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  Félix Peña

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  Revista América Economía | 27 de febrero de 2009

El proteccionismo y las lecciones del pasado


 

Hay que cumplir con el mandato del G20 en el sentido de concluir con la Ronda Doha y aplicar una suerte de "tregua proteccionista".

El proteccionismo está retornando, casi por goteo, como problema relevante de la agenda del comercio mundial. Por momentos, flota en el ambiente el espectro de un escenario con elementos similares a los de la pasada década de los 30. Las diferencias de la situación de los días actuales, sin embargo, son notorias. Tres merecen destacarse.

La primera es que en aquella época no existía un sistema multilateral como el de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus reglas y disciplinas colectivas implican un límite al poder discrecional de los países para restringir o distorsionar corrientes de comercio. No habría espacio hoy para algo similar a la Smoot-Hawley Tariff, por ejemplo.

Pero el problema es que en muchos casos, el sistema multilateral establece un techo suficientemente alto como para que bajo él se cobijen múltiples modalidades de proteccionismo. Especialmente aquellas de nueva generación, sutiles y difíciles de detectar, que resultan de una gama amplia de restricciones no arancelarias, incluso originadas en el propio sector empresarial, aliado con los consumidores -reglas privadas que inciden, por ejemplo, en la comercialización de alimentos-, o en el efecto que produzcan las medidas que están aplicando los países en el intento de contrarrestar impactos de la crisis en el nivel de la actividad económica y del empleo.

La segunda diferencia surge de la internacionalización de la producción que se ha desarrollado con intensidad durante las últimas décadas. Muchas empresas de muchos países -y no sólo de las naciones más industrializadas- operan en el ámbito de cadenas de valor de escala global. Un proteccionismo descontrolado significaría una costosa complicación para los procesos productivos que abarcan a múltiples países y regiones. Desatar el actual tejido productivo global, retornando a un escenario de mercados compartimentados, no parece ser una contribución eficaz para superar la actual crisis económica mundial. Menos aún para evitar sus repercusiones en el plano de la paz y la estabilidad política.

Y la tercera diferencia es que se supone que los pueblos aprenden de sus errores. Y los que se cometieron en la década de los 30 fueron suficientemente dramáticos como para que no se extraigan lecciones para los tiempos actuales. Una conclusión importante se refiere a los costos de la inexistencia de instituciones que permitan a las distintas naciones disciplinarse y encarar juntas problemas colectivos. Tal lección condujo al actual sistema multilateral de comercio, como parte de una red más amplia de instituciones de cooperación internacional. Más allá de las insuficiencias que ellas presentan hoy, constituyen una densa red de bienes públicos, globales y regionales, que se deben preservar y fortalecer.

Capitalizar las lecciones del pasado debería ser una tarea prioritaria. Un plano en que ello parece fundamental es el de la OMC en la coyuntura actual. En ese sentido, tres líneas de acción surgen como inmediatas.

La primera de ellas consiste en cumplir con el mandato que el grupo G20 diera en su reciente Cumbre de Washington, en el sentido de concluir con la Ronda Doha y de aplicar una especie de "tregua proteccionista". El que esto no se haya logrado aún afecta incluso la credibilidad del G20. Antes de la Cumbre de abril en Londres, parecería fundamental enviar señales claras en el sentido de que el mandato puede cumplirse. Aun cuando fuere una Ronda Doha con resultados menos ambiciosos que los originalmente previstos.

La segunda línea consiste en desarrollar un mecanismo eficaz de vigilancia frente a las tendencias proteccionistas -que contribuya a la tregua-, incluyendo medidas que puedan ser compatibles con las reglas actuales que tiene la OMC.

Y la tercera es concretar la Conferencia Ministerial prevista para este año, con una agenda que no se limite a la Ronda Doha.

Cómo conciliar, en los compromisos que se asuman en adelante, elementos de flexibilidad con las necesarias disciplinas colectivas, especialmente en las respuestas que se den a la actual crisis y a los requerimientos especiales de los países menos desarrollados, debería ser un tema central en la nueva agenda de la OMC.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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