La diplomacia presidencial multilateral y multi-espacial: un nuevo
fenómeno de las relaciones internacionales contemporáneas
de los países sudamericanos.
En los últimos años, dos tendencias se observan con nitidez
en las relaciones externas de naciones que forman parte de subsistemas
internacionales como el sudamericano.
Una de esas tendencias es a la proliferación de las Cumbres presidenciales,
concebidas como una de las expresiones en el plano multilateral del fenómeno
más amplio de la denominada diplomacia presidencial (1)-entendida
como la interacción directa, por presencia física o por
otros medios, entre los jefes de Estado y de Gobierno de naciones soberanas-,
que se ha manifestado en forma muy activa en las últimas décadas,
sin perjuicio de su larga tradición histórica.
La otra, es la tendencia a una creciente diversificación de los
espacios geográficos en los que desarrollan sus estrategias de
inserción internacional los países que compiten en el escenario
global o en escenarios regionales.
Ambas tendencias son más notorias aún en el plano de las
relaciones económicas internacionales. Precisamente pondremos énfasis,
en esta oportunidad, en las interacciones entre las naciones en su competencia
por los mercados mundiales y en las negociaciones que desarrollan y de
las que resultan, fundamentalmente, reglas que inciden en los flujos de
comercio y de inversiones, y en las condiciones en las que las empresas
operan en los mercados mundiales. De la puja por el acceso a los mercados
mundiales y de los procesos de producción de reglas de juego que
rigen a escala global o regional, resultan desplazamientos de poder relativo,
así como de ventajas competitivas y negociadoras entre las naciones.
En tales interacciones, están siempre presentes, sea en forma explícita
o implícita, las cuestiones vinculadas a las agendas de poder,
de seguridad y de cohesión social de los países. Son agendas,
sin embargo, que tienen su propia lógica, sin perjuicio de su incidencia
sobre las relaciones económicas internacionales.
Privilegiaremos, en nuestra aproximación al tema, el análisis
del fenómeno de la diplomacia presidencia multilateral y multi-espacial
en la perspectiva de un subsistema internacional de cierta tradición
histórica y que está retornando con marcada identidad al
plano de la acción internacional actual. Se trata del subsistema
que resulta de las interacciones entre las naciones situadas en el espacio
geográfico sudamericano (2). Y ello, por cierto, está ocurriendo
no sólo en el plano de las relaciones económicas, pero también
y a veces en forma más evidente, en el de las relaciones políticas
y en el de la seguridad.
Como todo fenómeno internacional, el de la diplomacia presidencial
multilateral y multi-espacial puede ser abordado desde distintos ángulos.
En este artículo pondremos énfasis en uno de ellos. Es el
de su relativa relevancia y eficacia, en función de los objetivos
nacionales de países sudamericanos de mejorar la calidad de su
inserción económica internacional y de procurar una mejor
defensa de sus respectivos intereses nacionales, en particular, en cuanto
a su participación real en el sistema internacional (3).
En tal sentido, una pregunta central que intentaremos responder en esta
oportunidad - o al menos aportar elementos para su eventual respuesta
-, será la de saber si se trata sólo de un fenómeno
que se inserta en el plano de la participación formal o simbólica
en el sistema internacional - con sus eventuales ventajas de corto plazo
en términos de diplomacia mediática o de efectos especiales,
o de políticas de prestigio con efectos internos e incluso externos,
favorables - o si, por el contrario, se trata de una modalidad efectiva
de participación real orientada a mejorar la posición relativa
de cada país - o de un grupo de ellos, como podría ser el
caso del Mercosur o el de la Comunidad Andina de Naciones- en los mapas
del poder mundial, de la competencia económica global y de las
negociaciones comerciales internacionales.
Por mejorar la posición relativa en el sistema internacional,
entendemos aquí los efectos de ampliación del margen de
maniobra con el que cuenta una nación para el desarrollo de políticas
externas funcionales a sus requerimientos internos (4). Indicadores concretos
al respecto, son los compromisos exigibles que se logren por parte de
los países que participan en estos foros presidenciales multilaterales,
en relación al acceso a los respectivos mercados y, en el plano
de una mayor cooperación económica y financiera, por parte
de los países desarrollados o relativamente más desarrollados.
En ellos cabe poner mayor atención, a la hora de efectuar evaluaciones
de relevancia y de eficacia de cada foro concreto en los que participan
los países sudamericanos.
Otra pregunta que cabría formular y cuya respuesta requeriría
mayor evidencia empírica que la que podemos disponer en este momento,
es sobre si la tendencia a la diplomacia presidencial multilateral y multi-espacial
de los países sudamericanos, implica alguna contribución
al fortalecimiento de los esfuerzos de integración profunda entre
grupos de países -nuevamente, tenemos presentes los casos del Mercosur
y de la Comunidad Andina de Naciones- o si, por el contrario, puede tener
un efecto de dilución de tales esfuerzos. En mucho, la respuesta
a esta última pregunta, dependerá de si efectivamente estamos
frente a una modalidad diplomática que se inserta en la categoría
de mecanismo eficaz de participación real en el sistema internacional
o si, en cambio, tienden a ser un mecanismo que sólo logra una
mayor participación formal -simbólica, mediática
o de prestigio-, sin significativas implicancias duraderas en el plano
de las realidades. Un indicador al respecto, puede ser el hecho que la
diplomacia multilateral y multi-espacial refleje una estrategia de largo
plazo, con características de política de Estado de cada
país miembro -y del grupo en su conjunto- que trascienda, por lo
tanto, el período de los respectivos mandatos presidenciales.
Nuestro análisis estará referido a la diplomacia presidencial
multilateral y multi-espacial de los países sudamericanos, en cuatro
espacios privilegiados por su importancia relativa, tanto en la perspectiva
política, como en la económica. Ellos son el espacio hemisférico,
el iberoamericano, el bi-regional con la Unión Europea y el sudamericano
- que en parte empieza a coincidir con el del Mercosur ampliado -.
El objetivo será el de extraer algunas conclusiones preliminares
sobre la experiencia acumulada, en particular, en cuanto a la relevancia
y eficacia de este método de trabajo presidencial y al sentido
de su carácter multi-espacial, especialmente en términos
de un incremento de la capacidad de participación real en el sistema
internacional de cada uno de los países del espacio sudamericano,
en los planos antes mencionados de acceso a mercados y de cooperación
económica y financiera significativa.
La experiencia en el espacio hemisférico
Los países del Continente Americano han desarrollado hasta el
presente seis reuniones Cumbres con la participación de sus Jefes
de Estado (5). Pueden distinguirse al respecto dos etapas.
La primera es la que se inicia con la Conferencia Internacional Americana
de Washington, en 1889-90 y que da lugar a la institucionalización
gradual del sistema interamericano que conduce a la creación en
1948 de la Organización de Estados Americanos. En esta etapa se
realizan sólo dos reuniones a nivel presidencial. Una en Panamá
en 1957 y la otra, en Punta del Este en 1967. Ambas fueron convocadas
por iniciativa del gobierno de los Estados Unidos. En estas dos Cumbres,
no participaron ni Canadá ni los países de habla inglesa
de la región del Caribe. Dos rasgos las distinguen: se realizan
en pleno período de la Guerra Fría y no todos los Presidentes
participantes habían sido electos democráticamente.
