En una de las aulas de la universidad Tres de Febrero, en el tercer piso
del Centro Borges, donde dicta clases de integración económica, Félix
Peña (67), casado, cinco hijos, pide disculpas por una breve e involuntaria
demora a la hora prefijada. Mientras se acomoda para el fotógrafo, aborda
con pasión el tema de nuestra entrevista. “Hay una fuerte demanda en el
mundo para muchas instituciones creadas en las décadas de 1980 y 1990,
entre ellas el Mercosur, que deben adaptarse a reglas de juego, instrumentos
y mecanismos de trabajo, marcadas por nuevas realidades”, dice para comenzar.
Aunque le cuesta imaginar y prefiere no hacerlo, agrega que la relación
entre Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay -lo que llamó “nuestro
barrio”-, no puede estar fundamentada en las peleas, líos y disidencias.
“Una cosa es tener disputas comerciales y otra, el predominio de esos
conflictos y donde nadie se aguanta y no se encuentran soluciones”.
-O sea, ¿usted piensa que van a seguir compartiendo ese espacio geográfico
llamado Mercosur?
-Sí, pero con la diferencia de que el nivel de interdependencia económica,
flujo de personas, intercambio cultural e inmediatez en las relaciones,
es hoy mucho mayor. Nos conviene que no sólo el barrio sea más respetable
y tranquilo, sino que genere un ambiente de buena vecindad y trabajo.
-¿Con qué intención?
-Para trabajar juntos y poder enfrentar crecientes desafíos y, sobre
todo, sacar provecho de las oportunidades. Hay que pensar en satisfacer
el creciente reclamo de alimentos, por ejemplo de China; en el diseño
de las reglas de juego sobre el futuro del comercio internacional; en
la oferta y demanda de energía en sus distintos tipos y en la seguridad
y todo lo que tiene que ver con el crimen organizado y el narcotráfico.
En este sentido, lo de San Pablo es como una señal de alerta.
-Con estas perspectivas, hablemos del Mercosur y sus posibilidades
de desarrollo.
-Son ilimitadas, si uno analiza el potencial de producción de alimentos,
la cadena del valor de la madera de la región, incluyendo las papeleras
y la pasta de celulosa, muebles, juguetes y elementos de madera para el
hogar, en minería, en la riqueza de agua potable. Es una región privilegiada.
-¿Qué es necesario para aprovechar todo esto?
-Poner el oído y usar la inteligencia…
-¿Usted cree que ésta abunda?
-Sí, sobre todo la inteligencia individual. El desafío es transformarla
en inteligencia colectiva. Tenemos un vecino, hablo de Chile, que a los
porrazos y golpes avanzó mucho en este sentido y creo que debemos recostarnos
en su experiencia.
-¿Qué hizo, en particular?
-A la hora de competir puso de mani- fiesto una tecnología organizativa
para saber cómo moverse en el mundo y con una visión optimista de sus
posibilidades.
-¿Cómo tendríamos que interpretar entonces, el caso chileno?
-Aunque es muy difícil reproducir un modelo ajeno, si uno sabe “leerlo”
y entenderlo, va a encontrar riqueza. Hay que ir al mundo con vocación
y obsesión por aprender, hasta en el más pequeño de los países, el más
alejado o el más distinto al nuestro, con una aproximación más bohemia
y si se quiere, más existencialista. -¿Dónde cree que está asentada la
fortaleza del Mercosur? -Los socios más grandes tienen mucho que aportar
porque el 90 por ciento de la producción y el comercio pasa por ellos.
Eso no quiere decir que los más chicos no tengan elementos de complementación
con economías más pequeñas o menos desarrolladas como pueden ser las de
Paraguay y Uruguay. Acá hay dos problemas.
-¿Cuáles?
-Por un lado, no siempre nuestros socios de menor dimensión hacen bien
los deberes y no llevan adelante una estrategia para aprovechar el Mercosur.
Y por el otro, se quejan y con razón. Les dijimos que íbamos a darles
acceso a nuestros mercados y en realidad se los prestamos precariamente
y tan pronto se vuelven competitivos, se los cerramos.
-Nosotros, también nos quejamos de Brasil por eso.
-Claro. Siempre escuché a pequeños y medianos empresarios argentinos
lamentarse porque cada vez que se volvían competitivos aparecía una norma
restrictiva que los sacaba del mercado. Ese argumento lo había oído otras
veces, en la Argentina con respecto de los Estados Unidos y a Europa y
también en México contra su gran vecino.
-¿A qué conclusión llegó?
-A que la Argentina y Brasil pueden estar haciendo lo mismo con Paraguay
y Uruguay. Lula lo ha señalado últimamente y dijo que sería necesario
un modelo de integración solidario. A nosotros nos conviene que funcione
el Mercosur. Uruguay y Paraguay están dando claras demostraciones de insatisfacción
y hay que atenderlas, sentarse a hablar y ver dónde están los problemas.
-Una de esas demandas, llevó al gobierno uruguayo a la posibilidad
de firmar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. ¿Qué piensa
al respecto?
