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  Félix Peña

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 Coloquio Anual de IDEA | 10 de noviembre de 2004

Comercio Exterior e inserción competitiva en la economía mundial: Apuntes para el debate sobre una agenda para la sociedad argentina


El objetivo principal de estos apuntes es facilitar un necesario debate sobre el comercio exterior y la inserción competitiva de la Argentina en la economía mundial.

Para datos estadísticos y un análisis reciente sobre el comercio exterior argentino en el período post-convertibilidad, se recomiendan los siguientes artículos: Marcela Cristini, "Las exportaciones argentinas después de la devaluación y el default: un sendero despejado?, en Boletín Informativo Techint, nº 311, Enero-Abril 2003, ps 25-51, y Gustavo Svarzman y Ricardo Rozemberg, "El escenario post convertibilidad y la viabilidad de un despegue exportador: un análisis de los condicionantes macro y macroeconómicos", en Boletín Informativo Techint, nº 313, Enero-Abril 2004, ps 25-48. Además ver los estudios recientes e informes periódicos producidos por el Centro de Estudios de la Producción, www.mecon.gov.ar/sicym/industria/cep/default1.htm y los del Centro de Economía Internacional, www.cei.mrecic.gov.ar/home.htm. Para un seguimiento de las negociaciones comerciales internacionales en una perspectiva de la agricultura argentina,, ver el Boletín del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales, www.inai.org.ar/boletin.htm.

Para datos estadísticos globales, y análisis e información reciente sobre el comercio internacional y la competencia económica global, se recomiendan los siguientes informes: WTO, "World Trade Report, 2004", en www.wto.org ; UNCTAD, "Trade and Development Report, 2004" y "World Investment Report, 2004", en www.unctad.org


1. La proyección al mundo de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, es una de las cuestiones prioritarias de la agenda de la sociedad argentina.

Es crecientemente reconocida como una de las cuestiones que requieren de una política de Estado, con los componentes de legitimidad social, eficacia y continuidad que se necesitan para lograrla.

Los cambios que se están operando en la competencia económica global, así como la propia opción de los argentinos por una sociedad abierta, pluralista, moderna y democrática, han contribuido a reinstalar en la agenda nacional la cuestión de su inserción internacional, como una de las condiciones para satisfacer las expectativas de bienestar de toda la población.

Es una cuestión que requerirá en el futuro mucho debate social, sobre cómo tener éxito en la inserción competitiva en el mundo y sobre cómo concertar los esfuerzos de toda la sociedad en el objetivo de lograr tal éxito.

Las experiencias pasadas del país así como la de otros países similares -en la propia región latinoamericana, en el Asia y, más recientemente, en la Europa del Mediterráneo, Central y del Este, así como en países como Australia, Nueva Zelandia, y del África del Mediterráneo y del Sur-, ponen de manifiesto que es una cuestión que no sólo requiere la movilización de todas las energías sociales, sino que además, puede contribuir a introducir factores positivos de cohesión social.

Incluso la cohesión social - junto con la estabilidad en las políticas públicas y en las condiciones macro-económicas; la calidad de la organización y una visión optimista de las oportunidades que se generan en el entorno internacional -, es reconocida como uno de los factores claves en la capacidad de un país para competir con éxito en los mercados mundiales.

La cultura de la inserción económica internacional y del comercio exterior, aparece entonces como indisociable de la de la democracia y la equidad en una sociedad abierta.

En el caso de la Argentina y sin perjuicio de otras, ello se debe además a por lo menos tres necesidades prácticas:

  • la de mantener un nivel creciente de importaciones, especialmente de insumos y de bienes de capital, a fin de asegurar una continua expansión y modernización de la capacidad productiva del país;

  • la de superar las limitaciones de demanda resultantes de un mercado de dimensión relativa reducida y poco relevante en el comercio mundial, y

  • la de aprovechar plenamente las ventajas competitivas que pueden desarrollarse en el país, en especial como consecuencia de su particular dotación de recursos naturales y humanos.

2. ¿Qué se puede observar como destacable en la experiencia acumulada por el país en materia de exportaciones en las últimas décadas?

Se observa un cuadro de situación con los siguientes rasgos dominantes:

  • fuerte concentración de las exportaciones en un número reducido de productos, en su mayoría no diferenciados y en un número también reducido de empresas, en su mayor parte grandes;

  • limitada experiencia en la exportación de servicios, especialmente los que pueden ser transables a escala internacional como resultante de las nuevas tecnologías de la información;

  • elevada vulnerabilidad a las fluctuaciones en los precios de los commodities;

  • pocas regiones del país con producción exportable actual y, a la vez, muchas con producción exportable potencial, y

  • pocas empresas nacionales internacionalizadas, esto es, con actividades productivas o de prestación de servicios localizadas en distintos mercados externos.

3. 3. ¿Cuáles son los principales rasgos a destacar en materia de comercio exterior y especialmente de exportaciones, considerando tanto el período de la convertibilidad como el más reciente de la post-convertibilidad?

Sin perjuicio de otras, pueden destacarse las siguientes:

  • Se ha tomado conciencia que una paridad cambiaria favorable es un factor importante, pero que opera como condición necesaria pero no suficiente para explicar el éxito en las exportaciones y, sobre todo, su sustentabilidad en el tiempo;

  • El mayor éxito en las exportaciones se ha logrado con productos, en muchos sectores, que son la resultante de un fuerte y prolongado esfuerzo de inversión e incorporación de progreso técnico, así como de la adopción de tecnologías organizativas que permiten acceder a los mercados externos, incluyendo la inserción en redes transnacionales y la internacionalización de las empresas;

  • Se observa una mayor cultura de comercio exterior, esto es, una mayor valoración por parte de la sociedad y de las empresas de las ventajas de tener una presencia activa en los mercados externos, y de las condiciones que se requieren para penetrarlos y, sobre todo, para mantenerse en ellos a través del tiempo;

  • En sectores con experiencia exportadora, se observa que uno de los principales factores restrictivos para preservar su penetración de mercados externos, proviene por el lado de una oferta suficiente de bienes en condiciones de ser exportados -a la vez que se atiende la demanda interna- y ello, a su vez, se lo vincula con el esfuerzo de inversión, de incorporación de progreso técnico, de organización y, especialmente en el caso de empresas y productores de menor dimensión, de la cultura y práctica de la asociatividad para el comercio exterior;

  • Se atribuye un mayor valor a la activa participación del país en negociaciones comerciales internacionales, orientadas a asegurar el acceso a terceros mercados (seguro contra el proteccionismo) y a obtener reglas de juego que favorezcan la competitividad de bienes y servicios originarios en el país. En tal sentido, cabe destacar, una creciente toma de conciencia de los costos que el país puede pagar por no participar en las negociaciones comerciales internacionales con países de gran dimensión o bloques económicos, en tanto que otros países con ofertas de exportación similares a la nacional sí lo hacen;

  • Se percibe al Mercosur, a pesar de sus notorias limitaciones y defectos, no sólo como un instrumento para la inserción competitiva en el mercado brasilero, pero también como una plataforma importante para facilitar la transformación productiva en el país, y para mejorar el perfil competitivo y negociador de la Argentina en el mundo, y

  • Se reconoce en forma creciente, que el éxito en el esfuerzo exportador requiere de una sistemática conjunción de esfuerzos entre el sector gubernamental -a nivel nacional, provincial y local- y el empresario, como así también entre los distintos sectores de la producción.

