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  Félix Peña

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  Diario El Cronista | 11 de diciembre de 2007

Debilidades de un Mercosur anoréxico


 

Precisar el diagnóstico sobre sus debilidades es un paso necesario para encarrilar al Mercosur como instrumento eficaz del desarrollo nacional. La palabra la tienen los presidentes en Montevideo.

En un momento el Mercosur evidenció un mal aparato digestivo. Costaba procesar sus conflictos comerciales. Hoy sus problemas provienen de su negación a alimentarse. Se ha vuelto anoréxico. Rechaza ser nutrido con iniciativas que traduzcan en hechos de relevancia práctica una voluntad política que aún prevalece. Más allá de progresos simbólicos, hay algunos sustantivos como el del Fondo de Convergencia Estructural. Pero no son percibidos como suficientes incluso por sus beneficiarios.

La lectura de la prensa de los países miembros confirma que el Mercosur tiene problemas y una imagen débil. Hay muchos diagnósticos negativos. Incluso uno reciente en un libro del nuevo Ministro de Economía. En cambio no abundan propuestas realistas de cómo superar los problemas identificados. Como ningún país está obligado a seguir siendo miembro, da la impresión que aún quienes formulan críticas duras no tienen opciones al Mercosur actual, sea por razones políticas, económicas o ambas.

Es oportuno reflexionar sobre este tema en vísperas de la Cumbre de Montevideo y del período argentino de su Presidencia Pro-Tempore. Si tal como está el Mercosur no es satisfactorio y no hubiera un Plan B creíble y razonable, parece ser de nuestro interés nacional plantear iniciativas y concertarlas con los socios.

Tres debilidades explicarían la ‘anorexia’. Una es de diseño, otra es institucional y la tercera de funcionalidad con la nueva realidad global.

El diseño fundacional supuso construir a partir del piso del acceso irrestricto a los respectivos mercados, una unión aduanera como base del mercado común. Implicaba eliminación completa de gravámenes y demás restricciones al comercio recíproco, un arancel externo común y una política comercial compartida, coordinación macro-económica e integración productiva. Suponía además la nivelación del campo de juego. La idea era generar un espacio común para incentivar inversiones productivas en todos los socios, como medio de crear empleos y horizontes de futuro. Es un diseño que comenzó a licuarse en 1994, cuando en Ouro Preto se debilitó el compromiso de eliminación de restricciones no arancelarias. Se abrió la puerta a la precariedad en el acceso a los respectivos mercados. De este diseño sólo quedó el compromiso del arancel cero y un arancel externo incompleto. Pero por muchos motivos no se pudieron desarrollar los otros elementos centrales para su funcionamiento correcto. De hecho se debilitó el cuadro de ganancias mutuas, que es lo único que sustenta en el tiempo un proceso voluntario de integración entre naciones soberanas. En segundo lugar, la principal debilidad institucional reside en el proceso de creación normativa y en la generación de imagen. La falta de un órgano técnico común eficaz afecta la concertación de intereses nacionales, la visión de conjunto y la protección de intereses minoritarios. Y debilita la capacidad para generar información sobre lo que se produce. La página Web oficial del Mercosur deja mucho que desear, tan pronto se la compara con la de otros procesos similares o con la de la OMC. Y la funcionalidad del Mercosur actual para navegar un mundo de múltiples opciones -diferente al del momento fundacional-, está introduciendo tensiones en cuanto al aprovechamiento de oportunidades que genera la globalización de la economía. No todos los socios pueden hoy acceder de igual forma a tales oportunidades. Visualizan el Mercosur como una camisa de fuerza, como una limitación innecesaria. De hecho se están acentuando demandas de poder seguir el ‘modelo chileno’ de negociaciones comerciales individuales, especialmente con los Estados Unidos e incluso con China.

Precisar el diagnóstico sobre sus debilidades es un paso necesario para encarrilar al Mercosur como instrumento eficaz del desarrollo nacional. La palabra la tienen los presidentes en Montevideo.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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