La experiencia acumulada con el Mercosur puede ser apreciada al menos
desde tres perspectivas complementarias.
La primera es la política. Se vincula con el signo de las relaciones
que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado
en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad
en todos los planos.
Son relaciones dominadas por la lógica de la integración,
frente a lo que ha sido común en la historia entre países
vecinos, esto es, el predominio de la lógica de la fragmentación.
Más allá de tensiones ocasionales y de conflictos comerciales
naturales, lo cierto es que se han ido consolidando entre los socios del
Mercosur -y entre ellos y sus asociados- la idea de un barrio que aspira
a ser de calidad.
Es la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional se acrecienta
en la medida en que pueda ser concebido como un núcleo duro de
la estabilidad política sudamericana. Es un bien público
que debe ser preservado y cultivado por medio del ejercicio sutil de una
diplomacia de integración -no sólo gubernamental, sino también
de todos los actores sociales- ya que la historia indica que suele ser
más fácil retroceder que avanzar en la calidad de las relaciones
entre países vecinos.
La segunda perspectiva es la del intercambio comercial. Se relaciona
con los flujos de comercio entre los socios. En este plano, se observan
fluctuaciones explicadas por disparidades en los comportamientos de las
respectivas economías -especialmente las de Brasil y la Argentina-
y, por momentos, también por disparidades cambiarias. ¿Cuánto
del comercio recíproco y de sus fluctuaciones puede deberse a la
existencia del Mercosur y de sus reglas de juego, y cuánto es la
resultante natural de la contigüidad geográfica de economías
que se abrieron al mundo y no sólo a la región en la década
del 90? Es una pregunta que requiere aún ser respondida con precisión,
a fin de poder clarificar efectos negativos y positivos que se le suelen
atribuir al Mercosur.
La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente
la más importante. Significa visualizar el Mercosur como un instrumento
de transformación productiva de cada país socio y, por ende,
de incorporación de progreso técnico y creación de
empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala
global y no sólo regional. Es lo que le da sentido político,
además del económico, a la idea tan difundida de abrir el
acceso a un mercado de más de doscientos millones de consumidores.
Es en esta última perspectiva donde el Mercosur -luego de diez
años de unión aduanera aún incompleta- plantea más
preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño
o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función
del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por
una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre
la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades -¿zona de
libre comercio o unión aduanera?-, de un campo de juego desnivelado
y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación.
Real incentivo
Tres son las preguntas principales que esperan respuestas claras de los
países miembros. Las tres se refieren al potencial del Mercosur
para constituir un real incentivo institucional y económico a la
inversión. Ellas son:
- ¿Están dispuestos los socios -especialmente los dos
de mayor dimensión económica- a aceptar disciplinas colectivas
que restrinjan su libertad para aplicar discrecionalmente políticas
públicas en materia de desarrollo económico, comercio
exterior e inversiones productivas?
- ¿En qué consiste la preferencia económica entre
los socios y en qué consistirá una vez que concluyan las
negociaciones con la Unión Europea (UE) y con Estados Unidos?
O, en otras palabras, ¿cuáles son las ventajas económicas
derivadas del privilegio de ser socio pleno, diferentes de las otorgadas
a países con los cuales el Mercosur se asocia?
- ¿Cómo se garantiza el respeto a la preferencia económica
pactada entre los socios? ¿Es que, por ejemplo, quien invierte
en Uruguay o en Paraguay en función del espacio integrado goza
de las mismas garantías de acceso a los mercados de los demás
socios, que hoy tiene quien invierte en Lituania o en Eslovenia en función
del mercado de la UE?
En diciembre próximo, en los resultados de la Cumbre de Ouro Preto,
muchos empresarios buscarán al menos un principio de respuesta
a estas preguntas.
Según cuáles sean las respuestas se inclinarán o
no a tomar en serio al Mercosur, es decir, a invertir en función
del mercado ampliado.
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