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  Félix Peña

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 Revista Foreign Affairs En Español | Enero - Marzo de 2003

Los escenarios posibles... en la construcción del ALCA


Félix Peña fue negociador argentino en la etapa fundacional del Mercosur y del Acuerdo "4+1" entre el Mercosur y los Estados Unidos. Subsecretario de Comercio Exterior de Argentina en el período 1998-1999.

Una nueva etapa en las negociaciones hemisféricas

Los optimistas son quienes piensan que el futuro todavía no está predeterminado, ni para bien ni para mal, y que aún se puede influir en él a través de distintas acciones acometidas según los escenarios por los que se quiera transitar. El Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), cuyas negociaciones tendrían que culminar en diciembre de 2004, es un futuro que se construye hoy a marchas forzadas por los acuerdos derivados de la Reunión Ministerial del ALCA celebrada en Quito en noviembre de 2002, y por las realidades políticas que siguieron a las elecciones en Brasil y Estados Unidos de ese mismo año.

Para los países latinoamericanos -en especial para los que no han concluido acuerdos de libre comercio con Estados Unidos-, los adelantos que se logren en las negociaciones hemisféricas -en forma simultánea a las que se articulan en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y con la Unión Europea (UE)- serán cruciales para definir un entorno económico externo favorable a la consolidación de la democracia, la modernización de sus economías, el desarrollo social y su inserción competitiva en los mercados mundiales.

Desde luego, también es posible que las negociaciones fracasen y que el entorno externo de esos países no cambie de manera significativa, al menos en términos de acceso a los mercados y de reglas de juego que influyan en la competencia económica global y regional. Incluso es posible que dicho entorno externo se vuelva más negativo (es difícil saber cuán probable será ello, dada la incertidumbre y la volatilidad internacional), y que se acentúen las tendencias proteccionistas en los países industrializados por el efecto combinado de una mayor inestabilidad política internacional (por ejemplo, un escenario "11 de septiembre-plus") y de una recesión en la economía mundial.

Suponiendo que puedan cumplirse los plazos, surgen por lo menos tres cuestiones de importancia, que sólo los hechos futuros permitirán aclarar: ¿qué clase de espacio hemisférico de libre comercio producirán las negociaciones en curso?; ¿cuál será su legitimidad interna en los países participantes, muchas veces seducidos por el proteccionismo?, y ¿qué contribución significará para la paz y la estabilidad de una región con fuertes signos de turbulencias y tentaciones radicales?

Son preguntas que sólo podrán responderse plenamente en el transcurso de los próximos meses. Al menos tres factores influirán en la futura evolución de las negociaciones y en las acciones colectivas que logren articular los países del hemisferio: el funcionamiento de la presidencia conjunta de las negociaciones hemisféricas, a cargo de Brasil y Estados Unidos; los progresos que se alcancen en el primer semestre de 2003 en temas importantes que quedaron pendientes en la Reunión Ministerial de Quito, en particular con respecto a las modalidades de las negociaciones de las ofertas de acceso a mercados, y el alcance real que tenga el novedoso Programa de Cooperación Hemisférica aprobado en Quito.

La presidencia conjunta
A partir del 1 de noviembre pasado, Estados Unidos y Brasil ejercen la presidencia conjunta de las negociaciones hemisféricas. Trátase de un hecho inédito que plantea interesantes desafíos, de los cuales cabe destacar tres: lograr éxito en las negociaciones; reflejar la postura de todos los países (en el caso de Brasil, también las del Mercosur) para alcanzar el consenso necesario, y evitar caer en la tentación de un entendimiento bilateral excluyente entre Estados Unidos y Brasil. Por ello, mucho dependerá de la capacidad de ambos países de generar un liderazgo colectivo eficaz con el resto de sus socios, teniendo en cuenta que representan alrededor de la mitad de toda la población del continente americano.

En cuanto a Brasil, cabe tener en consideración que Lula, el nuevo presidente, ha sido por mucho tiempo crítico del enfoque predominante sobre el ALCA. Sin embargo, ante todo es realista y tiene el perfil de un negociador de estirpe.

