Félix Peña fue negociador argentino en la etapa fundacional
del Mercosur y del Acuerdo "4+1" entre el Mercosur y los Estados
Unidos. Subsecretario de Comercio Exterior de Argentina en el período
1998-1999.
Una nueva etapa en las negociaciones hemisféricas
Los optimistas son quienes piensan que el futuro todavía no está
predeterminado, ni para bien ni para mal, y que aún se puede influir
en él a través de distintas acciones acometidas según
los escenarios por los que se quiera transitar. El Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), cuyas negociaciones tendrían
que culminar en diciembre de 2004, es un futuro que se construye hoy a
marchas forzadas por los acuerdos derivados de la Reunión Ministerial
del ALCA celebrada en Quito en noviembre de 2002, y por las realidades
políticas que siguieron a las elecciones en Brasil y Estados Unidos
de ese mismo año.
Para los países latinoamericanos -en especial para los que no
han concluido acuerdos de libre comercio con Estados Unidos-, los adelantos
que se logren en las negociaciones hemisféricas -en forma simultánea
a las que se articulan en el ámbito de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) y con la Unión Europea (UE)- serán cruciales
para definir un entorno económico externo favorable a la consolidación
de la democracia, la modernización de sus economías, el
desarrollo social y su inserción competitiva en los mercados mundiales.
Desde luego, también es posible que las negociaciones fracasen
y que el entorno externo de esos países no cambie de manera significativa,
al menos en términos de acceso a los mercados y de reglas de juego
que influyan en la competencia económica global y regional. Incluso
es posible que dicho entorno externo se vuelva más negativo (es
difícil saber cuán probable será ello, dada la incertidumbre
y la volatilidad internacional), y que se acentúen las tendencias
proteccionistas en los países industrializados por el efecto combinado
de una mayor inestabilidad política internacional (por ejemplo,
un escenario "11 de septiembre-plus") y de una recesión
en la economía mundial.
Suponiendo que puedan cumplirse los plazos, surgen por lo menos tres
cuestiones de importancia, que sólo los hechos futuros permitirán
aclarar: ¿qué clase de espacio hemisférico de libre
comercio producirán las negociaciones en curso?; ¿cuál
será su legitimidad interna en los países participantes,
muchas veces seducidos por el proteccionismo?, y ¿qué contribución
significará para la paz y la estabilidad de una región con
fuertes signos de turbulencias y tentaciones radicales?
Son preguntas que sólo podrán responderse plenamente en
el transcurso de los próximos meses. Al menos tres factores influirán
en la futura evolución de las negociaciones y en las acciones colectivas
que logren articular los países del hemisferio: el funcionamiento
de la presidencia conjunta de las negociaciones hemisféricas, a
cargo de Brasil y Estados Unidos; los progresos que se alcancen en el
primer semestre de 2003 en temas importantes que quedaron pendientes en
la Reunión Ministerial de Quito, en particular con respecto a las
modalidades de las negociaciones de las ofertas de acceso a mercados,
y el alcance real que tenga el novedoso Programa de Cooperación
Hemisférica aprobado en Quito.
La presidencia conjunta
A partir del 1 de noviembre pasado, Estados Unidos y Brasil ejercen la
presidencia conjunta de las negociaciones hemisféricas. Trátase
de un hecho inédito que plantea interesantes desafíos, de
los cuales cabe destacar tres: lograr éxito en las negociaciones;
reflejar la postura de todos los países (en el caso de Brasil,
también las del Mercosur) para alcanzar el consenso necesario,
y evitar caer en la tentación de un entendimiento bilateral excluyente
entre Estados Unidos y Brasil. Por ello, mucho dependerá de la
capacidad de ambos países de generar un liderazgo colectivo eficaz
con el resto de sus socios, teniendo en cuenta que representan alrededor
de la mitad de toda la población del continente americano.
