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  Félix Peña

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 Funcex | Octubre de 2004

Mercosur y las relaciones entre la Argentina y el Brasil: Perspectivas para su evaluación y propuestas de acción


Este artículo ha sido preparado a fin de ser publicado en la Revista Brasileira de Comércio Exterior de la FUNCEX.


La próxima Cumbre del Mercosur en Ouro Preto, coincidirá con el cumplimiento de los diez años de la aprobación del arancel externo común. Junto con la eliminación completa de aranceles y restricciones no arancelarias al comercio recíproco, el arancel externo fue concebido como uno de los instrumentos vertebrales del Tratado de Asunción, paso previo a la etapa de más largo aliento de construcción de un mercado común.

Uno de los supuestos explícitos en la negociación de estos instrumentos vertebrales era el avance en la coordinación macro-económica y en la integración sectorial. En estos diez años, no se ha podido cumplir con ninguno de los dos supuestos. Tampoco se ha avanzado en el desarrollo de los otros elementos del mercado común, tal como fueran definidos en el artículo 1º del pacto constitutivo. Podría incluso llegar a considerarse entonces que, en buena medida, tal pacto constitutivo plasmado en el Tratado de Asunción, ha sido superado por la realidad.

También se cumplen los diez años del Protocolo de Ouro Preto que estableció una estructura institucional con órganos, procesos de creación normativa y efectos jurídicos de las reglas aprobadas por consenso. Ella evolucionó recientemente con la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes y la Secretaría Técnica. Por lo que ha trascendido, la idea sería que ambos órganos se incorporen a una nueva versión de tal Protocolo que sería conocido como "Ouro Preto II".

Perspectivas para evaluar la experiencia acumulada

La experiencia acumulada con el Mercosur desde su creación -incluso desde que se lanzara en 1985 el desarrollo de la etapa bilateral del proceso de integración entre la Argentina y el Brasil- y en particular, en estos diez años de vigencia del arancel externo común, puede ser apreciada al menos desde tres perspectivas complementarias.

La primera es la política. Se relaciona con el signo de las relaciones que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad en todos los planos. Son relaciones hoy dominadas por la lógica de la integración, frente a lo que ha sido común en la historia entre países vecinos en todo el mundo, esto es el predominio de la lógica de la fragmentación y, en última instancia, la del dominio hegemónico e incluso la absorción por uno de ellos. Ello ha sido más frecuente en los subsistemas internacionales marcados por profundas asimetrías de poder y dimensión económica entre los vecinos.

Lo cierto es que, más allá de tensiones ocasionales y de conflictos comerciales naturales, se ha ido consolidando entre los socios del Mercosur-y entre ellos y sus principales asociados, Chile y Bolivia- la idea de un "barrio" que aspira a ser de calidad, con confianza recíproca y "buenos modales".

Es la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional se acrecienta en la medida que pueda ser concebido como un núcleo duro de la estabilidad política sudamericana. Es un bien público que debe ser preservado y cultivado a través del ejercicio sutil de una diplomacia de integración -no sólo gubernamental pero también de los actores sociales- y del tejido perseverante de una densa red de conectividad en todos los planos -y no sólo en el económico y comercial-, ya que la historia universal -e incluso muchas experiencias contemporáneas- indica que suele ser más fácil retroceder que avanzar en la orientación y la calidad de las relaciones entre países vecinos.

Hasta que punto un eventual colapso del Mercosur o su declinación hacia un plano de marcada irrelevancia económica pudiera tener un efecto de deterioro en este logro político, es una cuestión que merece reflexión por parte de todos los que aprecian la inserción de cada uno de nuestros países en un subsistema regional dominado por la lógica de la integración y no por la de la fragmentación, es decir, que valoran la inserción en un "barrio de calidad".

