A modo de introducción
La agenda de las reuniones preparatorias y la de la V Cumbre América
Latina y el Caribe-Unión Europea (ALC-UE) - Lima 16 y 17 de mayo
de 2008 - ha estado centrada en la cuestión social -pobreza, desigualdad
y exclusión- y la del desarrollo sostenible -medio ambiente, cambio
climático y energía-.
Pero sin perjuicio de la relevancia de ambos temas, buena parte de la
atención sobre esta Cumbre, se ha concentrado en dos aspectos que
son esenciales para el desarrollo futuro de las relaciones bi-regionales.
El primero, tiene que ver con la necesidad de colocar las relaciones
futuras en el cuadro más amplio de los profundos cambios que se
están operando en el mundo y en ambas regiones. En efecto, en un
contexto global con fuertes incertidumbres y con múltiples opciones
para la inserción internacional de cada país y región,
no parecería razonable seguir visualizando tanto las relaciones
transatlánticas euro-latinoamericanas, como las Cumbres bi-regionales
y sus respectivas sus agendas, sólo con planteamientos originados
hace más de diez años.
Incluso la periodicidad de las Cumbres bi-regionales, y los métodos
de trabajo empleados para su preparación y para asegurar el cumplimiento
de las hojas de ruta que en ellas se aprueben, parecerían requerir
de una visión innovadora. Fuerte énfasis correspondería
otorgar a los mecanismos de participación de la sociedad civil
en el debate previo a lo que se considere luego por las respectivas Cumbres.
En tal sentido la Asamblea Parlamentaria Europa-América Latina
(Eurolat) puede cumplir hacia el futuro un papel relevante en el proceso
de preparación de cada Cumbre. Asimismo, su iniciativa de que se
cree una Fundación bi-regional, similar a la que ya existe en el
plano de las relaciones entre Europa y el Asia, de concretarse podría
significar una fuerte contribución a la renovación de los
métodos de comunicación con la ciudadanía, acrecentando
su potencial de participación en la construcción de un espacio
común entre ambas regiones.
El segundo aspecto tiene que ver con las negociaciones de la UE con Centroamérica,
con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y con el Mercosur. Cada una
de ellas tiene historia, dinámica, relevancia y grados de avance
diferentes. Lo importante es que como resultado de la Cumbre de Lima,
se adopten pasos concretos a fin de concluirlas o, eventualmente, de replantearlas.
Pero por su importancia relativa en el comercio y la inversiones bi-regionales,
la evolución futura de las negociaciones entre el Mercosur y la
UE, cobran una relevancia especial. Se sabe que están condicionadas
por los resultados aún inciertos de la Rueda Doha y por lo tanto,
no cabe esperar avances significados antes que ella concluya. Aunque sí
sería factible, de existir suficiente voluntad política
al respecto, trazar una agenda de trabajo en base al Acuerdo-Marco de
Madrid de 1995, plenamente vigente, y con contenidos precisos y de actualidad.
Colocar tal agenda de trabajo en la perspectiva de lo mucho que se puede
avanzar en el plano de la facilitación del comercio, de la conexión
física de los mercados, de los marcos reguladores que inciden en
el comercio de bienes y de servicios, de las sinergias sectoriales, de
la cooperación científica y tecnológica, es algo
que permitiría impulsar los flujos de comercio y de inversión
entre ambas regiones.
El valor simbólico y práctico de la diplomacia de Cumbres
bi-regionales
Es mucho lo que puede un mecanismo como el de las Cumbres de alto nivel
político, cuando existe interés político en que así
sea y, además, cuando ellas están bien preparadas. A su
valor práctico - impulso político a la acción conjunta
de un grupo de países - debe agregarse el valor que adquieren por
simbolizar la voluntad de desarrollar un trabajo conjunto sostenible en
el tiempo.
La preparación previa suele ser esencial al éxito de estas
Cumbres bi-regionales. La experiencia indica que aquellas mejor preparadas
- tanto desde el punto de vista de la visión política como
del trabajo técnico - son las que han concluido con hojas de rutas
concretas, incluyendo los correspondientes calendarios para su desarrollo.
Ha sido el caso de la Cumbre ALC-UE de Río de Janeiro en 1999.
Tal preparación transcurre por varios carriles. El político
e incluso el diplomático son, por cierto, fundamentales. Pero también
lo es el de la sociedad civil, en sus distintas expresiones organizadas
y en el más amplio de la opinión pública.
¿Porqué una Cumbre bi-regional puede ser relevante y cuáles
pueden ser sus resultados? Cuanto más amplia sea la discusión
previa sobre las trayectorias imaginables en el trabajo conjunto de ambas
regiones, más factible será que cuando ella se realice,
sus logros concretos permitan una repercusión mediática
que no quede limitada a fotos, efectos especiales y anécdotas.
El grado de difusión en los medios de comunicación de los
compromisos asumidos en la Declaración Final de una Cumbre, es
uno de los mejores indicadores de la relevancia de sus resultados.
Al menos tres son los ejes que articulan hoy la relación institucionalizada
entre dos regiones, ALC y UE, que más allá de múltiples
asimetrías comparten vínculos históricos con raíces
profundas, intereses económicos complejos y, visiones comunes en
torno a valores esenciales de la vida en sociedad y de las relaciones
entre naciones.
