Dos cuestiones relevantes
El Mercosur es una experiencia incipiente de un esfuerzo multinacional
y multidimensional, que tiene como una de sus finalidades principales
mejorar las condiciones de participación internacional real (1)
de sus países miembros en el escenario global y regional y, de
tal forma, facilitar sus procesos de transformación democrática
y productiva.
Tras quince años desde su creación, es pertinente plantear
algunos interrogantes sobre esta experiencia. En esta oportunidad, tales
interrogantes estarán orientados a apreciar el valor que el Mercosur
tiene como precedente en relación a dos cuestiones relevantes de
la agenda internacional contemporánea y del futuro.
La primera cuestión, se relaciona con la metodología de
trabajo conjunto entre países que comparten una misma región
geográfica y que presentan, entre ellos, asimetrías de poder
relativo, de dimensión económica y de grados de desarrollo
que en cierta medida reproducen, en pequeña escala, las que se
observan en el sistema internacional global.
Tal metodología implica una concertación dinámica
de intereses nacionales. Es por ello que en relación a esta primera
cuestión, cobra toda su importancia el hecho que cada país
participante tenga una idea clara sobre cuáles son sus objetivos
estratégicos en el trabajo conjunto con sus socios.
La segunda cuestión, se vincula con la participación e
incidencia que tiene el Mercosur en la construcción de un espacio
geográfico sudamericano, en el que predomine la paz y la democracia,
y que constituya un entorno regional favorable al desarrollo y a la inserción
competitiva de sus países en el escenario de la competencia económica
global.
A fin de abordar ambas cuestiones es preciso, sin embargo, comenzar por
una apreciación sobre el estado en que actualmente se encuentra
el Mercosur y sobre los principales desafíos que enfrenta.
La finalidad que se persigue con este análisis de la experiencia
del Mercosur y de su valor relativo en relación a las dos cuestiones
antes mencionadas, es además la de facilitar su comparación
con otras experiencias de integración regional, que presentan características
similares, al menos en dos aspectos (2).
El primero, es que se trata de asociaciones voluntarias entre naciones
soberanas, con vocación a la permanencia y que implican poner en
común mercados y recursos, a través de diferentes técnicas
permitidas por el ámbito global de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) - sean ellas de las de una zona de libre comercio o
de una unión aduanera, en sus distintas modalidades -, y a través
de instituciones y reglas de juego que generan disciplinas colectivas
para sus países miembros.
El segundo, es que se trata de procesos incrementales en los que participan
países con diferencias -a veces pronunciadas - de poder relativo,
de dimensión económica y de grados de desarrollo. Son procesos
que sólo pueden ser sustentables en el tiempo, precisamente si
tienen éxito en desarrollar metodologías de trabajo conjunto,
que permitan una administración razonable de fuerzas e intereses
contradictorios entre sus países miembros y entre los diferentes
sectores sociales que operan en su interior.
Situación actual y principales desafíos de la construcción
del Mercosur
Tres rasgos han caracterizado el momento fundacional y la construcción
hasta el presente del Mercosur (3).
Ellas son:
- Una fuerte opción por la democracia, la transformación
productiva y la cohesión social, por parte de sus países
miembros. Es el hecho que tal opción se efectuara en los años
ochenta en el plano interno de esos países, lo que dio lugar
a la voluntad común de trabajar juntos, sometiéndose -
a veces a regañadientes - a un tejido evolutivo de reglas de
juego y de disciplinas libremente consentidas;
- Un bajo nivel de interdependencia relativa entre sus países
miembros, tanto en el momento fundacional como en el actual. Un dato
relevante para la comparación con otras experiencias de integración
regional -especialmente la europea- es que entre los países del
Mercosur no hubo un precedente de guerras previas -al menos en el siglo
XX- ni existió una percepción de fuertes amenazas externas
que cuestionaran su supervivencia como naciones independientes, pero
tampoco había una significativa conectividad entre sus respectivos
mercados. En tal sentido, el Mercosur ha implicado, en su momento fundacional,
un proceso orientado a crear interdependencia entre los socios y no
tanto, a administrar interdependencia. Sólo en los últimos
años, como consecuencia del crecimiento del comercio recíproco,
la necesidad de administrar la interdependencia entre los respectivos
mercados se ha tornado más notoria e, incluso, más difícil;
- Una significativa asimetría de poder relativo, de dimensión
económica y de grado de desarrollo entre los países participantes
de este proceso de integración. La distancia existente, en tal
sentido, entre los dos socios de mayor dimensión y relativamente
más desarrollados - esto es, la Argentina y el Brasil - con respecto
a los dos socios de economías más pequeñas e incluso
en uno de los casos de menor desarrollo relativo - esto es, el Paraguay
y el Uruguay - es muy pronunciada. En cierta forma puede afirmarse que
el Mercosur presenta su propia pauta de relación Norte-Sur, sin
perjuicio de la que además se observa en el interior de los dos
socios principales.
La experiencia acumulada con el Mercosur desde su creación -incluso
desde que se lanzara en 1985 el desarrollo de la etapa bilateral del proceso
de integración entre la Argentina y el Brasil- y en particular,
en estos diez años de vigencia del arancel externo común,
puede ser apreciada al menos desde tres perspectivas complementarias.
La primera es la política. Se vincula con el signo de las relaciones
que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado
en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad
en todos los planos. Son relaciones hoy dominadas por la lógica
de la integración, frente a lo que ha sido común en la historia
entre naciones vecinas en todo el mundo, esto es el predominio de la lógica
de la fragmentación y, en última instancia, la del dominio
hegemónico e incluso la absorción de los demás por
parte de uno de ellos. Ello ha sido más frecuente en los subsistemas
internacionales marcados por profundas asimetrías de poder y dimensión
económica entre los vecinos.
Lo cierto es que, más allá de tensiones ocasionales y de
conflictos comerciales naturales, se ha ido consolidando entre los socios
del Mercosur - y entre ellos y sus principales asociados, Chile y Bolivia
- la idea de un "barrio" que aspira a ser de calidad, con confianza
recíproca y "buenos modales".
Tal idea nutre la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional
se acrecienta en la medida que pueda ser concebido como un núcleo
duro de la estabilidad política sudamericana. Es un bien público
que para ser preservado y cultivado, requiere del ejercicio sutil de una
diplomacia de integración - no sólo gubernamental pero también
de los actores sociales internos -; de una actitud de cooperación
activa por parte de países industrializados con intereses en la
región, y del tejido perseverante de una densa red de conectividad
en todos los planos - y no sólo en el económico y comercial
-ya que la historia universal - e incluso muchas experiencias contemporáneas
-, indica que suele ser más fácil retroceder que avanzar
en la orientación y la calidad de las relaciones entre países
vecinos.
