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  Félix Peña

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 Archivos del Presente | Septiembre de 2004

Mercado, democracia e integración


Comentarios del Dr. Félix Peña al artículo del Prof. Philippe Schmitter, Mercado, democracia e integración publicado en la edición número 34 de Archivos del presente.


Philippe Schmitter conoce bien la experiencia de integración en América Latina. En esta oportunidad, sin embargo, ha puesto el acento en que sus proposiciones se basan principalmente en la experiencia europea.

Voy a tomar entonces su primera proposición para discurrir en torno a ella desde la perspectiva de nuestra propia experiencia regional, especialmente en el Mercosur.

En mi opinión, más que un debate existencial sobre el Mercosur, lo que tenemos por delante es uno metodológico.

Este debate debe comenzar necesariamente por entender de qué estamos hablando cuando nos referimos al fenómeno de la integración regional. Philippe Schmitter ha puesto acertadamente el acento en el carácter consensual de la integración económica. Es decir, que en el caso del Mercosur -como también en el caso europeo- se está construyendo un espacio regional por libre voluntad soberana de cada uno de nuestros países. Nadie nos ha obligado a hacerlo.

De alguna manera, el punto de partida de toda reflexión sobre el tema de la integración, es lo nacional. Es a partir de la idea de nación que construimos la idea de una región basada en la lógica de la integración, por contraposición a la lógica de la fragmentación. Esto que parece tan elemental, sin embargo, muchas veces lo olvidamos a la hora de hacer la reflexión metodológica de cómo trabajar juntos en un espacio económico y geográfico determinado, en este caso en el espacio del sur de las Américas.

Philippe Schmitter señala que la integración consensual es entre naciones desiguales en su poder político y económico relativo, y sin que necesariamente se visualice un producto final. Es decir, no estamos construyendo necesariamente un nuevo Estado soberano a partir de los pre-existentes. Incluso puede ser que nunca exista un nuevo Estado de alcance regional. Esto es algo que hay que tomar en cuenta porque hace más apasionante -por lo difícil-la tarea de entender cómo mantener a través del tiempo esta construcción regional, si es que nunca va a terminar siendo lo que estamos acostumbrados a conocer como el ámbito de nuestros sistemas políticos con la forma del Estado nacional.

Señala Philippe Schmitter, que este proceso de construcción regional se basa en Europa en una necesaria relación entre la democracia y la integración multinacional. En nuestra experiencia en el Mercosur, la integración es también un subproducto de la opción nacional por la democracia. Precisamente porque hemos optado por la democracia hemos decidido trabajar juntos a partir de cada una de nuestras realidades nacionales. Pero no es suficiente con tener democracia en el plano interno de cada nación participante. Es necesario mucho más. Es necesario definir métodos de trabajo que permitan alcanzar los resultados procurados por todos los socios de un proyecto de integración regional.

Destacaré al respecto, tres puntos vinculados a la experiencia nuestra en el Mercosur.

En primer lugar, en mi opinión, lo que se observa en la experiencia del Mercosur son fuertes deficiencias en los mecanismos de definición del interés nacional con respecto a qué queremos hacer junto a nuestros socios. Estas deficiencias en el mecanismo nacional de captación de lo que necesitamos obtener en la construcción regional, explica el hecho de que sobrecarguemos la institución presidencial. Tenemos que analizar por qué en el Mercosur se sobrecarga a los presidentes de cosas que deberían ser resueltas en planos inferiores de las respectivas administraciones nacionales. El abuso de la diplomacia presidencial en la construcción del Mercosur es uno de nuestros problemas.

Si como consecuencia de tales deficiencias no se generan compromisos creíbles, se afecta la calidad de las reglas de juego. Las reglas defectuosas -de baja calidad- no penetran en la realidad y se debilita entonces el efecto disciplina que debe producir un proceso de integración. Tal disciplina es precisamente la que genera los efectos de la integración regional sobre la construcción de la democracia en economías modernas. Cuando se debilita el efecto disciplina, se deteriora la legitimidad social y se pierde el cuadro ganancia-ganancia, que es lo que permite sustentar a través del tiempo el vínculo asociativo entre los países miembro del Mercosur.

Aquí es donde se produce el ensamble con el otro polo de nuestro temario, el mercado. Los mercados son inteligentísimos, captan inmediatamente si las señales son creíbles o no. Si le decimos a los actores que operan en los mercados: "invierte, genera empleo, produce y tendrás el acceso irrestricto a doscientos millones de consumidores", pero luego no se los damos como consecuencia de reglas de juego que no son serias, los mercados hacen lo que hace la gente inteligente: sonríen, pero no toman en serio las señales emitidas por los gobiernos. La consecuencia es que con el tiempo se va perdiendo la eficacia del proceso de integración. Eso es precisamente lo que está ocurriendo con el Mercosur.

En segundo lugar, se pueden efectuar otras observaciones relacionadas con la primera proposición planteada por Philippe Schmitter. Se refiere al carácter dinámico tanto de la democracia, como de la integración y de los mercados. Tal dinámica plantea la necesidad de tener aptitud de cazador de blanco móvil en la construcción de una región. En este aspecto sí hay que reivindicar la diplomacia presidencial porque tiene una importancia fundamental. Es irremplazable para definir y preservar la dirección estratégica del proceso de integración, que es mucho más que resolver los recurrentes conflictos de intereses en torno, por ejemplo, el comercio de los pollos, de textiles o de calzados. La dirección estratégica debe ser realimentada constantemente porque los objetivos que se persiguen y las realidades en que se opera, sobre todo hoy, están en constante movimiento.

En tercer lugar, la primera proposición de Philippe Schmitter me lleva a plantear una propuesta complementaria.

Si bien los europeos y los sudamericanos coincidimos en llevar adelante este proceso de construcción consensual de un espacio regional a partir de lo nacional, hay sin embargo una diferencia crucial que explica mucho de las diferencias que hemos tenido en las metodologías de integración.

Como normalmente se señala, uno de los factores que impulsaron a la integración europea fue el rechazo a la guerra. Es la genialidad de Jean Monnet, que captó que solamente poniendo en común recursos y mercados se podía superar la ancestral tendencia europea al predominio de la lógica de la fragmentación, en última instancia de la guerra, en sus relaciones recíprocas.

Nosotros en cambio, por suerte no tuvimos la guerra como factor de impulso a la integración. Pero tampoco tuvimos el otro factor que se observa en el momento fundacional de la integración europea, que fue la existencia del mercado. Cuando comienza la integración europea, el mercado existía. Es decir, la razón de ser del Plan Monnet era que estaban tan integrados los mercados, particularmente el del carbón y el del acero en la cuenca del Rhur, que tal interdependencia no administrada en la lógica de la integración, conducía recurrente mente a la guerra. El proceso de integración en Europa estuvo orientado desde su origen a administrar la interdependencia a fin de tornarla cooperativa.

En el momento fundacional del proceso de integración en Sudamérica debíamos en primer lugar, generar interdependencia a fin de entrar luego en la etapa de su administración. Pero la metodología de trabajo conjunto que fuera definida en tal momento fundacional, no previó ello y sobre todo no previó la propia dinámica que resultaría de la decisión de integrar nuestros sistemas económicos. Entonces nos hemos quedado con un instrumental de trabajo conjunto que es hoy precario, obsoleto, definido para una realidad que ya no existe y sin los reflejos necesarios para ir adaptándola a lo nuevo.

Precisamente, las proposiciones que hoy nos ha efectuado Philippe Schmitter, deben llevamos a pensar y a resolver estas deficiencias que actualmente se observan en la construcción del Mercosur.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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