La segunda etapa, que es la actual, es la de la institucionalización
del sistema o proceso de las denominadas Cumbres de las Américas.
Hasta el presente se han desarrollado tres Cumbres -la de Miami, en 1994;
la de Santiago de Chile, en 1998 y la de Québec, Canadá,
en 2001- y una cuarta Extraordinaria -la de Nuevo León, México,
en 2004. Hubo también una Cumbre especializada en Santa Cruz de
la Sierra, Bolivia, en 1996. La Cuarta Cumbre de las Américas tendrá
lugar, conforme a lo programado, los días 4 y 5 de noviembre 2005,
en Mar del Plata, Argentina. En estas Cumbres participan 34 países
miembros de la OEA. No participa Cuba, por encontrarse en suspenso su
condición de país miembro del sistema interamericano.
Esta etapa fue impulsada por los Estados Unidos como una consecuencia
de la Iniciativa de las Américas lanzada por el entonces Presidente
George Bush en el año 1990, coincidente con la apertura del camino
que condujo en 1994 a la firma del acuerdo de libre comercio entre los
Estados Unidos, Canadá y México (ALENA-NAFTA).
Las Cumbres de las Américas tienen importancia como foros para
la definición de principios, bases programáticas y estrategias
comunes. Cuestiones como las de la estabilidad política regional,
del fortalecimiento de la democracia, del progreso social y de la seguridad
(6), han ocupado un especio relevante.
Por lo menos tres preguntas pueden formularse con respecto al sistema
de Cumbres de las Américas en cuanto a sus impactos en la inserción
económica internacional de los países sudamericanos. La
primera se refiere a su relevancia. La segunda a su eficacia. Y la tercera,
a sus modalidades organizativas.
En cuanto a su relevancia pueden mencionarse dos aspectos. El primero,
es el de constituir un foro multilateral regional que brinda una oportunidad
de diálogo y de relaciones personales, entre los Presidentes de
los países latinoamericanos y el Presidente de los Estados Unidos.
El segundo, es el de haber significado un foro de impulso a la idea de
concretar un acuerdo de libre comercio de las Américas (ALCA).
En cuanto a su eficacia, cabe distinguir al menos dos momentos. El primero,
es el que resulta de las Cumbres de Miami, de Santiago y de Québec,
en las que además de otros aspectos relacionados con cuestiones
políticas y sociales, las respectivas Cumbres contienen elementos
de la hoja de ruta que debería conducir a la concreción
del ALCA. El relativo estancamiento de las negociaciones del ALCA -al
menos en su concepción original plasmada en la Cumbre de Miami-
abre interrogantes sobre la eficacia del sistema de Cumbres de las Américas
como factor de impulso político de las negociaciones comerciales
hemisféricas, sin perjuicio de las bilaterales que desarrollan
los países participantes entre sí e, incluso, con los Estados
Unidos y Canadá. Serán interrogantes que deberán
ser respondidos en la próxima Cumbre a realizarse en Mar del Plata,
los días 4 y 5 de noviembre de 2005.
En cuanto a sus modalidades organizativas, el sistema de Cumbres de
las Américas ha logrado desarrollar un complejo mecanismo de preparación
y de seguimiento de los resultados de cada una de las reuniones. Son centenares
de páginas de Declaraciones que dan lugar luego a su seguimiento
a través de este mecanismo que tienen por epicentro la Organización
de Estados Americanos.
Un análisis más detenido, sin embargo, debería
permitir apreciar si efectivamente se ha logrado el objetivo contenido
en la Declaración de la Cumbre de Québec, en el sentido
que "las Cumbres de las Américas existen para servir a la
gente. Debemos desarrollar soluciones eficaces, prácticas y solidarias
para resolver los problemas que enfrentan nuestras sociedades". Escapa
a nuestras posibilidades en este artículo, al menos con la información
disponible, el poder confirmar que la percepción de las opiniones
públicas en los países sudamericanos sea que tal objetivo
se esté logrando.
La experiencia en el espacio iberoamericano (7)
Los países sudamericanos han participado hasta el presente en
catorce Cumbres Iberoamericanas (8). La primera tuvo lugar en México
en julio de 1991 y la última en San José de Costa Rica en
2004. La próxima Cumbre se realizará en Salamanca, los díass
14 y 15 de octubre de 2005 (9).
En ellas participan los países de América Latina y España
y Portugal.
El sistema de Cumbres iberoamericanas ha sido impulsado en especial por
España. Se refiere a un espacio -el iberoamericano- de profunda
raíz histórica y con algunos desafíos para poner
de manifiesto su relevancia actual, incluyendo su eficacia y su credibilidad,
más allá de un plano en el que la afinidad es más
evidente y los planos de cooperación más atractivos, como
es el de la educación y la cultura.
Precisamente una pregunta que surge de la experiencia acumulada es sobre
cuál es el valor agregado que tiene el sistema de Cumbres Iberoamericanas
para los países que en ellas participan. Concretamente: ¿cuál
es su aporte específico con respecto a los múltiples canales
institucionalizados de sus respectivas inserciones en el sistema internacional?;
¿cuáles son las razones que justifican su mantenimiento
a través del tiempo?; ¿cuáles son han sido sus impactos,
por ejemplo, en términos de mejorar las condiciones de la inserción
económica externa de los países sudamericanos, como consecuencia
de la acción de España y Portugal en el ámbito de
la Unión Europea?
A fin de responder a estas preguntas hay que partir de tres datos de
la realidad:
- las Cumbres Iberoamericanas ya existen, sería poco realista
imaginar su discontinuidad y en los últimos trece años
han acumulado resultados de calidad dispar, pero a veces significativos,
especialmente a través del desarrollo de múltiples redes
de cooperación;
- los países participantes tanto de la vertiente latinoamericana
como de la europea integran, a su vez, otros mecanismos institucionalizados
de comunicación, diálogo y concertación, en los
que también participan Jefes de Estados y de Gobierno, y
- existe una sensación de "fatiga" con respecto a las
Cumbres en general, pero en particular con respecto a la de los países
iberoamericanos, en parte por su imagen creciente de irrelevancia, por
el desgaste que implican para la diplomacia presidencial, y por el hecho
que han quedado dominadas por una suerte de inercia en su preparación
y en su desarrollo. Tal fatiga parecería ser mayor, cuanto mas
frecuentes son las respectivas Cumbres y menor la importancia de las
cuestiones que se abordan, al menos en la percepción de problemas
y expectativas de los ciudadanos de los países participantes.
En la perspectiva de tales datos, hay que colocar el análisis
de la cuestión de la especificidad de las Cumbres Iberoamericanas
hacia el futuro.