La segunda perspectiva para una evaluación del Mercosur es la del intercambio comercial. Se relaciona prioritariamente con los flujos de comercio de bienes entre los socios. En este plano se observan en estos años de experiencia acumulada, fluctuaciones que pueden ser fundamentalmente explicadas por disparidades en los comportamientos de las respectivas economías -especialmente las del Brasil y la Argentina- y, por momentos, también por pronunciadas disparidades cambiarias.

¿Cuánto del comercio recíproco y de sus fluctuaciones en los últimos años, puede deberse a la existencia del Mercosur y de sus reglas de juego, y cuánto es la resultante natural de la contigüidad geográfica de economías que se abrieron al mundo y no sólo a la región en la década de los noventa? Es una pregunta que aún requiere ser respondida con precisión y con evidencia empírica, a fin de poder clarificar efectos comerciales negativos y positivos que se le suelen atribuir al Mercosur.

La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente la más importante desde el punto de vista político y no sólo económico. Significa visualizar el Mercosur como un instrumento de transformación productiva de cada país socio y por ende, de incorporación de progreso técnico y de creación de empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala global y no sólo regional. Es lo que le da sentido ante las respectivas ciudadanías, a la idea tan difundida en los momentos fundacionales de abrir para todos el acceso a un mercado de más de doscientos millones de consumidores.

Es en esta última perspectiva donde el Mercosur -luego de diez años de unión aduanera aún incompleta- plantea más preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades - ¿zona de libre comercio o unión aduanera?-, de un campo de juego desnivelado y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación.

En la perspectiva de un potencial inversor, nacional o extranjero, tres son las preguntas principales que esperan respuestas claras por parte de los países miembros. Las tres se refieren al potencial del Mercosur, como proceso formal de integración, para constituir un real incentivo institucional y económico a la inversión productiva.

Tales preguntas son:

  • ¿están dispuestos los socios -especialmente los dos de mayor dimensión económica- a aceptar disciplinas colectivas, que restrinjan su libertad para aplicar discrecionalmente políticas públicas en materia de desarrollo económico, comercio exterior e inversiones productivas?;

  • ¿en qué consiste la preferencia económica entre los socios y en que consistiría de concluirse las negociaciones con la Unión Europea y con los Estados Unidos -sea en el marco de lo que se denominó el ALCA o, eventualmente, en un formato 4+1 -? o, en otras palabras, ¿cuáles son las ventajas económicas derivadas del privilegio de ser socio pleno, diferentes a las otorgadas a países con los cuales el Mercosur se asocia por medio de acuerdos preferenciales, sea en el ámbito latinoamericano, en el hemisférico, en el bi-regional o en el global?, y

  • ¿cómo se garantiza el respeto a la preferencia económica pactada entre los socios? ¿es que, por ejemplo, quien invierte en Uruguay o en Paraguay en función del espacio integrado goza de las mismas garantías de acceso a los mercados de los demás socios -especialmente de la Argentina y del Brasil-, que hoy tiene quien invierte en Lituania o en Eslovenia en función del mercado de la Unión Europea?

En diciembre próximo, en los resultados de la Cumbre de Ouro Preto, muchos empresarios -especialmente pequeños y medianos- y sus trabajadores, buscarán al menos un principio de respuesta a estas preguntas. Las buscarán en la adopción de compromisos exigibles, que no puedan ser fácilmente dejados de lado. Según fueren las respuestas, los empresarios se inclinarán o no a tomar en serio al Mercosur, es decir, a invertir en función del mercado ampliado.

Cuestiones relevantes para un Mercosur con futuro

Desde el origen del proceso de integración, la relación entre la Argentina y el Brasil ha sido un factor central para su vitalidad y credibilidad. En la actualidad, al menos dos tendencias parecen coexistir en tales relaciones con respecto al Mercosur.

Por un lado, se observa la persistencia de una clara voluntad política de continuar construyendo el espacio de integración económica, como parte de las estrategias más amplias de inserción de cada país en el mundo y en la región sudamericana. Los Presidentes Kirchner y Lula así lo han puesto de manifiesto en forma reiterada.

Por otro lado, son notorias las dificultades metodológicas que se han planteado en los últimos años en el desarrollo del proceso de integración.