4. 4. ¿Cuáles son objetivos estratégicos prioritarios que pueden ser definidos en base a las experiencias del pasado y de la de países con rasgos similares a los de la Argentina, y que son exitosos en su inserción económica internacional?

Tres objetivos estratégicos aparecen como prioritarios:

  • Articular y desarrollar una estrategia-país orientada a una inserción competitiva exitosa en la economía mundial, con características de política de Estado, que permita superar las discontinuidades y la fragmentación de esfuerzos que han caracterizado por muchas décadas la experiencia argentina en la materia, y que a la vez, otorgue una fuerte legitimidad social a las políticas públicas, instituciones y negociaciones comerciales que se requieren;

  • Transitar de una larga etapa de episodios de crecimiento de exportaciones, a una más compleja de desarrollo sustentable de internacionalización de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, lo que implica reconocer al comercio exterior a la vez como un motor y una consecuencia de la transformación productiva del país, y

  • Operar un salto cuantitativo en las exportaciones de bienes y de servicios, a uno cualitativo en la oferta originada en el país en base a un mayor valor agregado intelectual, resultante de inversión, organización, educación, innovación, y desarrollo científico y tecnológico.

5. 5. ¿Cuáles son algunos de los factores que pueden considerarse como relevantes para la estrategia de comercio exterior y de inserción competitiva de la Argentina en la economía mundial y regional?

Sin perjuicio de otros, tres aparecen como más destacables:

  • La calidad del diagnóstico sobre la dinámica de la competencia económica mundial y sobre los principales factores que desplazan ventajas competitivas. En muchas oportunidades a través de su historia, la Argentina al igual que otros países latinoamericanos, han tenido dificultades en captar a tiempo los cambios operados en la competencia económica mundial. Dos momentos pueden citarse como ejemplo. En la década del 30 del siglo pasado, el fin del predominio británico en la economía mundial y su consiguiente impacto en las exportaciones agrícolas de la Argentina. En la década de los 60, también del siglo pasado, la emergencia gradual del protagonismo comercial de los países del Sudeste asiático y la importancia creciente de las redes transnacionales de producción, con su consiguiente impacto en las políticas de sustitución de importaciones de países latinoamericanos, incluyendo la Argentina.

    Un punto focal del diagnóstico sobre las fuerzas profundas que operan cambios en la competencia económica global, se relaciona con la apreciación correcta del valor relativo -o grado de prescindibilidad- de un país y su producción, en la perspectiva de las principales potencias del momento. Tal valor relativo o grado de prescindibilidad, puede estar fuertemente influenciado por consideraciones de tipo estratégico, siempre en la perspectiva de la agenda de cuestiones críticas de las principales potencias del sistema internacional. Ello se ha manifestado en varias oportunidades en las últimas décadas, sea en la importancia relativa de países del Sudeste Asiático, de la Cuenca del Caribe y del Oriente Medio en la perspectiva de los Estados Unidos o, más recientemente, en la de Europa Central y del Este, y los países del Mediterráneo africano en la perspectiva de la Unión Europea.

    Además de factores clásicos de desplazamientos de ventajas competitivas de las naciones, como son entre otros, el mencionado valor estratégico de un país para las principales potencias y, en particular, los cambios tecnológicos en la producción, en el transporte y en la transmisión de información, cabe resaltar la importancia que ha adquirido en las últimas décadas el acceso preferencial asegurado a grandes mercados, por medio de la celebración de distintas modalidades de acuerdos regionales, o la extensión del tratamiento de más favor a grandes economías emergentes como consecuencia de su acceso al sistema multilateral global de comercio, institucionalizado a partir de 1994 en la Organización Mundial del Comercio (OMC), como lo pone en evidencia el caso de la China.

  • La incorporación de valor intelectual a procesos productivos y de comercialización. Este factor es más importante en el caso de países como la Argentina, que difícilmente puedan competir en base a abundancia de mano de obra barata o a un alto grado de desarrollo científico y tecnológico. En tal perspectiva cobra toda su importancia la gestión del factor calidad en la oferta de bienes y servicios, y el aprovechamiento de recursos humanos calificados y especialmente con talentos para la creatividad. Ello permite sacar todo el provecho a las ventajas originadas en una excepcional dotación de recursos naturales.

    Competir en base a inteligencia, creatividad y calidad, permite diferenciar productos y obtener ganancias de valor percibido en la oferta del país, especialmente en la perspectiva más exigente de los consumidores de mayor poder adquisitivo, tanto en los países altamente industrializados como en países emergentes. Una estrategia de comercio exterior en base a la noción de valor percibido por parte de consumidores exigentes, no sólo implica acreditar marcas y productos, sino también desarrollar la imagen de un país que por su comportamiento en todos los planos, es capaz de generar productos y servicios de calidad y, por lo tanto, confiables.

  • La densidad de la conectividad global del país, a través de la participación activa y confiable en el marco de las reglas de juego de la OMC, y del tejido de una red de acuerdos regionales y comerciales preferenciales, como es el objetivo del Mercosur y otros acuerdos que negocia en la actualidad la Argentina. El sentido de una estrategia de conectividad global y regional, es generar un marco de previsibilidad en las reglas de juego y en las condiciones de acceso a los mercados, que tornen al país en atractivo en la competencia global por las inversiones productivas, que en general se canalizan a través de grandes redes globales de producción y comercio.

    Tal estrategia debe facilitar precisamente la inserción de la producción y los servicios del país en las redes transnacionales tejidas dentro o entre empresas, así como el desarrollo de redes transnacionales con epicentro en el propio país.