En cuanto a Brasil, cabe tener en consideración que Lula, el nuevo
presidente, ha sido por mucho tiempo crítico del enfoque predominante
sobre el ALCA. Sin embargo, ante todo es realista y tiene el perfil de
un negociador de estirpe.
Además, su país cuenta con diplomáticos experimentados
que participan en las negociaciones tanto en Washington, Buenos Aires,
Bruselas y Ginebra como en Brasilia. Y, más allá de lo retórico,
es razonable suponer que valorará la importancia que para el futuro
de Brasil (y de su propio programa de gobierno) tendrá la consecución
de un acuerdo con Estados Unidos que sea sustentable y satisfaga los intereses
de su país. Al mismo tiempo, ha mostrado con claridad la importancia
que atribuye a la alianza estratégica con Argentina y al Mercosur.
En tal sentido continuará y, al cabo, profundizará la línea
seguida por el presidente Fernando Henrique Cardoso. La convergencia de
intereses con sus socios del Mercosur puede asentarse sobre cuatro puntos:
la prioridad de las cuestiones agrícolas, de defensa comercial
y del efectivo acceso a bienes y servicios en los cuales los países
miembro pueden ser competitivos; la articulación de las negociaciones
del ALCA con las que se desarrollan simultáneamente con la UE y
en el marco de la OMC; la preservación de la identidad y la preferencia
económica en un Mercosur de dimensión sudamericana. Por
último, pero también muy importante, la funcionalidad de
las negociaciones comerciales respecto de las estrategias nacionales de
transformación productiva, cohesión social e inserción
competitiva en la economía global. Tal es la postura que, formalmente,
han sostenido desde inicios de la década pasada los diferentes
gobiernos de los países pertenecientes al Mercosur. No siempre
esos puntos se han convertido en realidades o han salido del plano retórico;
por eso dijo el ex presidente Lacalle, de Uruguay, con algo de exageración,
que se trataba de un "Mercosur de papel". Pero en materia de
negociaciones comerciales internacionales, lo cierto es que las a veces
sustanciales diferencias de puntos de vista, expresadas por funcionarios
gubernamentales (incluso de alto nivel, como el entonces ministro Cavallo
de Argentina o el propio presidente Batlle de Uruguay) y por economistas
y otros líderes de opinión, no han impedido que se logre
el consenso entre los cuatro países a la hora de participar en
las negociaciones del ALCA o con la Unión Europea.
En cuanto a Estados Unidos, puede suponerse que el triunfo republicano
en las elecciones legislativas de noviembre fortalecerá la postura
favorable a la generación de una estrategia agresiva en las negociaciones
comerciales. El representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick,
se ha referido a los vínculos entre seguridad, libre comercio,
progreso social y democracia en declaraciones que plantean su visión
sobre el itinerario por seguir y los principales puntos en la estrategia
de construcción de un espacio de libre comercio hemisférico.
Por su importancia, merecen destacarse dos presentaciones de Zoellick.
Una es su conferencia del 1 de octubre en el National Press Club de Washington,
en la que trata del vínculo entre las estrategias globales de seguridad
y el libre comercio. La otra es la del 14 de octubre, en una conferencia
de la Cumbre de las Américas auspiciada por The Miami Herald cuyo
resumen aparece en las páginas de este número. Allí
fue muy claro en cuanto al sentido político de la estrategia comercial
para el hemisferio, al resaltar en particular que "la agenda del
libre comercio estadounidense puede ayudar a las frágiles democracias
del continente americano, del mismo modo que la política comercial
del Estados Unidos posterior a la Segunda Guerra Mundial contribuyó
a resguardar la democracia y las esperanzas en Europa occidental y Japón".