Además, su país cuenta con diplomáticos experimentados que participan en las negociaciones tanto en Washington, Buenos Aires, Bruselas y Ginebra como en Brasilia. Y, más allá de lo retórico, es razonable suponer que valorará la importancia que para el futuro de Brasil (y de su propio programa de gobierno) tendrá la consecución de un acuerdo con Estados Unidos que sea sustentable y satisfaga los intereses de su país. Al mismo tiempo, ha mostrado con claridad la importancia que atribuye a la alianza estratégica con Argentina y al Mercosur. En tal sentido continuará y, al cabo, profundizará la línea seguida por el presidente Fernando Henrique Cardoso. La convergencia de intereses con sus socios del Mercosur puede asentarse sobre cuatro puntos: la prioridad de las cuestiones agrícolas, de defensa comercial y del efectivo acceso a bienes y servicios en los cuales los países miembro pueden ser competitivos; la articulación de las negociaciones del ALCA con las que se desarrollan simultáneamente con la UE y en el marco de la OMC; la preservación de la identidad y la preferencia económica en un Mercosur de dimensión sudamericana. Por último, pero también muy importante, la funcionalidad de las negociaciones comerciales respecto de las estrategias nacionales de transformación productiva, cohesión social e inserción competitiva en la economía global. Tal es la postura que, formalmente, han sostenido desde inicios de la década pasada los diferentes gobiernos de los países pertenecientes al Mercosur. No siempre esos puntos se han convertido en realidades o han salido del plano retórico; por eso dijo el ex presidente Lacalle, de Uruguay, con algo de exageración, que se trataba de un "Mercosur de papel". Pero en materia de negociaciones comerciales internacionales, lo cierto es que las a veces sustanciales diferencias de puntos de vista, expresadas por funcionarios gubernamentales (incluso de alto nivel, como el entonces ministro Cavallo de Argentina o el propio presidente Batlle de Uruguay) y por economistas y otros líderes de opinión, no han impedido que se logre el consenso entre los cuatro países a la hora de participar en las negociaciones del ALCA o con la Unión Europea.

En cuanto a Estados Unidos, puede suponerse que el triunfo republicano en las elecciones legislativas de noviembre fortalecerá la postura favorable a la generación de una estrategia agresiva en las negociaciones comerciales. El representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick, se ha referido a los vínculos entre seguridad, libre comercio, progreso social y democracia en declaraciones que plantean su visión sobre el itinerario por seguir y los principales puntos en la estrategia de construcción de un espacio de libre comercio hemisférico.

Por su importancia, merecen destacarse dos presentaciones de Zoellick. Una es su conferencia del 1 de octubre en el National Press Club de Washington, en la que trata del vínculo entre las estrategias globales de seguridad y el libre comercio. La otra es la del 14 de octubre, en una conferencia de la Cumbre de las Américas auspiciada por The Miami Herald cuyo resumen aparece en las páginas de este número. Allí fue muy claro en cuanto al sentido político de la estrategia comercial para el hemisferio, al resaltar en particular que "la agenda del libre comercio estadounidense puede ayudar a las frágiles democracias del continente americano, del mismo modo que la política comercial del Estados Unidos posterior a la Segunda Guerra Mundial contribuyó a resguardar la democracia y las esperanzas en Europa occidental y Japón".

En mi opinión, los mensajes más importantes que se extraen de los señalamientos de Zoellick son: la seguridad y el libre comercio son indisociables en la estrategia del gobierno de Bush, en los planos global y hemisférico; la disposición a avanzar con quien esté preparado para hacerlo, ya sea en el plano bilateral o en el multilateral, global y regional; la vinculación entre los objetivos políticos -democracia y seguridad- y comerciales; la transparencia y la participación de la sociedad civil, y, finalmente, la articulación con otros instrumentos -entre ellos un Programa Hemisférico de Cooperación y el Desafío del Milenio- que faciliten el éxito de los países dispuestos a profundizar en sus sistemas democráticos y a modernizar sus economías.

En la Reunión Ministerial de Quito, Zoellick señaló que el objetivo del ALCA no es sólo la expansión del comercio sino, sobre todo, la "creación de esperanzas". Un perspicaz analista brasileño relacionó esta expresión con el lema de Lula según el cual "la esperanza derrotó al miedo". Quizás sea ésta una expresión que simboliza un comienzo de aproximación en la visión que, sobre el sentido político de la idea del libre comercio en el hemisferio, tienen los países que ejercen la presidencia conjunta.