Hasta que punto un eventual colapso del Mercosur o su declinación
hacia un plano de marcada irrelevancia económica pudiera tener
un efecto de deterioro en este logro político, es una cuestión
que merece reflexión por parte de todos los que aprecian la inserción
de cada uno de sus países miembros en un subsistema regional dominado
por la lógica de la integración y no por la de la fragmentación,
es decir, que valoran la inserción en un "barrio de calidad".
La segunda perspectiva para una evaluación del Mercosur es la
del intercambio comercial. Se relaciona prioritariamente con los flujos
de comercio de bienes entre los socios. En este plano se observan en estos
años de experiencia acumulada, fluctuaciones que pueden ser fundamentalmente
explicadas por disparidades en los comportamientos de las respectivas
economías - especialmente las del Brasil y la Argentina - y, por
momentos, también por pronunciadas disparidades cambiarias.
¿Cuánto del comercio recíproco y de sus fluctuaciones
en los últimos años, puede deberse a la existencia del Mercosur
y de sus reglas de juego, y cuánto es la resultante natural de
la contigüidad geográfica de economías que se abrieron
al mundo y no sólo a la región en la década de los
noventa? Es una pregunta que aún requiere ser respondida con precisión
y con evidencia empírica, a fin de poder clarificar efectos comerciales
negativos y positivos que se le suelen atribuir al Mercosur.
La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente
la más importante desde el punto de vista político y no
sólo económico. Significa visualizar el Mercosur como un
instrumento de transformación productiva de cada país socio
y, por ende, de incorporación de progreso técnico y de creación
de empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala
global y no sólo regional. Es lo que le da sentido ante las respectivas
ciudadanías, a la idea tan difundida en los momentos fundacionales
de abrir para todos el acceso a un mercado de más de doscientos
millones de consumidores.
Es en esta última perspectiva, donde el Mercosur plantea -luego
de diez años de unión aduanera aún incompleta- más
preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño
o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función
del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por
una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre
la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades - ¿zona de
libre comercio o unión aduanera? -, de un campo de juego desnivelado
y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación.
Lo que enseña el Mercosur en cuanto a metodología de
integración entre naciones vecinas y con profundas asimetrías
Desde el origen del proceso de integración, la relación
entre la Argentina y el Brasil ha sido un factor central para su vitalidad
y credibilidad. En la actualidad, al menos dos tendencias parecen coexistir
en tales relaciones con respecto al Mercosur.
Por un lado, se observa la persistencia de una clara voluntad política
de continuar construyendo el espacio de integración económica,
como parte de las estrategias más amplias de inserción de
cada país en el mundo y en la región sudamericana. Los Presidentes
Kirchner y Lula así lo han puesto de manifiesto en forma reiterada.
Por otro lado, son notorias las dificultades metodológicas que
se han planteado en los últimos años en el desarrollo del
proceso de integración.
En nuestra opinión, las deficiencias metodológicas se manifiestan
fundamentalmente en el plano de la fabricación de los necesarios
consensos a fin de sortear obstáculos y de avanzar en el camino
trazado. Ello es más notorio, sobre todo, en la capacidad institucional
para administrar desajustes temporales o estructurales que generan conflictos
comerciales entre los socios; para articular negociaciones comerciales
conjuntas internacionales, y para producir reglas de juego que, a la vez
que reflejan los intereses nacionales de los países miembros -asumiendo
que ellos están correctamente definidos-, tengan un fuerte potencial
de penetrar en la realidad, es decir, de ser cumplidas -criterio de efectividad
de las reglas- y de alcanzar, por lo tanto, los objetivos que con ellas
se procura lograr -criterio de eficacia- (4).
Tales reglas son esenciales para avanzar en la construcción gradual
del Mercosur y, en particular, para introducir las adaptaciones requeridas
por los continuos cambios en las realidades externas e internas de los
países socios. Su efectividad y eficacia, son por lo demás
fundamentales para la aceptación social de los compromisos asumidos,
por ser percibidas como generadores de un cuadro de ganancia mutua entre
los socios -criterio de legitimidad social-.
Lo cierto es que, en ocasión de recientes conflictos comerciales
entre las dos principales economías del área, se ha puesto
una vez más de manifiesto que el Mercosur los procesa mal. Podría
decirse que tiene un mal "aparato digestivo". Como ya ocurriera
en otras oportunidades, en ocasiones recientes ellas también generan
tensiones de fuerte impacto social, incluso desproporcionadas a la magnitud
de los flujos de comercio involucrados. Desorientan a la opinión
pública, que recibe mensajes contradictorios entre una alianza
épica llena de virtudes y las peleas, hoy por heladeras, ayer textiles
y calzado, luego por electrodomésticos, automóviles y sus
auto-partes.
Lo bueno es que las diferencias luego se diluyen y dejan de ser noticia.
Lo malo es que contribuyen a una erosión por goteo de la imagen
del Mercosur y aumentan su pérdida de credibilidad. Es peor aún
si los socios no tienen - y ninguno parece tener - un "plan B"
sustentable. Es decir, un plan viable de inserción económica
internacional, que a la vez contribuya a la consolidación de una
región sudamericana dominada por la lógica de la integración
y, por lo tanto, por la paz y la estabilidad política en el marco
del predominio de la legitimidad democrática en cada uno de los
países que la componen.
Conviene entonces una discusión serena y un diagnóstico
preciso. ¿Qué es lo que anda mal en el Mercosur? ¿La
idea estratégica o la forma de llevarla adelante?
Si bien en el calor del debate público se efectúan afirmaciones
contundentes -tales como que "el Mercosur ha fracasado" y otras
de similar tono -, no se observa en ninguno de los socios una posición
firme en cuanto al abandono de la idea que encarna el Mercosur. Como se
señaló antes, al menos en los gobiernos actuales ello está
descartado. Tampoco tiene asidero profundo en las opiniones públicas.
Quizás por que todos están conscientes del sabor amargo
que tendría un fracaso - además del descrédito internacional
y de sus consecuencias en el complicado escenario sudamericano -. Si hubiera
que reconocer tal fracaso, difícil sería no hacer luego
algo parecido al Mercosur. ¿Y alguien creería en ello?