6. ¿Qué requerimientos organizativos plantea una estrategia-país para insertarse competitivamente en los mercados globales y regionales, con productos y servicios de calidad?

Por lo menos en tres planos, aparece como conveniente realizar un esfuerzo particular para mejorar sustancialmente la calidad organizativa del país en el plano de su comercio exterior.

Ellos son:

  • El gubernamental, en los niveles nacional, provincial y local, a fin de obtener un grado más elevado de coordinación y control de gestión, tanto en materia de formulación de políticas públicas que inciden sobre flujos de comercio y de inversión, y sobre estrategias empresarias, como en la de las negociaciones comerciales internacionales y, en particular, en la de la promoción comercial, entre otros medios, a través de la diseminación de abundante y oportuna información que facilite la gestión de inteligencia competitiva por parte de las empresas;

  • El institucional empresario, tanto en las organizaciones de cúpula como en las sectoriales, provinciales y locales, a fin de lograr una mayor concentración de esfuerzos y de representación, y de actualizar los servicios de apoyo a las estrategias exportadoras de las empresas, incluyendo el tejido de alianzas con instituciones empresarias de otros países, comenzando por el propio Mercosur, y la diseminación de información y de inteligencia comercial, y

  • El empresario, especialmente las pequeñas y medianas empresas, a través de una práctica sistemática de la asociatividad y de la inserción en redes transnacionales de producción y comerciales, y a través de una gestión eficiente de su inteligencia competitiva.

7. ¿Cuáles son las principales tendencias que se observan en la competencia económica global y que pueden tener una incidencia en el desarrollo de una estrategia-país de inserción competitiva exitosa?

Hay cinco tendencia que se vienen observando en las últimas décadas y, en particular en los últimos años, y que muy probablemente continuarán acentuándose en el futuro.

Ellas son:

  • El desarrollo de grandes redes transnacionales de producción y comercio, originadas en los países más industrializados y en los últimos años también en numerosos países emergentes. Son redes a través de las cuales se canalizan una parte muy significativa -se estima en un 70%- de los flujos de comercio de bienes y servicios, de inversiones productivas y financiamiento, y de progreso técnico. Operan a escala global y regional, fragmentando las cadenas productivas y practicando la maquila, el "out-sourcing" y el "offshoring". Maximizan con tales prácticas ventajas originadas en acuerdos preferenciales y los diferenciales de costos de mano de obra, incluyendo la calificada.

    Son altamente sensibles al clima de inversión y a la percepción de condiciones de gobernabilidad y de estabilidad económica que prevalece en los distintos países. Son sensibles a los índices de competitividad, de corrupción y de riesgo-país, que diferencian a los países en los que pueden radicar sus operaciones;

  • La proliferación de acuerdos regionales y comerciales, con preferencias exclusivas para sus socios. Son acuerdos que se celebran formalmente en el marco de la OMC. Constituyen excepciones al tratamiento de más favor. Prevén tratamientos discriminatorios con respecto a bienes y servicios provenientes de países que no son parte del acuerdo, especialmente a través de un arancel externo común o de reglas de origen específicas. Incluyen tratamientos preferenciales en materia de inversiones y de compras gubernamentales. Adoptan múltiples modalidades, en particular las previstas en las normas de la OMC en materia de zonas de libre comercio, de uniones aduaneras, y de tratamientos preferenciales para países en desarrollo y entre países en desarrollo;

  • El "despertar de las ballenas", esto es, el fenómeno de grandes economías emergentes que se incorporan a la competencia económica global, adoptando diferentes modelos de eficiencia económica y alcanzando condiciones razonables de gobernabilidad.

    Este fenómeno, reflejado fundamentalmente en los casos de China e India, es quizás el que más está acentuando los cambios en las condiciones de la competencia económica global. Kim Clark, el Decano del Harvard Business School, lo resalta de la siguiente forma: "simplemente no hemos comprendido plenamente el completo impacto de 2.500 millones de personas entrando a la economía mundial de la que no eran parte aún" (citado en el suplemento "The Future of Work" del Financial Times, del 27 de septiembre de 2004).

    Las ballenas emergentes -entre las cuales deben incluirse Brasil, Rusia y África del Sur, entre otras- representarán en los próximos años el 40% de la población mundial y una parte creciente del producto bruto y del comercio global. La diferencia con el pasado, será que una proporción creciente de sus poblaciones está accediendo a pautas y niveles de consumo propios de los consumidores de niveles altos y medios de los países más desarrollados;

  • Las demandas de calidad -especialmente sanitaria- de los consumidores de nivel alto y medio de los países más industrializados y, crecientemente de los países en desarrollo, y

  • La concentración del poder real de crear reglas de juego del comercio mundial y de la competencia económica global y regional, en un número reducido de grandes países o bloques regionales. Este fenómeno adquiere mayor importancia para todos los países -tanto los formadores ("rule-makers") como los tomadores de reglas ("rule-takers"), si se considera que -según una gráfica expresión- la OMC y otros acuerdos regionales ahora "tienen dientes". Esto es, han mejorado sustancialmente su capacidad de tornar exigibles las reglas de juego a través de la eficacia de los mecanismos de solución de controversias. Ilustran esta tendencia, casos recientes tanto entre países industrializados (varios casos en la OMC entre los Estados Unidos y la Unión Europea), como entre países en desarrollo y países industrializados (como por ejemplo, los casos del algodón entre Brasil y los Estados Unidos, y del azúcar, entre Brasil y la Unión Europea, ambos ganados en primera instancia por el Brasil).

    En esta perspectiva, cobra fundamental importancia para países en desarrollo que individualmente sólo pueden ser tomadores de reglas, tanto el articular alianzas con otros países en los foros comerciales internacionales -como han sido, por ejemplo, los denominados "G.20" y "G.90" en el ámbito de la OMC -, a fin de adquirir así capacidad para incidir en la producción de nuevas reglas, como el extraer todas las consecuencias de un sistema de comercio internacional que es orientado por reglas ("rule-oriented") que permiten, utilizadas con inteligencia, atenuar las tendencias naturales a orientar el sistema en torno a consideraciones de poder ("power-oriented").

8. ¿Qué importancia tienen para una estrategia-país de comercio exterior y de inserción competitiva en la economía mundial, las negociaciones comerciales internacionales en las que participa la Argentina, y cuáles son sus perspectivas?

