Colapso de distancias físicas, económicas y culturales.
Fragmentación de las cadenas productivas. Nuevos protagonistas
del comercio global - sean ellos países, empresas y sus redes,
o consumidores -. Crecimiento de las clases medias con su impacto cuantitativo
y cualitativo en la demanda mundial de bienes y de servicios. Presión
en la demanda de alimentos y de hidrocarburos y, a la vez, oferta relativamente
inelástica de algunos de los más demandados, al menos en
plazos cortos o medianos. Nuevas formas de proteccionismo, incluso para
restringir el suministro de productos escasos. Proliferación de
clubes privados del comercio internacional, que son aquellos
en los cuáles sólo algunos países participan. A pesar
de que en general invocan al libre comercio, en realidad son acuerdos
preferenciales que de hecho implican discriminar contra los que no son
miembros. Ponen en riesgo así, la eficacia del club global,
esto es, del sistema comercial multilateral global institucionalizado
en la Organización Mundial del Comercio (OMC)
Los antes señalados, son sólo algunos de los rasgos que
caracterizan cada vez más al escenario del comercio internacional.
Todo indica que ellos se acentuarán en el futuro. Y al hacerlo
se seguirán produciendo continuos y profundos cambios en el mapa
de la competencia económica global.
Son cambios que, entre otros efectos, generan desplazamientos de ventajas
competitivas. Incluso los aceleran. El mundo globalizado se ha transformado
en una poderosa máquina de generación de todo tipo de obsolescencias.
En el plano de las tecnologías, por cierto. Pero también
en el de paradigmas y estrategias, en el de las políticas públicas
y las instituciones, en el de los valores y preferencias de la gente en
todas las latitudes. Es un mundo en el que se multiplican problemas colectivos
- tales como los del cambio climático y del agua - a la vez que
se debilitan o no existen, los marcos institucionales que deberían
permitir enhebrar respuestas colectivas.
Tales cambios abren, a su vez, múltiples opciones en la inserción
internacional de todos los países incluyendo, por cierto, a la
Argentina.
Y es ese uno de los signos más fuertes de estos tiempos: todos
los protagonistas tienen múltiples opciones en términos
de adonde comprar o vender; de las alianzas a enhebrar; de las redes de
producción y de distribución en las cuales insertarse; de
las fuentes culturales que nutren el imaginario colectivo de los consumidores,
o de los canales que permiten acceder o proyectar, el progreso técnico
y los excedentes financieros. Por ello, ningún país quiere
quedarse El comercio exterior en un mundo de múltiples opciones
encerrado en alianzas excluyentes.
Entender la dirección de los continuos cambios en la competencia
económica global; detectar a tiempo aquellos desplazamientos de
ventajas competitivas que más pueden incidir en el país
o en una empresa concreta - a veces en contra, pero muchas veces también
a favor -; trazar estrategias de adaptación a innovaciones en las
condiciones para competir en los mercados mundiales, son hoy algunos de
los requerimientos fundamentales para las empresas que operan en el país.
Especialmente para aquellas que siendo grandes, medianas o pequeñas,
procuran proyectar al mundo su capacidad para producir bienes, para prestar
servicios, o para generar creatividad y conocimiento.
Todo ello está abriendo un nuevo horizonte de cooperación
entre las empresas y el mundo académico. Complementa la que tradicionalmente
se ha requerido, por ejemplo, en el campo del conocimiento, la tecnología,
el diseño, la calidad técnica y la sanitaria. Hoy las empresas
empiezan a visualizar en las instituciones académicas, no sólo
el ámbito donde se capacitan e incluso se reciclan sus cuadros
técnicos, pero crecientemente como aquél en el cual pueden
encontrar claves para entender lo que está pasando en el mundo;
inteligencia para procesar la información necesaria para competir,
y buen conocimiento de las oportunidades que existen en el frente externo
para sus negocios concretos. En el campo del comercio exterior, saber
aprovechar la capacidad instalada en el plano académico será
cada vez más una parte importante de las actividades empresarias.
Es un nuevo horizonte que resulta entonces del potencial de cooperación
existente en el plano de la inteligencia competitiva, que incluye la capacidad
para entender los cambios en el escenario global y en los regionales,
sus direcciones e intensidades y, sobre todo, para colocarlos en la óptica
de los intereses ofensivos y defensivos, propios de cada empresa o de
grupos de empresas. Las asociaciones estratégicas entre empresas,
y entre éstas y las instituciones académicas, son una de
las claves para alcanzar niveles crecientes de competitividad global.
Son, unas y otras, asociaciones estratégicas que trascienden las
fronteras de un país y adquieren cada vez más, un alcance
transnacional, sea regional e incluso global.
Ayudar a conocer a fondo a los demás protagonistas de la competencia
económica global; sus preferencias y sus estrategias; sus tejidos
de alianzas; sus posibilidades y sus limitaciones; el valor relativo que
nuestra oferta o demanda puedan tener para ellos, son algunas de las cuestiones
que podrían alimentar una agenda de cooperación de las instituciones
académicas con las empresas y las cámaras empresarias. De
ellas puede resultar el desarrollo de fructíferas sinergias orientadas
al esfuerzo creciente que implica el competir en el mundo con bienes y
servicios de calidad. Y es un camino de doble vía. Ya que como
la experiencia de otros países lo demuestra - por ejemplo, en el
caso de Canadá - es una interacción que también genera
beneficios para quienes pertenecen al mundo académico, por permitirles
nutrirse de las realidades concretas de los empresarios al encarar sus
tareas de capacitación e investigación en el campo multifacético
del comercio exterior.
Captar a tiempo factores que inciden en los desplazamientos de las ventajas
competitivas - que a veces resultan de innovaciones tecnológicas,
pero también pueden resultar de complejos juegos geopolíticos
- y decodificar negociaciones comerciales internacionales - incluso aquellas
en las que el país no participa -, así como las reglas de
juego, formales e informales, que inciden en la dura competencia por los
mercados mundiales, son otros tantos planos en los que empresas e instituciones
académicas pueden cooperar produciendo fructíferas ganancias
mutuas.
La Fundación Export-Ar cuenta en su Consejo Académico con
un órgano cuya misión es brindarle asesoramiento útil
para el cumplimiento de sus funciones en el desarrollo de las exportaciones
del país. Pero también es un marco institucional orientado
a facilitar una relación estrecha entre las empresas, las instituciones
empresarias y las instituciones académicas, con el objetivo de
lograr un mejor aprovechamiento de las oportunidades que al comercio exterior
argentino le genera este mundo dinámico y de múltiples opciones.
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