A pesar de las apariencias, el debate no parece ser entonces de tipo
existencial. Parece más bien centrado en el cómo del trabajo
conjunto entre los socios, es decir en lo metodológico. El eje
de tal debate cruza por una cuestión central en un proceso de integración
voluntaria entre naciones vecinas y con desigual poder relativo: cómo
distribuir costos y beneficios o, en otros términos, cómo
resolver la cuestión de quiénes ganan y quiénes pierden.
La fórmula para esta cuestión es simple de definir y difícil
de llevar a la práctica. Se trata por cierto de que todos perciban
que ganan más dentro del club que fuera. Y el problema en el Mercosur
es que, como consecuencia de asimetrías de tamaños, de competitividades
relativas, de situaciones macroeconómicas coyunturales, recurrentemente
hay quienes perciben - o creen percibir - que son perdedores sistemáticos.
Pueden ser países, como los casos de Paraguay o Uruguay. O sectores
industriales o agrícolas sensibles, en cualquiera de los socios.
Se suele sostener que la solución es retrotraer el Mercosur a
una zona de libre comercio. Bien en teoría. En la práctica
plantea enormes problemas. No hay zona de libre comercio moderna sin reglas
de origen específicas. Las zonas de comercio conocidas, que han
proliferado en los últimos años en la región y en
otras, ponen de manifiesto que es con tales reglas de origen específicas
que se discrimina entre socios y no socios.
Al respecto cabe preguntar: ¿sería fácil una negociación
de reglas de origen específicas en un clima de fracaso del proceso
actual del Mercosur? ¿y es que, acaso, los problemas recurrentes
que se observan en los últimos años, no se originan precisamente
en el comercio intra-Mercosur de bienes y de servicios, en buena medida
como consecuencia de que los supuestos fundacionales - coordinación
macro-económica e integración productiva sectorial - y que
fueran explicitados al negociarse el Tratado de Asunción, no pudieron
ser cumplidos?
Creo que abordar en profundidad el debate metodológico es impostergable.
Es conveniente basarlo en un diagnóstico de cuáles son los
problemas sensibles; realizarlo a través de un diálogo franco,
y colocarlo en la perspectiva de un salto hacia delante. No de un salto
a un vacío lleno de ilusiones, un nuevo espejismo. Pero sí
de un salto hacia reglas de más calidad y realismo que las actuales.
El debate metodológico ha de requerir mucho liderazgo político
e imaginación técnica. Brasil, por ser el país de
mayor dimensión económica, tiene una responsabilidad principal.
En tal sentido, cabe destacar que se observa una actitud cada vez más
escéptica respecto al Mercosur por parte de empresarios y economistas
del Brasil. En tiempos recientes, múltiples artículos de
especialistas y editoriales de los principales diarios, así lo
ponen en evidencia (5).
Estas y otras cuestiones vinculadas con el funcionamiento de las instituciones
del Mercosur deberían ser parte necesaria de un intenso debate
entre los socios y dentro de cada uno, con respecto al futuro de un proceso
de integración regional, concebido como funcional a la transformación
productiva conjunta y a la inserción competitiva en la economía
global.
¿Cuáles son los principales nudos a desatar desde el punto
de vista metodológico en un proceso de integración con las
características del Mercosur?
Tres parecen ser los más relevantes:
- La opción entre un proceso orientado por reglas libremente
consentidas -"rule oriented"- por contraposición a
un proceso en el que predominen sólo los factores de poder relativo
- "power oriented"-. Ello implica responder en la práctica
al menos tres preguntas claves. La primera es sobre cómo desarrollar
una cultura favorable a la aceptación de disciplinas colectivas,
especialmente por parte de los socios de mayor dimensión relativa,
lo que implica restringir su natural inclinación a acciones unilaterales
discrecionales, muchas veces asumidas en función de la apreciación
de una emergencia económica. La segunda es sobre cómo
desarrollar una visión de conjunto de los problemas que se enfrentan.
Y la tercera es sobre cómo proteger, en función de tal
visión de conjunto, los intereses de los socios de menor dimensión
y poder relativo.
- La calidad del proceso de producción normativa. Ello implica
responder las siguientes preguntas: ¿cómo producir reglas
de juego de calidad, esto es, que sean efectivas, eficaces y, por ende,
legítimas?; ¿cómo asegurar la participación
democrática de un amplio espectro de actores sociales de todos
los países miembros?; ¿cómo obtener un grado razonable
de transparencia en los mecanismos de decisión? y ¿cómo
lograr una adecuada representación de múltiples sectores
y de espacios sub-nacionales, que muchas veces tienen intereses contradictorios?
- La capacidad de adaptación a la dinámica de cambio que
genera el propio proceso de integración o que resultan de modificaciones
significativas en los respectivos contextos interno, regional y global.
Ello implica responder también en la práctica algunas
de las siguientes preguntas: ¿cómo conciliar una preferencia
económica entre los socios con estrategias individuales de cada
país de inserción económica multipolar, a la vez
en el plano global y en el propio plano regional - América del
Sur; América Latina y el Hemisferio Occidental -?; ¿cómo
coordinar intereses nacionales diferentes - e incluso a veces conflictivos
- en relación a las cuestiones no económicas de las respectivas
agendas internas, regional y global? y ¿cómo administrar
situaciones de emergencia económica que puedan afectar sólo
a alguno o algunos de los países miembros?
La importancia de una perspectiva y de una estrategia nacional de
cada socio en relación al emprendimiento conjunto.
Un proceso de integración consensual entre naciones soberanas
requiere, como señalamos antes una metodología institucional
que permita una concertación dinámica de intereses nacionales.
Sólo en la medida que se logren equilibrios entre tales intereses,
en un cuadro de ganancias mutuas, es posible imaginar que el proceso pueda
ser sustentable en el tiempo hasta alcanzar, eventualmente, un punto si
no de no retorno, al menos de difícil y costoso retorno.
Pero para ello es esencial que cada país tenga claro, qué
es lo que procura obtener al trabajar junto a sus países vecinos
en forma sistemática y con vocación de permanencia.
Entendemos que es una cuestión que requiere ser colocada, al menos,
en una doble perspectiva de análisis.
En primer lugar, la de los requerimientos internos de cada uno de los
socios en el plano de la transformación productiva y del esfuerzo
de competitividad internacional, todo ello en un marco de democracia y
de crecientes expectativas de los ciudadanos, por mayor bienestar, equidad
y cohesión social.