La experiencia de la Argentina en la OMC y en el Mercosur, así como la de muchos otros países que en los últimos años han participado en negociaciones comerciales internacionales en el ámbito global, regional o bilateral, es que de ellas resultan reglas de juego que al ser aplicadas, producen efectos en al menos tres planos relevantes para la estrategia-país en materia de comercio internacional e inserción competitiva en la economía mundial.

Ellos son:

  • el condicionamiento de las políticas públicas que se pueden aplicar, especialmente en materia del comercio de bienes y de servicios, de inversión extranjera y propiedad intelectual, de compras gubernamentales;

  • el desplazamiento de ventajas competitivas a favor o en contra de las empresas que operan desde el país, como consecuencia de cómo los resultados de las negociaciones pueden afectar las condiciones para acceder a los mercados de terceros países o de operar en ellos. Tal desplazamiento suele producirse "por goteo", esto es, con efectos que se manifiestan en plenitud a través del tiempo. Por ejemplo, recién este fin de año producirá sus plenos efectos lo acordado en materia de cuotas textiles en el Acuerdo de Textiles y Vestimentas, aprobado en 1994 al concluirse la Rueda Uruguay. Otro ejemplo, es el efecto que producirá sobre productos de origen argentino, la maduración de los programas de liberación arancelaria acordados por Chile, entre otros, con los Estados Unidos y con la Unión Europea , y

  • el efecto sobre la imagen externa y la credibilidad del país, en la perspectiva de las estrategias y decisiones de inversión, tanto de redes transnacionales de producción y de comercio, como de otros inversores, incluso los propios.

La Argentina participa en la actualidad en por lo menos tres frentes negociadores relevantes.

Ellos son:

  • el multilateral global en el marco de la Rueda Doha en la OMC. El plazo originalmente previsto para concluir las negociaciones era diciembre de 2005. Sin embargo, tras el fracaso de la reunión ministerial de Cancún en 2003, ha producido una dilación en las negociaciones. En julio se acordó el marco para el desarrollo de las negociaciones, las que podrían concluir - en un escenario optimista - a fines de 2005, como más temprano;

  • el regional en torno a tres ejes:

    • El del Mercosur (ver en el anexo 1, un análisis de la situación actual del Mercosur y de sus perspectivas);

    • El de la ALADI, que incluye una amplia red de acuerdos preferenciales y de libre comercio, el último de los cuales ha sido el celebrado entre países de la Comunidad Andina y los del Mercosur, y

    • El del espacio sudamericano, que incluye además de la red de acuerdos celebrados en el marco de la ALADI, acciones conjuntas en el campo de la energía, la infraestructura física y el financiamiento.

  • El regional hemisférico y el inter-regional en torno, a su vez, a tres ejes:

    • El del ALCA, especialmente con los Estados Unidos. Las negociaciones han quedado interrumpidas y se presume serán retomadas tras la inauguración de la nueva administración americana. De todas formas, la mayor parte de los países del Hemisferio están hoy participando de una amplia red de acuerdos preferenciales, que incluye particularmente la desarrollada en el ámbito ya mencionado de la ALADI y la que numerosos países han enhebrado con los Estados Unidos e, incluso, con el Canadá;

    • El del Mercosur con la Unión Europea (ver en el anexo 2, un análisis sobre la situación y perspectivas de esta negociación a la luz de los resultados de la reunión de Lisboa, el pasado 20 de octubre), y

    • El de los acuerdos preferenciales que los países del Mercosur están negociando con países extra-regionales, como la India y Sudáfrica, sin perjuicio de otros que puedan negociarse en el futuro, por ejemplo, con China.

9. ¿Cuáles son los principales requerimientos planteados por el Mercosur y los demás frentes negociadores comerciales internacionales, a las empresas que operan en el país?

Tales requerimientos se refieren, a la vez, a la representación de los intereses defensivos y ofensivos que resulten de las respectivas estrategias empresarias, y sobre todo, al aprovechamiento de los escenarios post-negociadores.

Los principales son:

  • El seguimiento de las negociaciones y su "decodificación" en la perspectiva de empresas, sectores y regiones del país. Muchos países facilitan tal tarea a través de la diseminación de información oportuna y relevante por páginas Web oficiales;

  • La canalización de intereses ofensivos y defensivos de cada empresa a través de las instituciones empresarias de cúpula, sectoriales y locales, y de los foros de participación habilitados por los negociadores. En muchos países existen foros empresarios especialmente orientados al seguimiento de las negociaciones y a la articulación de intereses intra-sectoriales. La Coalición Empresaria del Brasil es, entre otros, un ejemplo en tal sentido;

  • La participación activa en los mecanismos orientados a facilitar e incentivar la integración de cadenas de valor, especialmente en el ámbito del Mercosur y, eventualmente, de otros acuerdos preferenciales. Es el caso de los denominados "foros de competitividad" instalados recientemente en el Mercosur, y

  • El desarrollo de estrategias empresarias -o de grupos de empresas asociadas- para competir en los escenarios post-negociaciones comerciales.

10. A modo de resumen, se resaltan los siguientes tres puntos relacionados con una estrategia-país en materia de comercio exterior y de inserción competitiva en la economía mundial:

  • En base a las experiencias acumuladas en las últimas décadas, desarrollar una estrategia de comercio exterior y de inserción competitiva en la economía mundial - con características de política de Estado - orientada a producir un salto cualitativo en la oferta de bienes y servicios originarios en el país, como condición para un salto cuantitativo sustentable;

  • La calidad de la organización y la coordinación de esfuerzos entre el sector público y el sector empresario, y dentro del sector empresario, como forma de mejorar sustancialmente la inserción de la economía argentina a escala global y regional, y

  • La atención prioritaria a los requerimientos planteados por la participación de la Argentina en el Mercosur y en las demás negociaciones comerciales internacionales, y por el aprovechamiento de los escenarios post-negociadores.

ANEXO 1

Mercosur y las relaciones entre la Argentina y el Brasil: Perspectivas para su evaluación y propuestas de acción

Para información y análisis más detallados sobre la situación del Mercosur, ver el informe del Primer Seminario Regional sobre Integración Productiva - Argentina/Brasil 2004, organizado por el Centro de Estudios Bonaerenses y Prospectiva, el 10 de junio 2004.

La próxima Cumbre del Mercosur en Ouro Preto, coincidirá con el cumplimiento de los diez años de la aprobación del arancel externo común. Junto con la eliminación completa de aranceles y restricciones no arancelarias al comercio recíproco, el arancel externo fue concebido como uno de los instrumentos vertebrales del Tratado de Asunción, paso previo a la etapa de más largo aliento de construcción de un mercado común.