Por lo menos tres razones justificarían el mantener este espacio
diferenciado de cooperación internacional, de otros en los que
también participan los Presidentes de los países latinoamericanos
en general y sudamericanos, en particular:
- el aporte del testimonio de la viabilidad de una convivencia razonable
entre culturas, religiones y razas distintas, en un momento histórico
en el cuál se tiende a imponer la idea de fracturas irreconciliables
en los tres planos, a escala global o de regiones de alto voltaje conflictivo
(Medio Oriente);
- las ventajas de la diversificación de los canales institucionalizados
de inserción internacional de cada uno de los países participantes
o de las sub-regiones a las que pertenecen (por ejemplo, el Mercosur
o la Comunidad Andina), y
- la preservación de un puente de vinculación privilegiada,
para los latinoamericanos con la Unión Europea, a través
de España y Portugal, y para estos últimos países,
con la vertiente latinoamericana del espacio iberoamericano.
Lo importante es tener en cuenta lo que no es, ni puede llegar a ser
en el horizonte de lo previsible, el sistema de Cumbres Iberoamericanas:
- no es un espacio de poder internacional con capacidad para incidir
decisivamente en la evolución de conflictos en las líneas
de principales tensiones internacionales;
- no es el embrión de una comunidad de seguridad internacional;
- no es el ámbito para negociaciones comerciales que desarrollen
preferencias comerciales, sea en el marco del GATT-1994 (artículo
XXIV, parágrafo 8) o del GATS (artículo V y V bis), y
- no es el espacio para el desarrollo de una comunidad vertical, como
lo es el Commonwealth en relación al Reino Unido o la Francophonie
en relación a Francia.
Ello permite clarificar lo que deberían seguir siendo en el futuro
los ejes vertebrales del sistema de Cumbres Iberoamericanas:
- un mecanismo de diálogo periódico al más alto
nivel político, entre los países que conforman el espacio
iberoamericano, a fin de aportar visiones, criterios y recomendaciones
sobre cuestiones que, en la perspectiva de los países participantes,
sean relevantes para el desarrollo futuro de las agendas internacional
e interregional, y
- un sistema de impulsos políticos para el desarrollo de acciones
de cooperación entre las naciones iberoamericanas, con énfasis
en campos ya privilegiados por el sistema de Cumbres, pero en particular,
en relación a la cultura, la ciencia y tecnología, y la
educación.
En el plano de la cooperación iberoamericana, a fin de tornar
relevantes los resultados de las Cumbres, parecería conveniente
identificar algunos proyectos que reunieran simultáneamente dos
características:
- fuerte impacto en las respectivas sociedades civiles, y
- acreditar la imagen del espacio iberoamericano como algo de interés
simultáneo para las opiniones pública de la vertiente
latinoamericana y de la europea.
Otro punto relevante a tener en cuenta, es el de la eficacia de las metodologías
empleadas hasta el presente en la preparación y desarrollo de las
Cumbres, y más importante aún, en asegurar que lo acordado
penetre en la realidad.
Al respecto pueden formularse varias preguntas. Ellas son: ¿cómo
lograr que las Cumbres sean relevantes por sus resultados?; ¿cómo
prepararlas a fin de que a la vez que se obtengan resultados relevantes,
se pueda preservar un espacio de diálogo franco y creativo entre
los Jefes de Estado y de Gobierno, sobre cuestiones que interesan a sus
países en el desarrollo de las agendas internacional e interregional?;
¿cómo asegurar que luego sus resultados penetren en la realidad?,
y ¿con qué periodicidad deberían realizarse las Cumbres?
Algunas de las ideas que se presentan a continuación están
dirigidas a responder, en la práctica, a tales preguntas:
- distinguir la preparación de la Cumbre en su función
de espacio de diálogo y concertación de alto nivel político,
de la de su función de impulso a acciones relevantes de cooperación
iberoamericana;
- concentrar la preparación del diálogo y de la concertación
al más alto nivel, en tres pilares: la Presidencia y Secretaría
Pro-Tempore; la nueva Secretaría General Iberoamericana -cuya
creación se decidió en ocasión de la XIII Cumbre
realizada en Santa Cruz de la Sierra en octubre 2003), y de la red de
delegados personales de los Jefes de Estados y de Gobierno (siguiendo
el modelo "sherpas", especialmente de la etapa inicial del
G.7). Esta fase preparatoria debería desarrollarse no antes de
seis meses de la fecha de la respectiva Cumbre;
- concentrar toda la actividad vinculada con la cooperación en
los campos de la cultura, la educación y la ciencia y tecnología,
en los mecanismos de la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI) (10), que tiene precisamente funciones específicas en estos
campos;
- concentrar en la Secretaría General Iberoamericana las tareas
de impulso, memoria y seguimiento de la dimensión diálogo
y concertación de las Cumbres y, en lo que fuere necesario, de
impulso y seguimiento de actividades de las redes de cooperación
iberoamericana que no entraran en las competencias actuales o futuras
de la OEI, y
- canalizar los recursos financieros que los países estén
dispuestos a aportar para apoyar las actividades que surjan de las redes
de cooperación iberoamericana, en un Fondo Especial que tuviera
una administración autónoma o que fuera administrado -como
Fondo Fiduciario- por ejemplo, por un consorcio BID-CAF-BCIE-FONPLATA,
y
- realizar las Cumbres con una periodicidad no inferior a tres años,
salvo que por razones excepcionales se requiriera una reunión
especial y, en el período entre-Cumbres, realizar eventualmente
reuniones de la troika integrada por la dos últimas presidencias
y la de la siguiente reunión.
La experiencia en el espacio bi-regional con la Unión Europea
(11)
Hasta el presente se han desarrollado tres Cumbres entre la Unión
Europea y los países de América Latina y el Caribe. Ellas
tuvieron lugar en Río de Janeiro (1999), Madrid (2002) y Guadalajara
(2004) (12). La Cuarta Cumbre está prevista para los días
12 y 13 de mayo de 2006 en Viena (13).
En estas Cumbres participan los jefes de Estado y de Gobierno de los
países de América Latina y del Caribe, los de la Unión
Europea y el Presidente de la Comisión Europea.
El sistema de Cumbres bi-regionales ha sido impulsado por la Unión
Europea. Constituye la instancia de alto nivel político a fin de
desarrollar la idea de una asociación estratégica entre
los países de América Latina y la Unión Europea.
Tal idea tiene uno de sus pilares centrales en el desarrollo de un marco
que permita profundizar las relaciones económicas birregionales.
A partir de la Cumbre de Río de Janeiro en 1999, las dos regiones
canalizan el impulso político a la idea de una asociación
estratégica bi-regional en el marco amplio de estos encuentros
periódicos de alto nivel político, del cual surgen -o al
menos, deberían surgir- definiciones estratégicas y, eventualmente,
hojas de ruta para el desarrollo que aspira a incidir en la intensificación
de las relaciones económicas y de las acciones de cooperación
económica, especialmente originadas -estas últimas- en la
Unión Europea y en sus países miembros.