En mi opinión, los mensajes más importantes que se extraen
de los señalamientos de Zoellick son: la seguridad y el libre comercio
son indisociables en la estrategia del gobierno de Bush, en los planos
global y hemisférico; la disposición a avanzar con quien
esté preparado para hacerlo, ya sea en el plano bilateral o en
el multilateral, global y regional; la vinculación entre los objetivos
políticos -democracia y seguridad- y comerciales; la transparencia
y la participación de la sociedad civil, y, finalmente, la articulación
con otros instrumentos -entre ellos un Programa Hemisférico de
Cooperación y el Desafío del Milenio- que faciliten el éxito
de los países dispuestos a profundizar en sus sistemas democráticos
y a modernizar sus economías.
En la Reunión Ministerial de Quito, Zoellick señaló
que el objetivo del ALCA no es sólo la expansión del comercio
sino, sobre todo, la "creación de esperanzas". Un perspicaz
analista brasileño relacionó esta expresión con el
lema de Lula según el cual "la esperanza derrotó al
miedo". Quizás sea ésta una expresión que simboliza
un comienzo de aproximación en la visión que, sobre el sentido
político de la idea del libre comercio en el hemisferio, tienen
los países que ejercen la presidencia conjunta.
Los resultados de Quito y las cuestiones pendientes
En la Reunión Ministerial de Quito se lograron varios avances.
Pero importantes cuestiones han quedado pendientes y deberán abordarse
en los próximos meses. En particular, aún deben definirse
modalidades concretas para un aspecto central en toda negociación
comercial: el alcance de las ofertas de acceso a los respectivos mercados
de bienes y servicios.
Según sea, surgen dos perfiles diferentes del ALCA. En el primero,
todos hacen ofertas a todos -o sea una lista única de cada país
para los demás- con lo cual se logra una verdadera zona de libre
comercio regional. En el segundo, las ofertas se hacen por países
-o sea listas múltiples y diferenciadas por países o grupos
de países-, lo que puede resultar en el equivalente a una red de
acuerdos bilaterales o multilaterales. En concreto, la pregunta que habría
que responder es: ¿será el ALCA una zona de libre comercio
en el sentido del artículo XXIV del Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) de 1994 o
será el paraguas amplio para una red de acuerdos preferenciales,
bilaterales y multilaterales?
De acuerdo con el calendario fijado, en el primer semestre de 2003 se
avanzará en la presentación de las ofertas negociadoras.
Luego, el 15 de julio, se iniciará la negociación fuerte
ya sobre las ofertas revisadas. Sin embargo, en Quito se puso el énfasis
en el equilibrio en el avance de cada uno de los puntos de la agenda de
negociaciones. Ha quedado claro que sólo podrá avanzarse
en las negociaciones si hay un progreso simultáneo y equilibrado
en cuestiones centrales, como por ejemplo, acceso a mercados, agricultura
y defensa comercial.
Escenarios resultantes de las negociaciones: El programa de cooperación
hemisférica
Un hecho novedoso surgido en la Reunión Ministerial de Quito,
y que merece mucha atención, es la aprobación del Programa
de Cooperación Hemisférica como "componente central
de apoyo para el ALCA". Originalmente se limitaba a pequeños
países en desarrollo, pero ahora puede extenderse a cualquier país
en vías de desarrollo que así lo requiera y tenga una estrategia
nacional en función de las negociaciones. Su objetivo es ayudar
a negociar y a prepararse para los escenarios que resultarán de
las negociaciones, "incluyendo la capacidad productiva y la competitividad
en la región".
Entiendo que estamos ante el embrión de un nuevo enfoque en el
desarrollo del ALCA. No se trata sólo de negociar, sino también
de ayudar a los países para que puedan aprovechar sus beneficios.
Aquí se percibe como fino hilo conductor la metodología
del Plan Marshall. Dicha experiencia fue retomada por la UE en sus programas
de cooperación económica (con financiamientos sustanciales)
en relación con los países candidatos a ser miembros plenos
o a asociarse mediante acuerdos de libre comercio (por ejemplo, los Programas
Phare, Tacis y Meda). Los programas de la Comisión Europea tienen
como objetivo ayudar al esfuerzo que cada país esté dispuesto
a efectuar en el marco de su estrategia nacional, en términos definidos
de común acuerdo y con supervisión del respectivo Programa.
