Del Mercosur en el "horizonte 2005"
La reflexión prospectiva sobre el Mercosur es oportuna por
cuatro razones.
La primera es la probabilidad que sus socios tengan que enfrentar, a
escala global y sudamericana, agendas externas complejas en materia de
seguridad y estabilidad política.
La segunda es que se han iniciado negociaciones comerciales -OMC, ALCA,
UE-, que podrían culminar simultáneamente en el 2004. Sus
resultados impactarán en la competencia económica global,
y en las políticas económicas y comerciales externas.
La tercera es que los socios deberán prepararse desde ya para
competir con éxito, a partir del 2005, en los posibles escenarios
post-negociaciones comerciales.
Y la cuarta es que el Mercosur tiene un problema de credibilidad, que
puede afectar su eficacia en la competencia por atraer inversiones y para
negociar con terceros países.
Es obvio que el problema de la credibilidad se nutre de múltiples
causas, entre los cuales resaltan recientemente, la caída pronunciada
del intercambio comercial y las severas dificultades económicas
de algunos de los socios, concretamente la Argentina.
Pero este aporte a la reflexión prospectiva, se concentra en sólo
una de las causas del problema de credibilidad. Ella es la insuficiencia
metodológica y la calidad institucional, en el sentido de: a) baja
capacidad para mantener en forma dinámica la concertación
de intereses nacionales, a fin de generar reglas de juego aplicables que
puedan producir los resultados buscados y, b) dificultades para conciliar
la adaptación a nuevas realidades con la previsibilidad que requieren
quienes adoptan decisiones de inversión.
Puede sostenerse que tal insuficiencia, ha potenciado los impactos en
el Mercosur de la evolución económica de los socios a partir
de 1998 y de sus efectos en el intercambio comercial. Además ha
afectado la capacidad de negociación conjunta con terceros países.
Más allá de los reiterados pronunciamientos de alto nivel,
ciudadanos, inversores y terceros países desconfían de que
los socios puedan mantener la dirección estratégica original.
Observan un recurrente debate -incluso a nivel político relevante-
sobre el sentido del Mercosur y los caminos que conducen a las metas perseguidas.
Escuchan referencias a la "muerte del Mercosur" o a que es "un
alma en pena". Por lo general no están fundadas. Pero lo cierto
es que se perciben dudas, particularmente entre inversores y terceros
países, sobre si finalmente lo que se quiere es sólo una
zona de libre comercio, una unión aduanera o un mercado común.
El resultado es una constante perplejidad en relación al Mercosur.
Se pueden visualizar tres escenarios futuros del Mercosur. El de su
desaparición como proceso formal de integración. El de su
dilución, sea en lo que Pascal Lamy denomina el "modelo de
la buena vecindad", o en una red de libre comercio resultante de
las negociaciones en la OMC, el ALCA y con la UE. Y el de su adaptación
a nuevas realidades de los socios, en materia de seguridad, financiamiento,
transformación productiva y políticas comerciales externas,
que permita enfocarlo en la perspectiva del "horizonte 2005",
esto es, el de los posibles escenarios post-negociaciones comerciales.
El primer escenario es difícil que ocurra. El segundo, en la
tendencia actual, es muy posible. El tercero, es posible si hay fuerte
liderazgo político. Es el deseable.
Es en función de este tercer escenario que efectuamos las reflexiones
que siguen.
De realidades y supuestos para una reflexión prospectiva sobre
el Mercosur
Por lo menos tres datos de la realidad parecen ineludibles a la hora
de efectuar una reflexión prospectiva sobre el Mercosur. Son permanentes.
Estarán presentes en cualquier escenario futuro de las relaciones
entre los socios. En el lenguaje orteguiano de Celso Lafer, forman parte
de "nuestra circunstancia". Son datos comunes a los cuatro socios.
El primer dato es la vecindad. Para cada uno de los socios la región
es su contexto contiguo. Es un contexto privilegiado para cualquier nación.
Es inevitable y permanente. Resulta de la geografía, potenciada
por la historia y la percepción que el mundo tiene de la región.
En la perspectiva de los socios del Mercosur tiene dimensión sudamericana.