Puede discutirse la eficacia de este sistema de Cumbres. Las críticas
que se observan, se basan en la percepción de una tendencia a la
diplomacia mediática o de efectos especiales -esto es, una necesidad
significativa de producir noticias de algún impacto inmediato y
no necesariamente, compromisos políticos que por su contenido jurídico
sean exigibles- y, en particular, en la alta variedad de situaciones reflejadas
en cada Cumbre, resultante en particular, de la heterogeneidad y fuertes
diversidades entre el peso relativo de los protagonistas, y en el grado
de organización interna de cada región.
Concretamente, el espacio europeo está organizado en torno a la
Unión Europea, que en el plano de las relaciones comerciales habla
con una sola voz y que en relación a otros pilares de la relación
interregional, como por ejemplo, en el político y en el de la seguridad,
presenta un cuadro de creciente aunque difícil coordinación.
A su vez, el espacio latinoamericano, no cuenta con un mínimo
de organización que le permita expresarse con una sola voz o con
un razonable grado de coordinación, ni menos aún, con una
estrategia conjunta. El espacio latinoamericano es, en tal sentido, un
conglomerado de marcada heterogeneidad, casi un mosaico de evidentes diversidades,
cuando no de contradicciones. No constituye por cierto como tal, un interlocutor
válido en el plano de las negociaciones comerciales.
Lo concreto es que el sistema de Cumbres birregionales periódicas
es, por ahora el principal marco -sino el único-, para el desarrollo
de una dimensión institucional que permita impulsar las relaciones
económicas recíprocas y concretar la aparente voluntad política
de ambas regiones de trabajar juntas.
Pero es un marco que también enfrenta en desafíos en cuanto
a su relevancia, a su eficacia y a su credibilidad.
En el plano de la relevancia, se observa el impacto de importantes factores
que están introduciendo significativos cambios, tanto en el mapa
de la competencia económica global como en el de las negociaciones
comerciales internacionales. Es un hecho, que ambas regiones comparten
ahora la prioridad de sus relaciones recíprocas con otros focos
de atención, especialmente en sus propios entornos contiguos, y
en el Asia.
En el plano de la eficacia, los resultados obtenidos a partir de la
Cumbre de Río de Janeiro, distan de ser impactantes, al menos hasta
el presente. El fracaso en el cumplimiento de la meta de octubre 2004
en las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, es una
de las evidencias al respecto. Lo más significativo del período
de los últimos cinco años, fue el acuerdo de libre comercio
con Chile.
Y en el plano de la credibilidad, quizás por el surgimiento de
otras prioridades y por los magros resultados alcanzados hasta el presente,
no se observan muchos indicios de que ciudadanos, inversores y terceros
países, estimen como posible el que la idea de la asociación
estratégica birregional se pueda traducir en hechos significativos,
al menos en un horizonte razonable. Incluso, por momentos también
parecería observarse una cierta fatiga en relación al tema.
Sin embargo, lo razonable es continuar trabajando con la hipótesis
que ambas regiones seguirán empujando la idea de la asociación
estratégica. En parte por inercia. Pero en mucho, porque hay realidades
políticas y económicas, así como concretos intereses
que la impulsan -además de razones de tipo histórico y cultural,
sobre las cuales mucho se ha escrito-. Por más que se produzcan
alteraciones o desplazamientos -a veces circunstanciales- en las prioridades
relativas, lo cierto es que tales realidades e intereses seguirán
justificando la idea de construir una asociación estratégica
birregional. Incluso podrían tornarla más necesaria.
¿Es que la construcción de asociación estratégica
birregional, especialmente en su pilar económico, está entrando
en una nueva etapa? Todo parecería indicar que sí. El punto
de inflexión habría sido el no haber podido concluir, en
el plazo originalmente previsto, las negociaciones entre la Unión
Europea y el Mercosur. Será una nueva etapa, en la que parece recomendable
comenzar con un serio esfuerzo de reflexión sobre los nuevos desafíos
que se encaran y sobre lo que indica la experiencia acumulada en estos
últimos años, especialmente en cuánto a los métodos
a emplear en la construcción del espacio económico birregional.
Ello es así, sobre todo si se procura obtener en plazos razonables,
las ganancias de relevancia, de eficacia y de credibilidad, que han escaseado
hasta el presente.
La preparación de la próxima Cumbre de Viena, brinda una
oportunidad para lo que se puede considerar como un recomendable ejercicio
de reflexión, sobre el estado actual de la construcción
de la asociación estratégica en el plano de las relaciones
económicas entre ambas regiones.
Para que pueda ser fructífero y tener algún impacto en
la realidad, debería ser un ejercicio que involucre, en ambas regiones,
al mayor número posible de protagonistas e interesados, tanto oficiales
como de la sociedad civil, incluyendo por cierto, a la comunidad académica.
Con una visión optimista, puede esperarse que la Cumbre de Viena,
brinde una oportunidad para el planteo -resultante de tal ejercicio de
reflexión-, de algunas ideas realistas que contribuyan a orientar
dichas relaciones en la dirección formalmente planteada por las
tres primeras Cumbres birregionales,. Esto es precisamente, la de una
"asociación estratégica birregional".
En tal sentido, preparar con realismo y, en lo posible, con eficacia
la próxima Cumbre de Viena, es algo que debería interesar
a ambas regiones y, en particular, a América Latina y el Caribe,
por ser ella la parte más débil de la relación birregional,
en términos de recursos de poder, de dimensión económica
y, por ende, de capacidad negociadora.
Cabe tener en cuenta que el mapa de las relaciones económicas
institucionalizadas entre la Unión Europea y América Latina,
ofrece un cuadro de marcada heterogeneidad. Refleja probablemente la diversidad
de situaciones que, como antes mencionáramos, caracteriza a la
región latinoamericana.
Resulta difícil distinguir un hilo conductor en la estrategia
seguida por ambas regiones en la construcción del espacio trans-atlántico.
Del lado europeo, no existe ningún documento orientador de un alcance
similar al trazado, por ejemplo, para la región del Sudeste Asiático
(14). Menos aún, por cierto, del lado latinoamericano.
De la lectura de las Declaraciones producidas por las tres Cumbres realizadas,
tampoco surge con claridad el hilo conductor de una estrategia birregional,
ni menos aún, una hoja de ruta que indique con cierta precisión
cómo se alcanzarán los objetivos muy genéricos definidos.
Son textos -a veces demasiado largos, como por ejemplo, el de Guadalajara
que contiene 104 puntos- que tienden a presentar una recopilación
casi enciclopédica de cuestiones muy significativas, pero enhebradas
en un formato de diplomacia multilateral clásica, en el que se
expresan principios, conceptos e intenciones, por cierto que relevantes,
pero sin demasiado énfasis en precisar las consecuencias operativas,
al menos presentadas en una forma que ellas sean fácilmente perceptibles.
Podrían considerarse como una excepción en tal sentido,
a los resultados de la Cumbre de Río de Janeiro. Las diferencias
notorias en el formato de presentación de las conclusiones de las
Cumbres, podrían reflejar la ausencia de una especie de Secretaría
Permanente birregional del sistema. Al no existir, parecería que
tal formato dependería mucho del país en el cual se celebra
la Cumbre.
