La preparación previa suele ser esencial al éxito de una
Cumbre como la euro-latinoamericana a realizarse en mayo próximo
en Lima. Transcurre por varios carriles. El diplomático es, por
cierto, el fundamental. Pero también lo es el de la sociedad civil,
en sus distintas expresiones organizadas y en el más amplio de
la opinión pública.
¿Por qué una Cumbre puede ser relevante y cuáles
pueden ser sus resultados? Cuanto más amplia sea la discusión
previa sobre las respuestas imaginables, más factible será
que cuando ella se realice, sus logros concretos permitan una repercusión
mediática que no quede limitada a fotos y anécdotas.
Al menos tres son los ejes que articulan hoy la relación institucionalizada
entre dos regiones, América latina y Europa, que más allá
de asimetrías de todo tipo, comparten vínculos históricos,
intereses económicos y visiones comunes en torno a valores esenciales
de la vida en sociedad y de las relaciones entre naciones.
El primer eje es el del diálogo bi-regional. Cada dos años,
la Cumbre simboliza y expresa la voluntad de un diálogo organizado
y sistemático en procura de avanzar en objetivos comunes, que han
sido definidos como los de una asociación estratégica. Pero
tal diálogo no está, ni podría estar, limitado a
instancias gubernamentales. Para ser eficaz, debe también expresar
la rica diversidad de matices e intereses de múltiples instancias
de las respectivas sociedades civiles.
El segundo eje es el de la agenda bi-regional. En Lima ella reflejará,
por un lado, el interés compartido en cuestiones comunes, sustantivas
y relevantes, como son la pobreza y la cohesión social, las migraciones,
el medio ambiente, el cambio climático, los recursos naturales
y la energía. Y, por otro lado, se referirá a cómo
seguir avanzando para institucionalizar, a través de una variedad
de acuerdos de asociación, una relación bi-regional que
sea significativa, sostenible y equilibrada.
Y el tercer eje es el del tejido de una red de acuerdos bi-regionales
que por su variedad permitan captar múltiples realidades e intereses
que se perciben en ambos lados del Atlántico.
Un diálogo fructífero en Lima, en la medida que esté
debidamente preparado, será entonces aquel que logre impulsar acciones
comunes en torno a la agenda bi-regional, que puedan ser canalizadas a
través de una red de acuerdos de asociación adaptados a
cada situación concreta.
Y será fructífero, además, en la medida que tome
en cuenta la multiplicidad de opciones que una y otra región tienen
hoy en un sistema internacional global que, más allá de
sus turbulencias e incertidumbres, está abriendo una amplia gama
de oportunidades para todos los países que sepan cómo captarlas
y aprovecharlas.
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