Por lo menos tres factores tornan difícil
concluir el ALCA en la fecha pactada. Difícil no significa imposible.
Pero será necesaria mucha voluntad política, habilidad negociadora
e imaginación técnica, para encontrar fórmulas que
permitan avanzar.
El primero es la heterogeneidad entre los 34 países que negocian.
Haití es un caso extremo. Pero ilustra la disparidad de situaciones
colocadas en un marco común. Hay otros ejemplos de disparidades
económicas y de estado de salud de los sistemas políticos.
A ello se agrega la disparidad originada en el hecho que hay países
que ya alcanzaron su principal objetivo en el ALCA: adquirir lo que se
denominó el seguro contra el proteccionismo de los EE.UU. Integran
el G-14 que afloró en la reunión de Puebla. Ya han pagado
por el acceso preferencial al mercado americano. No les interesa demasiado
compartirlo con muchos otros países -especialmente con Brasil-,
sobre todo si ellos pretenden adquirir lo mismo pagando menos.
El segundo factor es el diseño del ALCA. Se desarrolló
en tres etapas. La primera fue el lanzamiento de la idea de un área
de libre comercio hemisférica por el presidente Bush en 1990. Con
acierto fue calificada por un avezado negociador brasilero como una idea
vaga. Quizás tuvo un fin político inmediato: la digestión
por los mexicanos de la apertura que el Presidente Salinas hizo del camino
que conduciría al NAFTA. La segunda fue el compromiso de un ALCA
de 34 países asumido en la Cumbre de Miami en 1994. Parecía
una idea ambiciosa, demasiado simple en su formato, quizás ingenua.
Pero su concreción aparecía lejana en el horizonte. Facilitó
su aprobación. La tercera fue el reconocimiento en la reunión
de Miami, en noviembre pasado, que el formato de 1994 no era viable. De
allí surgió la idea de dos niveles de compromisos, los comunes
a todos y los limitados a grupos de países. De su convergencia
debe resultar el área de libre comercio.
El tercer factor es el calendario negociador combinado con el electoral
de varios países. Se supone que todo tiene que estar acordado a
fin de 2004. Y que en 2005 será aprobado por los Congresos. Los
plazos apremian si se tienen en cuenta las disparidades de criterios manifiestas
en Puerto España, Miami y Puebla. Es mucho lo que hay que avanzar
en muy poco tiempo. Y el calendario político complica el cuadro.
En particular el hecho que en el camino hacia las elecciones americanas,
el empleo, el proteccionismo y la agricultura han adquirido notoriedad
en distritos sensibles para los candidatos. Y a medida que pasen los meses
aumentará la preocupación de los gobiernos por el hecho
que el año próximo tendrán que encarar difíciles
debates parlamentarios. En algunos países hay elecciones y no en
todos el ALCA es una idea que fascina a los ciudadanos. Es fácil
imaginar ruidos callejeros en oportunidad de los debates parlamentarios.
En Puebla I (la reunión de febrero que pasó a cuarto intermedio)
no se pudo avanzar en el mandato de Miami. Las razones son conocidas.
¿Podrá Puebla II superar el estancamiento -a los negociadores
no les gusta esta palabra- de Puebla I? La información disponible
sobre conversaciones informales que se están realizando no permite
abrir juicio serio al respecto. Pero sí cabe formular una pregunta:
¿no será más fácil concluir con lo que aparece
como una misión imposible, si se sincerara lo que es el núcleo
duro del ALCA, esto es, la negociación entre los EE.UU. y el Mercosur
encarada en el formato del '4+1'? Puede formularse la idea de que es el
hecho que este formato no haya sido asimilado con entusiasmo por los EE.UU.
-salvo en un momento por el presidente Clinton-, lo que explica muchas
de las dificultades que ha experimentado la negociación hemisférica.
Esta vez al menos, la UE ha sido más pragmática en su relación
con la región y el Mercosur.
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