Los resultados de Quito y las cuestiones pendientes
En la Reunión Ministerial de Quito se lograron varios avances. Pero importantes cuestiones han quedado pendientes y deberán abordarse en los próximos meses. En particular, aún deben definirse modalidades concretas para un aspecto central en toda negociación comercial: el alcance de las ofertas de acceso a los respectivos mercados de bienes y servicios.

Según sea, surgen dos perfiles diferentes del ALCA. En el primero, todos hacen ofertas a todos -o sea una lista única de cada país para los demás- con lo cual se logra una verdadera zona de libre comercio regional. En el segundo, las ofertas se hacen por países -o sea listas múltiples y diferenciadas por países o grupos de países-, lo que puede resultar en el equivalente a una red de acuerdos bilaterales o multilaterales. En concreto, la pregunta que habría que responder es: ¿será el ALCA una zona de libre comercio en el sentido del artículo XXIV del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) de 1994 o será el paraguas amplio para una red de acuerdos preferenciales, bilaterales y multilaterales?

De acuerdo con el calendario fijado, en el primer semestre de 2003 se avanzará en la presentación de las ofertas negociadoras. Luego, el 15 de julio, se iniciará la negociación fuerte ya sobre las ofertas revisadas. Sin embargo, en Quito se puso el énfasis en el equilibrio en el avance de cada uno de los puntos de la agenda de negociaciones. Ha quedado claro que sólo podrá avanzarse en las negociaciones si hay un progreso simultáneo y equilibrado en cuestiones centrales, como por ejemplo, acceso a mercados, agricultura y defensa comercial.

Escenarios resultantes de las negociaciones: El programa de cooperación hemisférica
Un hecho novedoso surgido en la Reunión Ministerial de Quito, y que merece mucha atención, es la aprobación del Programa de Cooperación Hemisférica como "componente central de apoyo para el ALCA". Originalmente se limitaba a pequeños países en desarrollo, pero ahora puede extenderse a cualquier país en vías de desarrollo que así lo requiera y tenga una estrategia nacional en función de las negociaciones. Su objetivo es ayudar a negociar y a prepararse para los escenarios que resultarán de las negociaciones, "incluyendo la capacidad productiva y la competitividad en la región".

Entiendo que estamos ante el embrión de un nuevo enfoque en el desarrollo del ALCA. No se trata sólo de negociar, sino también de ayudar a los países para que puedan aprovechar sus beneficios. Aquí se percibe como fino hilo conductor la metodología del Plan Marshall. Dicha experiencia fue retomada por la UE en sus programas de cooperación económica (con financiamientos sustanciales) en relación con los países candidatos a ser miembros plenos o a asociarse mediante acuerdos de libre comercio (por ejemplo, los Programas Phare, Tacis y Meda). Los programas de la Comisión Europea tienen como objetivo ayudar al esfuerzo que cada país esté dispuesto a efectuar en el marco de su estrategia nacional, en términos definidos de común acuerdo y con supervisión del respectivo Programa. Quizás con esa experiencia en mente, en una carta de julio pasado enviada por los comisarios Christopher Patten y Pascal Lamy a los cancilleres del Mercosur, la UE planteó la idea de los programas de cooperación económica a fin de facilitar la preparación de sus países para competir en el espacio del libre comercio interregional.

Preparar los escenarios "post-negociaciones" implicará realizar, en paralelo, los esfuerzos de participar en complejas negociaciones (simultáneas y vinculadas entre sí, tanto por sus agendas como por sus calendarios y sus dinámicas) y de preparar a cada uno de los países (o grupos de países como la Comunidad Andina, el Mercosur y Centroamérica), con la finalidad de competir en los mercados ampliados y someterse a disciplinas colectivas cada vez más exigentes y condicionantes de lo que se puede hacer o no en términos de políticas públicas, sin exponerse a legítimas y costosas represalias comerciales.

En consecuencia, imaginar los escenarios "post-negociaciones" debe ser una prioridad para los países en desarrollo del hemisferio, entre ellos los del Mercosur, si es que quieren beneficiarse de los compromisos que se logren. Ello debería conducir a que cada sociedad, en su conjunto, hiciera un esfuerzo de reflexión sobre las oportunidades y los desafíos que resultarán de las negociaciones, y extrajera consecuencias en términos de futuras políticas públicas y de estrategias de negocios. En ese esfuerzo deben participar activamente los ciudadanos y sus instituciones principales -políticas, empresariales, sindicales, académicas y el creciente mundo de las organizaciones no gubernamentales-, en un marco de una mayor fluidez y transparencia informativa.

