América del Sur es uno de los tres ámbitos que se destacan en la agenda de inserción externa de la Argentina. Otros son el del Atlántico Sur y la Antártida, y el del complejo agro-alimentario-energético global. No son los únicos. Pero son aquellos en los que el país puede aspirar con razones sólidas a tener un protagonismo relevante. Tanto por gravitación histórica como actual y potencial, son aquellos en los que los principales centros de poder mundial tomarán en cuenta cómo se posiciona la Argentina en ellos, cuáles son sus intereses y sus expectativas.
Por eso es oportuno reflexionar sobre cuáles puedan ser cuestiones relevantes de la agenda sudamericana en el próximo período presidencial. Es una agenda que se relaciona e, incluso condiciona, desarrollos que puedan producirse en ámbitos más amplios de inserción externa de la Argentina, sea el latinoamericano y el hemisférico, como también el europeo y el de las grandes economías emergentes, entre los más significativos. Pero en esta oportunidad nos concentraremos en lo que por razones geográficas, económicas y políticas, es el contexto externo más próximo de nuestro país.
La gobernabilidad del espacio geográfico regional, su capacidad para potenciar el desarrollo nacional y su impacto en las relaciones con otras naciones, en particular, con los Estados Unidos, con la Unión Europea y con China, son algunas de las cuestiones que dominarán la agenda sudamericana de los próximos años. Es decir, los del período presidencial de Cristina Kirchner.
La de la gobernabilidad del espacio sudamericano, es una cuestión relacionada con la capacidad de los países de la región de domesticar fuerzas centrífugas que, por momentos, aparecen en el horizonte. Tienen que ver, en particular, con viejos conflictos no resueltos en el pasado, con fracturas sociales y étnicas en algunos de los países, con el desarrollo de redes de narcotráfico y de crimen organizado, con la competencia por recursos naturales, con emergentes disonancias conceptuales e incluso ideológicas, y con lecturas disímiles de la evolución del entorno global y, en especial, hemisférico.
La de la capacidad para potenciar el desarrollo económico y social de cada país, tiene que ver con la posibilidad de enhebrar redes de comercio y producción a escala regional, lo que implica reglas de juego previsibles en materia de inversión e integración, la ampliación de la infraestructura física y el visualizar la enorme capacidad energética sudamericana en perspectivas y marcos institucionales comunes.
Y la del impacto en las relaciones económicas con terceros países, requiere lograr posiciones compatibles en las negociaciones comerciales globales, así como en la inserción en la vasta red de acuerdos preferenciales que proliferan en todo el mundo.
Son cuestiones que demandarán articular estrategias nacionales que puedan ser compatibles, tomando en cuenta diferencias de intereses y de visiones, que en parte reflejan disparidades crecientes de dimensión económica y de grados de desarrollo relativo. Requerirán prudencia por parte de los distintos protagonistas, desarrollar perspectivas e instituciones comunes y, en particular, capacidad para construir liderazgos colectivos, ya que el carácter crecientemente multipolar del espacio sudamericano, no toleraría pretensiones hegemónicas ni de países de la región ni menos aún de países extra-regionales, incluyendo los Estados Unidos.
Presencia activa, vocación de diálogo y sentido de equilibrio en diagnósticos e iniciativas, son tres cualidades que contribuirían a que en el nuevo período presidencial, la Argentina pueda tener un protagonismo relevante en asegurar la gobernabilidad de la región sudamericana. Es una condición necesaria para consolidar relaciones pacíficas, estabilidad política democrática, modernización económica y cohesión social. Es decir, un vecindario de calidad y, por ende, atractivo.
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