Al respecto, un ejemplo, lo constituye el párrafo primero de la
Declaración de la Cumbre de Guadalajara (15), cuando señala
solemnemente que los protagonistas reiteran su compromiso "con una
asociación estratégica birregional". ¿Qué
alcance efectivo tiene ese compromiso, aparentemente de fuerte valor político,
al ser visto con los ojos de la opinión pública de las respectivas
regiones, o de los empresarios e inversores, o de terceros países?
Si se colocan tales pronunciamientos de alto nivel político, por
ejemplo, en la perspectiva de la gestión de inteligencia competitiva
por parte de empresas que tienen que trazar sus estrategias con respecto
al espacio económico bi-regional, parecería que es poco
lo que ellas podrían encontrar en su contenido, que constituyan
señales orientadoras significativas para sus decisiones de inversión
productiva.
Pueden identificarse, por lo menos tres situaciones diferenciadas en
el mapa actual de las relaciones económicas institucionalizadas
entre ambas regiones. Tales situaciones reflejan lo que podría
denominarse como un modelo mixto en la construcción del espacio
birregional.
En efecto, a diferencia de lo que se observa en la construcción
del espacio hemisférico americano, la Unión Europea ha impulsado,
al menos hasta el presente, un modelo en el que por un lado existen acuerdos
preferenciales con países individuales y por el otro, acuerdos
con subregiones organizadas en torno a objetivos de integración
profunda, que incluyen la figura de la unión aduanera e, incluso,
el objetivo de un mercado común.
Tal distinción esta reflejando un interés europeo en promover
la integración económica en América Latina. Pero
también refleja la voluntad política de los países
de esas subregiones en desarrollar procesos de integración profundos.
Las tres situaciones diferenciadas son:
- la de los acuerdos de libre comercio, con contenido preferencial,
ya celebrados entre la Unión Europea y dos países de la
región. En los dos casos, se trata de acuerdos con compromisos
exigibles que constituyen un marco de referencia preciso para las empresas
que tienen que adoptar decisión de inversión productiva.
El primero, fue el celebrado en 1997 con México, tras la conclusión
del acuerdo del NAFTA. El segundo, fue el celebrado en 2002 con Chile.
Al igual que el de México, es un acuerdo de libre comercio de
generación avanzada, con amplia cobertura, con cláusulas
evolutivas y un importante énfasis en la cooperación de
la Unión Europea con Chile. Su contenido constituye un valioso
precedente para otros acuerdos birregionales, a pesar de la especificidad
de las relaciones económicas entre Chile y la Unión Europea,
especialmente en relación a la cuestión agrícola.
- la de los acuerdos celebrados o en negociación con la región
del Caribe inglés. Son países que -en su mayoría-
integran la CARICOM. Las negociaciones de un Acuerdo de Asociación
Económica, se desarrollan en este caso, en el marco del Acuerdo
de Cotonu. Reflejan entonces una situación especial y diferenciada
de la de los siguientes tres casos.
- la de los acuerdos en proceso de pre-negociación y de negociación,
con los tres esquemas formales de integración que se desarrollan
en América Latina. Al respecto, pueden diferenciarse dos situaciones.
Una es el caso de la Comunidad Andina de Naciones y la región
Centroamericana. La otra es la del Mercosur.
En los dos primeros casos, la Unión Europea ha establecido condiciones
a fin de encarar una negociación de un eventual acuerdo de libre
comercio. La primera es que se puedan verificar progresos significativos
en el desarrollo del respectivo acuerdo de integración. La segunda
es que se hayan concluido las actuales negociaciones de la Rueda Doha
en la OMC.
En el caso particular del Mercosur, las negociaciones formales de un
acuerdo de libre comercio se iniciaron en 1999. Debían concluir
antes de fin de 2005. Se sabe que tal objetivo no fue posible de alcanzar.
El aprendizaje acumulado en los últimos años -al menos
a partir de la primera Cumbre de Río de Janeiro- permite identificar
algunas cuestiones relevantes para la futura acción birregional.
Por su importancia económica relativa, tales cuestiones surgen
del análisis de la experiencia acumulada en las negociaciones birregionales,
especialmente, entre el Mercosur y la Unión Europea (16).
Lo razonable es, por cierto, que en la Cumbre de Viena se pueda esperar
un impulso político que permita avanzar en la construcción
de la asociación estratégica entre la Unión Europea
y América Latina y, en lo que ha sido el tema principal de nuestro
interés en esta oportunidad, en la de su pilar económico.
Los objetivos definidos para tal asociación estratégica
son aún válidos y la relevancia potencial sigue siendo significativa
para ambas partes.
Con su logro, los países de América Latina, ganarían
al diversificar sus espacios de inserción económica internacional
y al contar con relaciones institucionalizadas con un socio con poder
económico, gran mercado, y fuente de inversiones, de tecnologías
y de cooperación internacional.
A su vez la Unión Europea, ganaría a través de la
contribución que tal asociación puede significar al objetivo
de fortalecer un sistema internacional multilateral y multipolar, y al
efecto positivo que podría tener sobre sus cuantiosas inversiones
ya existentes -o las futuras- y sobre el comercio recíproco, una
América Latina en la que la democracia, la estabilidad política,
la cohesión social, la transformación productiva y la integración
económica, ganen espacios crecientes e irreversibles.
La experiencia en el espacio sudamericano
Tres Cumbres sudamericanas han sido realizadas hasta el presente. La primera
en Brasilia en el año 2001; la segunda en Guayaquil, en 2002 y
la última en el Cusco en diciembre de 2004 (17).
En ellas participan los 12 países del espacio geográfico
sudamericano, incluyendo Surinam y Guyana.
La última Cumbre realizada en Cusco, estableció la Comunidad
Sudamericana de Naciones. Las reuniones de Jefes de Estado y Cancilleres
deberán sustituir a las Cumbres Sudamericanas. La primera está
prevista realizarse en Brasil en 2005. Precisamente la de la Comunidad
Sudamericana de Naciones ha sido una idea impulsada originalmente por
Brasil.
En realidad, la idea de un espacio sudamericano diferenciado tiene raíces
profundas. Diferenciado por razones geográficas. Pero también
políticas y económicas. No significa ni separado, ni contrapuesto,
a otros espacios en los que se insertan, en sus relaciones externas, los
países sudamericanos. Tampoco implica que no existan diferenciaciones
en el propio espacio sudamericano. Por ejemplo, entre su vertiente andina
y atlántica, o entre la del Norte, más vinculada económicamente
a los Estados Unidos, o la del Sur, con fuerte vinculación europea.
Sin ir demasiado atrás en la historia, en las primeras décadas
del siglo XX se plantearon iniciativas de unión sudamericana. Alejandro
Bunge, en la Argentina, fue un pionero en tal sentido. En aquellos años,
la visión estaba concentrada en el sur de la región. Las
propuestas originales que condujeron a la creación en 1960 de la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), se referían
a los países del sur americano. Fue la visión política
que aportó Arturo Frondizi. El interés de México
en participar explica que, finalmente, tuviera un alcance latinoamericano.
