La idea de un espacio sudamericano diferenciado tiene raíces
profundas. Diferenciado por razones geográficas. Pero también
políticas y económicas. No significa ni separado, ni contrapuesto,
a otros espacios en los que se insertan, en sus relaciones externas, los
países sudamericanos. Tampoco implica que no existan diferenciaciones
en el propio espacio. Por ejemplo, entre su vertiente andina y atlántica.
Sin ir demasiado atrás en la historia, en las primeras décadas
del siglo XX se plantearon iniciativas de unión sudamericana. Alejandro
Bunge, en la Argentina, fue un pionero en tal sentido. En aquellos años,
la visión estaba concentrada en el sur de la región. Las
propuestas originales que condujeron a la Alalc, se referían a
los países del sur americano. Fue la visión política
que aportó Arturo Frondizi. El interés de México
en participar explica que, finalmente, tuviera un alcance latinoamericano.
Hasta años recientes el espacio sudamericano estaba marcado por
la lógica de la fragmentación. Robert Burr rastrea en la
historia del siglo XIX las razones de las fracturas que conducen incluso
a conflictos armados. Su libro By reason or force (University of California
Press, 1965), es un análisis profundo del balance de poder en Sudamérica.
En la década del 80 la mayoría de los conflictos territoriales
quedan superados. El retorno de la democracia instala la lógica
de la integración. El entendimiento creciente en el viejo ABC -triángulo
del Sur de las Américas que a su vez se integra en un triángulo
histórico con los EE.UU. y con Europa- genera un embrionario núcleo
duro con influencia económica y política en todo el espacio
sudamericano.
Un hecho contribuye a la dimensión sudamericana de lo que fueron
antes iniciativas referidas al Cono Sur. Es la importancia creciente que
Brasil comienza a otorgar a la región, en función de su
estrategia de desarrollo. Es por eso que el Mercosur es percibido desde
su origen con un alcance sudamericano. Incluso al negociarse el Tratado
de Asunción, fue el negociador brasilero, el actual Canciller Amorim,
quien propuso el nombre de Mercado Común del Sur. Ello era natural.
Para Brasil, su contexto contiguo -tan importante en la política
internacional de cualquier país- es casi toda América del
Sur.
De allí que el camino que conduce a la Cumbre de Ayacucho, lo
iniciara con la de Brasilia, el Presidente Fernando Henrique Cardoso.
Fue desde su origen, un camino con fuerte énfasis en el desarrollo
de la conectividad física y energética del espacio sudamericano.
En ambos planos y en particular en la visión del Brasil infraestructura
física y energía son cuestiones que requieren un enfoque
sudamericano. El proyecto IRSA así lo refleja. Y también
lo reflejan las múltiples conexiones actuales y potenciales en
el desarrollo energético de la región. Ambas cuestiones
requieren, por lo demás, un enfoque también regional del
financiamiento de proyectos y de los marcos regulatorios que faciliten
inversiones.
La idea de institucionalizar el espacio sudamericano responde, además,
a una tendencia que se observa en otras grandes regiones. Ejemplos relevantes
son los de los espacios conformados por América del Norte y la
Cuenca del Caribe, por Europa y la Cuenca del Mediterráneo y, en
particular, por el Sudeste Asiático. Particularmente en esta última
región se ha acreditado la noción de regionalismo multipolar,
resultante de una red de acuerdos gubernamentales -un ejemplo es el acuerdo
de libre comercio entre China y la Asean recién firmado en Laos-y
de un denso tejido de conexiones empresarias-. Piero Pennetta en su libro
Il Regionalismo Multipolare Asiatico brinda un análisis interesante
del modelo multi-espacial asiático.
El desafío por delante será conciliar los múltiples
espacios de inserción regional y global de cada país sudamericano
y dotarlos de una dosis suficiente de credibilidad. Es éste último
el desafío del Mercosur, condición necesaria para la credibilidad
del espacio sudamericano institucionalizado.
Enfrentar tales desafíos requerirá de tres condiciones.
La primera, es que cada país -incluyendo la Argentina- tenga una
estrategia nacional de aprovechamiento de los múltiples espacios
de su inserción internacional.
La segunda, es que los múltiples espacios regionales tengan instituciones
y reglas de juego que penetren en la realidad.
Y la tercera, es que los compromisos que se asuman en los distintos espacios
regionales - especialmente los de carácter preferencial- permitan
fortalecer y no debilitar el sistema multilateral global de comercio.
El reciente informe del Banco Mundial sobre la economía global,
contiene un análisis valioso en torno a la conciliación
de las múltiples modalidades de regionalismo preferencial con el
multilateralismo global.
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