Quizás con esa experiencia en mente, en una carta de julio pasado
enviada por los comisarios Christopher Patten y Pascal Lamy a los cancilleres
del Mercosur, la UE planteó la idea de los programas de cooperación
económica a fin de facilitar la preparación de sus países
para competir en el espacio del libre comercio interregional.
Preparar los escenarios "post-negociaciones" implicará
realizar, en paralelo, los esfuerzos de participar en complejas negociaciones
(simultáneas y vinculadas entre sí, tanto por sus agendas
como por sus calendarios y sus dinámicas) y de preparar a cada
uno de los países (o grupos de países como la Comunidad
Andina, el Mercosur y Centroamérica), con la finalidad de competir
en los mercados ampliados y someterse a disciplinas colectivas cada vez
más exigentes y condicionantes de lo que se puede hacer o no en
términos de políticas públicas, sin exponerse a legítimas
y costosas represalias comerciales.
En consecuencia, imaginar los escenarios "post-negociaciones"
debe ser una prioridad para los países en desarrollo del hemisferio,
entre ellos los del Mercosur, si es que quieren beneficiarse de los compromisos
que se logren. Ello debería conducir a que cada sociedad, en su
conjunto, hiciera un esfuerzo de reflexión sobre las oportunidades
y los desafíos que resultarán de las negociaciones, y extrajera
consecuencias en términos de futuras políticas públicas
y de estrategias de negocios. En ese esfuerzo deben participar activamente
los ciudadanos y sus instituciones principales -políticas, empresariales,
sindicales, académicas y el creciente mundo de las organizaciones
no gubernamentales-, en un marco de una mayor fluidez y transparencia
informativa.
Instalar en las agendas nacionales la cuestión de preparar una
sociedad para los escenarios "post-negociaciones" puede tener,
además, efectos colaterales positivos. Uno de ellos sería
el de incentivar factores de cohesión interna, originados en la
necesidad de enfrentar desafíos externos, como se ha podido observar
en las transiciones políticas y económicas, entre otros,
de España, Portugal y México, y ahora de los aspirantes
a formar parte de la UE. Otro sería, especialmente en el caso del
Mercosur y de la Comunidad Andina, el de facilitar la articulación
de un debate profundo y racional entre los socios sobre qué tipo
de proceso de integración (es decir, preferencias económicas,
reglas de juego, políticas públicas y disciplinas colectivas)
será funcional en los escenarios posteriores a las negociaciones
y qué tipo de estrategias empresariales conjuntas se requerirán
para ser competitivos en los posibles escenarios de ampliación
de mercados.
En este sentido es ilustrativa la experiencia de los países aspirantes
a incorporarse a la UE. Al mismo tiempo que negocian su entrada, orientan
políticas públicas y estrategias empresariales para prepararse
para el difícil (y atractivo) escenario "post-negociaciones".
En buena medida, lo hacen estimulados por los resultados esperados y por
sus efectos sobre algo que es valioso para sus ciudadanos: la democracia
y el bienestar, pero también por el incentivo de recibir ayuda
financiera europea.
