Cuando los presidentes Kirchner y Lula se reúnan en Brasilia,
cuestiones del Mercosur y de sus relaciones externas estarán sobre
la mesa junto con las bilaterales, algunas de las cuales también
impactan en el Mercosur. Un dato no menor es que la Argentina ejerce este
semestre la Presidencia Pro-Tempore del Mercosur. Además, ya está
claro que la agenda de este período será densa y compleja.
Requerirá habilidad de nuestra diplomacia.
Sin perjuicio de cuestiones pendientes de desarrollo tras la reciente
Cumbre de Montevideo, otras tres han aparecido en los primeros días
del año. No podrán estar ausentes de las conversaciones
de los dos Presidentes.
Una se refiere al debate interno en el gobierno uruguayo sobre la idea
de un acuerdo bilateral de libre comercio con los Estados Unidos. Es una
cuestión que aparece recurrentemente en uno u otro país
del Mercosur. En el Uruguay la impulsó el anterior gobierno. Semanas
atrás emergió en la agenda externa del Paraguay. En el pasado
fue planteada por altos funcionarios argentinos. Pero también lo
fue por medios empresarios del Brasil e incluso por un candidato presidencial
que quizás vuelva a serlo.
Del lado uruguayo el tema se originó en declaraciones de ministros
relevantes, desmentidas por el vocero oficial de la política externa,
esto es el Canciller. Pero más allá de afirmaciones y desmentidas,
lo cierto es que la cuestión está instalada y no contribuye
a la confianza entre los socios ni a la credibilidad externa.
En lo formal, las reglas son claras. La Decisión 32/2000 del Consejo
del Mercosur reafirmó el compromiso de los socios de negociar en
forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países
o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias
arancelarias. Es una consecuencia natural de la opción por una
unión aduanera. Como todo compromiso internacional, éste
puede ser modificado. Pero el Uruguay no ha planteado su modificación
en la reciente Cumbre de Montevideo. Al contrario, los compromisos allí
asumidos suponen reafirmar la idea del Mercosur como una unión
aduanera.
En lo político, esas declaraciones ministeriales se prestan a
diversas interpretaciones. Pueden estar indicando diferencias de criterios
en el propio gobierno. Pueden ser, además, un reflejo táctico
de una insatisfacción profunda con la marcha del Mercosur o con
la evolución de cuestiones bilaterales. En todo caso es el gobierno
uruguayo quien debe clarificar el alcance de esas afirmaciones.
Otra cuestión relevante es la iniciativa de que Bolivia también
asuma el carácter de "país en proceso de adhesión"
que se le otorgó recientemente a Venezuela. Si el nuevo gobierno
hace suya tal iniciativa, la cuestión tendrá sentido político
y también algunas implicancias procesales y sustantivas. Una de
ellas se relaciona con los efectos de la eventual doble pertenencia de
ambos países a la Comunidad Andina de Naciones.
La tercera cuestión se refiere a la articulación con el
Mercosur de algunos compromisos bilaterales entre la Argentina y el Brasil.
Es una cuestión relevante para los otros socios. Se ha evidenciado
en estos días con la prórroga bilateral del Protocolo automotriz.
Se efectuó en el marco del Acuerdo de Complementación Nº
14 de la ALADI, que al igual que el Tratado de Integración de 1988,
sigue vigente.
Dada la importancia del sector automotriz en el comercio intra-regional,
el hecho que las reglas de juego que lo rigen puedan tener un carácter
predominantemente bilateral, no carece de implicancias prácticas
y políticas.
Está por un lado la cuestión de la solidez jurídica
del régimen sectorial especialmente por las dudas sobre la
constitucionalidad del procedimiento de protocolización en la ALADI
y del Decreto 415 de 1991, como forma de incorporarlo al derecho interno
argentino. Se sabe que la precariedad de las reglas de juego en
las relaciones económicas internacionales suele favorecer inversiones
en la economía de mayor dimensión, en este caso, en Brasil.
Pero por otro lado, está la cuestión de la percepción
que se genera en los demás socios, sobre una tendencia a una bilateralidad
excluyente en la definición de reglas de juego que inciden en el
comercio y en las inversiones. Tal percepción puede estar detrás
de fuerzas centrífugas que se manifiestan precisamente en las iniciativas
mencionadas de negociar individualmente acuerdos de libre comercio con
terceros países.
Es entonces la del Mercosur bajo la presidencia argentina, una agenda
cargada que tiene cuestiones con elementos comunes. No se relacionan con
la generosidad de ningún socio. Se refieren al alcance de la preferencia
económica pactada, a reglas sólidas que aseguren una disciplina
colectiva razonable y a la percepción de que se puedan generar
ganancias mutuas para todos sus miembros. Son cuestiones que adquieren
importancia en la perspectiva de un proceso de expansión de su
membresía. No pueden subestimarse.
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