Uno de los supuestos explícitos en la negociación de estos instrumentos vertebrales era el avance en la coordinación macro-económica y en la integración sectorial. En estos diez años, no se ha podido cumplir con ninguno de los dos supuestos. Tampoco se ha avanzado en el desarrollo de los otros elementos del mercado común, tal como fueran definidos en el artículo 1º del pacto constitutivo. Podría incluso llegar a considerarse entonces que, en buena medida, tal pacto constitutivo plasmado en el Tratado de Asunción, ha sido superado por la realidad.

También se cumplen los diez años del Protocolo de Ouro Preto que estableció una estructura institucional con órganos, procesos de creación normativa y efectos jurídicos de las reglas aprobadas por consenso. Ella evolucionó recientemente con la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes y la Secretaría Técnica. Por lo que ha trascendido, la idea sería que ambos órganos se incorporen a una nueva versión de tal Protocolo que sería conocido como "Ouro Preto II".

Perspectivas para evaluar la experiencia acumulada

La experiencia acumulada con el Mercosur desde su creación -incluso desde que se lanzara en 1985 el desarrollo de la etapa bilateral del proceso de integración entre la Argentina y el Brasil- y en particular, en estos diez años de vigencia del arancel externo común, puede ser apreciada al menos desde tres perspectivas complementarias.

La primera es la política. Se relaciona con el signo de las relaciones que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad en todos los planos. Son relaciones hoy dominadas por la lógica de la integración, frente a lo que ha sido común en la historia entre países vecinos en todo el mundo, esto es el predominio de la lógica de la fragmentación y, en última instancia, la del dominio hegemónico e incluso la absorción por uno de ellos. Ello ha sido más frecuente en los subsistemas internacionales marcados por profundas asimetrías de poder y dimensión económica entre los vecinos.

Lo cierto es que, más allá de tensiones ocasionales y de conflictos comerciales naturales, se ha ido consolidando entre los socios del Mercosur-y entre ellos y sus principales asociados, Chile y Bolivia- la idea de un "barrio" que aspira a ser de calidad, con confianza recíproca y "buenos modales".

Es la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional se acrecienta en la medida que pueda ser concebido como un núcleo duro de la estabilidad política sudamericana. Es un bien público que debe ser preservado y cultivado a través del ejercicio sutil de una diplomacia de integración -no sólo gubernamental pero también de los actores sociales- y del tejido perseverante de una densa red de conectividad en todos los planos -y no sólo en el económico y comercial-, ya que la historia universal -e incluso muchas experiencias contemporáneas- indica que suele ser más fácil retroceder que avanzar en la orientación y la calidad de las relaciones entre países vecinos.

Hasta que punto un eventual colapso del Mercosur o su declinación hacia un plano de marcada irrelevancia económica pudiera tener un efecto de deterioro en este logro político, es una cuestión que merece reflexión por parte de todos los que aprecian la inserción de cada uno de nuestros países en un subsistema regional dominado por la lógica de la integración y no por la de la fragmentación, es decir, que valoran la inserción en un "barrio de calidad".

La segunda perspectiva para una evaluación del Mercosur es la del intercambio comercial. Se relaciona prioritariamente con los flujos de comercio de bienes entre los socios. En este plano se observan en estos años de experiencia acumulada, fluctuaciones que pueden ser fundamentalmente explicadas por disparidades en los comportamientos de las respectivas economías -especialmente las del Brasil y la Argentina- y, por momentos, también por pronunciadas disparidades cambiarias.

¿Cuánto del comercio recíproco y de sus fluctuaciones en los últimos años, puede deberse a la existencia del Mercosur y de sus reglas de juego, y cuánto es la resultante natural de la contigüidad geográfica de economías que se abrieron al mundo y no sólo a la región en la década de los noventa? Es una pregunta que aún requiere ser respondida con precisión y con evidencia empírica, a fin de poder clarificar efectos comerciales negativos y positivos que se le suelen atribuir al Mercosur.

La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente la más importante desde el punto de vista político y no sólo económico. Significa visualizar el Mercosur como un instrumento de transformación productiva de cada país socio y por ende, de incorporación de progreso técnico y de creación de empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala global y no sólo regional. Es lo que le da sentido ante las respectivas ciudadanías, a la idea tan difundida en los momentos fundacionales de abrir para todos el acceso a un mercado de más de doscientos millones de consumidores.

Es en esta última perspectiva donde el Mercosur -luego de diez años de unión aduanera aún incompleta- plantea más preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades - ¿zona de libre comercio o unión aduanera?-, de un campo de juego desnivelado y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación.

En la perspectiva de un potencial inversor, nacional o extranjero, tres son las preguntas principales que esperan respuestas claras por parte de los países miembros. Las tres se refieren al potencial del Mercosur, como proceso formal de integración, para constituir un real incentivo institucional y económico a la inversión productiva.

Tales preguntas son:

  • ¿están dispuestos los socios -especialmente los dos de mayor dimensión económica- a aceptar disciplinas colectivas, que restrinjan su libertad para aplicar discrecionalmente políticas públicas en materia de desarrollo económico, comercio exterior e inversiones productivas?;

  • ¿en qué consiste la preferencia económica entre los socios y en que consistiría de concluirse las negociaciones con la Unión Europea y con los Estados Unidos -sea en el marco de lo que se denominó el ALCA o, eventualmente, en un formato 4+1 -? o, en otras palabras, ¿cuáles son las ventajas económicas derivadas del privilegio de ser socio pleno, diferentes a las otorgadas a países con los cuales el Mercosur se asocia por medio de acuerdos preferenciales, sea en el ámbito latinoamericano, en el hemisférico, en el bi-regional o en el global?, y

  • ¿cómo se garantiza el respeto a la preferencia económica pactada entre los socios? ¿es que, por ejemplo, quien invierte en Uruguay o en Paraguay en función del espacio integrado goza de las mismas garantías de acceso a los mercados de los demás socios -especialmente de la Argentina y del Brasil-, que hoy tiene quien invierte en Lituania o en Eslovenia en función del mercado de la Unión Europea?

En diciembre próximo, en los resultados de la Cumbre de Ouro Preto, muchos empresarios -especialmente pequeños y medianos- y sus trabajadores, buscarán al menos un principio de respuesta a estas preguntas. Las buscarán en la adopción de compromisos exigibles, que no puedan ser fácilmente dejados de lado. Según fueren las respuestas, los empresarios se inclinarán o no a tomar en serio al Mercosur, es decir, a invertir en función del mercado ampliado.