Así, la cooperación dirigida a los países aspirantes
está orientada a construir gradualmente las condiciones que sustenten
y den legitimidad social a su ingreso a la UE, ayudándolos sistemáticamente
a prepararse para el escenario posterior a las negociaciones y canalizando
montos significativos de recursos financieros y técnicos, con el
objeto de producir cuatro efectos en sus sistemas políticos, económicos
y sociales, que pueden considerarse esenciales. Éstos son: el efecto
disciplina (especialmente en el plano de las políticas macroeconómicas,
sectoriales y comerciales), el efecto cohesión (sobre todo en los
planos político y social), el efecto instituciones (en especial
en los ámbitos administrativo y legislativo) y el efecto competitividad
(particularmente en el plano de las pymes -pequeñas y medianas
empresas- y de su internacionalización). Una consecuencia de este
enfoque es el acento que se pone en la cooperación para que cada
país candidato se organice, en todos los planos, para participar
de la UE. Lo que se pretende desarrollar con tal política deliberada
es la inserción gradual de los gobiernos, la sociedad civil y las
empresas de los países aspirantes, en el denso tejido de redes
gubernamentales, sociales y de negocios característico de la integración
europea -las "solidaridades de hecho" del planteamiento fundacional
europeo de Jean Monnet-. De tal modo, examinar profundamente esta experiencia
puede ser de gran valor para los países en desarrollo del hemisferio
americano.
La aprobación en Quito del Programa de Cooperación Hemisférica
significa entonces introducir, en la creación del ALCA, la necesidad
de financiamiento adicional que contribuya a los cambios estructurales
necesarios y al desarrollo de nuevas disciplinas macroeconómicas,
sectoriales y comerciales. Pero como no serán sustancialmente diferentes
de las que se requerirán a los países que negocien acuerdos
de libre comercio con la UE, tiene sentido plantear la idea de una participación
europea en el financiamiento de la cooperación para preparar los
países para los escenarios que resulten de las negociaciones. Es
ésta una cuestión que debería abordarse en el marco
del obligado enfoque triangular -América Latina-Estados Unidos-UE-
que podría requerirse en el futuro, si es que se aspira a una conclusión
exitosa de las negociaciones simultáneas hemisféricas e
interregionales en los ambiciosos plazos previstos. El Mercosur y la Comunidad
Andina podrían ser candidatos naturales a participar en un enfoque
triangular de la cooperación económica, en el cual el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) podría cumplir un papel significativo
en forma conjunta con la Comisión Europea y la Corporación
Andina de Fomento.
El MERCOSUR y las negociaciones hemisféricas
Algunos de las interrogantes que surgieron después de Quito conciernen
al Mercosur y a la voluntad política de sus socios de avanzar en
su construcción. Concretamente, ¿podría el Mercosur
superar sus actuales dificultades y, además de negociar como una
unidad (lo que supone resolver, entre otras, la cuestión de su
arancel externo común), preservar su identidad en el espacio hemisférico
de libre comercio?; ¿la idea mencionada, entre otros, por Moises
Naim en el Financial Times y por Rubens Ricupero en una entrevista en
Folha de S.Paulo, de un acuerdo bilateral de libre comercio entre Brasil
y Estados Unidos, será finalmente una resultante de la presidencia
conjunta?; ¿tendría tal idea legitimidad social interna
en un Brasil gobernado por el Partido de los Trabajadores, que levantó
la bandera del ALCA como proyecto de anexión a Estados Unidos?;
el enfoque de un Acuerdo "4+1" entre el Mercosur y Estados Unidos,
¿no sería una alternativa válida a tal pacto bilateral,
además de ser compatible con el enfoque del ALCA como una red de
acuerdos bilaterales y plurilaterales?; ¿cómo conciliará
el Mercosur la negociación con Estados Unidos (sea en el ALCA o
en el "4+1") con su negociación simultánea con
la UE?; y ¿tendría realmente la UE interés en avanzar
en un acuerdo con el Mercosur, si se diluyera la negociación del
ALCA? Todas éstas son preguntas que irán respondiendo los
hechos en el curso de 2003.
