La Argentina tendrá que hacer en los próximos años
un enorme esfuerzo para aumentar y diversificar la exportación
de bienes y de servicios a todo el mundo.
Sólo así se podrán sustentar las expectativas de
estabilización económica y de mejoras en el nivel de vida,
al que legítimamente aspira nuestra gente.
La "obsesión exportadora" deberá penetrar en todas
sus dimensiones el debate sobre una Argentina diferente y mejor.
Penetrar en el mundo con nuestros bienes y servicios no será
tarea fácil, pues los mercados de la región y del mundo
son cada vez más competitivos. La entrada de China y de Taiwán,
y luego de Rusia, en la Organización Mundial del Comercio, permiten
vislumbrar un espacio de comercio internacional que tendrá cada
vez más protagonistas, a veces muy agresivos.
Son muchos los que quieren vender y son muchos, incluso, los que tienen
ventajas competitivas sobre la Argentina, sean ellas tecnológicas,
organizacionales o de abundancia de mano de obra barata. Otros tienen
accesos preferenciales en países de alto nivel de consumo, como
es por ejemplo, el caso de México en el NAFTA o el de países
emergentes de Europa Central y del Este, en la Unión Europea. Otros
tienen un valor estratégico que les asegura un espacio fuerte en
la competencia mundial, sea por el lado del comercio o de las inversiones.
Competir en el mundo generará una demanda creciente de recursos
humanos capacitados en comercio exterior. Por cierto que preparados en
la operatoria del comercio exterior, incluyendo el financiamiento y los
pagos, los impuestos, la aduana, los instrumentos de la política
comercial externa. Por cierto que también en el análisis
de costos empresarios y extra-empresa que inciden en la competitividad-precio
de las exportaciones. Por cierto que con una vocación y aptitud
a valorar la calidad en todos los planos, el del producto, el de la organización,
el de la palabra empeñada. Pero sobre todo en el planeamiento y
en la gestión estratégica del comercio exterior -incluyendo
las estrategias de abastecimiento de origen externo-, lo que implica capacidad
para pensar y operar con mentalidad de mediano y largo plazo, la de poder
"navegar" circunstancias externas de fuerte volatilidad financiera
e incluso política, y la de dominar situaciones multiculturales
a veces de fuerte diversidad, como cuando se trata de penetrar mercados
lejanos a los nuestros, por ejemplo en el Asia y en África.
Un buen especialista en comercio exterior, es alguien con antenas para
anticipar el futuro en la competencia por los mercados mundiales. Alguien
capaz de detectar "hechos cargados de futuro" y colocarlos a
favor de su obsesión por exportar.
Quien trabaje en comercio exterior argentino, además de conocer
profundamente el país y su gente, tendrá que dominar al
menos el inglés y el portugués, y en lo posible tener vivencias
de trabajo en el exterior, por ejemplo en el Brasil.
Las empresas argentinas interesadas en exportar deberían, en
tal sentido, estimular pasantías de jóvenes en empresas
en el exterior y viajes de conocimiento del mundo.
El comercio exterior argentino requerirá en el futuro mucha gente
joven con mentalidad Marco Polo. Que puedan viajar físicamente
por el mundo o al menos virtualmente, sacando todo el provecho del acortamiento
de distancias que permite la Internet, al menos para quien tiene curiosidad
y motivación.
Quien se dedique al comercio exterior, tendrá que tener un manejo
fluido de las nuevas tecnologías de información, ya que
mucho de lo que necesita saber (inteligencia comercial) y lo que necesita
comunicar, lo hará o lo podrá hacer mejor y más económico,
por Internet. Tendrá que tener la aptitud mental de un cazador
de blanco móvil y no la de un cazador de blanco fijo, pues en la
era de la globalización de los mercados, las ventajas competitivas
se desplazan a altas velocidades.
Y sobre todo, quien se dedica al comercio exterior, tendrá que
saber mucho sobre sus competidores -y ellos están en todo el mundo-
y sobre las reglas de juego. Hoy competir implica saber usar las reglas
de juego del comercio mundial a su favor. Ello implica conocerlas bien
y dominarlas. Y quien no las domina o piensa que es fácil transgredirlas,
puede tener luego que asumir fuertes costos, especialmente a través
de la aplicación en su contra, de los compromisos de la OMC, del
Mercosur y mañana del ALCA.
Ello está claro en el caso de prácticas de comercio desleal
u otras que distorsionan artificialmente las condiciones de competencia
económica.
Instituciones de formación académica y técnica,
tendrán que trabajar codo a codo con el gobierno y las empresas,
en facilitar la capacitación de gente joven especializada en comercio
internacional, y la formación continua de los actuales cuadros
empresarios.
El comercio exterior del siglo XXI, es un campo en el cual uno puede
volverse obsoleto muy fácil y muy rápido, incluso sin darse
cuenta!.
De allí que habrá que poner énfasis en carreras
cortas, incluso en la posibilidad de "dobles carreras" y en
programas de estudio "a la carta", esto es elaborados a la medida
de quien necesita estudiar; en pasantías de trabajos; en viajes
de desarrollo profesional, por el país y al exterior; en "reciclaje"
continuo dentro de las propias empresas o en grupos de empresas, a través
de la modalidad "in company"; en el estudio de mercados externos
y sus ambientes culturales; en el conocimiento de las reglas de juego
-las nuestras y las de los otros países, así como de los
acuerdos comerciales-; en el aprendizaje de idiomas; en el manejo fluido
de las tecnologías de información; en "patear"
con la mochila al hombro, la región y el mundo, empezando por nuestro
propio país; en conocer los complejos circuitos de la comercialización
a nivel internacional e interno de los otros países y regiones;
en conocer los secretos de la logística y de la distribución
física de bienes; en saber incorporar valor intelectual a lo que
nuestro país puede producir, por ejemplo, la importancia de la
calidad sanitaria, del diseño y de la presentación de aquello
que queremos exportar.
La Argentina del 2003 en adelante, tendrá que dar un salto cualitativo
y cuantitativo en la inserción en el mundo y en la región,
de su capacidad de producir bienes y de prestar servicios. Sólo
con una verdadera revolución en la forma de pensar y de actuar
en el comercio exterior podremos tener éxito. Quienes se formen
en comercio exterior en el futuro, combinando necesariamente estudio y
práctica, tienen por delante un futuro de trabajo asegurado. A
condición, claro, que quieran ser realmente innovadores y protagonistas.
En nuestro país, los que se destacan en el fútbol profesional
comienzan a jugar casi siendo niños. También en el comercio
exterior, la "obsesión" debería comenzar en las
escuela primarias y secundarias. Por ello la idea de "educar para
exportar", debería penetrar fuerte en nuestro sistema educativo,
movilizando para ello el apoyo de institutos especializados y sus estudiantes,
de empresas y por cierto del propio sector público.
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