inicio | contacto | buscador | imprimir   
 
· Presentación
· Trayectoria
· Artículos y notas
· Newsletter (español)
· Newsletter (english)
· Radar Internacional
· Tesis de posgrado
· Programas de clase
· Sitios recomendados

Publicaciones
· Las crisis en el multilateralismo y en los acuerdos regionales
· Argentina y Brasil en
el sistema de relaciones internacionales
· Momentos y Perspectivas


  Félix Peña

ARTÍCULOS Y NOTAS DE PRENSA
2021 | 2020 | 2019 | 2018 | 2017 | 2016 | 2015 | 2014 | 2013
2012 | 2011 | 2010 | 2009 | 2008 | 2007 | 2006 | 2005 | 2004
2003 | 2002 | 2001 | 2000 | 1999 | 1998 | 1997 | 1996 | 1995
1994 | 1993 | 1992 | 1991 | 1990 a 1968
  Revista Temas (año I, número I) | Septiembre de 2008

Política Exterior en un mundo de profundos cambios. Aportes con motivo de la conmemoración del Bicentenario.


 

Revista Temas de Política Exterior, Comercio y Relaciones Internacionales es una Publicación de la Asociación Profesional del Cuerpo Permanente del Servicio Exterior de la Nación.

Un momento oportuno para una reflexión proyectada al futuro

El sistema internacional está en un proceso de cambio radical. Todo parecería indicar que los plenos efectos se verán con mayor nitidez y en todas sus ramificaciones, sólo con el correr de los próximos años. Pero ya es posible vislumbrar que sus características más salientes serán distintas a las que predominaron hasta no hace mucho, cualquiera haya sido el punto de inflexión hacia la actual evolución [1].

Con tal telón de fondo, la conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, constituye una buena oportunidad para efectuar algunos aportes, aunque sean parciales, a una reflexión colectiva proyectada al futuro sobre los impactos que tales cambios puedan tener en la política exterior de la Argentina.

Pero no son sólo aportes parciales a una reflexión sobre la política exterior del país los que esbozaremos en este artículo. El enfoque será más amplio ya que abarcará asimismo a las relaciones externas de la sociedad argentina, entendidas en el sentido más amplio de las conexiones e interacciones que, en todos los planos y con muy variados contenidos, establecemos los argentinos con nuestro entorno externo. En el caso del autor, significa continuar un ejercicio iniciado hace muchos años sobre la Argentina en el mundo que nos rodea [2].

En efecto, es un enfoque más amplio el que se requiere ya que la política exterior en sentido estricto - esto es la definida y ejecutada por el gobierno nacional, normalmente a través de su Cancillería - se supone que procure reflejar, tras ser decantados por el funcionamiento del sistema político democrático, los posicionamientos de la sociedad en su conjunto - sus valores, intereses, temores, frustraciones, esperanzas - ante desafíos y oportunidades que resultan de sus conexiones e interacciones con las de otros países, tanto a escala global como también en el espacio geográfico sudamericano.

En tal perspectiva, el espectro posible de protagonistas de las relaciones externas de nuestra sociedad es muy amplio, variado, heterogéneo, dinámico y, por ende, plural. Abarca a los habitantes del país, las empresas, las diversas organizaciones de la sociedad civil y, por cierto, las instituciones gubernamentales (nacionales, provinciales y locales). En la mayoría de los casos, sus conexiones e interacciones con sus contrapartes en el resto del mundo, dan lugar a densas redes transnacionales que no cruzan necesariamente por instancias gubernamentales. Reflejan las ventajas en el plano de las relaciones internacionales, de la sociedad abierta en el sentido de Karl Popper y de Ralph Dahrendorf [3].

Cabe tener presente además, el hecho que una condición básica de toda política exterior eficaz, tanto en sus fases de elaboración como de ejecución, es basarse en un diagnóstico de las tendencias más profundas que se observan en un momento histórico determinado, colocadas en la perspectiva de lo que ellas pueden significar para el desarrollo político y económico, así como para el accionar externo de un país.