Hasta años recientes el espacio sudamericano estaba marcado por
la lógica de la fragmentación. Robert Burr rastrea en la
historia del siglo XIX las razones de las fracturas que conducen incluso
a conflictos armados. Su libro "By reason or force", 1965),
es un análisis histórico profundo del balance de poder en
Sudamérica (18).
En la década del 80 la mayoría de los conflictos territoriales
quedan superados. El retorno de la democracia instala la lógica
de la integración. El entendimiento creciente en el viejo ABC -triángulo
del Sur de las Américas que a su vez se integra en un triángulo
histórico con los EEUU y con Europa- genera un embrionario núcleo
duro con influencia económica y política en todo el espacio
sudamericano.
Un hecho contribuye a la dimensión sudamericana de lo que fueron
antes iniciativas referidas al Cono Sur. Es la importancia creciente que
Brasil comienza a otorgar a la región, en función de su
estrategia de desarrollo. Es por eso que el Mercosur es percibido desde
su origen con un alcance sudamericano -incluso al negociarse el Tratado
de Asunción, fue el negociador brasilero, el actual Canciller Amorim,
quien propuso el nombre de Mercado Común del Sur, y no del Cono
Sur como figuraba en los borradores originales-. Ello era natural. Para
Brasil, su contexto contiguo -tan importante en la política internacional
de cualquier país- es casi toda América del Sur.
De allí que el camino que condujo a la Cumbre de Cusco, lo iniciara
con la de Brasilia, el Presidente Fernando Henrique Cardoso. Fue desde
su origen, un camino con fuerte énfasis en el desarrollo de la
conectividad física y energética del espacio sudamericano.
En ambos planos y en particular en la visión del Brasil -entre
otras, por razones geográficas evidentes- infraestructura física
y energía son cuestiones que requieren un enfoque sudamericano.
La iniciativa de la Integración de la Infraestructura Física
de la Región Sudamericana (IIRSA) así lo refleja. Y también
lo reflejan las múltiples conexiones actuales y potenciales en
el desarrollo energético de la región. Ambas cuestiones
requieren, por lo demás, un enfoque también regional del
financiamiento de proyectos y de los marcos regulatorios que faciliten
inversiones.
La idea de institucionalizar el espacio sudamericano responde, además,
a una tendencia que se observa en otras grandes regiones. Ejemplos relevantes
son los de los espacios conformados por América del Norte y la
Cuenca del Caribe, por Europa y la Cuenca del Mediterráneo y, en
particular, por el Sudeste Asiático. Particularmente en esta última
región se ha acreditado la noción de "regionalismo
multipolar", resultante de una red de acuerdos gubernamentales -un
ejemplo es el acuerdo de libre comercio entre China y la ASEAN recién
firmado en Laos- y de un denso tejido de conexiones empresarias. En un
reciente libro, Piero Pennetta (19) brinda un análisis interesante
del modelo multi-espacial asiático.
La construcción del espacio sudamericano tiene además del
instrumento ya mencionado del IIRSA, otras dos dimensiones. Por un lado,
en el plano del comercio, la de la integración entre los dos procesos
que aspiran a la integración profunda en sus respectivos ámbitos:
el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones. Recientemente se ha concluido
un acuerdo entre ambos procesos de integración, que en realidad
configura una red de tratamientos preferenciales en el marco más
amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI),
que se suman a los ya existentes con Bolivia (20). Por el otro, la de
la asociación de los países sudamericanos pertenecientes
a la Comunidad Andina de Naciones y Chile, al Mercosur. Si bien el status
de "país asociado" no ha sido aún plenamente establecido,
de hecho los países asociados participan en las reuniones Cumbres
semestrales del Mercosur. Una cuestión que habrá de ser
perfilada con más claridad en el futuro, será precisamente
el de la relación entre la idea de la Comunidad Sudamericana de
Naciones y la del Mercosur ampliado.
Finalmente, las cuestiones de la estabilidad política, el fortalecimiento
de la democracia, la cohesión social y la seguridad regional, ocuparán
un espacio creciente en la agenda del espacio sudamericano.
Algunas conclusiones sobre la relevancia y la eficacia de la diplomacia
presidencial multilateral y multi-espacial en el caso de la experiencia
sudamericana
La participación de países latinoamericanos y más
concretamente, la de los sudamericanos, en la diplomacia presidencial,
ha tenido un desarrollo significativo a partir de la década de
los ochenta. En la actualidad, prácticamente todos los Presidentes
de los países de la región tienen una agenda cargada -incluso
podría decirse que recargada- de encuentros bi y multilaterales
con sus colegas de otros países. Como hemos observado, cada vez
más tiende a ser una agenda multi-espacial. Abarca los contextos
contiguos -los países vecinos-, el regional sudamericano, el latinoamericano,
el hemisférico y, crecientemente, el interregional.
Como resultado de ello, en la agenda de cada uno de los Presidentes de
los países sudamericanos -con variaciones de intensidad resultantes
de la importancia relativa del respectivo país en el escenario
global y en el regional-, se han multiplicado los foros multilaterales
en los que interactúan con sus colegas de la propia región
-o de las varias subregiones que pueden distinguirse, tales como las del
Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, sin perjuicio de otras que
tuvieron relevancia en el pasado o que se activan ocasionalmente, como
las de la Cuenca del Plata y la Cuenca Amazónica-, pero también
aquellos en los que actúan con sus colegas de espacios regionales
más amplios -como el de América Latina y el Hemisférico-,
o de espacios inter-regionales -como el bi-regional con la Unión
Europea e incluso con los países árabes; el Iberoamericano;
el Luso-Americano y el de la APEC- o de espacios sectoriales, como es
el caso de los países productores de petróleo en el marco
de la APEP.
Los encuentros cada vez más frecuentes entre Jefes de Estado y
de Gobierno, se han visto estimulados por varios factores. El más
destacable es la facilidad de los desplazamientos resultante de las profundas
transformaciones observadas en las últimas décadas en el
transporte aéreo. Otro factor importante es la percepción
que, muchas veces, tal diplomacia presidencial multi-espacial genera prestigio
interno e internacional para el respectivo Presidente. Con un buen manejo
mediático, suele ser bien vista por sus opiniones públicas.
Incluso se observa una tendencia a una competencia implícita entre
los Presidentes, en términos de colocar la diplomacia multilateral
en función de sus respectivas políticas de prestigio. Muchas
veces se la vincula, por lo demás, con el esfuerzo que un gobierno
efectúa por ampliar las posibilidades de mejorar el perfil exportador
de su país o por lograr atraer inversiones productivas de diferentes
orígenes.
La diplomacia presidencial multilateral de los países sudamericanos,
es parte de un nuevo mundo de redes cruzadas multi-espaciales que enhebran
los gobiernos en función de la estrategia de inserción internacional
de sus respectivos países.
En particular, la multiplicidad de espacios de proyección externa
es una característica creciente de la inserción económica
internacional de los países sudamericanos. Pero en realidad es
un fenómeno global. Muy pocos países están al margen
de una red cada vez más densa de acciones diplomáticas,
políticas públicas, acuerdos internacionales -especialmente,
los de carácter comercial preferencial- enhebrados con diversos
países a la vez.