Son estos requerimientos que, al menos en el caso de los socios de mayor
dimensión del Mercosur - la Argentina y el Brasil -, presentan
similitudes pero también notorias diferencias. Lo mismo ocurre
en los otros dos socios. No las abordaremos en esta oportunidad. Pero
es preciso tenerlas en cuenta en todo intento orientado a crear bases
sólidas, para un trabajo conjunto de ambas sociedades que tenga
un contenido económico, pero asimismo, una clara finalidad política
y que esté proyectado hacia el futuro. Y, en particular, que sea
un trabajo conjunto que produzca ganancias para todos los socios. Como
se apuntó antes, de ellas dependerá, en gran medida, su
necesaria legitimidad social.
En segundo lugar, el debate debe ser colocado en la perspectiva de los
desafíos y oportunidades que plantea a cada uno de los socios,
una realidad internacional en la que se observan tendencias profundas
que están cambiando, significativamente, el mapa de la competencia
económica global, como así también el de las negociaciones
comerciales internacionales.
Al respecto, debe tenerse presente que la proyección al mundo
de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, es una de las
cuestiones prioritarias de la agenda de cada uno de los cuatro socios
del Mercosur. Es crecientemente reconocida como una de las cuestiones
que requieren de una política de Estado - es decir, que trascienda
el período limitado de un mandato Presidencial y de predominio
de un sector político -, con los componentes de legitimidad social,
eficacia y continuidad que se necesitan para lograrla.
Los cambios que se están operando en la competencia económica
global, así como la propia opción de los ciudadanos de los
cuatro socios por sociedades abiertas, pluralistas, modernas y democráticas,
han contribuido a reinstalar en las respectivas agendas nacionales la
cuestión de una inserción internacional de calidad, como
una de las condiciones para satisfacer las expectativas de bienestar de
toda la población. Se observa lo mismo en casi todos los países
que participan de la competencia económica global. Incluso, por
cierto, en los países miembros del Mercosur.
Es una cuestión que requerirá en el futuro, a nivel nacional,
mucho debate social sobre cómo tener éxito en la inserción
competitiva en el mundo y sobre cómo concertar los esfuerzos de
toda la sociedad en el objetivo de lograr tal éxito.
Es, en nuestra opinión, un debate social que se enriquecería
si se multiplicaran foros y canales de comunicación social, que
permitieran enhebrarlo conjuntamente con actores y protagonistas de la
sociedad civil de los otros socios del Mercosur -incluyendo por cierto
Chile- y en especial, del Brasil, por su mayor dimensión económica
relativa. Las instituciones académicas tienen al respecto una función
importante que cumplir, junto con los partidos políticos y otras
instituciones representativas del amplio espectro de las respectivas sociedades
civiles.
Experiencias pasadas de los países miembros del Mercosur, así
como las de otros países similares - en la propia región
latinoamericana, en el Asia y, más recientemente, en la Europa
del Mediterráneo, Central y del Este, así como en países
como Australia, Nueva Zelanda, y del África del Mediterráneo
y del Sur -, ponen de manifiesto que el modelo de inserción económica
en el mundo, es una cuestión que no sólo requiere la movilización
de todas las energías sociales, sino que además, puede contribuir
a introducir factores positivos de cohesión social.
Incluso la cohesión social - junto con la estabilidad en las políticas
públicas y en las condiciones macro-económicas; la calidad
de la organización y una visión optimista de las oportunidades
que se generan en el entorno internacional -, es reconocida como uno de
los factores claves en la capacidad de un país para participar
con éxito en la competencia por los mercados mundiales. Es, asimismo,
un factor importante para negociar con terceros países y con grandes
bloques económicos.
La cultura de la inserción económica internacional y del
comercio exterior, aparece entonces como indisociable de la democracia,
la competitividad internacional y la equidad en una sociedad abierta.
En ambos planos, Chile tiene mucho que aportar a los países del
Mercosur. Ello sin dejar de tener en cuenta las diferencias pronunciadas
que existen al respecto entre los diferentes países.
Es fundamental tener presente que en cada uno de los países socios
del Mercosur se percibe al proceso de integración, a pesar de sus
notorias limitaciones y defectos, no sólo como un instrumento para
la inserción competitiva en el mercado regional ampliado por los
efectos de los compromisos asumidos en el Tratado de Asunción -
y en especial por su dimensión relativa, en el mercado brasilero-,
sino también como una plataforma importante para facilitar su transformación
productiva, y para mejorar su perfil competitivo y negociador en el mundo.
Veamos cuáles son objetivos estratégicos prioritarios que
pueden ser definidos en base a las experiencias del pasado y de la de
países con rasgos similares a los del Mercosur, y que son exitosos
en su inserción económica internacional.
Por lo menos tres objetivos estratégicos aparecen como prioritarios:
- Articular y desarrollar una estrategia-país orientada a una
inserción competitiva exitosa en la economía mundial,
con características de política de Estado, que permita
superar las discontinuidades y la fragmentación de esfuerzos
que han caracterizado por muchas décadas las experiencias en
la materia - al menos ello es claro en el caso argentino -, y que a
la vez, otorgue una fuerte legitimidad social a las políticas
públicas, instituciones y negociaciones comerciales que se requieren;
- Transitar de una larga etapa de episodios de crecimiento de exportaciones,
a una más compleja de desarrollo sustentable de internacionalización
de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, lo que implica
reconocer al comercio exterior a la vez como un motor y una consecuencia
de la transformación productiva de cada uno de los países,
y
- Operar un salto cuantitativo en las exportaciones de bienes y de servicios,
a uno cualitativo en la oferta originada en cada uno de los países
y en el Mercosur en su conjunto, en base a un mayor valor agregado intelectual,
resultante de inversión, organización, educación,
innovación, y desarrollo científico y tecnológico.
A la luz de tales objetivos estratégicos, cabe tener presente
cuáles son algunos de los factores que pueden considerarse como
relevantes, para la estrategia de comercio exterior y de inserción
competitiva de los países del Mercosur en la economía mundial
y regional.
