Las termitas están trabajando. Y pueden tener éxito en
erosionar las bases de sustentación del edificio de la Organización
Mundial del Comercio. Es uno de los mensajes de Jagdish Bhagwati en su
último libro Termites in the Trading System. No se refiere por
cierto al edificio localizado en Ginebra. Se refiere a los principios,
reglas e instituciones resultantes del sistema GATT-OMC (Acuerdo General
de Aranceles y Comercio) que ha cumplido sesenta años. Éstas
han contribuido a la expansión del comercio mundial de bienes y
de servicios, y tienen gran valor práctico para el mundo empresario.
La amenaza sistémica provendría de los factores que impulsan
la proliferación de acuerdos preferenciales. Son una especie de
clubes privados del comercio internacional, con beneficios
y obligaciones reservados a sus países miembros. Invocan el libre
comercio, pero en la práctica discriminan con respecto a quienes
no son parte del respectivo acuerdo. Los hay de todo tipo. Algunos pertenecen
a naciones vecinas y en este caso tienen un sentido e incluso a veces
un contenido político. Esto es, hacen a la estabilidad de una región
de naciones que comparten un espacio geográfico determinado. La
UE, la Asean, el Nafta y el Mercosur son ejemplos principales. Otros involucran
a naciones a veces muy distantes. En este caso, objetivos y contenidos
están fundamentalmente referidos al comercio e incluso a las inversiones
y a la propiedad intelectual.
¿Y por qué constituyen una amenaza al club global
de la OMC? Fundamentalmente porque erosionan el principio básico
de la no discriminación entre sus miembros. Las reglas del GATT-1994
contemplan la posibilidad de que acuerdos preferenciales, con el formato
de zonas de libre comercio o de uniones aduaneras, sean concluidos por
un grupo de países miembros. Pero el problema se plantea cuando
ellos se multiplican a causa de las dificultades para avanzar en las negociaciones
de la Rueda de Doha del 2001. Es decir, cuando comienzan a reflejar la
percepción de que la vía multilateral global no es eficaz
para abrir mercados o para generar disciplinas comunes en el comercio
internacional.
Si así fuere, las termitas no serían necesariamente
los acuerdos preferenciales. Serían, por el contrario, aquellas
que están erosionando desde adentro la capacidad del sistema comercial
global para avanzar en sus objetivos. Otro autor, el australiano Andrew
Stoeckel, lo sugiere en su libro Termites in the Basement: to free up
trade, fix the WTOs foundations. Los acuerdos preferenciales serían
entonces un problema para el sistema global, por poner de manifiesto que
tiene serias dificultades para ser eficaz. Y su eficacia depende precisamente
de su capacidad para lograr una mayor apertura de los mercados, para eliminar
factores que distorsionan el comercio mundial especialmente en
la agricultura y para formular nuevas reglas de juego que contemplen
los intereses de todos sus miembros, que son ya 152 países con
dimensiones, capacidades e intereses muy dispares.
De allí que lo que está en juego en la Rueda de Doha es
mucho más que el resultado de las actuales negociaciones comerciales
multilaterales. Es el propio sistema de comercio global el que está
en zona de riesgo. No tanto porque un fracaso este año que
implicaría en el mejor de los casos posponer las negociaciones
por dos o tres años implique el colapso de la OMC. Lejos
de ello. Pero sí porque podría significar una erosión
gradual ¡cual trabajo de termitas! de su legitimidad
como foro que garantice los intereses comerciales de todos sus miembros.
Esto acentuaría la tendencia a la proliferación de acuerdos
preferenciales.
No sería un escenario conveniente para los miles de empresas de
todos los tamaños y orígenes que se han internacionalizado.
Esto es, que proyectan al mundo sus capacidades de producir bienes y de
prestar servicios en forma competitiva. Para ello requieren reglas de
juego de alcance global y custodiadas por expertos. Es lo que facilita
la OMC y su sistema de solución de controversias. Incluso, funcionando
bien, la OMC es el marco que permitiría disciplinar los acuerdos
preferenciales. O los tornaría menos necesarios.
Muchas veces se ha dicho con respecto a la Rueda de Doha que es preferible
ningún acuerdo antes que un mal acuerdo. Pero un acuerdo posible
no es necesariamente un mal acuerdo, si es que asegura el equilibrio en
lo que reciben y otorgan los países participantes. Y no lo es si,
además, permite avanzar en el fortalecimiento del sistema comercial
global, para lo cual se requiere identificar y eliminar las termitas que
erosionan su eficacia.
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