Es una red que cruza por espacios sub-regionales, regionales e interregionales.
Evoca la figura de una diplomacia política y económica,
que se desarrolla en múltiples tableros simultáneamente.
Ellos representan otros tantos subsistemas internacionales -diferenciados
con criterios geográficos, pero también funcionales y sectoriales.
Las alianzas múltiples, flexibles y de geometría variable,
es un signo de los tiempos, en un mundo de "arenas movedizas",
en el que se observa una fuerte dinámica, especialmente en los
mapas de la seguridad internacionales, de las relaciones de poder, de
la competencia económica global y de las negociaciones comerciales
internacionales.
La presidencial, es una diplomacia que tiene precedentes por cierto en
la historia. Incluso antes del desarrollo del transporte aéreo,
especialmente en Europa donde las distancias físicas eran más
cortas. Y si bien su expresión original tuvo un carácter
bilateral, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, adquirió
crecientemente una dimensión multilateral. Algunas de las Cumbres
en las que se diseñaron bases del mundo de la post-guerra -como
las de Yalta y Postdam- así lo demuestran. Fue quizás el
sistema de Cumbres del denominado Grupo de los 7, lo que introdujo una
nueva dinámica a la diplomacia presidencial multilateral (21).
También en las últimas décadas se observa un pronunciado
desarrollo del sistema de Cumbres, como parte de la institucionalización
de espacios regionales. El caso más notorio fue en su momento el
de las Cumbres Europeas. Pero también lo son los casos, en la región
sudamericana, de las Cumbres del Mercosur (22) y de la Comunidad Andina
de Naciones. En estos casos, las Cumbres son parte del esquema institucional
de procesos de integración profunda y cumplen, fundamentalmente,
un importante papel de impulso político al más alto nivel
del respectivo proceso (23).
Por su parte, los encuentros bilaterales -de más larga tradición-
reflejan una tipología muy variada: visitas de Estados, de trabajo,
informales. En la región sudamericana, se han multiplicado en ocasiones
del inicio del mandato de nuevos Presidentes. Son parte importante, asimismo,
de los encuentros multilaterales. Incluso suele ser lo que más
los justifican, sobre todo cuando ellos envuelven la oportunidad de tener
un contacto directo con jefes de Estado de grandes países. Ello
es particularmente importante, en el caso de las Cumbres de las Américas,
en relación al Presidente de los Estados Unidos. En los últimos
años han sido ellas, unas de las raras ocasiones en que la región
en su conjunto ha logrado atraer la atención personal del Presidente
americano, tanto en el período del Presidente Clinton como, actualmente,
del Presidente Bush.
A su vez, los encuentros multilaterales se han multiplicado e intensificado
en su frecuencia y en su alcance multi-espacial. Las múltiples
Cumbres han acumulado centenares de páginas de expresiones de principios
y conceptos, e incluso de manifestaciones programáticas y del trazado
de líneas de acción en cuestiones relevantes. Pero del repaso
de las experiencias examinadas en este artículo, no resultan resultados
significativos en términos de incremento de la capacidad de participación
internacional real de los países sudamericanos, al menos en el
plano económico.
Es decir, no se observan de los múltiples foros multilaterales
que se han tomado en cuenta, aportes concretos en términos de compromisos
exigibles que mejoren el acceso a los mercados, en particular de los países
industrializados que en ellos participan -los Estados Unidos, en el caso
del espacio hemisférico; España y Portugal, en el caso del
espacio iberoamericano y la Unión Europea, en el caso del espacio
bi-regional-, ni tampoco acciones significativas en el plano de la cooperación
económica y financiera, especialmente aquella orientada a facilitar
la convergencia económica entre países desarrollados y en
desarrollo, incluso dentro de la misma región. Hasta el momento,
el aporte más tangible de las Cumbres en el espacio sudamericano,
ha sido el impulso de la iniciativa en materia de integración de
la infraestructura física - IIRSA -, y el reconocimiento de una
identidad sudamericana.
El valor relativo de los sistemas de Cumbres antes examinados, puede
medirse en torno a sus efectos en, al menos, seis planos. Ellos son, el
de la identidad del respectivo espacio; el de la diversificación
de espacios de participación internacional; el de los contactos
personales entre los Jefes de Estado y de Gobierno; el de eventuales avances
en el plano de principios, conceptos, bases programáticas y cursos
de acción; el del prestigio interno e internacional de los participantes,
en particular, el del Presidente del país sede -si es que la respectiva
Cumbre es percibida como exitosa- y el de los compromisos exigibles en
distintos campos, especialmente en el económico.
El desafío por delante será, por un lado, conciliar los
múltiples espacios de inserción regional y global de cada
país sudamericano y, por el otro, dotarlos de una dosis suficiente
de relevancia, eficacia y credibilidad. Es incluso un desafío pendiente
del propio Mercosur, condición necesaria para la credibilidad del
espacio sudamericano institucionalizado, del cual puede ser considerado
como un núcleo duro.
Enfrentar tales desafíos requerirá de tres condiciones.
La primera, es que cada país sudamericano tenga una estrategia
nacional de aprovechamiento de los múltiples espacios de su inserción
económica internacional. La segunda, es que los múltiples
espacios regionales permitan generar reglas de juego que penetren en la
realidad, es decir que sean exigibles, sin perjuicio del logro de algunos
de los otros efectos mencionados más arriba. Y la tercera, es que
los compromisos que se asuman en los distintos espacios regionales -especialmente
los de carácter preferencial- permitan fortalecer y no debilitar,
a la vez, los procesos subregionales de integración profunda -como
son los casos del Mercosur y de la Comunidad Andina de Naciones- y el
propio sistema multilateral global de comercio en el marco de la Organización
Mundial del Comercio (OMC).
Sin embargo, resulta difícil que se produzcan retrocesos en el
desarrollo de los múltiples foros multilaterales en los que participan
los países sudamericanos. Lo más probable es que las respectivas
Cumbres continúen con sus reuniones periódicas. Tienen su
propia inercia. La renovación de los mandatos presidenciales -consecuencia
natural del normal funcionamiento de las instituciones democráticas
-, explican el interés de los respectivos Presidentes por participar
en ellas. Son ocasiones para encontrarse y dialogar con sus colegas, especialmente
con los de los países industrializados. Suelen tener un efecto
mediático significativo, especialmente para el Presidente del país
sede. Permiten concentrar la atención en la región, de Jefes
de Estado y de Gobierno de países industrializados, con agendas
recargadas a su vez de cuestiones más apremiantes que no cruzan
necesariamente por las relaciones con la región sudamericana, tal
el caso del Presidente de los Estados Unidos o los Jefes de Estado y de
gobierno de los países de la Unión Europea. Reflejan, por
lo demás, la diversificación de intereses y de ámbitos
de proyección externa de los propios países sudamericanos.