Pero tal diagnóstico resulta más difícil efectuarlo, cuando se enfrenta un cuadro internacional muy dinámico como es el actual, que tiende a asimilarse a lo que se puede definir como propio de un sistema revolucionario por contraposición a uno estable [4]. Esto es, un cuadro de situación en el que los cambios sistémicos tienden a ser radicales y en el que, además, su dirección definitiva aún no puede ser distinguida con precisión. En tales momentos, lo único que aparece como cierto es que el orden previo no existe más, al menos en sus características estructurales principales. Y que aún no se han consolidado los cimientos ni las características de uno nuevo.

Ello parece ser así, especialmente, en lo que hace a la distribución del poder entre los distintos protagonistas y a las tecnologías de conflicto que pueden emplearse. El actual es un mundo en el que se han multiplicado los protagonistas, en el que no todos los relevantes son Estados, y en el que las formas de ejercicio del diálogo entre naciones, pero también la de la violencia también han cambiado radicalmente, tal como lo pusieran de manifiesto los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre del 2001. Tiende a ser un mundo crecientemente multipolar - salvo en lo que podría ser la definición de un conflicto armado de alcance global y probablemente nuclear - y heterogéneo, recurriendo a las categorías de Raymond Aron [5]. Por lo tanto, potencialmente inestable.

De allí que sea razonable trabajar en base a la hipótesis de que las tendencias a la fragmentación y a la anarquía internacional puedan aún predominar por mucho tiempo . En términos de navegación, son estos momentos de marcadas incertidumbres, de fuertes turbulencias y de baja visibilidad. Ello torna a la vez más necesaria, pero también más compleja, la practica del arte de correlacionar necesidades internas de un país con sus posibilidades externas, propio de una política exterior eficaz [7].

En efecto, cambio, volatilidad, incertidumbre, son entonces palabras que no pueden faltar en cualquier análisis del escenario internacional actual. Todo indica que lo será más aún en el futuro. El mundo ha entrado en una etapa en la que la expresión "arenas movedizas" permite ilustrar sus características principales.

Desplazamientos de poderes relativos y de ventajas competitivas entre las naciones, a veces muy acelerados, otras en cámara lenta, casi por goteo, tornan difícil predecir el futuro. Hoy más que nunca entender la lógica implícita en las relaciones entre comunidades políticamente organizadas, en la feliz definición de Raymond Arón [8], pero también el saber detectar hechos cargados de futuro [9], tener ojo clínico para identificar fuerzas profundas y sus eventuales orientaciones, es un requerimiento para tratar de decodificar la dinámica de cambio internacional. Exige del analista y del hombre de acción, una aptitud mental de cazador de blanco móvil y no, por cierto, la más confortable del de blanco fijo.

Al menos cuatro rasgos sobresalen en el actual cuadro de situación mundial, incluyendo tanto su dimensión política y de seguridad, como la económica. Ellos son:

  • el predominio de las cuestiones globales de seguridad en las agendas de las potencias centrales, así como también una creciente incidencia de las cuestiones regionales de seguridad en las de los países latinoamericanos;

  • la constante erosión de las fronteras entre las cuestiones internas y las externas en las agendas políticas y económicas de la mayoría de los países;

  • la perplejidad de los ciudadanos e incluso de los sectores dirigentes, ante el nuevo cuadro de situación que se observa, tanto en el plano de la seguridad -incluyendo la dificultad de identificar al enemigo- como en el de la competencia económica global -tomando en cuenta los efectos ambivalentes de la globalización y sus impactos, tanto sobre las identidades nacionales como sobre el constante desplazamiento de las ventajas competitivas-, y

  • el desgaste de los paradigmas dominantes en décadas anteriores, tanto en el plano de la seguridad internacional como en el de la competencia económica global y en el de la organización de los sistemas económicos y sociales nacionales.