Sin perjuicio de otros, tres aparecen como más destacables:
- La calidad del diagnóstico sobre la dinámica de la competencia
económica mundial y sobre los principales factores que desplazan
ventajas competitivas. En muchas oportunidades a través de su
historia, los países del Mercosur al igual que otros países
latinoamericanos, han tenido dificultades en captar a tiempo los cambios
operados en la competencia económica mundial. Dos momentos pueden
citarse como ejemplo. En la década del 30 del siglo pasado, el
fin del predominio británico en la economía mundial y
su consiguiente impacto en las exportaciones agrícolas, especialmente
de la Argentina y del Uruguay. En la década de los 60, también
del siglo pasado, la emergencia gradual del protagonismo comercial de
los países del Sudeste asiático y la importancia creciente
de las redes transnacionales de producción, con su consiguiente
impacto en las políticas de sustitución de importaciones
de países latinoamericanos, incluyendo los del Mercosur.
Un punto focal del diagnóstico sobre las fuerzas profundas
que operan cambios en la competencia económica global, se relaciona
con la apreciación correcta del valor relativo -o grado de
prescindibilidad- de un país - o de una región - y su
producción, en la perspectiva de las principales potencias
del momento. Tal valor relativo o grado de prescindibilidad, puede
estar fuertemente influenciado por consideraciones de tipo estratégico,
siempre en la perspectiva de la agenda de cuestiones críticas
de las principales potencias del sistema internacional. Ello se ha
manifestado en varias oportunidades en las últimas décadas,
sea en la importancia relativa de países del Sudeste Asiático,
de la Cuenca del Caribe y del Oriente Medio en la perspectiva de los
Estados Unidos o, más recientemente, en la de Europa Central
y del Este, y los países del Mediterráneo africano en
la perspectiva de la Unión Europea.
Además de factores clásicos de desplazamientos de ventajas
competitivas de las naciones, como son entre otros, el mencionado
valor estratégico de un país para las principales potencias
y, en particular, los cambios tecnológicos en la producción,
en el transporte y en la transmisión de información,
cabe resaltar la importancia que ha adquirido en las últimas
décadas el acceso preferencial asegurado a grandes mercados,
por medio de la celebración de distintas modalidades de acuerdos
regionales, o la extensión del tratamiento de más favor
a grandes economías emergentes como consecuencia de su acceso
al sistema multilateral global de comercio, institucionalizado a partir
de 1994 en la Organización Mundial del Comercio (OMC), como
lo pone en evidencia el caso de la China.
-
La incorporación de valor intelectual a procesos productivos
y de comercialización. Este factor es más importante
en el caso de países, por ejemplo la Argentina, que difícilmente
puedan competir en base a abundancia de mano de obra barata o a un
alto grado de desarrollo científico y tecnológico. En
tal perspectiva cobra toda su importancia la gestión del factor
calidad en la oferta de bienes y servicios, y el aprovechamiento de
recursos humanos calificados y especialmente con talentos para la
creatividad. Ello permite sacar todo el provecho a las ventajas originadas
en una excepcional dotación de recursos naturales.
Competir en base a inteligencia, creatividad y calidad, permite diferenciar
productos y obtener ganancias de valor percibido en la oferta de cada
país, especialmente en la perspectiva más exigente de
los consumidores de mayor poder adquisitivo, tanto en los países
altamente industrializados como en países emergentes. Una estrategia
de comercio exterior en base a la noción de valor percibido
por parte de consumidores exigentes, no sólo implica acreditar
marcas y productos, sino también desarrollar la imagen de un
país o de un conjunto de países, que por su comportamiento
en todos los planos, es capaz de generar productos y servicios de
calidad y, por lo tanto, confiables.
-
La densidad de la conectividad global de cada país y del Mercosur
en su conjunto, a través de la participación activa
y confiable en el marco de las reglas de juego de la OMC, y del tejido
de una red de acuerdos regionales y comerciales preferenciales, como
es el objetivo del Mercosur y otros acuerdos que negocian en la actualidad
sus países miembros. El sentido de una estrategia de conectividad
global y regional, es generar un marco de previsibilidad en las reglas
de juego y en las condiciones de acceso a los mercados, que tornen
a cada país socio del Mercosur, en polo de atracción
en la competencia global por las inversiones productivas, que en general
se canalizan a través de grandes redes globales de producción
y comercio.
Tal estrategia debe facilitar precisamente la inserción de
la producción y los servicios del Mercosur en las redes transnacionales
tejidas dentro o entre empresas, así como el desarrollo de
redes transnacionales con epicentro en cada país miembro.
En relación a cada uno de estos factores, es posible identificar
cuestiones relevantes para una agenda de trabajo conjunto entre la Argentina
y el Brasil, y sus socios del Mercosur. Son cuestiones que trascienden
el plano gubernamental y que requieren, por lo tanto de un denso tejido
de interacciones entre las respectivas sociedades civiles y sus instituciones
representativas.
Tal agenda de trabajo conjunto requiere, a su vez, profundizar la lectura
compartida entre los países del Mercosur, sobre algunas de las
principales tendencias que se observan en la competencia económica
global y que pueden tener una incidencia en el desarrollo de una estrategia-país
- y en lo posible, una estrategia-región - de inserción
competitiva exitosa a escala global.
Al respecto cabe interrogarse sobre la importancia que tienen para una
estrategia-país de comercio exterior y de inserción competitiva
en la economía mundial, las negociaciones comerciales internacionales
en las que participan los países socios del Mercosur. Son interrogantes
que también deben ser colocados en la perspectiva de la alianza
estratégica que han enhebrado estos países, al decidir encarar
el proceso -necesariamente gradual y de largo plazo- de construcción
del Mercosur.
La experiencia de los países socios en la OMC y en el Mercosur,
así como la de muchos otros países que en los últimos
años han participado en negociaciones comerciales internacionales
en el ámbito global, regional o bilateral, es que de ellas resultan
reglas de juego que al ser aplicadas, producen efectos en al menos tres
planos relevantes para la estrategia-país en materia de comercio
internacional e inserción competitiva en la economía mundial.
Ellos son:
- el condicionamiento de las políticas públicas que se
pueden aplicar, especialmente en materia del comercio de bienes y de
servicios, de inversión extranjera y propiedad intelectual, de
compras gubernamentales;
- el desplazamiento de ventajas competitivas a favor o en contra de
las empresas que operan desde el país, como consecuencia de cómo
los resultados de las negociaciones pueden afectar las condiciones para
acceder a los mercados de terceros países o de operar en ellos.
Tal desplazamiento suele producirse "por goteo", esto es,
con efectos que se manifiestan en plenitud a través del tiempo.