Instalar en las agendas nacionales la cuestión de preparar una sociedad para los escenarios "post-negociaciones" puede tener, además, efectos colaterales positivos. Uno de ellos sería el de incentivar factores de cohesión interna, originados en la necesidad de enfrentar desafíos externos, como se ha podido observar en las transiciones políticas y económicas, entre otros, de España, Portugal y México, y ahora de los aspirantes a formar parte de la UE. Otro sería, especialmente en el caso del Mercosur y de la Comunidad Andina, el de facilitar la articulación de un debate profundo y racional entre los socios sobre qué tipo de proceso de integración (es decir, preferencias económicas, reglas de juego, políticas públicas y disciplinas colectivas) será funcional en los escenarios posteriores a las negociaciones y qué tipo de estrategias empresariales conjuntas se requerirán para ser competitivos en los posibles escenarios de ampliación de mercados.

En este sentido es ilustrativa la experiencia de los países aspirantes a incorporarse a la UE. Al mismo tiempo que negocian su entrada, orientan políticas públicas y estrategias empresariales para prepararse para el difícil (y atractivo) escenario "post-negociaciones". En buena medida, lo hacen estimulados por los resultados esperados y por sus efectos sobre algo que es valioso para sus ciudadanos: la democracia y el bienestar, pero también por el incentivo de recibir ayuda financiera europea.

Así, la cooperación dirigida a los países aspirantes está orientada a construir gradualmente las condiciones que sustenten y den legitimidad social a su ingreso a la UE, ayudándolos sistemáticamente a prepararse para el escenario posterior a las negociaciones y canalizando montos significativos de recursos financieros y técnicos, con el objeto de producir cuatro efectos en sus sistemas políticos, económicos y sociales, que pueden considerarse esenciales. Éstos son: el efecto disciplina (especialmente en el plano de las políticas macroeconómicas, sectoriales y comerciales), el efecto cohesión (sobre todo en los planos político y social), el efecto instituciones (en especial en los ámbitos administrativo y legislativo) y el efecto competitividad (particularmente en el plano de las pymes -pequeñas y medianas empresas- y de su internacionalización). Una consecuencia de este enfoque es el acento que se pone en la cooperación para que cada país candidato se organice, en todos los planos, para participar de la UE. Lo que se pretende desarrollar con tal política deliberada es la inserción gradual de los gobiernos, la sociedad civil y las empresas de los países aspirantes, en el denso tejido de redes gubernamentales, sociales y de negocios característico de la integración europea -las "solidaridades de hecho" del planteamiento fundacional europeo de Jean Monnet-. De tal modo, examinar profundamente esta experiencia puede ser de gran valor para los países en desarrollo del hemisferio americano.

La aprobación en Quito del Programa de Cooperación Hemisférica significa entonces introducir, en la creación del ALCA, la necesidad de financiamiento adicional que contribuya a los cambios estructurales necesarios y al desarrollo de nuevas disciplinas macroeconómicas, sectoriales y comerciales. Pero como no serán sustancialmente diferentes de las que se requerirán a los países que negocien acuerdos de libre comercio con la UE, tiene sentido plantear la idea de una participación europea en el financiamiento de la cooperación para preparar los países para los escenarios que resulten de las negociaciones. Es ésta una cuestión que debería abordarse en el marco del obligado enfoque triangular -América Latina-Estados Unidos-UE- que podría requerirse en el futuro, si es que se aspira a una conclusión exitosa de las negociaciones simultáneas hemisféricas e interregionales en los ambiciosos plazos previstos. El Mercosur y la Comunidad Andina podrían ser candidatos naturales a participar en un enfoque triangular de la cooperación económica, en el cual el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) podría cumplir un papel significativo en forma conjunta con la Comisión Europea y la Corporación Andina de Fomento.