El predominio de la paz y la estabilidad a escala global parece ser algo obvio para los intereses nacionales de la Argentina. Siendo un país con recursos de poder limitados, al menos en relación a los de las grandes potencias e incluso a varios de las llamadas naciones emergentes, su capacidad para la construcción de un orden internacional y, al menos, impedir un deslizamiento hacia la anarquía internacional, es baja. Y es obvio que sería éste un deslizamiento no conveniente para los intereses nacionales.

De allí que parece recomendable centrar una parte sustancial de la política exterior del país en los próximos años, aprovechando al máximo los recursos de poder limitados disponibles, en ejercer influencias y plantear enfoques e ideas - poder blando o soft power [10]-, que acentúen tendencias al orden internacional en torno a principios de un multilateralismo eficaz. El objetivo tiene que ser el permitir, a través de un inteligente tejido de coaliciones y alianzas con países con intereses y valores similares - like-minded countries -, muchas veces en cuestiones específicas donde el peso relativo del país es mayor - como por ejemplo, en el subsistema regional sudamericano, en el del Atlántico Sur y en el de los alimentos -, el efectuar contribuciones al objetivo de ampliar el espacio para el orden en el sistema internacional, y a neutralizar así las tendencias a la fragmentación y a la anarquía internacional.

Teniendo en cuenta la ubicación geográfica de la Argentina; su lugar en la estratificación del poder político, económico y militar global; el grado de desarrollo político y económico que ha alcanzado luego de casi doscientos años de vida independiente, y su dotación de recursos naturales y humanos, al menos tres condiciones sobresalen para una estrategia eficaz de inserción internacional. Esto es, aquella que le permita aprovechar un escenario global en profunda transformación, pero cuyo balance de desafíos y oportunidades, de combinación de buenas y malas noticias, de ser bien interpretado, puede ser favorable al desarrollo del país.

Son ellas condiciones que requieren operar no sólo en el plano de la política exterior en el sentido más estricto, pero también en el de las relaciones exteriores de la sociedad argentina. Ello es así dado que en los tres casos, la eficacia de la política exterior dependerá en gran medida, en que ella esté sustentada en densas redes de conexiones e interacciones, con amplia variedad de contenidos, que tejan múltiples protagonistas de la vida política, económica y social del país (las empresas, los partidos políticos, las organizaciones sociales, las instituciones académicas, los medios de comunicaciones, que operen desde el país con un alcance transnacional). Pero para que así sea, también parece fundamental que la política exterior se alimente de insumos provenientes de tales redes. Son las sinergias resultantes entre el trabajo conjunto de una sociedad y su gobierno, las que permiten lograr eficacia en el accionar externo de un país.

En nuestra opinión, tales condiciones son,

  • un pleno aprovechamiento de las múltiples opciones que se presentan a escala global, como consecuencia del acortamiento de todo tipo de distancias, no sólo las físicas, así como por la creciente redistribución del poder mundial - o sea, una inserción externa multipolar -;

  • la creación de un entorno regional de paz y estabilidad política, donde predomine la lógica de la integración por sobre la de la fragmentación y el conflicto - o sea, un barrio de calidad o amigable -, y

  • un sector empresario en el país, en el que predominen visiones estratégicas de largo plazo, a fin de poder proyectar al mundo su capacidad, existente o a desarrollar, de producir bienes y de prestar de servicios - o sea, un núcleo duro mínimo de empresas con intereses ofensivos -.

Efectuaremos a continuación algunos aportes en relación a esas tres condiciones, consideradas tanto en la perspectiva, tanto a través de la política exterior, en sentido estricto, como en el más amplio de las relaciones externas de la sociedad.

El pleno aprovechamiento de un mundo de múltiples opciones

La primera condición para una inserción externa eficaz de la Argentina es la de la multipolaridad. Aprovechando el hecho que han colapsado las distancias y que el país no tiene razones para limitar sus relaciones con ningún país - salvo aquellas que pudieran resultar de medidas que se adopten, por ejemplo en el ámbito institucional de las Naciones Unidas -, tal alcance multipolar implica el desarrollo de una estrategia orientada a aprovechar todas las opciones que se están abriendo hoy en el mundo, especialmente, para el comercio exterior del país, así como para sus potenciales fuentes de inversiones directas y de progreso técnico.