Es posible, sin embargo, imaginar escenarios futuros del Mercosur, de
su inserción en el ALCA y su relación con la UE. El ejercicio
es válido al menos por tres razones. La primera es que, tras la
reunión de Quito y el triunfo republicano en las elecciones de
noviembre pasado en Estados Unidos, las negociaciones sobre el ALCA se
intensificarán y ello tendrá repercusiones en la estrategia
de las pláticas de la UE con el Mercosur. Si bien el avance en
ambos frentes dependerá de las negociaciones agrícolas en
la OMC, también será importante la cohesión entre
Argentina y Brasil y sus socios. La segunda es que, ante el estancamiento
actual del Mercosur, se observa voluntad política de encarar iniciativas
que le den vigencia como plataforma para competir y negociar en el mundo.
Un ejemplo es el acuerdo de libre circulación de personas, que
deberá entrar en vigor en 2003 tras su ratificación parlamentaria.
La tercera es el compromiso que ha asumido Luiz Inácio Lula da
Silva, el nuevo presidente de Brasil, con respecto a la alianza estratégica
con Argentina y a un Mercosur multidimensional de escala sudamericana.
Al menos podemos imaginar tres escenarios para el futuro del Mercosur.
El primero es el de la estrategia fundacional de 1990. Sería un
Mercosur que, una vez superadas sus limitaciones, profundizaría
un espacio económico común (en el largo plazo, una unión
económica y monetaria), concretando en 2005 también su participación
en el ALCA (o como variante, un Acuerdo "4+1" con Estados Unidos)
y un acuerdo con la UE. Es el escenario privilegiado hasta el presente.
Depende del liderazgo político y de la creatividad técnica
con que se encaren las insuficiencias actuales de calidad institucional,
del alcance de una preferencia económica con instrumentos flexibles
y previsibles y la disciplina colectiva entre los socios. Un enfoque flexible
de una unión aduanera de geometría variable y múltiples
velocidades debería facilitar la incorporación plena de
Chile, y hacerlo en plazos razonables.
Es un escenario que requiere un liderazgo constructivo de parte de Estados
Unidos, que valore la profundización del Mercosur para la estabilidad
democrática de América del Sur. Ello equivaldría
a reconocer el significativo papel que puede tener, en el arco andino
sudamericano, un núcleo duro de democracias consolidadas en Argentina,
Brasil, Chile y Uruguay. Podría conducir a desarrollar la idea
original del "4+1", como pieza necesaria en la construcción
de un ALCA aceptable. Permitiría absorber los cuestionamientos
a la legitimidad de las propuestas de libre comercio hemisférico.
La conciliación de las tensiones culturales y políticas
entre globalización e identidad nacional es el valor político
de un Mercosur de calidad. Se trata de un escenario posible y deseable.
Si hay voluntad y liderazgo político, no es una utopía.
Un segundo escenario sería el de la disolución del Mercosur
en una zona hemisférica de libre comercio, en el formato actual
del ALCA o en la alternativa de una red de libre comercio con Estados
Unidos como epicentro. Supone la transformación del Mercosur en
una zona de libre comercio o el deslizamiento de facto hacia su irrelevancia
para la agenda de los problemas críticos de los socios, e incluso
su disolución formal, al menos en su componente comercial preferencial.
Este escenario podría complementarse con acuerdos bilaterales de
países del Mercosur no sólo con Estados Unidos, sino también
con la UE. Es un escenario que debilitaría la capacidad negociadora
de los socios, entre ellos Brasil, que por la asimetría de poder
relativo lograrían menos para sus intereses nacionales. Además,
podría enfrentar cuestionamientos de legitimidad en algunos de
los países del Mercosur, con implicaciones políticas. No
sería una contribución a la estabilidad democrática
en América del Sur. Por el contrario, podría estimular las
fuerzas centrífugas que se observan en el horizonte sudamericano.
Es un escenario posible y probable, pero menos deseable que el primero.
Por último, un tercer escenario imaginable, sería el de
un Mercosur que continúe con su inercia actual o con mejoras cosméticas,
o incluso que intente su profundización, pero rechazando negociaciones
razonables con Estados Unidos y con la UE. Equivaldría a un Mercosur
introvertido y proteccionista. No sería compatible con la idea
fundacional ni con los compromisos asumidos. Sería otro Mercosur.