En nuestra opinión, las deficiencias metodológicas se manifiestan, sobre todo, en la capacidad institucional para administrar desajustes temporales o estructurales que generan conflictos comerciales entre los socios, y para producir reglas de juego que, a la vez que reflejan los intereses nacionales de los países miembros -asumiendo que ellos están correctamente definidos-, tengan un fuerte potencial de penetrar en la realidad, es decir, de ser cumplidas -criterio de efectividad de las reglas- y de alcanzar, por lo tanto, los objetivos que con ellas se procura lograr -criterio de eficacia-.

Tales reglas son esenciales para avanzar en la construcción gradual del Mercosur y, en particular, para introducir las adaptaciones requeridas por los continuos cambios en las realidades externas e internas de los países socios. Su efectividad y eficacia, son por lo demás fundamentales para la aceptación social de los compromisos asumidos, por ser percibidas como generadores de un cuadro de ganancia mutua entre los socios -criterio de legitimidad social-.

Lo cierto es que, en ocasión de recientes conflictos comerciales entre las dos principales economías del área, se ha puesto una vez más de manifiesto que el Mercosur los procesa mal. Podría decirse que tiene un mal "aparato digestivo". Como ya ocurriera en otras oportunidades, en esta ocasión ellas también generan tensiones de fuerte impacto social, incluso desproporcionadas a la magnitud de los flujos de comercio involucrados. Desorientan a la opinión pública, que recibe mensajes contradictorios entre una alianza épica llena de virtudes y las peleas, hoy por heladeras, ayer textiles y calzado, luego por automóviles y sus auto-partes.

Lo bueno es que las diferencias luego se diluyen y dejan de ser noticia. Lo malo es que contribuyen a una erosión por goteo de la imagen del Mercosur y aumentan su pérdida de credibilidad. Es peor aún si los socios no tienen -y ninguno parece tener- un "plan B" sustentable. Es decir un plan viable de inserción económica internacional que a la vez contribuya a la consolidación de una región sudamericana dominada por la lógica de integración y, por lo tanto, por la paz y la estabilidad política en el marco del predominio de la legitimidad democrática en cada uno de los países que la componen.

Conviene entonces una discusión serena y un diagnóstico preciso. ¿Qué es lo que anda mal en el Mercosur? ¿La idea estratégica o la forma de llevarla adelante?

Si bien en el calor del debate público se efectúan afirmaciones contundentes -tales como que "el Mercosur ha fracasado" y otras de similar tono-, no se observa en ninguno de los socios una posición firme en cuanto al abandono de la idea que encarna el Mercosur. Como se señaló antes, al menos en los gobiernos actuales ello está descartado. Tampoco tiene asidero profundo en las opiniones públicas. Quizás por que todos estamos conscientes del sabor amargo que tendría un fracaso -además del descrédito internacional y de sus consecuencias en el complicado escenario sudamericano-. Si hubiera que reconocer tal fracaso, difícil sería no hacer luego algo parecido al Mercosur. ¿Y alguien creería en ello?

A pesar de las apariencias, el debate no parece ser entonces de tipo existencial. Parece más bien centrado en el cómo del trabajo conjunto entre los socios, es decir en lo metodológico. El eje de tal debate cruza por una cuestión central en un proceso de integración voluntaria entre naciones vecinas y con desigual poder relativo: cómo distribuir costos y beneficios o, en otros términos, cómo resolver la cuestión de quiénes ganan y quienes pierden.

La fórmula para esta cuestión es simple de definir y difícil de llevar a la práctica. Se trata por cierto de que todos perciban que ganan más dentro del club que fuera. Y el problema en el Mercosur es que, como consecuencia de asimetrías de tamaños, de competitividades relativas, de situaciones macroeconómicas coyunturales, recurrentemente hay quienes perciben -o creen percibir- que son perdedores sistemáticos. Pueden ser países, como los casos de Paraguay o Uruguay. O sectores industriales o agrícolas sensibles, en cualquiera de los socios.