En la mayoría de los países tal estrategia multipolar suele ser "daltónica". Esto es, no siempre distingue colores ideológicos o culturales (en el célebre lema de Deng Siao Ping sobre el color del gato). Buscar sacar provecho de las múltiples opciones resultantes del surgimiento de nuevos protagonistas - los casos más notorios son China e India -, de nuevas cuestiones dominantes - tales como la energía, el cambio climático y formas novedosas del ejercicio de la violencia transnacional, incluyendo su privatización [11] - y, en particular, del hecho que se habría entrado en una etapa de marcada demanda global de alimentos y de otros recursos naturales que, en términos relativos, abundan en América del Sur. Ello sin perjuicio de las variaciones que puedan resultar de volatilidades económicas y financieras globales, como las que se han puesto en evidencia en el primer trimestre de 2008.

En el campo de las relaciones económicas internacionales - aspecto central de la política exterior para un país como la Argentina -, es una estrategia que se vería facilitada si la Rueda Doha, de ser concluida este año permitiera, además de lograr los resultados previstos en su agenda, el fortalecer la Organización Mundial del Comercio (OMC), como un ámbito institucional multilateral global eficaz. A pesar de que en el primer trimestre de 2008, pareciera que será difícil que la Rueda Doha concluya este año, en sí mismo ello no sería algo necesariamente negativo. Otras Ruedas negociadoras en el ámbito del sistema GATT-OMC, también se extendieron más allá de lo previsto. Pero sí lo sería si trajera como consecuencia un debilitamiento del sistema de la OMC, en su función de asegurar reglas de juego que faciliten el comercio internacional en condiciones de igualdad de oportunidades que, a su vez, contemplen los intereses de los países en desarrollo y de los que, como el nuestro, se distinguen por su eficiencia en la producción de alimentos y de otros bienes agrícolas.

En la agenda inmediata, la suerte de la Rueda Doha sigue ocupando un lugar prioritario para los negociadores. Pero si finalmente se tornara evidente que ella no pudiera concluirse este año, tal hecho podría sin embargo, contribuir a lograr avances en un frente importante para la diversificación de la inserción externa del país - y de sus socios en el Mercosur - cual es el de las relaciones bi-regionales con la Unión Europea [12].

En cualquier escenario, sin embargo, conviene al país promover la intensificación del desarrollo de las relaciones del Mercosur con economías emergentes, incluyendo los países de la ASEAN, cuyas metodologías deberían ser atentamente consideradas en relación al futuro de la integración económica en la región sudamericana [13]. Tienen al menos dos virtudes. La primera es su flexibilidad, combinada con el reconocimiento que es el interés político el que finalmente nutre un proceso de integración económica. Y la segunda, es que no pretende apegarse a lo que podríamos denominar fórmulas de libro de texto, esto es, lo que la teoría indica - especialmente la del comercio internacional - que deberían ser las modalidades de integración de economías que comparten un espacio geográfico regional.

Un entorno regional de paz y estabilidad política

La segunda condición mencionada es la de la inserción del país en un entorno regional amigable y de calidad. Cabe destacar que por mucho tiempo, en la perspectiva de su política exterior el entorno regional de la Argentina estaba esencialmente limitado a los países del denominado Cono Sur [14]. Se concentraban además allí las principales conexiones e interacciones regionales de la sociedad argentina. Incluso en las relaciones con los Estados Unidos y con Europa, en el siglo veinte había una clara diferenciación entre los países sudamericanos ubicados al Norte o al Sur del Ecuador [15].