El segundo es la interdependencia. La región conforma un subsistema
diferenciado en el sistema internacional global e incluso en el Hemisferio.
Ninguna parte puede ser ajena a lo que ocurra en las otras. Es un resultado
natural de la contigüidad. Es más notorio aún por el
aumento de la interdependencia -flujos de comercio y de inversiones, e
incluso el denominado "riesgo país" de los mercados financieros-
ocurrida en las últimas décadas y que resulta de la confluencia
de tres factores: mayor conectividad física, apertura comercial,
y acuerdos de integración económica. La historia demuestra
que la interdependencia de la contigüidad es un dato de la realidad,
inevitable y permanente. Varía su intensidad y su signo. Puede
ser baja o alta, por ejemplo, en efectos de demostración de ideas
y de políticas, o en flujos de comercio, de inversiones y de personas.
Puede estar signada por las lógicas del conflicto o de la cooperación.
Pero no puede ser ignorada.
El tercero es la inserción en un mundo de globalización
y de regionalización organizada. A la vez que administran su propia
interdependencia, los socios se insertan en un mundo en que coexisten
dos tendencias. Por un lado, a la escala planetaria de las relaciones
internacionales, en el plano de la seguridad, como en el político,
económico y cultural -producto, entre otros factores, de la realidad
del acortamiento de todo tipo de distancias entre las naciones que interactúan
en el sistema internacional-. Por el otro, a la regionalización
organizada en grupos multinacionales -de contenido económico y
naturaleza política-, voluntarios y vocación a la permanencia,
con un impacto significativo en las interacciones con otras naciones y
grupos. Ambas tendencias responden a fuerzas profundas, difícilmente
alterables. Reflejan factores tecnológicos y estrategias empresarias,
que impulsan al aumento constante de la interdependencia. También
en relación a ellas la cuestión central hacia el futuro,
será saber si serán marcadas por la lógica de la
fragmentación o la de la integración. Lo más probable
es que ambas lógicas tengan una coexistencia difícil de
administrar, al menos en el horizonte de lo previsible.
Esta reflexión prospectiva parte de la constatación de
estos tres datos de la realidad. Pero, a su vez, se elaboran tomando en
cuenta cinco supuestos. Ellos resultan razonables a partir de la lectura
de fuerzas profundas que están operando en la región que
abarca el Mercosur -y que por el momento, la diferencian de parte del
resto de América del Sur.
El primer supuesto, es que los países socios seguirán
siendo "like-minded countries". Esto es que continuarán
valorando la idea de sociedades abiertas, con sistemas democráticos,
profundizando su modernización económica y su transformación
productiva, a fin de alcanzar niveles elevados de cohesión social
y de inserción competitiva en la economía mundial. De este
supuesto dependen los demás. Hace a la viabilidad del vínculo
asociativo voluntario que, entre ellos, pretendan sustentar en el futuro
los países del actual Mercosur, cualesquiera que sean sus intensidades
y sus modalidades.
El segundo supuesto, es que el liderazgo político de cada socio
y sus opiniones públicas, seguirán valorando la idea estratégica
de asociarse voluntariamente, para trabajar juntos, en forma permanente
y sistemática, en el escenario internacional. Esto es, que continuarán
visualizándose como parte de una región organizada, concebida
como plataforma conjunta para mejor competir y negociar a escala global.
El tercer supuesto, es que tal vocación asociativa no pretende
superar la condición de naciones soberanas de quienes participan,
con identidad propia sin perjuicio del reconocimiento de una identidad
regional emergente. Como ha ocurrido en Europa, es en base a lo nacional
que se pretende construir la región organizada. El punto de partida
son concretos intereses nacionales y no una hipotética racionalidad
supranacional.
El cuarto supuesto, es que el vínculo asociativo se sustenta
en una reciprocidad dinámica de intereses nacionales, es decir,
en un proceso continuo de concertación de los intereses en juego,
basada en la percepción de ganancias mutuas. Es una condición
necesaria para mantener la asociación consensual a través
del tiempo y para su legitimidad social en cada una de las naciones participantes.
