una institucionalización que puede ser
impulsada por acciones que desarrollen la Unión Europea y sus países
miembros en el marco de un nuevo planteamiento estratégico. Colocada
en tal perspectiva, sería conveniente una acción que implique
apoyarse en la alianza estratégica UE-Brasil para retomar en forma
activa las relaciones con el Mercosur utilizando plenamente el potencial
del Tratado-marco UE-Mercosur firmado en Madrid en 1995, sin perjuicio
de procurar concluir la negociación comercial preferencial pendiente.
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