En los últimos años ello ha cambiado y mucho. Como lo fuera sobre todo en el siglo diecinueve [16], el conjunto de América del Sur es cada vez más un subsistema internacional diferenciado, con lógicas y dinámicas propias, determinadas por una historia compartida y una geografía en la que las distancias - físicas, pero sobre todo políticas y económicas - ahora se han acortado. El factor energía - entre otros - ha acentuado la mutua dependencia entre los países de este espacio regional, contribuyendo a tal diferenciación.

Pero si bien América del Sur configura un subsistema internacional diferenciado, tiene bordes difusos ya que en muchas cuestiones no puede ser distinguido del más amplio de América Latina y del Caribe. La última Cumbre del Grupo Río, realizada en marzo 2008 en Santo Domingo, lo puso en evidencia una vez más como ya había ocurrido años atrás, precisamente cuando surgiera el Grupo de Contadora. Concretamente para muchas cuestiones, especialmente vinculadas al Norte de América del Sur, el papel de México es gravitante.

Uno de los principales desafíos de la política exterior argentina hacia el futuro, es el que plantea la gobernabilidad del espacio geográfico regional sudamericano. Por ella entendemos la necesidad de asegurar que en las relaciones entre los países que lo conforman, predominen la paz y la estabilidad política. Esto es, que predominen los factores que impulsan a la cooperación e integración, como contraposición al predominio de la lógica del conflicto y la fragmentación.

Que la región sudamericana vive momentos de profundos cambios es un hecho. Ello es positivo, dadas las transformaciones que se están operando en el sistema internacional, tanto en el plano de la seguridad como en el de la competencia económica global.

Y, también la competencia por los mercados mundiales se está modificando por la proliferación de nuevos protagonistas - sean ellos grandes economías emergentes o complejas redes transnacionales de producción, comercio y financiamiento -. En un mundo que cambia sería ilusorio que la región no viva también sus propias transformaciones. Ya ocurrió varias veces en el pasado.

En tal contexto, la agenda sudamericana aparece dominada por cuestiones de gobernabilidad interna de algunos de los países y de expectativas insatisfechas de sociedades movilizadas, entre otros factores, por los efectos acumulados de la vigencia de sistemas democráticos y de la globalización de la producción y de la información.

Cómo traducir una vecindad geográfica con creciente interdependencia, en un espacio en el que predomine la lógica de la integración sobre la del conflicto y, eventualmente, la violencia, parecería ser una cuestión que requiere de un efectivo liderazgo regional. La construcción de un barrio regional de calidad, favorable a la paz, al desarrollo y a la cohesión social, es lo que importa a la gente y, en particular, a quienes adoptan decisiones de inversión productiva, que es lo que genera empleo y contribuye a enfrentar los dilemas que plantea la globalización.

En los últimos años, se ha acentuado el carácter multipolar de la inserción económica internacional de los países sudamericanos, tanto los del Mercosur y Chile, como la de algunos de los países andinos, especialmente Perú y Colombia. Tal carácter se refleja en la estructura de su comercio exterior y de los flujos de inversión extranjera directa, la que demuestra una inserción externa diversificada, en orígenes y destinos, a la vez con Unión Europea, la propia América Latina, los Estados Unidos y, crecientemente, el Asia. Al respecto, parece conveniente distinguir el espacio sudamericano del latinoamericano, que abarca además a México, Centroamérica y los países del Caribe.

Una cuestión que ha adquirido en los últimos años notoria relevancia, en parte por el papel activo desempeñado en la región por el Brasil y también por Venezuela, es la del liderazgo en el espacio geográfico sudamericano.

¿Qué país tiene mayores posibilidades de ejercer un liderazgo en este espacio regional? Es una pregunta que está presente en muchos análisis referidos a la política y a la economía de la región.