El primer eje es el del diálogo bi-regional, especialmente si
está orientado a la acción concreta - sea resolver problemas
o impulsar nuevos desarrollos conjuntos -. Es quizás lo más
esencial de la diplomacia de las Cumbres. Cada dos años, la realización
de una reunión en la Cumbre bi-regional - en la que siempre ha
participado un número significativo de Jefes de Estados y de Gobierno
de los países de ambas regiones - simboliza y expresa la voluntad
de un diálogo organizado y sistemático en procura de avanzar
en objetivos comunes, que en este caso ya han sido definidos como los
de una asociación estratégica.
Pero tal diálogo no está, ni podría estar, limitado
a instancias gubernamentales. Para ser eficaz, debe también reflejar
la rica gama de matices e intereses de múltiples instancias de
las respectivas sociedades civiles. De allí la importancia que
tienen las reuniones previas de representantes de la sociedad civil, de
parlamentarios - ahora en el marco de Eurolat - y de los empresarios.
El segundo eje es el de la agenda bi-regional. En la Cumbre de Lima
ella está reflejando, por un lado, el interés compartido
en cuestiones comunes, sustantivas y relevantes, como son la pobreza y
la cohesión social, las migraciones, el medio ambiente, el cambio
climático, los recursos naturales y la energía. Y, por otro
lado, la necesidad de definir como se puede seguir avanzando para institucionalizar,
a través de una variedad de acuerdos de asociación, una
relación bi-regional que sea significativa, sostenible y equilibrada.
Y el tercer eje es precisamente, el del tejido de una red de acuerdos
bi-regionales que por su variedad, permitan captar las múltiples
realidades e intereses que se perciben en ambos lados del Atlántico.
Una Cumbre bi-regional, como la de Lima de este año y como será
el caso de la próxima a realizarse en España en el 2010,
en la medida que esté debidamente preparada tanto en el plano político
como en el técnico, brinda entonces la oportunidad para impulsar
acciones comunes en torno a la agenda bi-regional, que puedan ser canalizadas
a través de esta red de acuerdos de asociación adaptados
a cada situación concreta.
Pero en el tejido de tal red, parece relevante que se tome en cuenta
la multiplicidad de opciones que, una y otra región, tiene hoy
en un sistema internacional global que, más allá de sus
turbulencias e incertidumbres, está abriendo una amplia gama de
oportunidades para todos los países que sepan como captarlas y
aprovecharlas.
Ambas regiones mantienen intereses comunes de defensa de un sistema multilateral
global eficaz. Gobernabilidad mundial, paz y democracia, son por ello
ideas centrales de su trabajo conjunto. Y como ya se ha señalado,
la agenda de la Cumbre de Lima ha puesto el acento también en otras
cuestiones comunes relevantes, como son pobreza, desigualdad, exclusión
y migraciones, y también cambio climático, medio ambiente
y energía.
Pero es en la idea del desarrollo de un espacio económico bi-regional
basado en el libre comercio donde se observan conos de sombra. Es por
ello que éste será un aspecto central en el camino a recorrer
hacia la Cumbre de España en el 2010. Es el que requerirá
de más innovación y de una significativa inyección
de voluntad política.
Una relación bi-regional que requiere ser revitalizada
Por momentos la relación bi-regional euro-latinoamericana parece
estar adormecida. Su dinámica no logra siempre adaptarse a la actual
realidad internacional. La idea de una asociación estratégica
bi-regional, delineada cuando se originó en 1999 el actual sistema
de Cumbres, estaría perdiendo su frescura inicial y su credibilidad.
Ello puede explicarse por los cambios en el mundo de los últimos
años. Pero quizás también porque ha desaparecido
de la escena uno de los factores que se estuvo presente en el impulso
original, esto es la iniciativa americana de un área hemisférica
de libre comercio.
Sin embargo desde la realización de la primera Cumbre en Río
de Janeiro, se han dado pasos en la dirección estratégica
original. Los más importantes son los acuerdos de asociación
de la UE con Chile y México. Como se señalara antes, las
negociaciones bi-regionales con el Mercosur no han podido aún concluirse.
Se está avanzando en las negociaciones con Centroamérica
y se ha iniciado el camino incierto de negociaciones con la CAN. Una alianza
estratégica fue establecida en junio de 2007 entre la UE y el Brasil
- como luego también con México -. Pero su contenido aún
es impreciso y plantea interrogantes sobre su conciliación con
un acuerdo con el Mercosur. Además, es mucho lo que brinda Bruselas
en su cooperación económica y técnica con los países
de la región, e incluso con los grupos de integración, aunque
ello también ocurría antes de 1999.
La incertidumbre mayor se refiere a los próximos pasos a dar en
el tejido de la red de acuerdos concretos a través de los cuáles
se está expresando la idea de la asociación estratégica
bi-regional. De allí la importancia que tiene observar cómo
evolucionarán tras la Cumbre de Lima las negociaciones bi-regionales,
especialmente con los países de la CAN y con los Centroamericanos.
La tendencia a nuevos planteamientos al respecto, incluyendo la de negociaciones
bilaterales con países individuales, podría hacerse más
fuerte en la medida que en el resto del año 2008 y avanzado el
2009, las actuales negociaciones con los respectivos bloques de países
no hubieran sido concluidas.
Una relación bi-regional a las vez asimétrica y relevante
Cabe tener en cuenta que la relación bi-regional euro-latinoamericana
es asimétrica pero relevante.
Al menos en tres planos se manifiestan las asimetrías de esta
relación transatlántica, que de una manera u otra se inserta
en el marco más amplio de las de ambas regiones con los Estados
Unidos y Canadá y, crecientemente, con otras regiones del mundo,
en especial con la del Asia.
