El hecho que la primer visita al exterior de Lula sea a Buenos Aires,
simboliza una prioridad. Es la que le atribuye a la alianza con la Argentina
en la estrategia del Brasil, en lo comercial y en lo político.
Fue expresada en la campaña electoral y reiterada después
del triunfo. Retoma la definición estratégica del Brasil
a partir de 1986. Se efectúa en un momento en que el Mercosur,
principal instrumento de la alianza, atraviesa una crisis de identidad
y de credibilidad.
Cabe ahora observar cómo articulan los socios, acciones que permitan
recolocar al Mercosur como plataforma para competir y negociar en el mundo.
Se requiere operar -trascendiendo lo retórico y lo mediático-
sobre tres ejes, que darán sustento a una acción conjunta
de transformación productiva y de equidad social.
El primero es el de la calidad y efectividad de las reglas de juego.
No se gana nada aprobando reglas que no penetran en la realidad. Se ha
abusado de un Mercosur de "efectos especiales". Protocolos claves
no han sido ratificados y sólo un treinta por ciento de Decisiones
que lo requieren, han sido incorporadas a los ordenamientos jurídicos
internos. Cierto sentido tiene Lacalle, ex Presidente del Uruguay, al
hablar de un "Mercosur de papel". La idea de fortalecer la participación
de los Parlamentos y de la sociedad civil, puede contribuir a revertir
la actual situación. Pero lo esencial es un compromiso de los socios,
de aceptar disciplinas colectivas que no puedan ser unilateralmente dejadas
de lado invocando emergencias económicas, salvo por mecanismos
que institucionalicen la flexibilidad en situaciones especiales.
El segundo eje es el de las disciplinas macroeconómicas, sectoriales
y comerciales. Una real unión económica, requerirá
definiciones vinculantes sobre cómo se logrará la coordinación
macroeconómica, incluyendo creatividad en el plano de los mecanismos
de pago. Toda iniciativa seria, debe ser analizada en profundidad. Pero
dadas las asimetrías existentes, avances en la coordinación
macroeconómica, suponen progresos en otras disciplinas, incluyendo
incentivos a la inversión y al comercio exterior.
El tercer eje es el de las negociaciones comerciales. Desde su inicio
el Mercosur ha privilegiado un enfoque multipolar. Implica valorar todos
los frentes negociadores, especialmente en la OMC, en la ALADI y el ALCA,
y con la Unión Europea. Son negociaciones que han entrado en su
fase de definiciones. Ello exige fortalecer la coordinación gubernamental
y la participación de la sociedad civil.
La negociación con los EEUU requiere ahora una atención
prioritaria. Los avances que se logren en este frente impulsará
a los europeos ha enhebrar una real negociación con el Mercosur.
A su vez, en cuestiones más sensibles para nuestros países
-agricultura y defensa comercial- las negociaciones en la OMC son cruciales.
Con los EEUU dos carriles son complementarios: el ALCA y el "4+1".
En relación al ALCA, es esencial tener en cuenta que, de hecho,
casi todos los países participantes ya tienen entre sí acuerdos
de libre comercio. Los tiene los EEUU o los está negociando, por
el NAFTA y con Chile, Centroamérica y el Caribe, además
de regímenes preferenciales especiales con los países andinos.
Los tienen los países del Mercosur -o los están negociando-
con sus socios de la ALADI. En esta red de acuerdos, la pieza fundamental
que falta es la de los EEUU con los países del Mercosur. En tal
perspectiva, la culminación de las negociaciones del ALCA implicaría
-para quienes tengan acuerdos con los EEUU y Canadá, y con los
países latinoamericanos, como sería el caso de México
y de Chile- establecer pautas y reglas comunes y, eventualmente, profundizar
las preferencias obtenidas. Pero no agregaría mucho a lo que ya
han logrado.
Para el Mercosur, lo razonable sería acelerar la negociación
con los EEUU en el "4+1" y, simultáneamente, participar
en la construcción del ALCA. Parece ser la opción de Lula.
Ello permitiría, incluso, una estrategia gradual en la que se logren
resultados parciales pero equilibrados, dejando para la conclusión
aún incierta de las negociaciones del ALCA, objetivos de máxima
que dependen de los resultados de la rueda Doha. Un ejemplo es la cuestión
de los subsidios agrícolas, donde un resultado parcial podría
elaborarse en función del precedente del capítulo 7 del
acuerdo de libre comercio entre los EEUU y el Canadá.
Una alternativa al "4+1" serían negociaciones bilaterales
de cada socio del Mercosur con los EEUU. Esta opción fue planteada
en distintas oportunidades en la Argentina y también en el Uruguay.
Es una hipótesis que se ha instalado últimamente, con fuerza
y recurrencia, en el Brasil, incluso luego del triunfo de Lula. Es una
hipótesis y también una tentación. No parece tener
ventajas frente al esfuerzo de negociar en el marco del "4+1".
Pero sin duda es una opción que adquirirá más vigencia,
especialmente en el Brasil, si es que no se logra articular una estrategia
inteligente para fortalecer un Mercosur en serio y creíble. Es
quizás una de las principales cuestiones a abordar en el diálogo
con el nuevo gobierno de Lula, por sus implicancias comerciales, pero
también políticas.
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