Responder la pregunta de quien lo ejerce o puede ejercerlo, supone precisar qué significa liderar una región. Requiere distinguir tres conceptos [17]. En primer lugar el de la relevancia, que tiene que ver con el grado de gravitación (poder, recursos, mercado, influencia, prestigio) que un país pueda tener en definir la forma en que se encaren cuestiones importantes vinculadas a la agenda regional. No sólo debe tenérselo en cuenta, pero sería difícil articular soluciones sin su participación. A su vez, el de protagonismo, que significa que un país, especialmente si es relevante, procure tener una presencia activa como actor de cuestiones importantes vinculadas a la agenda regional. No se lo puede, entonces, dejar de tener en cuenta al encararse una cuestión concreta. A veces, sin embargo, puede ser una presencia activa más mediática que real, destinada incluso a magnificar su relevancia. Puede ocurrir, asimismo, que un país relevante no aspire a tener un protagonismo activo. Y, en tercer lugar, el del liderazgo que implica que un país que opte por ser un protagonista activo, cualquiera que sea su relevancia, aporte en relación a tales cuestiones una visión estratégica e iniciativas aceptables para los otros países involucrados.

El liderazgo en el espacio geográfico regional sudamericano consistiría, en tal perspectiva, en contribuir con visión estratégica e iniciativas razonables a concretar un espacio regional en el que quepan las diversidades, gracias al predominio de la idea de un trabajo conjunto en relación a la agenda de cuestiones más importantes. El liderazgo, entonces, se manifestará en la capacidad de un país que es protagonista relevante - aún los más pequeños pueden ser relevantes al respecto, como lo demostraron los del Benelux en el camino que condujo al Tratado de Roma - de contribuir a la articulación de intereses nacionales divergentes de todos los países involucrados. Y de facilitar así el control de focos potenciales de dificultades, como las que resultarían si en un país, especialmente si se trata de un protagonista relevante, no se logran pautas estables de gobernabilidad democrática.

Dado el carácter multipolar del espacio geográfico regional sudamericano, el liderazgo es una tarea que requiere del protagonismo activo de varios países relevantes. No de uno sólo. Por su dimensión relativa Brasil puede tener mayor responsabilidad e, incluso, potencial de influenciar sobre las realidades. Pero para ello tendrá que acordar iniciativas al menos con otros protagonistas relevantes con vocación de liderazgo como son, por su peso propio, Argentina, Chile, Colombia y Perú, e incluso Venezuela, especialmente por su relevancia como productor de hidrocarburos y por su protagonismo activo, aunque muchas veces con una tendencia a ser más mediático que real. Tendrá también que tener en cuenta la gravitación de los Estados Unidos en la región, como también la de países de la Unión Europea y, crecientemente, la de China. En muchas cuestiones importantes de la agenda regional, han sido o son hoy, protagonistas relevantes. En el complejo mosaico sudamericano, son muchos entonces los protagonistas relevantes con vocación de liderazgo y muchas las opciones en términos de coaliciones de geometría variable, las que dependerán del tipo de cuestión a ser abordada.

De allí que una cuestión central en las relaciones futuras de Argentina y Brasil - aspecto que sigue siendo central en la definición de la política exterior de nuestro país -, cruza por responder en la práctica la pregunta sobre el papel que puedan ejercer - idealmente trabajando juntos en aras de un liderazgo colectivo - para el desarrollo de condiciones de gobernabilidad en el espacio sudamericano, así como en la construcción de bienes públicos regionales que contribuyan al predominio de la lógica de integración y neutralicen tendencias generadas por fuerzas centrífugas cada vez más evidentes. Lo más probable es que lo harán ejerciendo también sus propias diplomacias de alianzas múltiples y variables, tanto en el plano regional como en el global.

Empresas con intereses estratégicos ofensivos

Y, finalmente, la tercera condición es la del protagonismo de empresas con intereses ofensivos. Esto es un número mínimo de empresas que operan en el país y que están en condiciones de trazar y sostener en el tiempo, una estrategia activa de inserción internacional.

Cabe tener presente al respecto que turbulencias, incertidumbres, desplazamiento veloz de ventajas competitivas, son rasgos cada vez más evidentes del entorno internacional en el cual las empresas intentan competir.

