| En un momento el Mercosur evidenció un mal aparato digestivo. 
        Costaba procesar sus conflictos comerciales. Hoy sus problemas provienen 
        de su negación a alimentarse. Se ha vuelto anoréxico. Rechaza 
        ser nutrido con iniciativas que traduzcan en hechos de relevancia práctica 
        una voluntad política que aún prevalece. Más allá 
        de progresos simbólicos, hay algunos sustantivos como el del Fondo 
        de Convergencia Estructural. Pero no son percibidos como suficientes incluso 
        por sus beneficiarios.  La lectura de la prensa de los países miembros confirma que el 
        Mercosur tiene problemas y una imagen débil. Hay muchos diagnósticos 
        negativos. Incluso uno reciente en un libro del nuevo Ministro de Economía. 
        En cambio no abundan propuestas realistas de cómo superar los problemas 
        identificados. Como ningún país está obligado a seguir 
        siendo miembro, da la impresión que aún quienes formulan 
        críticas duras no tienen opciones al Mercosur actual, sea por razones 
        políticas, económicas o ambas.  Es oportuno reflexionar sobre este tema en vísperas de la Cumbre 
        de Montevideo y del período argentino de su Presidencia Pro-Tempore. 
        Si tal como está el Mercosur no es satisfactorio y no hubiera un 
        Plan B creíble y razonable, parece ser de nuestro interés 
        nacional plantear iniciativas y concertarlas con los socios.  Tres debilidades explicarían la anorexia. Una es de 
        diseño, otra es institucional y la tercera de funcionalidad con 
        la nueva realidad global. El diseño fundacional supuso construir a partir del piso del acceso 
        irrestricto a los respectivos mercados, una unión aduanera como 
        base del mercado común. Implicaba eliminación completa de 
        gravámenes y demás restricciones al comercio recíproco, 
        un arancel externo común y una política comercial compartida, 
        coordinación macro-económica e integración productiva. 
        Suponía además la nivelación del campo de juego. 
        La idea era generar un espacio común para incentivar inversiones 
        productivas en todos los socios, como medio de crear empleos y horizontes 
        de futuro. Es un diseño que comenzó a licuarse en 1994, 
        cuando en Ouro Preto se debilitó el compromiso de eliminación 
        de restricciones no arancelarias. Se abrió la puerta a la precariedad 
        en el acceso a los respectivos mercados. De este diseño sólo 
        quedó el compromiso del arancel cero y un arancel externo incompleto. 
        Pero por muchos motivos no se pudieron desarrollar los otros elementos 
        centrales para su funcionamiento correcto. De hecho se debilitó 
        el cuadro de ganancias mutuas, que es lo único que sustenta en 
        el tiempo un proceso voluntario de integración entre naciones soberanas. 
        En segundo lugar, la principal debilidad institucional reside en el proceso 
        de creación normativa y en la generación de imagen. La falta 
        de un órgano técnico común eficaz afecta la concertación 
        de intereses nacionales, la visión de conjunto y la protección 
        de intereses minoritarios. Y debilita la capacidad para generar información 
        sobre lo que se produce. La página Web oficial del Mercosur deja 
        mucho que desear, tan pronto se la compara con la de otros procesos similares 
        o con la de la OMC. Y la funcionalidad del Mercosur actual para navegar 
        un mundo de múltiples opciones -diferente al del momento fundacional-, 
        está introduciendo tensiones en cuanto al aprovechamiento de oportunidades 
        que genera la globalización de la economía. No todos los 
        socios pueden hoy acceder de igual forma a tales oportunidades. Visualizan 
        el Mercosur como una camisa de fuerza, como una limitación innecesaria. 
        De hecho se están acentuando demandas de poder seguir el modelo 
        chileno de negociaciones comerciales individuales, especialmente 
        con los Estados Unidos e incluso con China. Precisar el diagnóstico sobre sus debilidades es un paso necesario 
        para encarrilar al Mercosur como instrumento eficaz del desarrollo nacional. 
        La palabra la tienen los presidentes en Montevideo. |