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  Félix Peña

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 Diario El Cronista | 30 de junio de 2006

Lo que el Mercosur puede aprender de Pekerman


Difícil pensar en su desaparición, pero el Mercosur corre el serio riesgo de caer en la irrelevancia. Se deben contemplar las individualidades, pero lo fundamental debe ser el trabajo en conjunto, como en la selección

  • Las reglas de juego son precarias. Se cumplen si es posible. De lo contrario se dejan de lado

La incorporación de Venezuela torna más urgente la tarea de afinar métodos de trabajo del Mercosur. Hay algo de tiempo, ya que ella sólo se consumará plenamente cuando el Protocolo que la formaliza sea ratificado por los cinco países, tras la aprobación de los Congresos. Ello es así, por el hecho que tal Protocolo introduce modificaciones que afectan la reciprocidad de derechos y obligaciones entre los socios, regla de oro del Tratado de Asunción.

Y es a la hora de encarar los problemas metodológicos del Mercosur que algo se puede aprender de José Pekerman. Recientemente señaló en el diario El País que "los jóvenes se dieron cuenta de que, para superarse individualmente, era necesario mejorar lo colectivo" y, agrega que "a veces se piensa que todos los grandes individualistas van a hacer muy buen fútbol".

El Mercosur abunda en individualismos nacionales. Uno de sus puntos débiles es, precisamente, que a sus socios les cuesta asumir disciplinas colectivas como clave en el trabajo en equipo. Una resultante es que las reglas de juego son precarias. Se cumplen si es posible. De lo contrario se dejan de lado.

Eso afecta su credibilidad. En especial sobre la señal enviada a las empresas de que invirtiendo en uno de los socios tienen garantías de acceso a los otros. Por ello, son pocas las que invierten en función del mercado ampliado, especialmente en los países con menor dimensión relativa. Es una de las razones de la insatisfacción que se observa en Paraguay y Uruguay. También en empresarios argentinos. Se ha deteriorado así la eficacia del Mercosur en uno de los puntos políticos más sensibles en cada socio, que es la generación de empleo productivo.

El Mercosur requiere reglas flexibles. En buena medida porque su arquitectura debe contemplar diferencias pronunciadas de dimensión y de grado de desarrollo entre los socios. Pero es necesario conciliar flexibilidad con previsibilidad. No sólo para convencer a inversores. También para convencer a terceros países sobre las ventajas de negociar con el Mercosur. Al no lograrse tal efecto, deja de ser una plataforma para competir y negociar en el mundo. Lo que se pierde en eficacia y credibilidad, se gana en irrelevancia. Procesos como el del Mercosur no necesariamente mueren. Pero sí dejan de ser considerados a la hora de las decisiones de inversores o de terceros países.

Un tema central de la agenda del Mercosur, es entonces mejorar su proceso de producción de reglas de juego. Para ello se requiere que cada país sepa qué es lo que quiere obtener de la integración. Y se necesita que alguien facilite la puesta en común de intereses nacionales en el marco de las reglas pactadas. Ello no implica reproducir lo que significa Bruselas en la Unión Europea. Un modelo más conveniente para el Mercosur, es el de la figura del Director General de la OMC. Es decir, la de un articulador que facilite -gracias a su independencia- la necesaria ingeniería de consenso. Es la función de ayudar a colocar intereses nacionales en una óptica de conjunto o sea, la de producir un trabajo en equipo.

Es urgente restituir en el Mercosur el sentido de un verdadero trabajo en común, que respete individualidades -incluso en el plano de las relaciones con terceros países-, pero que las coloque en el marco de una visión de conjunto y de reglas de juego que efectivamente se cumplan. Un interrogante que plantea la incorporación de Venezuela es sobre si efectivamente el Mercosur ganará ahora en coherencia y en eficacia. La respuesta, con hechos, condicionará comportamientos de inversores y de terceros países.

Si bien en este momento la hipótesis de la desaparición del Mercosur no parece creíble -difícil es imaginar un 'plan B' para ninguno de los socios, y el retroceso a una zona de libre comercio puede plantear más problemas técnicos y políticos que soluciones factibles-, el riesgo de la irrelevancia está presente. En tal caso, podría acentuarse la percepción de un Mercosur de utilería, plagado de apariencias, débil en realidades, incluso terreno cada vez menos fértil para recurrentes tentaciones a la 'diplomacia mediática'.

Entretanto, las fuerzas centrífugas en la región pueden eventualmente acentuarse. En tal caso, la fragmentación sustituiría la idea de integración. Sus consecuencias en la política sudamericana son fáciles de imaginar. La historia de las relaciones internacionales entre naciones vecinas brinda muchos ejemplos en tal sentido. Una tentación sería la de que en cada socio predomine un juego individual en las relaciones con terceros países. En tal sentido algunos signos se han observado recientemente. La visita del Presidente de la Comisión Europea al Brasil -país que no ejerce en este momento la Presidencia del Mercosur- y el acuerdo entre el Secretario de Comercio de los Estados Unidos y el Ministro de Desarrollo del Brasil, constituyen hechos cargados de futuro. Conviene seguirlos de cerca.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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