Cuestiones relevantes para un Mercosur con futuro

Desde el origen del proceso de integración, la relación entre la Argentina y el Brasil ha sido un factor central para su vitalidad y credibilidad. En la actualidad, al menos dos tendencias parecen coexistir en tales relaciones con respecto al Mercosur.

Por un lado, se observa la persistencia de una clara voluntad política de continuar construyendo el espacio de integración económica, como parte de las estrategias más amplias de inserción de cada país en el mundo y en la región sudamericana. Los Presidentes Kirchner y Lula así lo han puesto de manifiesto en forma reiterada.

Por otro lado, son notorias las dificultades metodológicas que se han planteado en los últimos años en el desarrollo del proceso de integración.

En nuestra opinión, las deficiencias metodológicas se manifiestan, sobre todo, en la capacidad institucional para administrar desajustes temporales o estructurales que generan conflictos comerciales entre los socios, y para producir reglas de juego que, a la vez que reflejan los intereses nacionales de los países miembros -asumiendo que ellos están correctamente definidos-, tengan un fuerte potencial de penetrar en la realidad, es decir, de ser cumplidas -criterio de efectividad de las reglas- y de alcanzar, por lo tanto, los objetivos que con ellas se procura lograr -criterio de eficacia-.

Tales reglas son esenciales para avanzar en la construcción gradual del Mercosur y, en particular, para introducir las adaptaciones requeridas por los continuos cambios en las realidades externas e internas de los países socios. Su efectividad y eficacia, son por lo demás fundamentales para la aceptación social de los compromisos asumidos, por ser percibidas como generadores de un cuadro de ganancia mutua entre los socios -criterio de legitimidad social-.

Lo cierto es que, en ocasión de recientes conflictos comerciales entre las dos principales economías del área, se ha puesto una vez más de manifiesto que el Mercosur los procesa mal. Podría decirse que tiene un mal "aparato digestivo". Como ya ocurriera en otras oportunidades, en esta ocasión ellas también generan tensiones de fuerte impacto social, incluso desproporcionadas a la magnitud de los flujos de comercio involucrados. Desorientan a la opinión pública, que recibe mensajes contradictorios entre una alianza épica llena de virtudes y las peleas, hoy por heladeras, ayer textiles y calzado, luego por automóviles y sus auto-partes.

Lo bueno es que las diferencias luego se diluyen y dejan de ser noticia. Lo malo es que contribuyen a una erosión por goteo de la imagen del Mercosur y aumentan su pérdida de credibilidad. Es peor aún si los socios no tienen -y ninguno parece tener- un "plan B" sustentable. Es decir un plan viable de inserción económica internacional que a la vez contribuya a la consolidación de una región sudamericana dominada por la lógica de integración y, por lo tanto, por la paz y la estabilidad política en el marco del predominio de la legitimidad democrática en cada uno de los países que la componen.

Conviene entonces una discusión serena y un diagnóstico preciso. ¿Qué es lo que anda mal en el Mercosur? ¿La idea estratégica o la forma de llevarla adelante?

Si bien en el calor del debate público se efectúan afirmaciones contundentes -tales como que "el Mercosur ha fracasado" y otras de similar tono-, no se observa en ninguno de los socios una posición firme en cuanto al abandono de la idea que encarna el Mercosur. Como se señaló antes, al menos en los gobiernos actuales ello está descartado. Tampoco tiene asidero profundo en las opiniones públicas. Quizás por que todos estamos conscientes del sabor amargo que tendría un fracaso -además del descrédito internacional y de sus consecuencias en el complicado escenario sudamericano-. Si hubiera que reconocer tal fracaso, difícil sería no hacer luego algo parecido al Mercosur. ¿Y alguien creería en ello?

A pesar de las apariencias, el debate no parece ser entonces de tipo existencial. Parece más bien centrado en el cómo del trabajo conjunto entre los socios, es decir en lo metodológico. El eje de tal debate cruza por una cuestión central en un proceso de integración voluntaria entre naciones vecinas y con desigual poder relativo: cómo distribuir costos y beneficios o, en otros términos, cómo resolver la cuestión de quiénes ganan y quienes pierden.

La fórmula para esta cuestión es simple de definir y difícil de llevar a la práctica. Se trata por cierto de que todos perciban que ganan más dentro del club que fuera. Y el problema en el Mercosur es que, como consecuencia de asimetrías de tamaños, de competitividades relativas, de situaciones macroeconómicas coyunturales, recurrentemente hay quienes perciben -o creen percibir- que son perdedores sistemáticos. Pueden ser países, como los casos de Paraguay o Uruguay. O sectores industriales o agrícolas sensibles, en cualquiera de los socios.

Se suele sostener que la solución es retrotraer el Mercosur a una zona de libre comercio. Bien en teoría. En la práctica plantea enormes problemas. No hay zona de libre comercio moderna sin reglas de origen específicas. Las zonas de comercio conocidas, que han proliferado en los últimos años en la región y en otras, ponen de manifiesto que es con tales reglas de origen específicas que se discrimina entre socios y no socios.

Al respecto cabe preguntar: ¿Sería fácil una negociación de reglas de origen específicas en un clima de fracaso del proceso actual del Mercosur? ¿Y es que, acaso, los problemas recurrentes que se observan en los últimos años, no se originan precisamente en el comercio intra-Mercosur de bienes y de servicios, en buena medida como consecuencia de que los supuestos antes mencionados -coordinación macro-económica e integración productiva sectorial- y que fueran explicitados al negociarse el Tratado de Asunción, no pudieron ser cumplidos?

Creo que abordar en profundidad el debate metodológico es impostergable. Es conveniente basarlo en un diagnóstico de cuáles son los problemas sensibles; realizarlo a través de un diálogo franco y de la negociación, y colocarlo en la perspectiva de un salto hacia delante. No de un salto a un vacío lleno de ilusiones, un nuevo espejismo. Pero sí de un salto hacia reglas de más calidad y realismo que las actuales.

El debate metodológico ha de requerir mucho liderazgo político e imaginación técnica. Brasil, por ser el país de mayor dimensión económica que ejerce este semestre la Presidencia temporal del Mercosur, tiene una responsabilidad principal.

En tal sentido cabe destacar que se observa una actitud cada vez más escéptica respecto al Mercosur por parte de empresarios y economistas del Brasil. Múltiples artículos de especialistas y editoriales de los principales diarios, así lo ponen en evidencia. Desde el punto de vista de la estrategia negociadora de los otros socios, pero en especial de la Argentina, conviene tratar de entender cuál es la perspectiva predominante en el Brasil con respecto al Mercosur, al menos tal como ella se refleja en la prensa del país.

