Se observa un fuerte debate en el Uruguay sobre un eventual acuerdo
comercial con los Estados Unidos. Tiene algunos aspectos confusos. Pueden
ellos reflejar diferencias internas y también un dilema: cómo
acordar con los Estados Unidos sin aparecer apartándose de un Mercosur
que se valora, pero que hoy no se percibe que sea eficaz para sus intereses
nacionales.
El tema del acuerdo comercial ya se había instalado antes. Pero
es en la entrevista de los presidentes Vázquez y Bush en mayo último,
donde se decide "conformar un grupo de trabajo para explorar ...
las posibilidades y los mecanismos que permitan incrementar y profundizar
el intercambio comercial entre nuestros dos países" según
señaló el presidente uruguayo al hablar el 9 de agosto en
una reunión del Consejo de las Américas. Fue el tema
de la reciente visita a Montevideo de Everett Eissenstatt, Representante
Comercial Adjunto de los EE.UU. Será tratado en la próxima
reunión de la Comisión Bilateral de Comercio Uruguay-EE.UU.,
a realizarse en Montevideo en octubre. Tal Comisión fue creada
en el año 2002 pero estuvo desde entonces sin funcionar.
Dos aspectos están confusos. El primero es sobre si ya se han
iniciado las negociaciones. Si bien se ha puesto énfasis en la
palabra "conversaciones", en un comunicado el 14 de agosto del
propio presidente Vázquez, éste utiliza la expresión
"negociaciones exploratorias". El segundo es en cuanto al alcance
del eventual acuerdo. El Presidente no ha utilizado la expresión
"acuerdo de libre comercio". Pero en su intervención
el día 9, además de brindar argumentos a favor del camino
elegido, dijo que para aumentar el intercambio con los EE.UU. estaba dispuesto
a ir "tan lejos como sea posible". Es decir que no ha excluido
el formato de un tratado de libre comercio (TLC) en las líneas,
aunque no necesariamente con el mismo alcance y contenido, que los que
los EE.UU. han celebrado con varios otros países de la región.
Por el momento, no hay señales públicas de que Washington
esté dispuesto a ir tan lejos en el caso del Uruguay.
Al menos en lo formal, si el acuerdo tuviera el formato de un TLC entraría
en colisión no con el Tratado de Asunción, pero sí
con la Decisión Nº 32 del año 2000 del Consejo del
Mercosur. En sustancia, ella establece el compromiso de los socios de
negociar conjuntamente acuerdos que contengan preferencias arancelarias.
Si se tratara de un TLC, se requeriría entonces de un waiver o
autorización explícita y por consenso de los otros socios.
Por el contrario, si fuera un acuerdo comercial sin preferencias arancelarias,
orientado a estimular el comercio y las inversiones, no se requeriría
formalmente de una autorización. Brasil está recorriendo
también un camino en tal dirección, tras la entrevista de
los presidentes Lula y Bush de noviembre pasado y un acuerdo interministerial
celebrado en junio, el que dará lugar a una reunión bilateral
en septiembre próximo.
Podría argumentarse que los temas tratados en los canales bilaterales
no preferenciales, son los previstos en el acuerdo "4+1" entre
el Mercosur y los EE.UU., de junio de 1991 que, por cierto, sigue
vigente. Pero tras el ingreso de Venezuela al Mercosur, no parece
políticamente realista que se pueda utilizar tal canal.
Y aquí residiría precisamente la esencia del dilema uruguayo:
entienden conveniente a sus intereses negociar con los EE.UU., pero hacerlo
junto con el Mercosur sería hoy una posibilidad bloqueada.
La posición oficial predominante en Uruguay es que el eventual
acuerdo comercial con los EE.UU. no afecta su interés en fortalecer
el Mercosur. Por el contrario, se argumenta que se procura tal acuerdo
precisamente por las debilidades e ineficacias que el Mercosur arrastra.
Sobre ellas los socios parecerían estar de acuerdo. Pero no está
claro aún cómo lograrán superarlas en forma tal que
el Mercosur vuelva a ser atractivo, relevante y eficaz, y no sólo
para Uruguay.
El Canciller del Brasil, en reciente visita a Montevideo, señaló
que un acuerdo de libre comercio entre Uruguay y los EE.UU. sería
contrario al Mercosur. A su vez, el presidente Kirchner, el 19 de enero
pasado, ante una pregunta sobre un eventual TLC, dijo a la prensa en Brasilia
que "si Tabaré puede hacer un buen acuerdo no se lo podemos
impedir; de lo contrario, sería atroz". Más recientemente
fuentes gubernamentales señalaron que en tal caso se requeriría
de una autorización explícita de los otros socios.
El debate instalado por el Uruguay, pone a prueba la capacidad del Mercosur
de lograr un grado de flexibilidad compatible con una preferencia económica
efectiva entre sus miembros. En lo técnico es posible imaginar
fórmulas al respecto. Se requiere entonces la voluntad política
de los socios. La cuestión es encontrar una fórmula que
concilie el objetivo de una inserción comercial múltiple
de cada país miembro, con un mínimo de disciplinas colectivas
que preserven la identidad y la eficacia del Mercosur.
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