La del grado de desarrollo económico es la más notoria
y se destaca en las negociaciones comerciales bi-regionales. Del lado
latinoamericano genera expectativas no siempre satisfechas, en materia
de cooperación económica y con respecto a que tal asimetría,
sea efectivamente tomada en cuenta a la hora de evaluar la reciprocidad
en las concesiones comerciales. Este es un aspecto central de las dificultades
que se han observado para avanzar y concluir con las negociaciones entre
el Mercosur y la UE.
Otra asimetría significativa es la de la relevancia relativa de
cada región para la otra. Se sabe que en términos de comercio,
inversiones y progreso técnico, es más lo que Europa vale
para los latinoamericanos, que lo que ocurre a la inversa. Pero esto sólo
refleja una fotografía de lo actual. Es que proyectada hacia el
futuro, el valor de América Latina para los países europeos
crece tan pronto se toman en cuenta su importancia relativa en materia
de alimentos, energía, de múltiples recursos naturales,
incluyendo el agua, como también de mercados potenciales para empresas
europeas que compiten en el mundo, especialmente en el sector de los servicios,
en los bienes de capital, en las tecnologías y en el acceso a las
compras gubernamentales. Cobra mayor importancia aún, si se coloca
la relación transatlántica bi-regional en la perspectiva
de otras cuestiones relevantes, tales como la del cambio climático
y, sobre todo, la de la gobernabilidad global.
Pero la asimetría que más se pone en evidencia en las Cumbres
bi-regionales, es la del grado de organización de ambos espacios
geográficos regionales. Uno, se expresa hoy a través de
la UE -con sus instituciones, reglas, símbolos y redes sociales-
que con el proceso aún no concluido de incorporación de
nuevos países miembros, especialmente de Europa del Este, cubre
casi en su totalidad el respectivo espacio geográfico regional
y que incide en un ámbito significativo de políticas públicas,
incluso en el campo de las relaciones exteriores.
El otro espacio regional, el de América Latina y el Caribe, sigue
desorganizado y disperso. La creación de la Unión de Naciones
Sudamericanas (UNASUR) y su potencial ampliación al resto de ALC,
es un paso en la dirección de la institucionalización de
este espacio regional, cuyos resultados aún son inciertos.
Es un espacio regional que incluso está caracterizándose
por disonancias conceptuales crecientes. Difícil es que tales características
no se evidencien cada vez que se realiza una Cumbre bi-regional. Además,
considerando sólo las más recientes - en Viena en el 2006
y en Lima en el 2008 -, allí participan países que han resuelto
la cuestión de una asociación bi-regional con la UE, como
son los casos de Chile, México y, en cierta forma, los del Caribe
inglés, con otros que no lo han hecho aún, como son los
que se agrupan en el Mercosur, en la CAN y en el Sistema de Integración
Centroamericana (SICA).
Además de asimétrica, es la bi-regional una relación
relevante por los flujos comerciales, de inversiones y de personas. No
son sólo los actuales. Muchos tienen historias largas, tal el caso
de las inversiones de empresas europeas en la región. Y también
lo es el de las migraciones. Su direccionamiento ha cambiado en las últimas
décadas. Antes y por mucho tiempo, se originaron en Europa. Hoy
van hacia Europa e incluye en forma creciente mano de obra calificada,
técnicos y profesionales.
Pero, además como ya se señaló, el bi-regional es
un espacio que no excluye las relaciones que desde ambos lados se entablan
con terceros países y regiones. Tanto ALC como la UE, tienen vinculaciones
especiales con los Estados Unidos y Canadá. También con
el Asia, abarcando cada vez más a China, India y los países
de la ASEAN.
Incluso, en algunas de las relaciones especiales europeas, existen precedentes
para inspirar necesarias innovaciones en la metodología de las
bi-regionales con ALC. Tal el caso de la relación con el Asia,
en el Asia-Europe Meeting (ASEM) o con los Estados Unidos, en el Transatlantic
Economic Council. En ellas se pone el acento entre otras cuestiones, en
la facilitación del comercio, en el diálogo e interacción
entre los empresarios, y en las reglas que inciden sobre flujos de comercio
y de inversiones.
Un enfoque renovado debería darle énfasis a tales cuestiones
incluyendo, además, el replanteo de los métodos de preparación
de las Cumbres y de seguimiento de sus hojas de ruta. Y debería
procurar una activa participación de instituciones empresarias
y de empresas con intereses fuertes en las relaciones bi-regionales resultantes,
sea de corrientes de comercio, de inversiones directa o de inserciones
en cadenas productivas de alcance bi-regional.
La cooperación económica en la agenda bi-regional
La cooperación económica es uno de los componentes centrales
de la agenda bi-regional. Ello es así al menos por tres motivos
principales. El primero es la gran experiencia acumulada por la UE en
materia de integración económica. El segundo es la ya mencionada
asimetría de desarrollo económico existente entre ambas
regiones. El tercero es que precisamente a través de la cooperación
que brinda la UE, puede ésta facilitar el proceso de adaptación
de las economías de la región latinoamericana, a las nuevas
condiciones de competitividad que surgen de los acuerdos de libre comercio
que se celebren como resultante de la asociación estratégica.
La UE ha acumulado, en más de cincuenta años de desarrollo
de su proceso de integración, una experiencia valiosa para los
países de ALC.
Ella lo es, a pesar de las múltiples diferencias que existen entre
ambas regiones, tanto desde un punto de vista histórico, como político,
económico, social y cultural. Sin embargo, existe un significativo
denominador común entre el proceso de integración europea
y los actuales procesos de regionalismo abierto entre los países
de ALC. Resulta de la naturaleza más profunda del fenómeno
de integración que se desarrolla en ambas regiones, tan pronto
se lo aprecia en su triple dimensión política, económica
y jurídica.