El quinto supuesto, es que la asociación voluntaria entre las
naciones del Mercosur, no tiene ni puede tener un carácter exclusivo
ni excluyente. La inserción en la región es sólo
un aspecto de la de cada uno de los socios en el sistema internacional
global, y en otros subsistemas regionales -por ejemplo, el hemisférico-
y sectoriales -por ejemplo, el de los alimentos o el de la energía-.
No agota el complejo de relaciones externas de cada país, que tienen
rasgos comunes y diferenciales, en el plano de la seguridad, como en el
político y económico. Ello implica que cualquier estrategia
de desarrollo de una red regional de interacciones en todos los planos,
es sólo una parte privilegiada de redes internacionales complejas
y amplias, en las cuales no siempre coincidirán ni los intereses,
ni las percepciones, ni las políticas de los socios. Existirán
diferencias naturales, resultantes de la desigual dimensión económica,
de la dotación de recursos de poder relativo, y del grado de diversificación
de vínculos con el mundo. Son diferencias que podrán ser
apreciadas y eventualmente estimuladas, por protagonistas significativos
del sistema internacional, en sus propias estrategias de competitividad
sistémica y de negociaciones comerciales.
De algunas fallas metodológicas en la construcción del
Mercosur
En las últimas dos décadas los socios han efectuado progresos
significativos en la construcción del Mercosur. Son resultados
medibles y de relevancia que estimulan a seguir construyendo sobre su
base. El pacto fundacional sigue siendo el Tratado de Asunción.
Durante su vigencia, se ha producido un sustancial incremento en la conectividad,
en todos los planos, entre los socios. Es difícil que se asuma
la responsabilidad de echar por la borda los resultados logrados, a pesar
que aparezcan opacados por una coyuntura desfavorable.
Tales progresos, han sufrido un estancamiento e incluso un deterioro,
por varios factores. El más notorio es el efecto de la caída
de la actividad económica y del comercio recíproco, observada
a partir de 1998 y acentuada en los últimos doce meses, por momentos
en todos los socios y luego, en forma más notoria, en algunos de
ellos. La reciente crisis económica argentina ha aumentado tal
deterioro. Es un hecho que como resultado, el Mercosur hoy no enfrenta
su mejor momento, ni su imagen es positiva.
Difícil sería, sin embargo, encontrar en el proceso del
Mercosur, una relación de causalidad que explique las dificultades
económicas por las que han atravesado los socios. Podría
en todo caso, formularse la hipótesis que los compromisos asumidos
en el Mercosur, no tuvieron el alcance suficiente para evitar o atenuar
impactos de la crisis evidenciada a partir de 1998 -por ejemplo, en materia
de disciplinas macroeconómicas-, o la flexibilidad para permitir
la adaptación consensuada y previsible de instrumentos de política
comercial a las dificultades producidas -por ejemplo, en materia de cláusulas
de escape aplicables al comercio intra-regional y al arancel externo común-.
Sin perjuicio de la importancia de los factores económicos -que
podrán ser objeto de otras contribuciones-, la reflexión
prospectiva del Mercosur que aquí efectuamos, parte de la constatación
de que el proceso de integración sufre asimismo de un problema
de insuficiencia metodológica e institucional. Es sobre ese problema
que nos concentraremos.
Por insuficiencia metodológica e institucional se entiende, a
los efectos de este análisis y de las recomendaciones que se formularán
luego, la existencia de fallas significativas en los métodos de
concertación de intereses nacionales y en la calidad de las reglas
de juego formuladas para encauzar la construcción regional. Ellas
a su vez reflejan, en nuestra opinión, una insuficiente comprensión
de los pilares básicos que la experiencia histórica -la
de la UE, pero también la del NAFTA-, demuestra que son esenciales
a la hora de construir una asociación voluntaria, sustentable y
permanente, entre naciones soberanas que no pretenden dejar de serlo,
al menos en un horizonte temporal previsible. A ellos nos referiremos
en el próximo apartado.
Las fallas metodológicas e institucionales, pueden ser consideradas
naturales en la etapa fundacional del Mercosur, desarrollada en un cuadro
de baja interdependencia económica, de marginalidad en el contexto
de las relaciones económicas externas, y de relativa inestabilidad
interna en los socios, propia de la condición de democracias emergentes
que encaran profundos procesos de transformación económica
y social.