Por ejemplo, recién a fines del 2004 se han observado los plenos
efectos de lo acordado en materia de cuotas textiles en el Acuerdo de
Textiles y Vestimentas, aprobado en 1994 al concluirse la Rueda Uruguay.
Otro ejemplo, es el efecto que producirá sobre productos de origen
en el Mercosur, la maduración de los programas de liberación
arancelaria acordados por Chile, entre otros, con los Estados Unidos
y con la Unión Europea, y
- el efecto sobre la imagen externa y la credibilidad de cada país
socio y del Mercosur en su conjunto, en la perspectiva de las estrategias
y decisiones de inversión, tanto de redes transnacionales de
producción y de comercio, como de otros inversores, incluso los
propios.
Los países del Mercosur participan, en la actualidad, en por lo
menos tres frentes negociadores relevantes.
Ellos son:
- el multilateral global en el marco de la Rueda Doha en la OMC. El
plazo originalmente previsto para concluir las negociaciones era diciembre
de 2005. Sin embargo, tras el fracaso de la reunión ministerial
de Cancún en 2003, se ha producido una dilación en las
negociaciones. En julio de 2004 se acordó el marco para el desarrollo
de las negociaciones, las que podrían concluir - en un escenario
optimista - durante el 2006, como más temprano;
- el regional, en torno a tres ejes:
- El del propio Mercosur;
- El de la ALADI, que incluye una amplia red de acuerdos preferenciales
y de libre comercio, el último de los cuales ha sido celebrado
entre países de la Comunidad Andina de Naciones y los del
Mercosur, y
- El del espacio sudamericano, que incluye además de la
red de acuerdos celebrados en el marco de la ALADI, acciones conjuntas
en el campo de la energía, la infraestructura física
y el financiamiento.
- El regional hemisférico y el inter-regional en torno, a su
vez, a tres ejes:
- El del ALCA, especialmente con los Estados Unidos;
- El del Mercosur con la Unión Europea, y
- El de los acuerdos preferenciales que los países del Mercosur
están desarrollando con países extra-regionales, como
la India y Sudáfrica, sin perjuicio de otros que puedan negociarse
en el futuro, por ejemplo, con China.
Se observa una interacción muy dinámica entre el proceso
de construcción del Mercosur y el desarrollo de las negociaciones
comerciales internacionales en las que participan sus países miembros.
Puede apreciarse que de la forma en que tal interacción sea administrada
en función de los intereses nacionales de los cuatro socios, dependerá
en gran medida la consolidación del Mercosur como un área
preferencial con identidad propia.
El Mercosur y el espacio sudamericano
La idea de un espacio sudamericano diferenciado tiene raíces profundas.
Diferenciado por razones geográficas. Pero también políticas
y económicas. No significa ni separado, ni contrapuesto, a otros
espacios en los que se insertan, en sus relaciones externas, los países
sudamericanos. Tampoco implica que no existan diferenciaciones en el propio
espacio sudamericano. Por ejemplo, entre su vertiente andina y atlántica,
o entre la del Norte, más vinculada económicamente a los
Estados Unidos, o la del Sur, con fuerte vinculación europea.
Hasta años recientes el espacio sudamericano estaba marcado por
la lógica de la fragmentación. Robert Burr rastrea en la
historia del siglo XIX las razones de las fracturas que conducen incluso
a conflictos armados. Su libro "By reason or force", 1965),
es un análisis histórico profundo del balance de poder en
Sudamérica (6).
En la década del 80 la mayoría de los conflictos territoriales
quedan superados. El retorno de la democracia instala la lógica
de la integración. El entendimiento creciente en el viejo ABC -triángulo
del Sur de las Américas que a su vez se integra en un triángulo
histórico con los EEUU y con Europa (7)- genera un embrionario
núcleo duro con influencia económica y política en
todo el espacio sudamericano.
Un hecho contribuye a la dimensión sudamericana de lo que fueron
antes iniciativas referidas al Cono Sur. Es la importancia creciente que
Brasil comienza a otorgar a la región, en función de su
estrategia de desarrollo. Es por eso que el Mercosur es percibido desde
su origen con un alcance sudamericano -incluso al negociarse el Tratado
de Asunción, fue el negociador brasilero, el actual Canciller Amorim,
quien propuso el nombre de Mercado Común del Sur, y no del Cono
Sur como figuraba en los borradores originales-. Ello era natural. Para
Brasil, su contexto contiguo -tan importante en la política internacional
de cualquier país- es casi toda América del Sur.
De allí que el camino que condujo a la Cumbre de Cusco (8), lo
iniciara con la de Brasilia, el Presidente Fernando Henrique Cardoso.
Fue desde su origen, un camino con fuerte énfasis en el desarrollo
de la conectividad física y energética del espacio sudamericano.
En ambos planos y en particular en la visión del Brasil -entre
otras, por razones geográficas evidentes- infraestructura física
y energía son cuestiones que requieren un enfoque sudamericano.
La idea de institucionalizar el espacio sudamericano responde, además,
a una tendencia que se observa en otras grandes regiones. Ejemplos relevantes
son los de los espacios conformados por América del Norte y la
Cuenca del Caribe, por Europa y la Cuenca del Mediterráneo y, en
particular, por el Sudeste Asiático. Particularmente en esta última
región se ha acreditado la noción de "regionalismo
multipolar", resultante de una red de acuerdos gubernamentales -un
ejemplo es el acuerdo de libre comercio entre China y la ASEAN recién
firmado en Laos- y de un denso tejido de conexiones empresarias. En un
reciente libro, Piero Pennetta (9) brinda un análisis interesante
del modelo multi-espacial asiático.
La construcción del espacio sudamericano tiene además de
las antes mencionadas, otras dos dimensiones. Por un lado, en el plano
del comercio, la de la integración entre los dos procesos que aspiran
a la integración profunda en sus respectivos ámbitos: el
Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones. Recientemente se ha concluido
un acuerdo entre ambos procesos de integración, que en realidad
configura una red de tratamientos preferenciales en el marco más
amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI),
que se suman a los ya existentes con Bolivia. Por el otro, la de la asociación
de los países sudamericanos pertenecientes a la Comunidad Andina
de Naciones y Chile, al Mercosur. Si bien el status de "país
asociado" no ha sido aún plenamente establecido, de hecho
los países asociados participan en las reuniones Cumbres semestrales
del Mercosur. Una cuestión que habrá de ser perfilada con
más claridad en el futuro, será precisamente el de la relación
entre la idea de la Comunidad Sudamericana de Naciones y la del Mercosur
ampliado.