Por lo menos en tres planos, la experiencia de la integración
europea es particularmente valiosa para la región de ALC:
- el de las metodologías de integración económica,
esto es el desarrollo de instituciones y reglas de juego eficaces a
fin de acrecentar la capacidad para mantener, a través del tiempo,
el vínculo asociativo voluntario entre los socios, y para traducir
sus objetivos en resultados concretos en el plano de las políticas
públicas de cada país, en el de sus negociaciones comerciales
internacionales, y en el de la cohesión social y de la competitividad
global de sus empresas;
- el de la creación, a través de sus programas de cooperación,
de condiciones apropiadas para facilitar la transición política
y económica, de países que aspiran a vincularse con la
UE, sea como miembros plenos o como países con asociaciones estratégicas
-lo que podríamos denominar la idea de "transición
asistida" que reconoce sus orígenes en el Plan Marshall-
y
- el de la cooperación técnica para el desarrollo y la
integración económica con los países de ALC, como
resultado de varias décadas de programas y proyectos ejecutados,
sea a nivel de países o de grupos de países, y de la introducción
gradual de perfeccionamientos en sus contenidos y en sus metodologías.
Tal experiencia permite en la actualidad a la UE, ser un protagonista
valioso y eficaz, tanto para el fortalecimiento de los procesos de integración
regional en ALC, así como para crear condiciones de sustentabilidad
y legitimidad a los acuerdos bi-regionales de asociación ya negociados,
en curso de negociación y por ser negociados en el futuro -incluyendo
compromisos de libre comercio compatibles con la OMC-
La cooperación con los países candidatos a ser miembros
plenos de la UE - tal como ha ocurrido con los recientemente incorporados
-, está precisamente orientada a construir gradualmente las condiciones
de sustentatibilidad y legitimidad de su acceso a la UE, ayudándolos
sistemáticamente a prepararse para el escenario post-negociación,
canalizando montos significativos de recursos financieros y técnicos,
con el objeto de producir cuatro efectos en sus sistema políticos,
económicos y sociales, que se pueden consideran como esenciales.
Ellos son, el efecto-disciplina (especialmente en el plano de las políticas
macroeconómicas, sectoriales y comerciales), el efecto-cohesión
(especialmente en el plano político y social), el efecto-institucional
(especialmente en el plano administrativo y legislativo) y el efecto-competitividad
(especialmente en el plano de las pymes y de su internacionalización).
Es una política de cooperación funcional a objetivos políticos
y económicos valorados (la transición a la democracia plena
y hacia la competitividad sistémica) por las respectivas sociedades
civiles, que contribuye a colocar cada país-candidato en condiciones
de nivelación con los países que ya son miembros plenos
de la UE (lo que podría denominarse el "efecto exclusa"
de la cooperación financiera y técnica).
Una consecuencia de este enfoque, es poner el acento en cooperar para
que cada país-candidato se organice, en todos los planos, para
participar de la UE. Lo que se pretende desarrollar con tal política
deliberada, es la inserción gradual de gobiernos-sociedad civil-empresas
de los países candidatos, en el denso tejido de redes gubernamentales,
sociales y empresarias, que caracteriza la integración europea.
En el marco de tales políticas y sus respectivos programas de
cooperación, se encuentran precedentes de instrumentos y mecanismos,
que bien evaluados y adaptados, pueden ser de utilidad para el caso de
los países ALC.
Debidamente adaptadas, las experiencias de "transición asistida"
acumuladas por la UE en su propia región, pueden significar una
contribución también valiosa para los países ALC,
en particular en función de sus propios procesos de integración
económica, de asociación estratégica con la propia
UE y de negociaciones comerciales internacionales, especialmente, para
prepararse para los posibles escenarios post-negociaciones.
Ello conduce a recomendar un enfoque de acción conjunta, en el
que cada uno de sus componentes -programas de alcance regional general,
o específicos para grupos de países o países individuales-,
esté vinculado entre sí y en el que se puedan producir efectos
múltiples, que trasciendan al ámbito propio de cada uno.
Se conformaría así, una red de programas de cooperación
conjunta vinculados entre sí, en sus objetivos, contenidos y metodologías,
y sincronizados con los avances de las respectivas negociaciones, sean
ellas globales, hemisféricas, bi-regionales o regionales.
Los objetivos perseguidos serían así, el tornar viables,
sustentables y beneficiosos para todos los participantes, los acuerdos
concretados o que se concreten entre la UE y ALC.
Es ésta una idea con profundo sentido político. Quizás
es la verdadera dimensión política de un acuerdo que integra
naciones desiguales. Y ello es así pues la asistencia internacional
facilita la aceptación por la sociedad de los costos de su apertura
al mundo o a una región. Hace a la legitimidad social del respectivo
acuerdo.
Un aspecto fundamental de la transición asistida es el financiamiento
de reconversión productiva y la asistencia a la internacionalización
de las PyMEs en el ámbito del espacio económico ampliado
por un acuerdo de integración económica o de libre comercio.
En el marco de procesos como el del Mercosur, la idea de transición
asistida podría dar lugar a esfuerzos conjuntos de cooperación
con países de menor desarrollo relativo como es el caso, por ejemplo
del Paraguay, en el que participen la UE e instituciones financieras internacionales
como el BID y los países más desarrollados, concretamente
la Argentina y el Brasil. El Fondo de Convergencias Estructurales (FOCEM)
brinda, en tal sentido, una excelente oportunidad para articular acciones
de cooperación triangular con la participación activa de
la UE.
