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  Félix Peña

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  América Economía | 23 de julio de 2008

Termitas en la OMC


Las termitas están trabajando. Y pueden tener éxito en erosionar las bases de sustentación del edificio de la Organización Mundial del Comercio. Es uno de los mensajes de Jagdish Bhagwati en su último libro Termites in the Trading System. No se refiere por cierto al edificio localizado en Ginebra. Se refiere a los principios, reglas e instituciones resultantes del sistema GATT-OMC (Acuerdo General de Aranceles y Comercio) que ha cumplido sesenta años. Éstas han contribuido a la expansión del comercio mundial de bienes y de servicios, y tienen gran valor práctico para el mundo empresario.

La amenaza sistémica provendría de los factores que impulsan la proliferación de acuerdos preferenciales. Son una especie de “clubes privados” del comercio internacional, con beneficios y obligaciones reservados a sus países miembros. Invocan el libre comercio, pero en la práctica discriminan con respecto a quienes no son parte del respectivo acuerdo. Los hay de todo tipo. Algunos pertenecen a naciones vecinas y en este caso tienen un sentido e incluso a veces un contenido político. Esto es, hacen a la estabilidad de una región de naciones que comparten un espacio geográfico determinado. La UE, la Asean, el Nafta y el Mercosur son ejemplos principales. Otros involucran a naciones a veces muy distantes. En este caso, objetivos y contenidos están fundamentalmente referidos al comercio e incluso a las inversiones y a la propiedad intelectual.

¿Y por qué constituyen una amenaza al “club global” de la OMC? Fundamentalmente porque erosionan el principio básico de la no discriminación entre sus miembros. Las reglas del GATT-1994 contemplan la posibilidad de que acuerdos preferenciales, con el formato de zonas de libre comercio o de uniones aduaneras, sean concluidos por un grupo de países miembros. Pero el problema se plantea cuando ellos se multiplican a causa de las dificultades para avanzar en las negociaciones de la Rueda de Doha del 2001. Es decir, cuando comienzan a reflejar la percepción de que la vía multilateral global no es eficaz para abrir mercados o para generar disciplinas comunes en el comercio internacional.

Si así fuere, las “termitas” no serían necesariamente los acuerdos preferenciales. Serían, por el contrario, aquellas que están erosionando desde adentro la capacidad del sistema comercial global para avanzar en sus objetivos. Otro autor, el australiano Andrew Stoeckel, lo sugiere en su libro Termites in the Basement: to free up trade, fix the WTO’s foundations. Los acuerdos preferenciales serían entonces un problema para el sistema global, por poner de manifiesto que tiene serias dificultades para ser eficaz. Y su eficacia depende precisamente de su capacidad para lograr una mayor apertura de los mercados, para eliminar factores que distorsionan el comercio mundial – especialmente en la agricultura– y para formular nuevas reglas de juego que contemplen los intereses de todos sus miembros, que son ya 152 países con dimensiones, capacidades e intereses muy dispares.

De allí que lo que está en juego en la Rueda de Doha es mucho más que el resultado de las actuales negociaciones comerciales multilaterales. Es el propio sistema de comercio global el que está en zona de riesgo. No tanto porque un fracaso este año –que implicaría en el mejor de los casos posponer las negociaciones por dos o tres años– implique el colapso de la OMC. Lejos de ello. Pero sí porque podría significar una erosión gradual – ¡cual trabajo de termitas!– de su legitimidad como foro que garantice los intereses comerciales de todos sus miembros. Esto acentuaría la tendencia a la proliferación de acuerdos preferenciales.

No sería un escenario conveniente para los miles de empresas de todos los tamaños y orígenes que se han internacionalizado. Esto es, que proyectan al mundo sus capacidades de producir bienes y de prestar servicios en forma competitiva. Para ello requieren reglas de juego de alcance global y custodiadas por expertos. Es lo que facilita la OMC y su sistema de solución de controversias. Incluso, funcionando bien, la OMC es el marco que permitiría disciplinar los acuerdos preferenciales. O los tornaría menos necesarios.

Muchas veces se ha dicho con respecto a la Rueda de Doha que es preferible ningún acuerdo antes que un mal acuerdo. Pero un acuerdo posible no es necesariamente un mal acuerdo, si es que asegura el equilibrio en lo que reciben y otorgan los países participantes. Y no lo es si, además, permite avanzar en el fortalecimiento del sistema comercial global, para lo cual se requiere identificar y eliminar las termitas que erosionan su eficacia.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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