Se suele sostener que la solución es retrotraer el Mercosur a una zona de libre comercio. Bien en teoría. En la práctica plantea enormes problemas. No hay zona de libre comercio moderna sin reglas de origen específicas. Las zonas de comercio conocidas, que han proliferado en los últimos años en la región y en otras, ponen de manifiesto que es con tales reglas de origen específicas que se discrimina entre socios y no socios.

Al respecto cabe preguntar: ¿Sería fácil una negociación de reglas de origen específicas en un clima de fracaso del proceso actual del Mercosur? ¿Y es que, acaso, los problemas recurrentes que se observan en los últimos años, no se originan precisamente en el comercio intra-Mercosur de bienes y de servicios, en buena medida como consecuencia de que los supuestos antes mencionados -coordinación macro-económica e integración productiva sectorial- y que fueran explicitados al negociarse el Tratado de Asunción, no pudieron ser cumplidos?

Creo que abordar en profundidad el debate metodológico es impostergable. Es conveniente basarlo en un diagnóstico de cuáles son los problemas sensibles; realizarlo a través de un diálogo franco y de la negociación, y colocarlo en la perspectiva de un salto hacia delante. No de un salto a un vacío lleno de ilusiones, un nuevo espejismo. Pero sí de un salto hacia reglas de más calidad y realismo que las actuales.

El debate metodológico ha de requerir mucho liderazgo político e imaginación técnica. Brasil, por ser el país de mayor dimensión económica que ejerce este semestre la Presidencia temporal del Mercosur, tiene una responsabilidad principal.

En tal sentido cabe destacar que se observa una actitud cada vez más escéptica respecto al Mercosur por parte de empresarios y economistas del Brasil. Múltiples artículos de especialistas y editoriales de los principales diarios, así lo ponen en evidencia. Desde el punto de vista de la estrategia negociadora de los otros socios, pero en especial de la Argentina, conviene tratar de entender cuál es la perspectiva predominante en el Brasil con respecto al Mercosur, al menos tal como ella se refleja en la prensa del país.

Los siguientes serían algunos elementos del diagnóstico que parecerían prevalecer en sectores relevantes del Brasil, especialmente en los que podrían considerarse como los sectores más escépticos en relación al Mercosur:

  • Los actuales conflictos comerciales del Mercosur, se deberían fundamentalmente a deficiencias estructurales que afectan la competitividad relativa de sectores industriales de la Argentina; serían consecuencia de las propias políticas económicas aplicadas en los últimos años y de la falta de respuesta empresaria a las oportunidades abiertas en el mercado del Brasil e, incluso, de los otros socios y de Chile;

  • El hecho de que la balanza comercial bilateral sea ahora deficitaria para la Argentina y que la tendencia sea a acrecentar la brecha, es lo que estaría impulsando al gobierno argentino a aplicar medidas proteccionistas, incluso violando las reglas pactadas; cabría esperar más proteccionismo hacia el futuro;

  • La Argentina no estaría, al menos en plazos cortos, en condiciones de superar las deficiencias de competitividad relativa que se observan en varios de sus sectores industriales;

  • El mercado argentino es más atractivo ahora que hace dos años, pero habrían perdido importancia relativa con respecto a otros mercados de exportación para los sectores industriales del Brasil, incluso en el sector automotriz;

  • En el peor de los escenarios, los productos de origen Brasil en la Argentina sólo podrían perder la preferencia comercial resultante del Mercosur; nunca podrían recibir un tratamiento más restrictivo que el aplicado a terceros países; en muchos casos los productos brasileños podrían competir en el mercado argentino aún sin la preferencia comercial; difícil sería un escenario en el que la Argentina aumente drásticamente sus restricciones a las importaciones de todos los orígenes, salvo para algunos sectores muy sensibles;

  • En las condiciones actuales, difícil sería para la Argentina aceptar la idea de una integración económica más profunda con el Brasil, esto es, avanzar en la línea de un mercado único;