Finalmente, las cuestiones de la estabilidad política, el fortalecimiento
de la democracia, la cohesión social y la seguridad regional, ocuparán
un espacio creciente en la agenda del espacio sudamericano.
Algunas conclusiones sobre la experiencia del Mercosur y su relevancia
regional y global
Por la gravitación política y económica de sus socios
- especialmente los de mayor dimensión relativa - el Mercosur tiene,
en la medida que cumpla con sus objetivos fundacionales y se consolide,
el potencial para ser en las próximas décadas, un actor
relevante en el plano regional sudamericano y en el global. De ser así,
podría efectuar una contribución positiva a la gobernabilidad
del sistema internacional global.
Ello implica que pueda:
- superar su actual problema de credibilidad;
- afirmar un papel constructivo en América del Sur, en particular
por su capacidad para contribuir al desarrollo de un modelo de integración
solidaria, que permita mejor encarar los desafíos que se presentan
en la compleja agenda política, económica y de seguridad
de la región, y
- ejercer una influencia en el nuevo mapa de la competencia económica
global y de las negociaciones comerciales internacionales, contribuyendo
al necesario fortalecimiento de la Organización Mundial del Comercio.
Puede apreciarse que tras el entendimiento original entre la Argentina
y el Brasil en los años ochenta - a partir del primer encuentro
entre el Presidente Raúl Alfonsin de la Argentina y el recién
electo Presidente Tancredo Neves del Brasil, a comienzos de 1985 -, se
ha generado en el Sur de las Américas lo que podríamos denominar
como una "realidad A", caracterizada por una región de
países contiguos en la predomina la lógica de la integración
- que se fortalece con el restablecimiento de relaciones amistosas entre
la Argentina y Chile -. Sustituyó una "realidad B", que
marcó a la región por muchas décadas y en la que
predominó la lógica de la fragmentación.
El gran desafío hoy es, precisamente, evitar que un deterioro
de la lógica de integración produzca un no deseado retorno
a lo que denominamos "realidad B". Este punto es importante,
ya que en el debate sobre el Mercosur y sobre su eficacia, muchas veces
surgen planteos que evocan una especie de "plan B" con respecto
a cómo construir la inserción internacional de sus países
miembros. Tales planteos suelen tener un marcado énfasis económico.
Tienen el defecto de ignorar los límites que las realidades presentan
para que un "plan B"sea creíble - incluso para los socios
de mayor dimensión -, pero sobre todo subestiman los efectos de
deterioro que ello podría producir en la calidad que han adquirido
las relaciones políticas en la región.
El Mercosur atraviesa un momento en el que aún no ha alcanzado
su punto de no retorno como proceso de integración. Pero a pesar
de las dificultades que enfrenta, las que han afectado visiblemente su
credibilidad y atractividad, tampoco puede sostenerse que esté
en un punto de no retorno en su deterioro. No cabe al respecto una visión
triunfalista, pero tampoco una funeraria. La palabra la tienen en tal
sentido los actuales gobiernos de los países socios. Pero también
la de los países industrializados con fuertes intereses en la región
sudamericana.
Uno de los principales desafíos del Mercosur es el de mejorar
sustancialmente sus métodos de trabajo - incluso en relación
a su participación en complejas negociaciones comerciales internacionales
-, sus procesos de creación normativa y sus reglas de juego. Su
experiencia pone de manifiesto que una metodología de trabajo conjunto
eficaz y sostenible en el tiempo, sólo podrá lograrse en
la medida que cada socio tenga su propia estrategia en relación
al espacio integrado, reflejo del valor que la respectiva sociedad le
atribuye en función de sus objetivos nacionales, incluso en el
plano de su inserción internacional (10).
Es posible que en el hecho que ello no parezca que sea así en
el caso de todos los socios, que puedan encontrarse hilos conductores
para explicar la situación y la imagen de relativo estancamiento
que presenta el Mercosur en muchos frentes. Puede extraerse como lección,
que también en lo institucional y en los métodos de trabajo,
el camino de lo regional comienza a transitarse en el plano interno de
cada nación participante. En un proceso de integración consensual,
los intereses nacionales pueden concertarse, en la medida que ellos hayan
sido correctamente definidos por cada uno de los socios.
En nuestra opinión, la incidencia del Mercosur en la región
sudamericana puede ser positiva en términos de demostrar las ventajas
políticas - consolidación de la democracia - y económicas
- "habitat" favorable a la transformación productiva
y a la inserción competitiva en los mercados mundiales - del predominio
de la lógica de integración entre naciones vecinas. Lo sería
más aún en la medida que el Mercosur se consolide como un
proceso de integración profunda.
Quizás sea en tal incidencia que reside su principal valor, tanto
regional como global, en la medida que efectivamente pueda consolidarse
como un núcleo duro para el predominio de la moderación
y la racionalidad en un espacio sudamericano que, por momentos, aparece
tentado por factores que pueden inclinarlo hacia el camino de un deterioro
de la democracia y de un retorno de viejos conflictos entre algunas de
sus naciones. El dilema actual parecería ser si el contagio vendrá
del lado de los factores que impulsan hacia la paz y estabilidad política
o, por el contrario, del lado de los que evocan el predominio de conflictos
e incluso de violencia.
La correcta apreciación de este valor político de un Mercosur
que se asiente sobre sólidas bases económicas, podría
dar lugar a cursos de acción más efectivos a fin de cooperar
con su desarrollo, tanto en el plano hemisférico como en el birregional
con la Unión Europea. Ello implicaría el desarrollo por
parte de los Estados Unidos y de la Unión Europea, de un enfoque
y medidas favorables a la preparación de los países de la
región sudamericana, en el marco de sus respectivos esquemas de
integración, para afrontar los desafíos de competitividad
que implicará el espacio económico ampliado por los futuros
acuerdos, hemisférico y birregional.
Para eso parece recomendable aplicar el concepto de "transición
asistida" en el cual la Unión Europea ha acumulado valiosa
experiencia (11) -, incluyendo incentivos a la transformación productiva
conjunta entre países sudamericanos, así como la puesta
en práctica de una solidaridad activa con las economías
más pequeñas y de menor desarrollo relativo - por ejemplo,
con la aplicación del concepto de "cooperación triangular"
- (12).