Los siguientes serían algunos elementos del diagnóstico que parecerían prevalecer en sectores relevantes del Brasil, especialmente en los que podrían considerarse como los sectores más escépticos en relación al Mercosur:

  • Los actuales conflictos comerciales del Mercosur, se deberían fundamentalmente a deficiencias estructurales que afectan la competitividad relativa de sectores industriales de la Argentina; serían consecuencia de las propias políticas económicas aplicadas en los últimos años y de la falta de respuesta empresaria a las oportunidades abiertas en el mercado del Brasil e, incluso, de los otros socios y de Chile;

  • El hecho de que la balanza comercial bilateral sea ahora deficitaria para la Argentina y que la tendencia sea a acrecentar la brecha, es lo que estaría impulsando al gobierno argentino a aplicar medidas proteccionistas, incluso violando las reglas pactadas; cabría esperar más proteccionismo hacia el futuro;

  • La Argentina no estaría, al menos en plazos cortos, en condiciones de superar las deficiencias de competitividad relativa que se observan en varios de sus sectores industriales;

  • El mercado argentino es más atractivo ahora que hace dos años, pero habrían perdido importancia relativa con respecto a otros mercados de exportación para los sectores industriales del Brasil, incluso en el sector automotriz;

  • En el peor de los escenarios, los productos de origen Brasil en la Argentina sólo podrían perder la preferencia comercial resultante del Mercosur; nunca podrían recibir un tratamiento más restrictivo que el aplicado a terceros países; en muchos casos los productos brasileños podrían competir en el mercado argentino aún sin la preferencia comercial; difícil sería un escenario en el que la Argentina aumente drásticamente sus restricciones a las importaciones de todos los orígenes, salvo para algunos sectores muy sensibles;

  • En las condiciones actuales, difícil sería para la Argentina aceptar la idea de una integración económica más profunda con el Brasil, esto es, avanzar en la línea de un mercado único;

  • La capacidad del Brasil de tirarle un "ancla" a la Argentina en materia de inversiones directas y de financiamiento de inversiones industriales, es relativamente limitada;

  • Sin embargo, preservar el Mercosur es para el Brasil un objetivo valioso de su política exterior y útil en sus negociaciones comerciales internacionales, en particular, por el "efecto-legitimidad social" de un eventual acuerdo de libre comercio con los EEUU; pero sobre todo es valioso para el Brasil cooperar para que la Argentina pueda finalmente superar sus actuales dificultades;

  • En síntesis: el Mercosur y la Argentina tendrían hoy un menor valor relativo para el desarrollo económico del Brasil e, incluso, para la estrategia de inserción internacional de sus empresas, que el que tenía al comienzo del proceso; es un mercado en el cuál las empresas brasileñas podrían competir aún sin preferencias comerciales; el mayor interés por preservar el Mercosur proviene de los responsables de la estrategia internacional y de la política exterior del Brasil, en particular, en relación al espacio sudamericano, a las relaciones con los EEUU y a las negociaciones comerciales internacionales (aunque hoy menos que antes).

En lo inmediato -esto es, en este segundo semestre de 2004- parecería ser conveniente focalizar la agenda negociadora en relación al Mercosur, en muy pocas cuestiones centrales. Ellas, sin perjuicio de las acciones que se desarrollen en el espacio más amplio sudamericano, especialmente en materia de libre comercio con la Comunidad Andina de Naciones, de integración energética y de infraestructura física.

Las principales cuestiones centrales de una agenda de acción inmediata del Mercosur, podrían ser las siguientes:

  • Algún tipo de mecanismo de flexibilización pautada y temporaria de las reglas de juego que se aplican al comercio intra-Mercosur. Una hipótesis de máxima, sería reestablecer cláusulas de salvaguardia a través de una Decisión del Consejo del Mercosur. Convendría evitar darle un carácter de relativa automaticidad, incluso para prevenir una avalancha de demandas de sectores industriales. Una modalidad sería darle a la Secretaría del Mercosur un papel en el análisis técnico de la situación concreta que requiere de flexibilización temporaria. Una hipótesis de mínima, sería establecer la obligación de consulta entre los socios y dejar librada las medidas concretas al acuerdo que se logre entre los gobiernos, con participación de los respectivos sectores empresarios. Precedentes a tomarse en cuenta en la elaboración de reglas de juego del Mercosur en la materia, podrían ser mecanismos del estilo del artículo 22 del ACE 14 y de los artículos 26-segundo párrafo y 107 del viejo Tratado de Roma. Tendría la ventaja de eliminar el argumento que ha utilizado el gobierno del Brasil, cada vez que señala que un acuerdo voluntario de restricción de exportaciones podría ser vulnerable en la perspectiva de su legislación de defensa de la competencia. Una norma Mercosur permitiría darle cobertura jurídica a tales restricciones "voluntarias" y facilitaría un control eficaz por parte de los gobiernos;

  • Asignarle mucho énfasis y prioridad política a acuerdos formales orientados a la integración de cadenas de valor, sea en el marco de los actuales foros de competitividad, o utilizando la Decisión CM 3/91 que sigue vigente, o generando un nuevo marco normativo. La creación de facilidades financieras para proyectos que se desarrollen como resultado de acuerdos de integración productiva, podrían incluso ser una de las resultantes de la cooperación económica que finalmente resulte de la asociación bi-regional con la Unión Europea;

  • Encarar la cuestión del arancel externo común, utilizando toda la flexibilidad que tolera el artículo XXIV-8, del GATT-1994;

  • Acordar programas de integración solidaria en relación al Paraguay y al Uruguay, que signifique reconocer un Mercosur de geometría variable y de múltiples velocidades, tanto en relación al comercio intra-Mercosur, como en relación al AEC;

  • Elaborar un código de conducta en materia de incentivos a la inversión y al comercio intra-Mercosur, por ejemplo, en las líneas del que se incluye para las inversiones en el acuerdo de comercio interno del Canadá de 1994.

Estas y otras cuestiones vinculadas con el funcionamiento de las instituciones del Mercosur deberían ser parte necesaria de un intenso debate entre los socios y dentro de cada uno, con respecto al futuro de un proceso de integración regional, concebido como funcional a la transformación productiva conjunta y a la inserción competitiva en la economía global.