El MERCOSUR y las negociaciones hemisféricas
Algunos de las interrogantes que surgieron después de Quito conciernen al Mercosur y a la voluntad política de sus socios de avanzar en su construcción. Concretamente, ¿podría el Mercosur superar sus actuales dificultades y, además de negociar como una unidad (lo que supone resolver, entre otras, la cuestión de su arancel externo común), preservar su identidad en el espacio hemisférico de libre comercio?; ¿la idea mencionada, entre otros, por Moises Naim en el Financial Times y por Rubens Ricupero en una entrevista en Folha de S.Paulo, de un acuerdo bilateral de libre comercio entre Brasil y Estados Unidos, será finalmente una resultante de la presidencia conjunta?; ¿tendría tal idea legitimidad social interna en un Brasil gobernado por el Partido de los Trabajadores, que levantó la bandera del ALCA como proyecto de anexión a Estados Unidos?; el enfoque de un Acuerdo "4+1" entre el Mercosur y Estados Unidos, ¿no sería una alternativa válida a tal pacto bilateral, además de ser compatible con el enfoque del ALCA como una red de acuerdos bilaterales y plurilaterales?; ¿cómo conciliará el Mercosur la negociación con Estados Unidos (sea en el ALCA o en el "4+1") con su negociación simultánea con la UE?; y ¿tendría realmente la UE interés en avanzar en un acuerdo con el Mercosur, si se diluyera la negociación del ALCA? Todas éstas son preguntas que irán respondiendo los hechos en el curso de 2003.

Es posible, sin embargo, imaginar escenarios futuros del Mercosur, de su inserción en el ALCA y su relación con la UE. El ejercicio es válido al menos por tres razones. La primera es que, tras la reunión de Quito y el triunfo republicano en las elecciones de noviembre pasado en Estados Unidos, las negociaciones sobre el ALCA se intensificarán y ello tendrá repercusiones en la estrategia de las pláticas de la UE con el Mercosur. Si bien el avance en ambos frentes dependerá de las negociaciones agrícolas en la OMC, también será importante la cohesión entre Argentina y Brasil y sus socios. La segunda es que, ante el estancamiento actual del Mercosur, se observa voluntad política de encarar iniciativas que le den vigencia como plataforma para competir y negociar en el mundo. Un ejemplo es el acuerdo de libre circulación de personas, que deberá entrar en vigor en 2003 tras su ratificación parlamentaria. La tercera es el compromiso que ha asumido Luiz Inácio Lula da Silva, el nuevo presidente de Brasil, con respecto a la alianza estratégica con Argentina y a un Mercosur multidimensional de escala sudamericana.

Al menos podemos imaginar tres escenarios para el futuro del Mercosur. El primero es el de la estrategia fundacional de 1990. Sería un Mercosur que, una vez superadas sus limitaciones, profundizaría un espacio económico común (en el largo plazo, una unión económica y monetaria), concretando en 2005 también su participación en el ALCA (o como variante, un Acuerdo "4+1" con Estados Unidos) y un acuerdo con la UE. Es el escenario privilegiado hasta el presente. Depende del liderazgo político y de la creatividad técnica con que se encaren las insuficiencias actuales de calidad institucional, del alcance de una preferencia económica con instrumentos flexibles y previsibles y la disciplina colectiva entre los socios. Un enfoque flexible de una unión aduanera de geometría variable y múltiples velocidades debería facilitar la incorporación plena de Chile, y hacerlo en plazos razonables.

Es un escenario que requiere un liderazgo constructivo de parte de Estados Unidos, que valore la profundización del Mercosur para la estabilidad democrática de América del Sur. Ello equivaldría a reconocer el significativo papel que puede tener, en el arco andino sudamericano, un núcleo duro de democracias consolidadas en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Podría conducir a desarrollar la idea original del "4+1", como pieza necesaria en la construcción de un ALCA aceptable. Permitiría absorber los cuestionamientos a la legitimidad de las propuestas de libre comercio hemisférico. La conciliación de las tensiones culturales y políticas entre globalización e identidad nacional es el valor político de un Mercosur de calidad. Se trata de un escenario posible y deseable. Si hay voluntad y liderazgo político, no es una utopía.

Un segundo escenario sería el de la disolución del Mercosur en una zona hemisférica de libre comercio, en el formato actual del ALCA o en la alternativa de una red de libre comercio con Estados Unidos como epicentro. Supone la transformación del Mercosur en una zona de libre comercio o el deslizamiento de facto hacia su irrelevancia para la agenda de los problemas críticos de los socios, e incluso su disolución formal, al menos en su componente comercial preferencial. Este escenario podría complementarse con acuerdos bilaterales de países del Mercosur no sólo con Estados Unidos, sino también con la UE. Es un escenario que debilitaría la capacidad negociadora de los socios, entre ellos Brasil, que por la asimetría de poder relativo lograrían menos para sus intereses nacionales. Además, podría enfrentar cuestionamientos de legitimidad en algunos de los países del Mercosur, con implicaciones políticas. No sería una contribución a la estabilidad democrática en América del Sur. Por el contrario, podría estimular las fuerzas centrífugas que se observan en el horizonte sudamericano. Es un escenario posible y probable, pero menos deseable que el primero.