Las relaciones entre la UE y el Mercosur
En los últimos tiempos se ha observado una tendencia creciente
a centrar la cuestión de las relaciones entre los procesos de integración
del Mercosur y de la UE, casi exclusivamente en las negociaciones para
lograr concluir un acuerdo de asociación estratégica bi-regional
(1).
Parece conveniente, distinguir el plano más amplio de las relaciones
transatlánticas entre dos espacios de integración regional
-que trascienden la esfera de lo gubernamental y penetran en todas las
dimensiones de las interacciones entre regiones que tienen como característica
común el ser espacios multinacionales institucionalizados-, del
de las negociaciones bi-regionales para concluir con un acuerdo de asociación
estratégica -que son esencialmente gubernamentales-.
Es una distinción necesaria para el análisis de las realidades.
Pero lo es, en particular, para diseñar cualquier acción
futura. Esto es, para quienes - sea en el ejercicio de funciones públicas
o en la expresión de los intereses de la sociedad civil, incluyendo
por cierto, a los empresarios - aspiran a incidir sobre las realidades
actuales orientándolas hacia el logro de objetivos valorados.
En otros términos, lo recomendable sería no reducir la
agenda futura de las relaciones recíprocas entre estos dos espacios
de integración regional, sólo a una de sus dimensiones posibles,
cual es la del resultado que finalmente tengan las actuales negociaciones
bi-regionales en su componente de libre comercio.
Y es que no necesariamente es preciso avanzar en los dos planos en forma
sincronizada. Concretamente, es posible imaginar un escenario en el que
se intensifiquen las relaciones transatlánticas entre el Mercosur
y la UE, sin que necesariamente se concluyan las negociaciones bi-regionales,
al menos tal como ellas se han encarado a partir de 1998.
Es posible argumentar, entonces, que la profundización de estas
relaciones transatlánticas podría lograrse independientemente
de la suerte que tengan las negociaciones bi-regionales. En aspectos relevantes
de las respectivas agendas regionales, es posible imaginar acciones de
cooperación que no requieren necesariamente el haber concluido
con un proceso negociador como el que han encarado las dos regiones. Ejemplos
pueden encontrarse, sin perjuicio de otros, en modalidades de cooperación
imaginables en relación a la cuestión del clima global y
al desarrollo de los bio-combustibles. Como se ha señalado, pueden
encontrarse precedentes en la propia experiencia de las relaciones entre
la UE y la región del Asia, especialmente en el ámbito muy
flexible de la Asian-Europe Meeting (ASEM).
A su vez, los respectivos sectores empresarios - que muchas veces reflejan
intereses de empresas transnacionales que actúan simultáneamente
en ambos espacios de integración regional, como es el caso de la
industria automotriz, entre otros - quizás no han aprovechado aún
todo el potencial de cooperación existente, sea dentro del eje
bi-regional transatlántico o en el de su proyección conjunta
a otros espacios regionales, como es en particular el del Asia. Tampoco
parece que los empresarios de ambas regiones actuando conjuntamente, hayan
agotado su capacidad de influencia para incidir en las acciones que se
pueden emprender en el plano gubernamental, incluyendo las referidas al
actual proceso negociador bi-regional.
Sin embargo, cabe reconocer que la conclusión en plazos razonables
de las actuales negociaciones bi-regionales, tal como ellas fueron planteadas
originalmente o, eventualmente, a través de una reformulación
de sus objetivos, formato y metodologías, podría favorecer
la institucionalización y, por lo tanto, la estabilidad de las
relaciones entre ambos espacios de integración regional.
En todo caso, el desarrollo futuro de las relaciones entre la UE y el
Mercosur, incluyendo la conveniente conclusión de las actuales
negociaciones, requerirá de una mejor comprensión del lado
europeo de las características de las nuevas realidades de ALC
y, especialmente las del Mercosur y las del espacio geográfico
sudamericano.
En el caso del Mercosur, se pueden observar muchas dificultades para
captar plenamente su evolución más reciente, en particular,
si es que se trata de hacerlo desde paradigmas muy ortodoxos resultantes
de un pasado superado por actual realidad internacional o, peor aún,
si se coloca su apreciación en la perspectiva de lo que se suele
denominar el "modelo europeo" o de lo que libros de texto indican
que debería ser un proceso de integración. Un ejemplo en
tal sentido, se puede encontrar en el abordaje de la cuestión de
la unión aduanera - un instrumento central pero no definido en
forma explícita en el Tratado de Asunción -, que muchas
veces es concebida a partir de lo que la teoría económica
indica que ellas deberían ser, subestimándose el margen
de flexibilidad que brinda la definición del artículo XXIV
- parágrafo 8 - del GATT-1994 en el ámbito de la Organización
Mundial del Comercio (OMC).
Parece conveniente entonces estimular una corriente de reflexión
innovadora aprovechando las instituciones y redes académicas bi-regionales
existentes, pero también marcos institucionales del sector privado
como es del Foro Empresario Mercosur-UE (MEBF).
Con respecto a las relaciones transatlánticas bi-regionales, ellas
se nutren de interacciones de todo tipo - por cierto no sólo económicas
- que surgen de los múltiples vasos comunicantes existentes entre
dos espacios regionales que han encarado procesos voluntarios de integración
que tienen significativas diferencias pero que, a la vez, presentan rasgos
comunes. Entenderlas bien es fundamental a la hora de definir cursos de
acción realistas conducentes a la profundización de la relación
bi-regional.
Flujos migratorios, de inversión y de comercio, han ido alimentando
a través del tiempo una interdependencia entre países de
ambos lados del Atlántico, que es hoy densa y variada en matices.