  • La capacidad del Brasil de tirarle un "ancla" a la Argentina en materia de inversiones directas y de financiamiento de inversiones industriales, es relativamente limitada;

  • Sin embargo, preservar el Mercosur es para el Brasil un objetivo valioso de su política exterior y útil en sus negociaciones comerciales internacionales, en particular, por el "efecto-legitimidad social" de un eventual acuerdo de libre comercio con los EEUU; pero sobre todo es valioso para el Brasil cooperar para que la Argentina pueda finalmente superar sus actuales dificultades;

  • En síntesis: el Mercosur y la Argentina tendrían hoy un menor valor relativo para el desarrollo económico del Brasil e, incluso, para la estrategia de inserción internacional de sus empresas, que el que tenía al comienzo del proceso; es un mercado en el cuál las empresas brasileñas podrían competir aún sin preferencias comerciales; el mayor interés por preservar el Mercosur proviene de los responsables de la estrategia internacional y de la política exterior del Brasil, en particular, en relación al espacio sudamericano, a las relaciones con los EEUU y a las negociaciones comerciales internacionales (aunque hoy menos que antes).

En lo inmediato -esto es, en este segundo semestre de 2004- parecería ser conveniente focalizar la agenda negociadora en relación al Mercosur, en muy pocas cuestiones centrales. Ellas, sin perjuicio de las acciones que se desarrollen en el espacio más amplio sudamericano, especialmente en materia de libre comercio con la Comunidad Andina de Naciones, de integración energética y de infraestructura física.

Las principales cuestiones centrales de una agenda de acción inmediata del Mercosur, podrían ser las siguientes:

  • Algún tipo de mecanismo de flexibilización pautada y temporaria de las reglas de juego que se aplican al comercio intra-Mercosur. Una hipótesis de máxima, sería reestablecer cláusulas de salvaguardia a través de una Decisión del Consejo del Mercosur. Convendría evitar darle un carácter de relativa automaticidad, incluso para prevenir una avalancha de demandas de sectores industriales. Una modalidad sería darle a la Secretaría del Mercosur un papel en el análisis técnico de la situación concreta que requiere de flexibilización temporaria. Una hipótesis de mínima, sería establecer la obligación de consulta entre los socios y dejar librada las medidas concretas al acuerdo que se logre entre los gobiernos, con participación de los respectivos sectores empresarios. Precedentes a tomarse en cuenta en la elaboración de reglas de juego del Mercosur en la materia, podrían ser mecanismos del estilo del artículo 22 del ACE 14 y de los artículos 26-segundo párrafo y 107 del viejo Tratado de Roma . Tendría la ventaja de eliminar el argumento que ha utilizado el gobierno del Brasil, cada vez que señala que un acuerdo voluntario de restricción de exportaciones podría ser vulnerable en la perspectiva de su legislación de defensa de la competencia. Una norma Mercosur permitiría darle cobertura jurídica a tales restricciones "voluntarias" y facilitaría un control eficaz por parte de los gobiernos;

  • Asignarle mucho énfasis y prioridad política a acuerdos formales orientados a la integración de cadenas de valor, sea en el marco de los actuales foros de competitividad, o utilizando la Decisión CM 3/91 que sigue vigente, o generando un nuevo marco normativo. La creación de facilidades financieras para proyectos que se desarrollen como resultado de acuerdos de integración productiva, podrían incluso ser una de las resultantes de la cooperación económica que finalmente resulte de la asociación bi-regional con la Unión Europea;

  • Encarar la cuestión del arancel externo común, utilizando toda la flexibilidad que tolera el artículo XXIV-8, del GATT-1994;

  • Acordar programas de integración solidaria en relación al Paraguay y al Uruguay, que signifique reconocer un Mercosur de geometría variable y de múltiples velocidades, tanto en relación al comercio intra-Mercosur, como en relación al AEC;

  • Elaborar un código de conducta en materia de incentivos a la inversión y al comercio intra-Mercosur, por ejemplo, en las líneas del que se incluye para las inversiones en el acuerdo de comercio interno del Canadá de 1994 .