En tal contexto, tener éxito en el esfuerzo exportador del país requerirá hacia el futuro que al menos tres condiciones sean reunidas -además de una razonable estabilidad macroeconómica-. Son, las estrategias ofensivas de las empresas para su inserción en mercados externos; el apoyo que en el plano de la inteligencia competitiva reciban de sus propias instituciones empresarias, y la obsesión por colocarse en la perspectiva de la demanda externa.

Empresas con estrategias ofensivas son aquellas que se insertan en redes de producción y de servicios, de escala regional y global. O que desarrollan las propias a través de inversiones. Muchas veces implica la asociación con empresas de otros países. Ejemplos recientes son, los del Grupo Los Grobos al asociarse con capitales brasileños y de Exolgan, al asociarse con el Puerto de Singapur.

Instituciones empresarias al servicio de estrategias ofensivas de las empresas, son aquellas en condiciones de contribuir a la inteligencia competitiva de sus socios. Ejemplo reciente es el estudio elaborado en el 2007 por la Confederación Nacional de Industrias del Brasil. En forma pormenorizada se analizan y evalúan allí los intereses empresarios del Brasil en América del Sur, formulándose recomendaciones concretas orientadas a incidir sobre políticas públicas y estrategias negociadoras del país [18].

Y empresas obsesionadas por sus clientes externos, son aquellas que piensan lo que pueden producir para el mundo, en función de la identificación previa de gustos y preferencias predominantes en los clientes del exterior, donde sea que estén. Implica un gran esfuerzo por captar lo que se demanda y de posicionarse para ofrecerlo en tiempo oportuno y con calidad. Las fuentes de información pueden ser numerosas: socios externos; antenas de la Cancillería distribuidas en el mundo; navegación experta por Internet; viajes y ferias; turistas extranjeros; mochileros y diáspora argentina en numerosos países.

Algunas conclusiones

Pensar la política exterior de la Argentina de los próximos años, requiere un buen diagnóstico de los cambios que se están operando en el escenario global y también en el regional. Es una tarea que involucra por cierto a las instancias gubernamentales competentes. Pero involucra también a la sociedad en su conjunto, que será en definitiva la que recibirá los beneficios o sufrirá los perjuicios, de los aciertos o desaciertos que el país tenga al trazar su derrotero futuro en el sistema internacional.

La conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo, abre una oportunidad para una reflexión colectiva sobre modalidades y alcances de las relaciones externas de la sociedad argentina y sobre la política exterior del país.

Muchos son los desdoblamientos posibles para un debate nacional sobre la inserción internacional del país en el mundo y en la región. En este artículo sólo hemos querido aportar algunas ideas sobre lo que consideramos son tres condiciones para enhebrar una estrategia que sea eficaz.

Las tres condiciones mencionadas más arriba - inserción multipolar; paz y estabilidad política en el espacio sudamericano, y estrategias ofensivas de las empresas -, no son por cierto las únicas. Probablemente sean necesarias, pero por cierto que no son suficientes.

Aspiran entonces a ser sólo una contribución parcial a un amplio debate nacional en el que la sociedad en su conjunto participe. Quizás pueda imaginarse en tal sentido una especie de Cabildo abierto virtual, en el que la gente se exprese sobre como visualiza hacia el futuro las relaciones exteriores de la sociedad argentina y su política exterior.



NOTAS

[1] Es mucho, por cierto, lo que se está escribiendo sobre los cambios que se están operando en los últimos años en el sistema internacional. Entre otros, cinco libros recientes cuya lectura es recomendable son los de Andrés Ortega, "La Fuerza de los Pocos", Galaxia-Gutenberg, Círculo de Lectores, Madrid 2007; François Heisbourg, "L'Épaisseur du Monde", Les Essais-Editions Stock, Paris 2007; Laurent Cohen-Tanugi, "Guerre ou Paix. Essai sur le Monde de Demain", Bernard Grasset, Paris 2007; Jürgen Habermas, "The Divided West", Polity Press Ltd., Cambridge UK, 2006, y Manuel Ortega Carcelén, "Cosmocracia. Política Global para el Siglo XXI", Editorial Síntesis, Madrid 2006.