Las experiencias de "cooperación triangular" deberían
ser intensificadas y sistematizadas. Ellas consisten en acciones de cooperación
con países menos avanzados, en que los recursos que aportan países
relativamente más avanzados, se potencian con el aporte de recursos
financieros y técnicos provenientes de fuentes de cooperación
internacional, sean ellas multilaterales o bilaterales.
Se abre en tal sentido, un amplio campo de cooperación sistemática
-efecto "cascada"- especialmente entre el Mercosur y la Unión
Europea. Tal idea debería ser explícitamente incorporada,
como uno de los componentes más relevantes del futuro acuerdo de
asociación estratégica bi-regional entre la Unión
Europea y el Mercosur, así como en un futuro acuerdo del Mercosur
con los EEUU en el marco del ALCA.
Pero son los propios países del Mercosur - especialmente la Argentina
y el Brasil - los que deberían impulsar el concepto e instrumentos
de "transición asistida" en sus relaciones con el Paraguay
y el Uruguay, e incluso con Bolivia, país contiguo asociado.
Como se señala en un reciente informe del CARI, elaborado con
el auspicio de la Fundación Konrad Adenauer (13), el concepto de
"transición asistida" -desarrollado en la práctica
de la Unión Europea y que reconoce su origen en el Plan Marshall-
debería ser incorporado sistemáticamente en las acciones
del Mercosur e, incluso, de la propia ALADI, a fin de dotar de eficacia
política, económica y social, a las ventajas que se otorgan
a los países con economías más pequeñas y
menor grado de desarrollo relativo, especialmente en las aperturas preferenciales
de los mercados de los países más avanzados. Implica acompañar
las aperturas irrestrictas de los respectivos mercados, con medidas orientadas
a facilitar su aprovechamiento pleno por los países menos avanzados.
En tal perspectiva, cabe destacar como elemento central del concepto
de "transición asistida", el que el país interesado
en adaptarse a las nuevas condiciones de competencia económica
que resulta de las aperturas irrestrictas de los mercados de países
relativamente más avanzados, formule su propio plan nacional de
adaptación ("up-grading") gradual de su sociedad y de
su economía (empresas y trabajadores). En tales casos, los países
más avanzados, sea en el marco del Mercosur o en el de la ALADI,
o en ambos simultáneamente, elaboran conjuntamente con el país
beneficiado, un conjunto de acciones y medidas orientadas a facilitar
la transición en un plazo razonable (efecto "exclusa").
Esta aproximación a una pauta efectiva de integración solidaria,
acrecentaría el valor del Mercosur como modelo interesante para
encarar problemas de gobernabilidad regional y global.
(1) Sobre la distinción entre participación internacional
real y formal, ver PEÑA Félix, "Momentos y Perspectivas:
la Argentina en el mundo y en América Latina", capítulo
1, "La participación en el sistema internacional (1968)",
Eduntref, Buenos Aires, 2003, ps. 23 a 31.
(2) Sobre la comparación entre procesos de integración
económica y de libre comercio, ver ROY Joaquín, DOMINGUEZ
RIVERA Roberto y VELÁZQUEZ FLORES Rafael (coord.), "Retos
e Interrelaciones de la Integración Regional: Europa y América",
Centro de Estudios de la Unión Europea de Miami y Plaza y Valdes
Editores, México, 2003.
(3) Ver al respecto el libro citado en la nota 1, capítulo 14,
"El Mercosur y los acuerdos de integración en América
Latina (1996), ps. 203 a 245. Ver asimismo el artículo del autor
en el libro citado en nota 2, ps. 459 y ss. Para un análisis de
la experiencia y desafíos del Mercosur, ver HUGUENEY Filho y CARDIM
Carlos Henrique, "Grupo de Reflexâo Prospectiva sobre o Mercosul",
IPRI/FUNAG-BID, Brasilia 2002.
(4) Ver al respecto, PEÑA Félix, "Concertación
de intereses, efectividad de las reglas de juego y calidad institucional
en el Mercosur", Red Mercosur-Fundación Konrad Adenauer, Montevideo,
2003 (su texto, junto con otros artículos recientes del autor,
pueden ser consultados en www.fpena.fundacionbankboston.edu.ar).
(5) Para un análisis más detenido de la cuestión,
ver PEÑA Félix, "Mercosul e relaçôes entre
Argentina e Brasil: perspectivas para avaliaçâo e propostas
de açâo", en Revista Brasileira de Comércio Exterior,
FUNCEX, nº 81, outubro/dezembro de 2004, ps. 3 a 11.
(6) cf. BURR Robert, "By Reason or Force: Chile and the balancing
of power in South America, 1830-1905", University of California Press,
1974.
(7) Sobre la idea del triángulo atlántico, ver BODEMER Klaus,
GRABENDORFF Wolf, JUNG Winfried y THESING Josef (eds), "El Triángulo
Atlántico: América Latina, Europea y los Estados Unidos
en el Sistema Internacional Cambiante", ADLAF-KAS, Sankt Augustin,
2002, y, GRANELL Francese, "El ALCA, Estados Unidos y Europa",
en el libro citado en nota 2, ps. 543 y ss.
(8) Tres Cumbres Sudamericanas han sido realizadas hasta el presente.
La primera en Brasilia en el año 2001; la segunda en Guayaquil,
en 2002 y la última en el Cusco, en diciembre de 2004. En ellas
participan los 12 países del espacio geográfico sudamericano,
incluyendo Surinam y Guyana.
(9) cf. PENNETTA Piero, "Il Regionalismo Multipolare Asiatico",
G.Giappichelli Editore, Torino, 2003.
(10) La integración europea ofrece valiosos precedentes en esta
materia. Existe abundante bibliografía al respecto. Un libro recientemente
traducido al español con el apoyo de la Fundación Konrad
Adenauer, presenta una dimensión menos conocida, cual es la de
la visión alemana en los momentos fundacionales de la integración
europea, cf. SCHWARZ Hans-Peter, "Adenauer", dos volúmenes,
Aguilar, Santiago de Chile, 2003.
(11) Ver el libro "El Mercosur y la Unión Europea",
conteniendo el informe elaborado por la UNTREF y CEFOP, con el apoyo de
la Misión de la Unión Europea en la Argentina, Buenos Aires
2004.
(12) Ver CARI-Fundación Konrad Adenauer, Argentina, "Gobernabilidad
y Desarrollo en el Sur de las Américas: Elementos para una Agenda
de Cooperación Regional", Buenos Aires 2004.
(13) Ver el informe citado en la nota 11.
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