Cuarenta años luego de su creación, la Asociación
del Sudeste Asiático (ASEAN) ha entrado en una nueva y ambiciosa
fase. En noviembre pasado, sus actuales países miembros (Brunei;
Camboya; Filipinas; Indonesia; Laos; Malasia; Myanmar; Singapur; Tailandia
y Vietnam) firmaron la Carta ASEAN, por la que se comprometen a perfeccionar
una Comunidad para el 2015.
Son países que sumados tienen dimensión económica
significativa y relevancia política. Se insertan en una de las
regiones más dinámicas del mundo, con fuertes perspectivas
de crecimiento económico futuro. Procuran, al profundizar su integración,
extraer todo el potencial de su geografía, ubicadas entre China
e India, y con una amplia red de acuerdos incluso de libre comercio, cuyo
tejido aún no ha concluido, con otras grandes economías
como las de Japón, Corea, Australia, Unión Europea y EE.UU.
Son protagonistas activos de la Cooperación Económica del
Asia-Pacífico (APEC).
Están conscientes de su capacidad para ser protagonistas. Lo pusieron
de manifiesto en una sesión especial con una representación
de alto nivel, incluyendo Jefes de Estado, en el reciente Foro de Davos.
Mucho pueden aprender los países del Mercosur de la reciente evolución
de la ASEAN, más allá de notorias diferencias en sus respectivas
historias y contextos externos. En al menos tres planos parece interesante
concentrarse.
En primer lugar, en el particular énfasis otorgado al sentido
y contenido político de la nueva etapa, encarada con la firma en
Singapur de la Carta (aún no ha entrado en vigencia). El mensaje
político es nítido: el objetivo prioritario es generar condiciones
de paz y estabilidad entre países con historias de conflictos,
incluso con fuertes diversidades y complejas situaciones políticas
internas (la situación de Myanmar así lo ilustra) pero,
a la vez, con marcados intereses comunes. Estos sobresalen tan pronto
se los coloca en una proyección hacia el futuro, que es el Norte
que han privilegiado los socios de la ASEAN.
En segundo lugar, en el pragmatismo de los objetivos e instrumentos de
una integración económica extrovertida. En los métodos
empleados, capitalizan los activos acumulados en varias décadas.
Predominan la flexibilidad y la geometría variable. Privilegian
la vinculación física entre los países de la ASEAN
y sus principales países clientes. La idea de conectar para competir,
es así tan o más importante que las aperturas de mercados
que han obtenido y siguen obteniendo, a través de la red de acuerdos
de libre comercio.
Y, en tercer lugar, han creado una Secretaría General con competencias
efectivas y apoyo político para su protagonismo. Su página
Web es interesante de observar y de comparar. A su vez, las instituciones
empresarias han tenido y siguen teniendo, un papel central en el impulso
de la integración económica.
En un mundo de fuertes incertidumbres y múltiples opciones en
la inserción internacional de los países, la experiencia
reciente de la ASEAN está indicando que sumar esfuerzos en el plano
regional es una estrategia inteligente. Su éxito no está
garantizado. Los problemas que tienen por delante, no sólo en el
plano político, son enormes al igual que en el resto del Asia.
Sería ingenuo tener una visión triunfalista de su futuro.
Pero el que países contiguos trabajen juntos y así se presenten
en foros internacionales, parece algo recomendable.
Por lo demás, la ASEAN no es la única región en
desarrollo en la que se observan progresos interesantes. Los seis países
miembros del Consejo de Cooperación del Golfo -entre los cuales
Arabia Saudita, Qatar, Kuwait y los Emiratos Árabes- que sumados
poseen más de la mitad de las reservas de petróleo de la
OPEC, lanzaron este 1º de enero la creación de un mercado
común. Y la Comunidad de Desarrollo de África Austral, con
14 países miembros, entre los cuáles Sudáfrica y
Angola, han puesto en vigencia, también este 1º de enero,
su zona de libre comercio.
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