De ella resultan intereses y valores comunes que trascienden los planos
políticos y económicos, y penetran en forma profunda en
lo cultural.
Pero es sobre todo en la medida que en ambos espacios regionales continúen
desarrollándose sus respectivos procesos de integración,
que es difícil imaginar un escenario en el que puedan desconocerse
mutuamente, cualesquiera que sean las demás prioridades de sus
respectivas agendas regionales y nacionales. La indiferencia recíproca
hacia lo que ocurra en uno y otro lado del Atlántico, no parece
ser ni recomendable ni tan siquiera posible.
En nuestra opinión, el eje de la acción futura a desarrollar
entre ambos espacios regionales de integración, debería
estar centrado en todo aquello que permita nutrir su relación recíproca.
En función de tal objetivo, debería situarse la apreciación
sobre los caminos conducentes a acrecentarla, explotando todo su potencial
por medio de un amplio abanico de acciones, incluyendo sea la culminación
del actual proceso negociador bi-regional, aún inconcluso o, de
lo contrario, renovando sus objetivos, formato y metodologías.
Al menos tres escenarios son posibles para el futuro de este proceso
negociador bi-regional.
El primero sería el que, sin perjuicio de los esfuerzos que se
efectuen, la negociación siga de hecho estancadas, al menos mientras
también lo estén las negociaciones multilaterales globales.
Especialmente del lado de la UE, se ha señalado reiteradamente
que lo que ocurra con la Rueda Doha en el ámbito de la OMC, tendrá
un impacto relevante en el desarrollo de las negociaciones con el Mercosur,
sea para lograr su conclusión o para impulsar a replantearlas en
sus objetivos, formato y metodologías.
El segundo escenario, sería el que efectivamente se reanuden este
año las negociaciones bi-regionales aún cuando no fuera
posible concluir en plazos razonables, por ejemplo en el 2008 o a comienzos
del 2009, con la Rueda Doha. Tal escenario sería facilitado si
se redujera el nivel de ambición del acuerdo de asociación
estatégica bi-regional, preservando los equilibrios en los resultados
a fin de tomar en cuenta, especialmente, las disparidades de grados de
desarrollo de ambas partes.
En este caso, el acuerdo que se logre debería incluir la hoja
de ruta para ampliar las preferencias comerciales una vez que se concluya
con las negociaciones en la OMC. Es algo factible, pero dificil decir
aún si es probable. Todo dependerá de cómo se puedan
articular los intereses recíprocos en puntos de equilibrio que
sean percibidos como razonablemente ambiciosos, tomando en cuenta que
las cuestiones más sensibles seguirán dependiendo de lo
que ocurra en el plano multilateral global de la OMC.
Para que este escenario sea factible, la UE debería privilegiar
el objetivo político de preservar la idea de integración
entre los países del Mercosur, aún cuando ello signifique
el reconocimiento de un mayor grado de flexibilidad y de heterodoxia que
pudiera caracterizar en el futuro este emprendimiento de regional, especialmente
una vez que se concrete formalmente la incorporación aún
pendiente de Venezuela. Debería implicar asumir como realidad una
arquitectura de integración que incluya nítidos elementos
de geometría variable y de múltiples velocidades, en forma
compatible con las reglas de la OMC, especialmente para contemplar los
efectos de las asimetrías económicas entre los socios del
Mercosur original, las que sin dudas se acentuarían en el caso
que finalmente Venezuela y quizás también Bolivia, fueren
incorporadas en el futuro como miembros plenos.
Y el tercer escenario que se puede visualizar, es el que una vez que
se constate la imposibilidad de seguir adelante con la idea una asociación
estratégica bi-regional, al menos incluyendo los tres pilares originalmente
planteados, se llegue a la conclusión que es necesario replantear
los objetivos, el formato y las metodología de la negociación.
En ese caso, varias opciones se abrirían hacia adelante para la
UE, incluso la de procurar acuerdos bilaterales con algunas de las principales
economías del área, especialmente con el Brasil. En tal
hipótesis, sería difícil lograr que se preserven
los principales objetivos que originalmente condujeron a la idea de una
asociación estratégica entre los dos espacios regionales
de integración.
Sin embargo, una variante que en tal hipótesis permitiría
preservar esos objetivos, sería la de enhebrar una red de acuerdos
bilaterales entre la UE y países miembros del Mercosur, insertándola
en el marco político más amplio de un acuerdo de asociación
estratégica, que incluya compromisos en los otros dos pilares originalmente
previstos, esto es, el político y el de la cooperación.
Eventualmente tal modelo podría ser también aplicado a los
espacios andino y centroamericano. En cierta medida, se estaría
siguiendo entonces un camino flexible con analogías al que ha caracterizado
la relación entre la UE y los países del Asia, especialmente
en el marco de la ASEM, como así también las relaciones
del Mercosur con la CAN y las de los Estados Unidos con los países
centroamericanos.
En nuestra opinión, lo recomendable es que la UE privilegie el
primer escenario y sólo en última instancia se incline por
el segundo o, eventualmente, el tercero. Este último sin embargo,
no sería recomendable si no incluyera un marco institucional común
a la red de acuerdos bilaterales. Caso contrario, se correría el
riesgo de contribuir a la acentuación de fuerzas centrífugas
en el espacio regional sudamericano. Al respecto, cabe tener en cuenta
que un debilitamiento mayor del Mercosur, no sólo no está
en los objetivos explícitos de los gobiernos de sus países
miembros, sino que podría terminar produciendo un retroceso incluso
irreversible en el proceso de integración, no pareciendo ello tampoco
favorable a los múltiples intereses europeos y, en especial, a
los de sus empresas con inversiones en la región.