[2] Ver los artículos del autor sobre la inserción internacional de la Argentina, escritos en el período 1968-2008 e incluidos en su página Web: www.felixpena.com.ar, como también en su libro, "Momentos y Perspectivas. La Argentina en el Mundo y en América Latina", Eduntref, Buenos Aires 2003 (que se encuentra también en la citada página Web). Ver también su libro conjunto con Celso Lafer, "Argentina y Brasil en el Sistema de Relaciones Internacionales", en español en Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires 1973 y en portugués, Livraría Duas Cidades, Sâo Paulo 1973.

[3] Ver el libro de Ralph Darhendorf, Reflections on the Revolution in Europe", Times-Books, Random House, New York 1990.

[4] Ver una elaboración entre sistema internacional revolucionario y estable, en Stanley Hoffman, "The State of War: Essays on the Theory and Practice of International Politics", Frederick A. Praeger, London 1965, ps. 93 y ss.

[5] Ver Raymond Aron, "Paix et Guerre entre les Nations", Calmann-Lévy, Paris 1962, especialmente su capítulo IV, ps.103 y ss.

[6] Ver Hedley Bull, The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics", Columbia University Press, New York 1977.

[7] Ver al respecto de esta definición de política exterior, Celso Lafer, "A Identidade Internacional do Brasil e a Política Externa Brasileira: Pasado, Presente y Futuro", Edición Perspectiva, Sâo Paulo 2001 (hay una edición en español) y la bibliografía allí citada.

[8] En el libro citado en la nota 5.

[9] Ver el libro de Pierre Massé, Le Plan ou l'Anti-hasard", Idées, Éditons Gallimard, Paris 1965.

[10] Sobre este concepto ver Joseph S. Nye, "Soft Power. The Means to Success in World Politics", Public Affaire, New York 2004.

[11] Ver al respecto el capítulo 5 "Culturas de la violencia", del libro de Andrés Ortega citado en la nota 1.

[12] Ver nuestro informe titulado "The future of an elusive partnership: ¿What role could the business sector play in the development of the Mercosur-EU relations?", preparado para el proyecto de la Cátedra Mercosur de Sciences Po, Paris, el BID y el MEBF, y presentado en la VII Conferencia Plenaria del MEBF, en Lisboa, Octubre 8, 2007.

[13] Ver al respecto nuestro artículo "Lo que el Mercosur puede aprender de la ASEAN", publicado en el diario El Cronista, del 12 de febrero de 2008.

[14] Ver al respecto los muy interesantes trabajos de Alejandro Bunge y su visión sobre la inserción argentina de la primera parte del siglo pasado en el Sur de América del Sur, especialmente su libro "Una Nueva Argentina", edición de Hyspamérica, Madrid 1984, capítulo XII sobre la unión aduanera del Sur, y sus trabajos allí citados, el primero de los cuales es de 1901.

[15] Ver por ejemplo, el libro de Nicholas John Spykman, "America's Strategy in World Politics. The United States and the Balance of Power", Harcourt, Brace and Company, New York 1942, especialmente ps.49 y ss.

[16] Ver al respecto el libro de Robert N.Burr, "By Reason or Force. Chile and the Balancing of Power in South America, 1830-1905", University of California Press, Berkeley 1974.

[17] En la elaboración de esta parte el autor ha tomado en cuenta los aportes de Celso Lafer, en su artículo"Novas variaçoes sobre a política externa", publicado en O Estado de Sâo Paulo, del 16 de diciembre de 2007.

[18] Ver el estudio en la página Web http://www.cni.org.br.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


Suscríbase al newsletter para recibir mensualmente un email con
los últimos artículos publicados en este sitio.


 

Regresar a la página anterior | Top de la página | Imprimir artículo

 
Diseño y producción: Rodrigo Silvosa