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  Félix Peña

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  Revista Megatrade | Octubre de 2007

La proliferación de acuerdos comerciales preferenciales


Tres datos tienen importancia a la hora de examinar las tendencias más profundas que se observan en materia de negociaciones comerciales internacionales. El primero es el de la concentración de los flujos de comercio de bienes y servicios en un número reducido de países. Alrededor del 90% de tales flujos está concentrado en unos treinta países. Son los países que tienen una mayor incidencia en la creación de reglas del juego del comercio mundial.

El segundo dato es el que dos países, China e India, explican el 40% del crecimiento de la economía mundial en el 2006. Forman parte del grupo de economías emergentes que más inciden en el nuevo mapa de la competencia económica global. Es imaginable que su incidencia en las negociaciones comerciales internacionales irá en aumento en los próximos años.

El tercer dato es el de la proliferación de los “clubes privados” del comercio mundial. Esto es, acuerdos de comercio preferencial de alcance bilateral o plurilateral, que generan discriminaciones en materia de acceso a mercados con respecto a quienes en ellos no participan. Según un informe reciente de JETRO, a julio del 2007, estaban vigentes unos 143 acuerdos preferenciales, normalmente denominados de libre comercio. De ellos, 76 fueron firmados luego del 2000. Ello sin contar los que se han celebrado en marco de la ALADI aprovechando las flexibilidades pactadas en 1979 en la Cláusula de Habilitación del GATT.

Los países del Asia, especialmente Japón y China, han entrado activamente en lo que es ya una verdadera carrera a la multiplicación de estos acuerdos. En América del Sur, Chile es el país que ha liderado hasta ahora el proceso de negociación de acuerdos de libre comercio.

Pero en los últimos tiempos el Perú ha entrado también en la carrera. A la conclusión y pronta entrada en vigencia de su acuerdo con los Estados Unidos, se suman los ya firmados o que ha comenzado a negociar con los países de la APEC, incluyendo China. Recientemente en una reunión del BID y la OMC sobre ayuda al comercio, realizada en Lima, el Presidente Alan García anticipó la negociación de nuevos acuerdos bilaterales de libre comercio, eventualmente con todos los países de la APEC. Hizo incluso una referencia a un posible acuerdo bilateral con la Unión Europea. Justo un día antes que en Bogotá se iniciaran las complejas negociaciones entre la Comunidad Andina de Naciones y la Unión Europea, marcadas por fuertes incertidumbres. También puso el acento en el objetivo de vincular los acuerdos de libre comercio concertados entre los países americanos miembros de la APEC, los del denominado “Arco del Pacífico”. Cabe tener presente además, que Lima será en el 2008 la sede de la próxima Cumbre de la APEC, cuya presidencia Perú asumiera tras la reciente Cumbre de Sydney.

Los mencionados datos y, en particular, la tendencia a la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales, son importantes a la hora de evaluar las perspectivas de las negociaciones de la Rueda Doha en la Organización Mundial del Comercio. Sigue predominando el pesimismo sobre que sea factible concluirlas este año o el próximo. Caso contrario, en el mejor de los escenarios, las negociaciones podrían producir resultados recién en el 2009 o, más probablemente, en el 2010. En el peor de los escenarios – improbable, pero posible - las negociaciones podrían concluir en un fracaso, con peligrosos efectos sistémicos sobre la propia OMC.

En la Rueda Doha, parte de los problemas parecen provenir de la propia agenda negociadora, básicamente elaborada en el 2001 en un contexto internacional que ha sido rápidamente superado por los cambios que desde entonces se han producido en el mapa de la competencia económica global. Pero también provienen del hecho que se trata de una negociación entre 151 países miembros, con intereses muy distintos y con gravitación comercial muy diferenciada. Fabricar consensos entre ellos no es fácil. Máxime cuando muchos de los incentivos para negociar por parte de los principales protagonistas, parecen haber disminuido sustancialmente. Los cambios en la agricultura mundial tiene mucho que ver con ese hecho. Lo concreto es que los países miembros de la OMC han acrecentado la búsqueda de soluciones a sus requerimientos comerciales a través de la proliferación de los mencionados acuerdos preferenciales, en esencia discriminatorios. Como ha señalado reiteradamente Pascal Lamy, el Director General de la OMC, el problema no son necesariamente los acuerdos comerciales preferenciales, pero sí el hecho que ellos no estén enmarcados en disciplinas colectivas eficaces.

Son parte de la realidad y como tal hay que asumirlos. Pero pueden conducir a la fragmentación de los mercados. Generan discriminaciones que perjudican a quienes no son parte de ellos. El peligro es que la proliferación de los acuerdos comerciales preferenciales se traduzca en una crisis sistémica que termine afectando la credibilidad y la legitimidad social de la propia OMC. Para evitarlo será preciso asumirlos explícitamente como un dato de la realidad internacional, e imaginar fórmulas que permitan conectarlos entre sí, a través de distintas modalidades de vasos comunicantes que impliquen su gradual multilateralización.

El contexto global presenta en estos tiempos suficientes incertidumbres – tanto en el plano económico como en el más sensible de lo político y de la seguridad –, como para que pueda ser conveniente el deterioro de los bienes públicos internacionales que se han ido construyendo en las últimas décadas, con muchas dificultades, para evitar que las relaciones comerciales se transformen, como ocurriera a través de la historia de los últimos dos siglos, en un factor más de fragmentación internacional y de conflictos inmanejables con criterios racionales.

Parece recomendable que la Argentina contribuya con iniciativas – junto con sus socios en el Mercosur y en las principales coaliciones en las que participa en la OMC, especialmente el G20 – orientadas a procurar una correlación realista, entre los elementos de flexibilidad y de disciplinas colectivas que se requieren para evitar el curso de una peligrosa tendencia a la erosión de los respectivos acuerdos comerciales, sea en el plano global multilateral, como en el regional y en el biregional con la Unión Europea.

Ello implica sincerar el debate existencial y metodológico que hoy se observa en torno al Mercosur y también a su relación con la Unión Europea. Tal sinceramiento implica un gran pragmatismo en la adaptación de los enfoques y reglas de juego del propio Mercosur, que permita a sus países miembros preservar su esencia política y económica y, a la vez, no quedar marginados de las tendencias actuales a la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales.

La Argentina no es un protagonista relevante en el comercio mundial. Sí lo es en productos agrícolas y agro-industriales. Tiene mucho que decir en la materia. No le conviene ni el deterioro de la OMC, ni la proliferación de acuerdos preferenciales en los que no participa. Su interés nacional cruza entonces por apoyar iniciativas que permitan disciplinarlos, a la vez que elabora estrategias para tejer su propia red de acuerdo comerciales preferenciales. Si la Rueda Doha no pudiera concluir en un futuro próximo, también le conviene compartir liderazgos que conduzcan a la renovación de sus métodos de negociaciones multilaterales.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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