No es conciliable con las realidades políticas y económicas
de sus socios. En la práctica, podría conducir al escenario
de la disolución del Mercosur, circunstancia en que algunos de
sus actuales miembros optarían por otros caminos más acordes
con sus necesidades. No es un escenario deseable.
Conclusión
Cuando los países del hemisferio vuelvan a reunirse en Miami el
último trimestre de 2003, muchas de las interrogantes que están
abiertas con respecto al futuro de las negociaciones comerciales hemisféricas
deberán haber tenido, al menos, un principio de respuesta. En particular
las referidas a cuál será en definitiva la arquitectura
del ALCA, en el sentido de si será una verdadera zona de libre
comercio o una red de acuerdos de liberalización comercial (sean
estos bilaterales o multilaterales), y a cómo se transformará
el Programa de Cooperación Hemisférica en un instrumento
relevante para ayudar a los países de la región a prepararse
para los escenarios que resulten de las negociaciones, siguiendo quizás
el modelo de la cooperación europea con los países aspirantes
a ser miembros plenos o a asociarse mediante acuerdos de libre comercio.
De cómo se responda a estas interrogantes, y de la participación
que efectivamente tengan las sociedades civiles en las negociaciones,
dependerá en gran medida el que los acuerdos que se logren tengan
sustento y legitimidad social. Si ello fuera así, las negociaciones
hemisféricas, concebidas como parte de una estrategia más
amplia de fortalecimiento de la democracia, la modernización económica
y el desarrollo social de cada país, podrían significar
una contribución eficaz para encarar situaciones críticas
que experimentan países de América Latina y que en algunos
casos pueden llegar a representar, de no ser resueltas con inteligencia
y esfuerzo colectivo, amenazas para la paz y la estabilidad política
de la región.
Sin embargo, una de las interrogantes principales requerirá una
respuesta en el plano multilateral, concretamente en el de la OMC. Y se
refiere a cómo conciliar las construcciones regionales e interregionales
de libre comercio (necesariamente preferenciales) con el fortalecimiento
del sistema multilateral de la OMC. Es una interrogante que se torna más
acuciante si se observa la creciente tendencia a multiplicar acuerdos
preferenciales, no sólo en el hemisferio y en Europa, sino también
en Asia, donde Japón, China y Corea muestran fuertes iniciativas
en tal dirección. Quizás ha llegado el momento de poner
más énfasis en el desarrollo del Programa de Doha, en el
sentido del fortalecimiento de las disciplinas (un poco ambiguas e ineficaces)
del artículo XXIV del GATT de 1994.
Las múltiples interrogantes abiertas en el hemisferio y en el
plano global, sobre la construcción de espacios globales y regionales
de libre comercio que permitan encarar mejor las agendas sobre los problemas
políticos, sociales y económicos sustantivos de los países
latinoamericanos, requerirán un gran esfuerzo negociador entre
los gobiernos. Pero exigirán también una activa participación
de la sociedad civil, a fin de lograr que sea posible (junto al avance
del libre comercio hemisférico y global) contribuir a consolidar
la democracia y la estabilidad política en América Latina,
y fortalecer el sistema multilateral en torno a la Organización
Mundial del Comercio.
El ALCA, en las distintas variantes imaginables, no es ni podría
ser un proyecto exclusivamente comercial. Eso lo ha recordado con nitidez
Robert Zoellick en Quito. Por lo demás, es la posición de
los países latinoamericanos. Como proceso negociador tiene, y por
sus resultados tendrá, un claro impacto político en el futuro
desarrollo de las relaciones interamericanas y en la consolidación
de la democracia en la región. Según sea su evolución,
condicionará significativamente la forma en que libre comercio
y seguridad se vinculen en el futuro, tanto en el plano hemisférico
como en el global.
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