Estas y otras cuestiones vinculadas con el funcionamiento de las instituciones del Mercosur deberían ser parte necesaria de un intenso debate entre los socios y dentro de cada uno, con respecto al futuro de un proceso de integración regional, concebido como funcional a la transformación productiva conjunta y a la inserción competitiva en la economía global.

La participación de los empresarios y demás sectores de la sociedad civil, especialmente en el ámbito de foros conjuntos del Mercosur, facilitaría que tal debate refleje los intereses a veces diferentes de todos los protagonistas relevantes de cada país miembro. La reciente creación de la Coalición Empresaria Argentina-Brasil, podría brindar un espacio adecuado para el análisis y articulación de consensos en torno a nuevas modalidades operativas del Mercosur, sin perjuicio de la participación prevista de empresarios de los otros dos países socios y, eventualmente, también de los asociados.

La transparencia ¿una cualidad valiosa pero escasa en el Mercosur?

La cuestión de la transparencia en sus procesos de decisión requiere hoy una atención especial en el debate sobre el futuro del Mercosur.

En efecto, la transparencia es una cualidad diseminada en los últimos años en las negociaciones comerciales internacionales. Un espacio negociador que no es transparente comienza a ser percibido como antiguo, propio de un mundo que fue. Al menos dos factores han impulsado el cambio: Internet y las demandas de la sociedad civil y de sus organizaciones. Se potencian mutuamente. Parecen irreversibles.

Crecientemente, las páginas Web de organismos internacionales y de gobiernos, permiten acceder en tiempo real a información relevante para entender qué se negocia y cuál es la posición oficial de los negociadores. Incluso, podría sostenerse que la calidad de un organismo o de una repartición pública -al igual que la de las empresas y demás instituciones- se revela en la de su página Web.

Cuando existe transparencia -y no siempre es así- hay beneficios políticos -se facilita la participación de sectores interesados y la construcción de la necesaria legitimidad social-, económicos -se permite a las empresas trazar con tiempo sus estrategias de adaptación a nuevas condiciones de competencia económica- y culturales -se demuestran las virtudes de la alianza implícita entre la idea de sociedad abierta y las tecnologías de información-.

En materia de transparencia, el Mercosur no ha terminado aún de cruzar la línea divisoria entre antigüedad y modernidad. Cualquier usuario de Internet podrá apreciar lo difícil que resulta conseguir información actualizada sobre lo que en él se negocia. Los textos de propuestas de nuevas reglas sobre temas relevantes, sólo se conocen una vez aprobadas. Ello afecta incluso la eficacia de mecanismos como el Foro Consultivo Económico y Social. La palabra "reservado" es de uso común en los anexos de reuniones técnicas e incluso en las del Grupo Mercado Común y la Comisión de Comercio. El informe semestral de la Secretaría Técnica -excelente diagnóstico sobre el estado actual del Mercosur y sobre los problemas que enfrenta- salió de su página Web, luego de haber sido difundido. Una buena noticia ha sido -cualesquiera sean las razones que la explican- el que se publicara la oferta que el Mercosur envió a la Unión Europea. Una mejor noticia hubiera sido que el proyecto de acuerdo en todos sus componentes también estuviera en Internet.

La transparencia es difícil de disociar de las ideas de cambio y de progreso. Más allá de edades e ideologías, permite distinguir a negociadores que valoran la opinión de sus ciudadanos de quienes, aún sin darse cuenta, no lo son.

A fin de mejorar la calidad institucional del Mercosur -objetivo de claro sentido político y económico, si se quiere avanzar en su credibilidad ante ciudadanos, inversores y terceros países- el alcanzar niveles razonables de transparencia en los procesos de producción de reglas de juego, es uno de los desafíos que requiere ser encarado con decisión por los países socios. Ouro Preto, en diciembre, es una oportunidad para dar también en este plano, pasos concretos.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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