Pero la originalidad de enfoque renovado, debería consistir en
iniciativas orientadas a profundizar la relación estratégica
entre ambos espacios regionales de integración - esto es, el Mercosur
y la UE -, en forma paralela a los progresos que puedan alcanzarse en
las actuales negociaciones bi-regionales o en su eventual replanteo.
Como se señaló antes, ello implicaría abrir un canal
de acciones conjuntas que sea simultáneo con el del proceso negociador
bi-regional.
Lo esencial, en tal caso, sería producir signos concretos y bien
visibles, que reflejen el valor estratégico que se atribuye a esta
relación transnacional y que contribuyan a fortalecer la idea del
trabajo conjunto - cualesquiera que sean las metodologías de integración
de mercados que predominen - en el espacio regional del Mercosur, concebido
en toda su proyección sudamericana.
Al respecto y sin perjuicio de otras iniciativas posibles, parecen recomendables
los siguientes cursos de acción:
- el desarrollo de experiencias de cooperación trilateral - tal
como la que la propia UE ha comenzado a desarrollar en el Asia -, en
la que UE participe conjuntamente con los países de mayor desarrollo
del Mercosur - Argentina y Brasil e, incluso, Venezuela - en proyectos
concretos de cooperación con las economías más
pequeñas o de menor desarrollo relativo - Paraguay y Uruguay
y, eventualmente, Bolivia y Ecuador -. Para ello un instrumento operativo
resultaría de la mencionada participación europea significativa
en el FOCEM, que ya aprobó los primeros proyectos en beneficio
de Paraguay y Uruguay. Eventualmente los aportes bajo la modalidad de
co-financiamiento, podrían resultar también de la participación
de programas de cooperación internacional de países miembros
de la UE;
- una participación más sustantiva de la UE, especialmente
a través del Banco Europeo de Inversiones, pero también
de programas de cooperación de sus países miembros y de
inversiones originadas en el propio sector empresario, en el desarrollo
de proyectos multinacionales de infraestructura física en el
espacio sudamericano, especialmente en el marco de la denominada Iniciativa
para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana
(IIRSA);
- un abordaje conjunto de cuestiones relacionadas con la integración
energética - incluyendo alguna modalidad de participación
de los países del Mercosur en el Tratado de la Carta de la Energía
-, con el desarrollo de los bio-combustibles y con la cuestión
ambiental;
- una vinculación más estrecha entre el Parlamento Europeo
y el recién instalado Parlamento del Mercosur, orientada a sustentar
los compromisos democráticos y la transparencia en ambos espacios
regionales de integración;
- el fortalecimiento y aprovechamiento efectivo de las instituciones
y redes académicas bi-regionales, así como las de la sociedad
civil, y
- una utilización más intensa del canal ya institucionalizado
de cooperación empresaria - el MEBF -, estimulando su orientación
no sólo a cuestiones vinculadas con el proceso negociador bi-regional,
pero también a otras que tengan que ver con la profundización
de la relaciones estratégicas transatlánticas, a través
de una agenda vinculada a la competitividad y a la innovación
tecnológica, como forma de fortalecer la capacidad de las empresas
de ambas regiones - especialmente, las pequeñas y medianas -
para competir en el plano global.
Un enfoque de este tipo permitiría incluso acentuar los incentivos
y, por lo tanto, las posibilidades para lograr entre ambos espacios regionales
de integración, la concreción sobre base realistas de un
acuerdo de asociación estratégica, como forma de institucionalizar
y brindar estabilidad a estas relaciones transatlánticas.
A modo de conclusión: lo que cabe esperar de las futuras relaciones
ALC-UE
Todo indica que hacia el futuro la idea de una asociación estratégica
bi-regional, requerirá entonces renovar enfoques y métodos
de trabajo. Tal renovación deberá incluir la de la construcción
de una red de acuerdos bi-regionales, sean ellos con países individuales,
como han sido los casos hasta ahora de México y Chile, sea con
grupos de países.
En nuestra opinión, la renovación de enfoques y métodos
de trabajo debería basarse en, al menos, tres supuestos:
- el que ambas regiones están efectivamente interesadas, en atribuirle
prioridad a la definición de políticas públicas,
a la creación de instrumentos y a la formulación de reglas
de juego que penetren en la realidad, a fin de concretar lo que ha sido
enunciado como una "asociación estratégica birregional",
que incluya las relaciones económicas recíprocas, pero
sin limitarse a ellas.
- el que hay un reconocimiento de la importancia de capitalizar la experiencia
acumulada durante el reciente desarrollo de las relaciones económicas
recíprocas, por lo menos desde el establecimiento del actual
sistema de Cumbres periódicas, a fin de introducir las modificaciones
de rumbos, tanto en la ambición de los objetivos perseguidos
como en los métodos de trabajo que fueran necesarios para alcanzarlos
en plazos razonables, y
- el que una nueva realidad internacional muy dinámica, hace
que sea necesaria una visión prospectiva que permita colocar
las relaciones económicas bi-regionales, en el marco más
amplio de un mundo en el que se evidencian fuerzas profundas que están
operando continuos y significativos cambios en el contexto internacional,
tanto en el plano global como en el de las distintas regiones, incluyendo
la de la UE y la de la propia ALC. Son cambios que están ampliando
la gama de opciones que los países de ambas regiones tienen en
su estrategia de inserción internacional.
