La Cumbre Euro latinoamericana de Lima en mayo próximo, es una
oportunidad a aprovechar por la Argentina. Será la ocasión
para que muchos líderes europeos conozcan personalmente a la Presidenta
Cristina Kirchner y aprecien sus condiciones para influenciar en la región.
No es una Cumbre fácil. Tiene incluso un problema de convocatoria.
Lograr movilizar hacia Lima un número suficiente de líderes
europeos, es un desafío de resultado aún incierto. Por su
proliferación, frecuencia y resultados, las Cumbres Unión
Europea-América latina están sufriendo un desgaste. Lo ocurrido
recientemente en la Cumbre Iberoamericana indica, además, que son
acontecimientos mediáticos que pueden exponer a Jefes de Estado
a situaciones que escapan a su control.
Otro desafío es lograr una agenda atractiva y relevante. Es un
plano donde la Argentina puede efectuar contribuciones positivas. Tres
objetivos deberían ser prioritarios en esta Cumbre.
El primero es lograr que sea precedida por un informe detallado sobre
el cumplimiento de lo acordado en la anterior Cumbre en Viena.
El segundo es impulsar una actualización de la idea de asociación
estratégica entre ambas regiones. Los objetivos fijados en la primera
Cumbre en 1999, en Río de Janeiro, están lejos de haber
penetrado en la realidad. Mucha agua ha pasado desde entonces bajo los
puentes. Tanto la Unión Europea como los países latinoamericanos
enfrentan hoy nuevas realidades, con una marcada diversificación
de sus posibilidades en el escenario internacional. Pero ambas regiones
mantienen una buena dosis de intereses compartidos. Colocarlos en la óptica
de sus respectivas agendas regionales y globales, es una condición
necesaria para preservar el valor que atribuyen a la relación bi-regional.
La energía y los bio-combustibles, el cambio climático,
las migraciones, la gobernabilidad global, la cooperación para
el desarrollo, la consolidación de la democracia, la cohesión
social, el crimen organizado, la conciliación entre el sistema
de la OMC y los múltiples acuerdos comerciales preferenciales son,
entre otros, los temas que deberían dar lugar a definiciones de
la Cumbre de Lima y a la elaboración de un Plan de Acción
cuyos resultados puedan ser luego medidos.
El tercero objetivo es el de avanzar en la postergada asociación
estratégica entre la Unión Europea y el Mercosur. No tiene
porqué plasmarse en un acuerdo completo o perfecto. Sería
difícil tenerlo antes de concluir la Rueda Doha. Pero mucho se
progresaría extrayendo todo el potencial de un acuerdo vigente
que no ha sido plenamente aprovechado. Es el Acuerdo Marco de Cooperación
firmado en Madrid en 1995, que contiene en muchos de sus artículos
las bases de una hoja de ruta que, de llevarse adelante, permitiría
dar saltos cualitativos en la relación entre ambas regiones. Tiene
una cláusula evolutiva que brinda un instrumento idóneo
para abordar, por ejemplo, la mayoría de los temas que han sido
incluidos en la agenda de la alianza estratégica entre la Unión
Europea y el Brasil.
La diplomacia argentina tiene en el proceso preparatorio de la Cumbre
de Lima, la oportunidad de demostrar que si se acentúa su actual
metamorfosis, el Mercosur puede seguir siendo un núcleo duro de
la gobernabilidad del espacio sudamericano, capaz de generar elementos
funcionales a la estabilidad política y a la democracia en la región
latinoamericana.
En Europa se ha tomado nota del valor político que tiene la voluntad
de acentuar el trabajo conjunto entre Argentina y Brasil, manifiesta en
la reciente visita a Brasilia de la Presidenta electa. Su propia experiencia
histórica les demuestra que la construcción de un espacio
regional de paz y estabilidad, tiene mayores posibilidades de lograrse
por el trabajo conjunto entre países capaces de articular un liderazgo
colectivo, que sea eficaz y que esté abierto a la participación
de aquellos dispuestos a compartir la tarea con espíritu constructivo.
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