-Aquí, soy partidario de un enfoque heterodoxo. Si eventualmente Uruguay
y La integración: “Debe ser un traje hecho a la medida de nuestras realidades”
Paraguay quisieran tener este tipo de acuerdos -asumiendo que los Estados
Unidos acepten, eso hay que verlo-, hay técnicas para que no produzcan
efectos negativos sobre Argentina y Brasil. Desde ese punto de vista,
el presidente Néstor Kirchner señaló que si Uruguay quiere hacer una zona
libre de comercio que la haga, pero para eso tendríamos que aprobar nuevas
reglas de juego en el Mercosur. No es necesario cambiar el tratado de
Asunción. Está el precedente del acuerdo Mercosur con México, con los
países de la comunidad andina y Uruguay lo ha señalado con razón.
-O sea, una cosa no quita la otra.
-En esta nueva realidad internacional, lo más valioso es preservar la
calidad del barrio. Eso supone resguardar el Mercosur y para eso tendríamos
que ser un poco heterodoxos, como dije.
-¿Me lo explica mejor?
-Hay que hacer una integración no con los libros de texto, sino como
un traje a la medida de nuestras realidades. Y si tuviésemos un enfoque
menos todo o nada, menos blanco o negro, podríamos terminar conciliando
intereses.
-¿Cuál sería el punto, entonces?
-Que debemos ser más flexibles y preservar, repito, aquello que debemos
interpretar como un bien público regional que es el Mercosur.
-Para eso, se necesita ¿qué cosa?
-Aportar ideas con una visión práctica de lo que nos conviene hacer.
Esto implicaría mayor responsabilidad de parte de los que más tienen.
En primer lugar, por parte de Brasil. Algo que ahora, los propios brasileños
están discutiendo y debatiendo.
-¿No se trata de una cuestión de liderazgo?
-Alcanzar cierto liderazgo en América del Sur significa poseer una actitud
de comprensión y flexibilidad frente a los problemas de los otros. O reconocer
que, un proceso como el del Mercosur, requerirá instituciones con cierta
capacidad de mediar en la formación de decisiones. Y por lo tanto, diría
que más allá de inteligencia y flexibilidad, hace falta una gran dosis
de sentido común.
-Con este análisis, ¿cómo ve el futuro del Mercosur?
-Tengo la impresión de que hay buenas noticias y una de ellas es que
las circunstancias que estamos viviendo en la región obligan a actuar,
a hacer algo.
-¿Por ejemplo?
-Dentro de unas semanas debería realizarse una cumbre del Mercosur, en
Buenos Aires, con los cuatro presidentes y el consejo de la organización.
Hay que tomar decisiones y la Argentina tiene la presidencia. Es la hora
de tomar iniciativas, lanzar ideas, encontrar denominadores comunes, tener
bien definida la agenda de problemas y canalizar cada uno de ellos por
el lugar que corresponde.
-¿Qué papel le asigna a la llegada de Bolivia y Venezuela al Mercosur?
-Bolivia está asociada y los venezolanos, incorporándose a un proceso
que todavía puede llevar un tiempo. Aunque el presidente Chávez ha dicho
que no es partidario del Mercosur tal como está, que hay que cambiarlo
y entonces debemos preguntarle cómo lo hacemos y qué ideas y propuestas
tiene.
-Y desde el punto de vista del interés nacional ¿qué cosas debería
privilegiar la Argentina?
-La calidad de la relación con Brasil y Chile. El viejo ABC, al que Perón
le dio tanta importancia y con razón. Habría que establecer una columna
vertebral entre los tres países, pero de ninguna manera (lo subraya) pensando
en que ahí se agota la relación internacional argentina. Nos conviene
practicar una diplomacia pluralista y multilateral y jugar en muchos tableros
cuidando siempre las relaciones con el entorno inmediato, sin ser obsecuentes.
-¿Cuál sería su conclusión?
-Si todo esto lo colocamos en una perspectiva más amplia, podremos llegar
a hacer con el Mercosur lo que hicieron los europeos, pero a nuestra manera.
Hay que corregir muchas cosas. Nos conviene hacerlo, sobre todo aquellos
países que no son los más grandes de la región. Los chilenos nos han enseñado
eso: cuando se tiene menos poder hay que aferrarse a las reglas de juego
y valorarlas para aprender y mejorar.
La sombra de las papeleras La incidencia del tan “conversado”
conflicto de las papeleras en el río Uruguay tiene su lógico reflejo en
el Mercosur. “Creo que tiene razón la tesis argentina sobre la interpretación
del Estatuto del Río Uruguay y los proyectos que puedan contaminarlo.
Los uruguayos dicen una cosa y nosotros, otra. Entonces hicimos lo razonable
y recurrimos a la corte internacional de La Haya”.Peña afirma que estamos
sentados en una pequeña mina de oro por la enorme capacidad regional de
producir madera.“Deberíamos hacer un abordaje conjunto de esta gran riqueza,
de distintos tipos de madera y de la cadena de su valor, en Argentina,
Brasil, Paraguay, Chile, Uruguay y Bolivia. Incluso en el Mercosur hay
un informe de competitividad para la fabricación de muebles. Apliquémosla
en todo y agreguemos el tema del medio ambiente. Así, podremos neutralizar
elementos contaminantes, trabajar juntos y ganar plata”.
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