Sin embargo, si bien pueden aceptarse esas fallas como naturales en la
etapa fundacional, no es razonable dejar de extraer consecuencias del
aprendizaje acumulado en la construcción regional. El inventario
de fallas que a continuación se efectúa, más que
evaluar el pasado, sólo intenta contribuir a la construcción
del futuro.
Pueden resaltarse cuatro fallas principales. La primera es la acumulación
de reglas no incorporadas a los ordenamientos jurídicos internos
-un porcentaje alto de las adoptadas-. Algunas tienen validez internacional
pero no interna en los países miembros.
Considerando el efecto adicional de la baja calidad de algunas reglas
formalmente aprobadas -en términos de ser intelegibles y coherentes
entre ellas-, se pueden explicar, a la vez, significativos problemas de
efectividad de las reglas de juego -capacidad de penetrar la realidad-;
de eficacia -capacidad de producir resultados esperados-; de previsibilidad
-capacidad de incidir en decisiones de inversión, uno de los principales
efectos económicos buscados por este tipo de procesos de integración-;
de credibilidad -capacidad de convencer actores económicos, ciudadanos
y terceros países, sobre la seriedad del esfuerzo de integración
y de que efectivamente se beneficiará del acceso a más de
doscientos millones de consumidores quienes inviertan, por ejemplo, en
el Paraguay o en el Uruguay- y, finalmente, de legitimidad - capacidad
de valoración social del proceso de integración, por reflejar
un cuadro de ganancias mutuas entre los socios-.
La segunda falla, que contribuye a explicar la primera, son deficiencias
en los métodos empleados para preparar y adoptar decisiones. A
veces, responden a factores coyunturales, por ejemplo la necesidad de
asegurar éxito mediático de reuniones -especialmente las
Cumbres-. Otras, reflejan insuficiencias en la formulación de intereses
nacionales en juego en cada decisión. No siempre los socios han
organizado sus Secciones Nacionales, a fin de que sus posiciones en el
proceso de decisión, reflejen la participación de todos
los sectores gubernamentales, empresarios y de la sociedad civil, interesados
en la normativa que se aprueba en instancias comunes-. También
resultan de discontinuidades en estrategias nacionales, producto de inestabilidades
políticas y económicas.
La tercera falla, se observa en la administración de los conflictos
de intereses entre los socios y en los procedimientos para la solución
de diferendos. Se pone énfasis en la diplomacia presidencial, no
como último recurso, si no como una instancia casi inmediata. Las
divergencias de intereses no son siempre suficientemente decantadas en
instancias técnicas comunes y se elevan para su articulación
en instancias políticas, que ante la falta de acuerdo las dilatan
o transforman en normas de baja calidad, que no penetran en la realidad.
Puede rastrearse en la discontinuidad -y a veces irrelevancia- de las
reuniones de Ministros de Economía y Presidentes de Bancos Centrales,
una contribución al desgaste institucional del Mercosur. A su vez,
los mecanismos del Protocolo de Brasilia, sólo comenzaron a utilizarse
en todo su potencial a partir de 1999. Antes se observó una resistencia
política a aceptar la instancia arbitral, como natural y necesaria
en un proceso de integración como el del Mercosur. Los defectos
que luego se constataron, podrían comenzar a superarse con la entrada
en vigencia del Protocolo de Olivos, aún no ratificado.
La cuarta falla, se observa en la transparencia y participación
de la sociedad civil, en la adopción de decisiones y en el conocimiento
de las reglas de juego. La falta de transparencia se percibe en la reserva
que caracteriza a proyectos de normas en el momento de su discusión
por los gobiernos, y al hecho que la parte más sustantiva de las
actas de instancias técnicas, no son de fácil acceso para
quienes no participan del circuito oficial de decisiones. La página
Web del Mercosur dista de tener el alcance de las de procesos similares,
en especial, la de la UE -o la de la OMC-. En cuanto a la participación
de la sociedad civil -incluso a través de sus representantes legítimos
en los Parlamentos nacionales-, además de la falta de transparencia
sufre de la marginalidad que tienen en la práctica, el Foro Consultivo
Económico-Social, y la Comisión Parlamentaria Conjunta.
