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  Félix Peña

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  Diario El Cronista | 25 de septiembre de 2008

El mosaico sudamericano requiere liderazgos colectivos


 

A pesar de las grandes diversidades entre los países de la región, los problemas comunes deben ser encarados por ellos mismos. Será difícil que un solo país, por grande o rico que sea, pueda por sí solo contribuir a resolverlos.

América del Sur es un mosaico con grandes diversidades. Siempre lo fue. Pero lo que ha cambiado es que ahora es evidente una mayor densidad de la conexión entre los países de la región. Lo que ocurre en uno de ellos es cada vez menos indiferente a los demás.

Esta densidad deriva de la proximidad física (colapso de las distancias de todo tipo), del comercio y la integración productiva (más empresas de la región invierten en países de la región), de la complementación energética (unos tienen mucho y otros necesitan mucho), y de las redes de narcotráfico y distintas modalidades de crimen organizado (cuyos impactos en los procesos políticos aún no se conocen bien).

Pero resulta también del hecho que los sistemas políticos democráticos son crecientemente sensibles al efecto contagio de lo que ocurre en sus inmediaciones. Se contagian los comportamientos funcionales a la democracia, que implican el predominio de reglas, moderación y diálogo. Pero también se contagian los que pueden contribuir a derrumbar o a desnaturalizar la democracia. En ellos predominan la radicalización de visiones y actitudes, que provocan intolerancia y violencia. Al contagiarse, la radicalización puede producir efectos en cadena, incluso en demandas de seguridad y de los medios operativos necesarios para atenderlas.

De allí que haya sido natural que los Presidentes de los países de América del Sur entendieran necesario reunirse, a fin de pronunciarse sobre los hechos que se han estado produciendo en Bolivia, y que han puesto en riesgo su sistema democrático e incluso su integridad territorial. La no presencia de los Presidentes de Surinam y Guyana, también miembros de la UNASUR, ámbito en el cual se realizó el 15 de este mes de septiembre la Cumbre de Santiago de Chile, de alguna manera corrobora lo antes señalado. Más allá de compartir un espacio geográfico, son dos países que al estar muy lejanos del resto -física, económica y culturalmente-, no están tan expuestos a un efecto contagio significativo de lo que ocurra en el resto de América del Sur.

Para la Cumbre se eligió un lugar cargado de simbolismo, que fue el Palacio de la Moneda. De allí incluso el nombre de la Declaración Final. Es un texto corto, producto de horas de deliberación -esta vez a puertas cerradas, por contraste con lo que ocurriera meses antes en la Cumbre del Grupo Río en Santo Domingo- y en el cual puede percibirse la obra de expertos. En sus varios puntos, tiene el que contiene el mensaje central: “advierten que sus respectivos Gobiernos rechazan enérgicamente y no reconocerán cualquier situación que implique un intento de golpe civil, la ruptura del orden institucional o que comprometa la integridad territorial de la República de Bolivia”. Hacen, además, un llamado al diálogo y crean una comisión para acompañar una mesa de diálogo.

Pero al pronunciarse sobre la situación de Bolivia, los Presidentes han enviado señales claras, en el sentido que están dispuestos a asumir sus responsabilidades en relación a la paz y estabilidad política democrática en la región. Y esto es valioso en un contexto mundial donde la crisis financiera y la sensación de ‘tormenta perfecta’, permiten entender que las grandes potencias sólo se concentrarán en aquellos problemas que les son vitales e inmediatos.

Los problemas comunes de los países sudamericanos deben ser encarados entonces por ellos mismos. Es buena noticia, ya que es lo que la región siempre ha demandado, especialmente a los Estados Unidos. Pero será difícil que un solo país, por grande o rico que sea, pueda por sí sólo contribuir a resolverlos. Una región multipolar requiere liderazgos colectivos. Y ellos tendrán ámbitos institucionales y configuraciones de geometría variable, según sean los problemas a enfrentar. Lo demuestra el contraste entre lo que llevó a la Cumbre de Santo Domingo temprano este año y lo que recientemente condujera a la Moneda.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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