Su mayor debilidad se observa en el plano del seguimiento y desarrollo
de los compromisos programáticos que se concluyen. Esta cuestión
es central, precisamente por el hecho que quienes de ellas participan
son periódicamente renovados como consecuencia de los procesos
democráticos. No necesariamente los nuevos mandatarios se sienten
identificados con los compromisos asumidos por sus predecesores. Tal seguimiento
se vería facilitado, por el hecho que cada Cumbre de lugar a planes
de acción que signifiquen hojas de ruta en torno al desarrollo
de compromisos exigibles.
Si no se encara esta cuestión, el desgaste que se suele observar
en las opiniones públicas con respecto a los diferentes sistemas
de Cumbres multilaterales en los que participan los países sudamericanos,
tenderá a acrecentarse en la medida que sus resultados no se traduzcan
en compromisos tangibles, especialmente en el plano económico,
sea en relación al acceso a los mercados mundiales y a la cooperación
económica y financiera.
(1) Cf. DANESE Sergio, "Diplomacia presidencial. Historia e crítica".
Rio de Janeiro: Topbooks, 1999.
(2) cf. BURR Robert, "By Reason or Force: Chile and the balancing of
power in South America, 1830-1905, University of California, 1974.
(3) cf. PEÑA Félix, "Momentos y Perspectivas: la
Argentina en el mundo y en América Latina", capítulo
1, "La participación en el sistema internacional (1968)",
Eduntref, Buenos Aires, 2003.
(4) cf. LAFER Celso, "La identidad internacional de Brasil",
Fondo de Cultura Económica, 2002.
(5) Ver al respecto toda la documentación en www.summit-americas.org.
(6) cf. GRABENDORFF Wolf (ed), "La Seguridad Regional en las Américas:
enfoques críticos y conceptos alternativos", FESCOL-CEREC,
Bogotá, 2003.
(7) Este apartado está basado en el aporte efectuado por el autor
a Fernando Henrique Cardoso para la preparación del informe que
presentara a la XIII Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz de la Sierra,
en octubre 2003.
(8) Los documentos pueden ser consultados en www.oei.es y www.cumbresiberoamericanas.com.
El mencionado informe del Presidente Fernando Henrique Cardoso, puede
ser consultado junto con la documentación de la Cumbre de Santa
Cruz de la Sierra.
(9) La siguiente es alguna bibliografía recomendable sobre las
Cumbres Iberoamericanas:
- Fraerman Alicia, "Iberoamérica ante la Crisis Global",
Serie Documentos, Editorial Comunica, 2002.
- Lafer Celso, prólogo a "Tercera Cumbre Iberoamericana",
FCE, México, 1994.
- Organización de Estados Iberoamericanos, para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (OEI), "¿Qué es la OEI",
en www.oei.es/oei_es.htm
- Putnam Robert, Bayne Nicholas, "Hanging Together. The Seven-Power
Summits", Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1984.
- Sanhueza Raúl, "Las Cumbres Iberoamericanas. Una Visión
Latinoamericana", en "El Nuevo Multilateralismo y las Políticas
Exteriores de América Latina", Síntesis, Revista
de Ciencias Sociales Iberoamericanas, números. 31-32, Madrid
1999.
- Seixas Corrêa Luiz Felipe de, "As Conferências de
Cúpula Ibero-Americanas: Um Formato em Busca de Substância",
en Fonseca Jr Gelson, Nabuco de Castro Sergio Enrique, "Temas de
Política Externa Brasileira II", volume 1, IPRI, Paz e Terra,
Sâo Paulo, 1994, ps. 147 y ss.
- Senado de España, "Informe de la Ponencia "La Comunidad
Iberoamericana de Naciones: Su Consolidación a Través
de las Cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno", Madrid, 1998.
(10) Ver información en www.oei.es.
(11) Para un análisis más detallado sobre el estado actual
del desarrollo del espacio birregional entre la Unión Europea y
América Latina y el Caribe, ver PEÑA Félix "Latinoamérica
y la Unión Europea en un mundo de arenas movedizas: aportes al
análisis del estado actual y del futuro de las relaciones económicas
birregionales", informe elaborado para el Observatorio de las Relaciones
Unión Europea-América Latina ( OBREAL/EULARO), y presentado
en su Conferencia Inaugural, Barcelona, 3 y 4 de febrero de 2005.
(12) Ver amplia información sobre las Cumbres birregionales,
incluyendo los textos de las Declaraciones y otros documentos originados
en las instituciones europeas, en el Portal de la Unión Europea,
http://europa.eu.int/ . Ver también, LEIVA Patricio (ed), "Una
Asociación Estratégica para el Siglo XXL", CELARE,
Santiago de Chile 1999. Sobre las Cumbres de Río de Janeiro y de
Madrid, y el significado de la de Guadalajara, ver CELARE, "Unión
Europea, América Latina y el Caribe: Aportes a la III Cumbre-Guadalajara
2004", CELARE, Santiago de Chile, 2004.
(13) Así está previsto en el punto 104 de la Declaración
de Guadalajara. Ver su texto en el Portal citado en la nota 12.
(14) ver información en el Portal citado en la nota 12.
(15) ver su texto en el Portal mencionado en la nota 12.
(16) Ver al respecto el artículo del autor citado en nota 11.
(17) No existe una página Web de las Cumbres Sudamericanas. Sobre
la última Cumbre en Cusco, ver www.econosur.com . Para un análisis
de los resultados de las primeras dos Cumbres, ver SERBIN Andrés,
"Sur, ALCA y después: hacia la creación de un espacio
sudamericano", Centro de Estudios sobre Globalización y Regionalismo,
Universidad de Belgrano, julio 2003, en www.ub.edu.ar .
(18) cf. BURR Robert, op.cit. en nota 2.
(19) cf. PENNETTA Piero, "Il Regionalismo Multipolare Asiatico",
G.Giappichelli Editore, Torino, 2003
(20) Ver al respecto www.mercosur.org.uy y www.comunidadandina.org.
(21) cf. PUTNAM Robert D. and Nicholas BAYNE, "Hanging Together:
the seven-power summits", Harvard University Press, 1984.
(22) cf. MALAMUD Andrés, "Presidential Democracies and Regional
Integration. An Institutional Approach to Mercosur (1985-2000)",
Doctoral dissertation, European University Institute, Florence, 2003,
y "Presidential Diplomacy and the Institutional Underpinnings of
Mercosur. An Empirical Examination", Latin American Research Review,
vol. 40, nº 1, ps. 138-164, 2005, aquí.
(11) Si bien el artículo 11 del Tratado de Asunción estableció
que la participación de los Presidentes en las reuniones del Consejo
del Mercosur tendría lugar "al menos una vez al año",
en el primer semestre de 1991 en una reunión informal de los Coordinadores
Nacionales del Grupo Mercado Común, realizada en Brasilia, se acordó
proponer que las Cumbres Presidenciales tuvieran lugar cada semestre,
a fin de asegurar precisamente el necesario y continuo impulso político
del proceso de integración. La idea fue aceptada y desde entonces
esa ha sido la frecuencia de las reuniones al más alto nivel político.
Luego fueron incorporándose los Presidentes de los países
asociados, comenzando por Chile y Bolivia.
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