La participación de los empresarios y demás sectores de la sociedad civil, especialmente en el ámbito de foros conjuntos del Mercosur, facilitaría que tal debate refleje los intereses a veces diferentes de todos los protagonistas relevantes de cada país miembro. La reciente creación de la Coalición Empresaria Argentina-Brasil, podría brindar un espacio adecuado para el análisis y articulación de consensos en torno a nuevas modalidades operativas del Mercosur, sin perjuicio de la participación prevista de empresarios de los otros dos países socios y, eventualmente, también de los asociados.



ANEXO 2

El Mercosur y la Unión Europea: Una negociación inconclusa con futuro incierto

Para un análisis más detallado de las negociaciones y sus dificultades, ver el informe del Grupo de Estudios sobre las Negociaciones Unión Europea-Mercosur de la Cátedra Mercosur de Sciences-Po, Paris, titulado "Concluding the EU-Mercosur Agreement: Feasible Scenarios", edited by Alfredo Valladâo, Félix Peña, Patrick Messerlin, Paris, 2004 (ver en www.chairemercosur.sciences-po.fr

En Lisboa, el pasado 20 de octubre, el Mercosur y la Unión Europea debieron constatar que no podían concluir, como estaba originalmente previsto, el acuerdo de asociación bi-regional. Los negociadores han preferido no calificar el resultado como un fracaso. Las negociaciones continuarán, pero esta vez sin plazo fijo para su conclusión. Es prematuro prever aún cuál será la evolución futura.

Ambas regiones reconocieron desde el comienzo el valor político -y no exclusivamente comercial- de la asociación bi-regional, así como lo difícil que resultaría lograr que las negociaciones culminaran con éxito en los plazos establecidos.

Las negociaciones han sido efectivamente largas, complejas y, sobre todo, arrítmicas. Por momentos han entrado en prolongadas mesetas sin acciones relevantes. Hasta la etapa final predominaron dificultades e incertidumbres. Sin embargo, si se siguió insistiendo casi hasta el último momento en el plazo del 31 de octubre, es probablemente porque los negociadores estimaron que iban a poder concluir al menos un primer acuerdo, que luego requeriría negociaciones adicionales a la luz de los resultados de las de la Rueda Doha en la OMC. Es quizás en esa perspectiva, que se explica la calificación de fracaso del esfuerzo negociador que ha predominado en muchos analistas y medios empresarios.

Por momentos y sobre todo en la última fase de la negociación, se generó la sensación que ninguna de las partes podía reconocer públicamente que no estaba en condiciones de llegar a un acuerdo, al menos efectuando las concesiones mínimas que la otra parte podía considerar como aceptable. La ausencia de un suficiente stock de concesiones mínimas, puede explicar la referencia que el comunicado de prensa de la reunión de Lisboa efectúa sobre el nivel de ambición que no se pudo alcanzar.

Incluso, el seguimiento de las negociaciones por los medios de comunicación -muchas veces la única fuente accesible para quienes no fueran negociadores- dejaba la impresión de que la principal preocupación de cada parte era hacer recaer sobre la otra la responsabilidad de un eventual fracaso. Y en última instancia, ambas partes parecían coincidir, por distintos motivos, en evitar que se instalare la idea de que el no cumplimiento del plazo proclamado pudiera ser visualizado como un fracaso. No parecen haberlo logrado.

En un balance preliminar que requeriría ser profundizado, pueden identificarse por lo menos tres causas sustantivas y tres metodológicas para explicar los resultados obtenidos -además de las conocidas diferencias en relación al comercio agrícola, que en buena medida debían ser resueltas en las negociaciones multilaterales en el marco de la OMC-.

Las causas sustantivas podrían tener que ver, en primer lugar, con la baja importancia relativa del Mercosur para la UE en comparación, por cierto, a otras prioridades de mayor valor estratégico y económico, como las resultantes de la ampliación -incluso, los incentivos para negociar podrían haber disminuido al estancarse las negociaciones del ALCA- En segundo lugar, con el impacto en las negociaciones de las ya mencionadas profundas asimetrías de dimensión económica y grado de desarrollo entre una región y otra. Y en tercer lugar, con la percepción europea de un Mercosur poco creíble y que en ciertos temas habría puesto de manifiesto dificultades de articulación en torno a la agenda negociadora -como por lo demás también ocurriera en algunas cuestiones en la propia UE-.

En cuanto a las causas metodológicas, las principales podrían relacionarse con, en primer lugar, las asincronías en los avances en los otros dos frentes negociadores importantes para la UE y el Mercosur, esto es, la OMC y el ALCA. Recordemos que en los tres casos se había previsto concluir al final de este año. En segundo lugar, con discontinuidades y fragmentaciones en la conducción de las negociaciones, especialmente del lado del Mercosur, como consecuencia de su perfil institucional. Y en tercer lugar, con una cierta desconexión operativa entre la visión política y estratégica de alto nivel -en particular en el caso de la UE, tal como se reflejara en las Cumbres recientes- y lo que ocurría en las negociaciones. Ha flotado la sensación de un insuficiente oxígeno político para las negociaciones por la parte con más responsabilidades políticas debido a su mayor dimensión y grado de desarrollo relativo.

Lo recomendable ahora es que, al continuar negociando, ambas regiones evalúen y capitalicen la experiencia acumulada en los años recientes. El peor escenario podría ser el pretender continuar el proceso negociador sin una correcta apreciación de las causas de los resultados logrados.

El sector empresario debería tener un papel significativo en esta evaluación y en la formulación de cursos de acción que permitan lograr un acuerdo, a la vez equilibrado y razonablemente ambicioso. Ello requeriría un mayor esfuerzo de coordinación entre los empresarios del Mercosur.

Sin perjuicio de otros, un interés por así hacerlo, al menos del lado del empresariado del Mercosur, debería estar vinculado con el hecho que otras regiones y países -como es el caso concreto de Chile- ya han logrado un acceso preferencial para sus bienes y servicios en el mercado de la Unión Europea. Lo mismo ocurre con los Estados Unidos.

Pero también debería estar vinculado con el hecho que la no conclusión de las negociaciones, puede contribuir a erosionar aún más la imagen debilitada de un Mercosur que tiene fuertes dificultades de credibilidad, tanto internacional como en los ciudadanos e inversores de la propia región. Debemos recordar que la base de la legitimidad social del Mercosur, es el ser percibido como una efectiva plataforma conjunta para la transformación productiva de cada país miembro, y para negociar con terceros países y regiones reglas de juego que les permitan mejor competir en la economía mundial.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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