Las dos regiones participan en los múltiples espacios de relaciones
económicas que conforman el mapa más amplio de la competencia
global. Conciliar en la práctica la aplicación de un enfoque
y de una estrategia de inserción internacional multi-espacial,
es quizás uno de los principales desafíos que enfrentan
hoy los gobiernos y las regiones organizadas. Condiciona, además,
los métodos de trabajo conjunto que puedan desarrollarse entre
la UE y ALC.
No son sólo los espacios de competencia económica los que
se multiplican. Lo son también los de las negociaciones comerciales
internacionales, que pueden ser visualizadas, por sus resultados prácticos,
como otros tantos ámbitos de producción normativa y de generación
de mecanismos que aseguren la aplicación de las reglas en materia
de comercio y de inversiones, así como la solución de conflictos
entre países miembros. De hecho, las negociaciones comerciales
entre la UE y países y esquemas de integración económica
en ALC, están explícitamente vinculadas con las que se desarrollan
en la OMC e implícitamente, con las que una y otra región,
desarrollan en sus respectivos espacios contiguos y con otras regiones
del mundo.
Comprender entonces, la dinámica existente en el tejido de la
compleja red de acuerdos preferenciales de cada una de las dos regiones,
así como los factores que inciden en su evolución, es una
cuestión que merecerá en el futuro atención prioritaria
de la otra región.
Lo cierto es que Europa y América Latina están comprometidas
en una construcción de largo aliento. Consiste en desarrollar un
espacio bi-regional que signifique una contribución efectiva al
predominio de la paz y la estabilidad en el plano global. Es uno de los
sentidos políticos de la diplomacia de Cumbres bi-regionales iniciada
en 1999.
Más allá de múltiples y conocidas diferencias -incluso
de grados de desarrollo económico- la construcción de este
espacio común tiene historia profunda, aliento político
y preferencias compartidas.
Tiene una historia de más de cinco siglos. Se nutre de millones
de familias latinoamericanas que encuentran en sus respectivos pasados
algún punto fuerte de conexión con Europa, sea por descender
de quienes fueron conquistados o conquistaron, o de quienes fueron esclavos
o emigrantes. O por los muchos que se han formado en países europeos,
o que allí trabajan o que allí han retornado. También
se nutre de la acumulación de redes densas de comercio y de inversiones,
que hoy continúan creciendo.
Tiene además aliento político. Las Cumbres bi-anuales son
reflejo de la importancia relativa que los líderes gubernamentales
atribuyen a la idea de construir una relación estable con sentido
estratégico. Es un aliento que proviene también de la voluntad
de políticos, parlamentarios, empresarios y del tejido de diversas
expresiones organizadas de la sociedad civil.
Tiene finalmente preferencias compartidas, que diferencian este espacio
bi-regional de los otros múltiples en los que se insertan los países
de ambos lados del Atlántico, aprovechando las posibilidades de
un mundo crecientemente multipolar. Son preferencias que conforman los
tres pilares que sustentan la construcción de largo aliento, emprendida
a partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 1999.
Tales preferencias son la democracia, la cohesión social y la
integración. La democracia, como valor político y como práctica
cotidiana se ha ido consolidando tanto en Europa como en América
Latina. Se expresa en múltiples planos y requiere un continuo perfeccionamiento.
Un factor poderoso explica su diseminación reciente en ambos lados
del Atlántico. Es el voto de los ciudadanos, junto con otras condiciones
objetivas que permiten que la voluntad popular, libremente expresada,
alcance todo su potencial de legitimación de la autoridad política.
La experiencia indica que su vigencia efectiva se traduce en una dinámica
permanente de profunda transformación social. En el caso de América
Latina, explica mucho de lo que está ocurriendo en el plano de
la reingeniería de sistemas políticos que habían
dejado de ser vehículos para asegurar la necesaria armonía
y cohesión social.
Y es precisamente la cohesión social la segunda preferencia que
sustenta la construcción del espacio bi-regional de cooperación.
Implica un ataque frontal a la pobreza y a la desigualdad, temas estos
centrales en la Cumbre de Lima. Pero también requiere generar fuentes
de empleo productivo para quienes hoy se consideran, con razón,
excluidos del bienestar, de la educación y del acceso a horizontes
de futuro. Se logra a través de la inversión, de la modernización
económica y de la incorporación del progreso técnico,
que contribuyan efectivamente al desarrollo sustentable de economías
competitivas y solidarias.
La integración regional es la tercera preferencia que distingue
la construcción del espacio común trans-atlántico.
Desde su gestación, la idea de una asociación estratégica
bi-regional, que tome en cuenta las múltiples disparidades existentes,
ha sido concebida como una forma de incentivar en América Latina
el desarrollo de procesos de integración, definidos en función
de las diversas realidades de la región, y no de modelos ajenos
o de libretos teóricos.
En tal perspectiva, la Cumbre de Lima debe ser visualizada sólo
como una instancia de un complejo proceso que demandará aún
años para su pleno desarrollo. Implica abrir el camino que conducirá
a la siguiente instancia, que tendrá lugar en el 2010 en la Cumbre
que se realizará en España. Capitalizar al recorrer tal
camino, la experiencia acumulada desde el inicio del actual sistema de
Cumbres bi-regionales, parece ser algo fuertemente recomendable.
NOTAS
(1) Este apartado está basado en el artículo del autor
"Presidencia alemana de la UE y Mercosur", publicado en la revista
Diálogo Político, de la Fundación Konrad Adenauer,
Buenos Aires, junio 2007. Ver éste y otros trabajos del autor sobre
el tema de las relaciones ALC-UE en su página Web (http://www.felixpena.com.ar).
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