Por último, un tercer escenario imaginable, sería el de un Mercosur que continúe con su inercia actual o con mejoras cosméticas, o incluso que intente su profundización, pero rechazando negociaciones razonables con Estados Unidos y con la UE. Equivaldría a un Mercosur introvertido y proteccionista. No sería compatible con la idea fundacional ni con los compromisos asumidos. Sería otro Mercosur. No es conciliable con las realidades políticas y económicas de sus socios. En la práctica, podría conducir al escenario de la disolución del Mercosur, circunstancia en que algunos de sus actuales miembros optarían por otros caminos más acordes con sus necesidades. No es un escenario deseable.

Conclusión
Cuando los países del hemisferio vuelvan a reunirse en Miami el último trimestre de 2003, muchas de las interrogantes que están abiertas con respecto al futuro de las negociaciones comerciales hemisféricas deberán haber tenido, al menos, un principio de respuesta. En particular las referidas a cuál será en definitiva la arquitectura del ALCA, en el sentido de si será una verdadera zona de libre comercio o una red de acuerdos de liberalización comercial (sean estos bilaterales o multilaterales), y a cómo se transformará el Programa de Cooperación Hemisférica en un instrumento relevante para ayudar a los países de la región a prepararse para los escenarios que resulten de las negociaciones, siguiendo quizás el modelo de la cooperación europea con los países aspirantes a ser miembros plenos o a asociarse mediante acuerdos de libre comercio.

De cómo se responda a estas interrogantes, y de la participación que efectivamente tengan las sociedades civiles en las negociaciones, dependerá en gran medida el que los acuerdos que se logren tengan sustento y legitimidad social. Si ello fuera así, las negociaciones hemisféricas, concebidas como parte de una estrategia más amplia de fortalecimiento de la democracia, la modernización económica y el desarrollo social de cada país, podrían significar una contribución eficaz para encarar situaciones críticas que experimentan países de América Latina y que en algunos casos pueden llegar a representar, de no ser resueltas con inteligencia y esfuerzo colectivo, amenazas para la paz y la estabilidad política de la región.

Sin embargo, una de las interrogantes principales requerirá una respuesta en el plano multilateral, concretamente en el de la OMC. Y se refiere a cómo conciliar las construcciones regionales e interregionales de libre comercio (necesariamente preferenciales) con el fortalecimiento del sistema multilateral de la OMC. Es una interrogante que se torna más acuciante si se observa la creciente tendencia a multiplicar acuerdos preferenciales, no sólo en el hemisferio y en Europa, sino también en Asia, donde Japón, China y Corea muestran fuertes iniciativas en tal dirección. Quizás ha llegado el momento de poner más énfasis en el desarrollo del Programa de Doha, en el sentido del fortalecimiento de las disciplinas (un poco ambiguas e ineficaces) del artículo XXIV del GATT de 1994.

Las múltiples interrogantes abiertas en el hemisferio y en el plano global, sobre la construcción de espacios globales y regionales de libre comercio que permitan encarar mejor las agendas sobre los problemas políticos, sociales y económicos sustantivos de los países latinoamericanos, requerirán un gran esfuerzo negociador entre los gobiernos. Pero exigirán también una activa participación de la sociedad civil, a fin de lograr que sea posible (junto al avance del libre comercio hemisférico y global) contribuir a consolidar la democracia y la estabilidad política en América Latina, y fortalecer el sistema multilateral en torno a la Organización Mundial del Comercio.

El ALCA, en las distintas variantes imaginables, no es ni podría ser un proyecto exclusivamente comercial. Eso lo ha recordado con nitidez Robert Zoellick en Quito. Por lo demás, es la posición de los países latinoamericanos. Como proceso negociador tiene, y por sus resultados tendrá, un claro impacto político en el futuro desarrollo de las relaciones interamericanas y en la consolidación de la democracia en la región. Según sea su evolución, condicionará significativamente la forma en que libre comercio y seguridad se vinculen en el futuro, tanto en el plano hemisférico como en el global.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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