A nivel nacional, la transparencia y la participación de la sociedad
civil difiere de país a país, siendo en algunos relativamente
baja o marginal.
Las cuatro fallas mencionadas se traducen en un proceso de integración
que dista de ser "rule-oriented", en el sentido definido por
ejemplo en el caso de la OMC, por John Jackson ("The Jurisprudence
of GATT & the WTO: Insights on Treaty Law and Economic Relations",
Cambridge University Press, 2000, ps. 7 y 8) y por Celso Lafer ("A
OMC e a Regulamentacao do Comercio Internacional: uma Visao Brasileira",
Libraría do Advogado, 1998, en su capítulo I). No supone
una realidad subordinada rígidamente a lo jurídico. Implica
sí el reconocimiento por los socios de que al asumir compromisos,
aceptan restringir su capacidad a actuar unilateralmente, evitando cumplir
con las reglas sólo en la medida de las posibilidades. Implica
además, que los comportamientos reales de cada país podrán
ser apreciados a la luz de reglas libremente pactadas, por instancias
jurisdiccionales independientes -sean ellas judiciales como en la UE,
o arbitrales como en el NAFTA y la OMC-. Significa encuadrar las relaciones
de poder en un marco consensuado de reglas de juego con fuerte potencial
de efectividad. En el Mercosur se observan comportamientos unilaterales
fundados, por ejemplo, en razones de emergencias económicas, no
necesariamente conciliables con las reglas de juego consensuadas. Se observan
incluso situaciones de "ilegalidad consentida" o de "ilegalidad
compensada", que contribuyen a un deterioro en la credibilidad de
las reglas, con su consiguiente efecto negativo en decisiones de inversión
y en estrategias empresarias. A veces tales situaciones reflejan una insuficiente
claridad o flexibilidad normativa. En esos aspectos el Mercosur recuerda
al deterioro que en su momento conoció la ALALC, o que caracterizan
compromisos genéricos de la ALADI. Ello alimenta una percepción
de "integración-ficción", que puede ser o la antesala
a la irrelevancia o a un proceso "power-oriented", en el que
las relaciones de poder predominan sobre las reglas.
De los pilares de una asociación voluntaria entre naciones
soberanas
Cuatro son los pilares básicos que permiten sustentar un proceso
de asociación voluntaria, permanente y sistemática entre
naciones soberanas. Se observan en la experiencia del caso más
exitoso que es el de la UE pero también en el del NAFTA, más
allá de diferencias significativas que existen en el alcance e
intensidad de ambos procesos.
El primero es la preferencia económica entre los socios. Cualquiera
que sea la técnica de integración de mercados que se utilice
-por ejemplo, zona de libre comercio o unión aduanera-, en el marco
de permisividad que tolera el artículo XXIV del GATT-1994, lo esencial
es que bienes y servicios, y eventualmente los flujos de inversión
y de trabajadores, tengan tratamientos distintos a los que se aplican
a los originados en terceros países. Tiene que haber una diferencia
nítida entre ser o no ser socio.
El segundo es un grado mínimo de disciplinas colectivas entre
los socios. Ser socio es un acto de libre voluntad soberana. Nadie obliga
a un país a serlo. Pero una vez en el club, se supone que los socios
aceptan disciplinas colectivas necesarias para la construcción
de una asociación creíble. En la actual etapa del Mercosur,
aún distante a la de un mercado común -objetivo pactado
y presentado como tal a ciudadanos, inversores y terceros países-,
lo esencial son disciplinas -al menos mínimas-, en materia de políticas
macroeconómicas, comerciales externas y sectoriales.
El tercero es una metodología eficiente de concertación
dinámica de intereses nacionales. Esto es, la capacidad para generar
consensos en torno a políticas y reglas de juego, que sean efectivas,
eficaces, previsibles, creíbles y legítimas. En un proceso
voluntario de integración entre naciones soberanas, el camino hacia
una concertación eficaz, supone una clara definición de
los intereses nacionales en juego y una metodología que permita
articularlos en decisiones comunes que se puedan cumplir. No es suficiente
una articulación de instancias gubernamentales. La efectiva participación
de la sociedad civil, a través de sus representantes legítimos,
parece una condición necesaria, si se aspira a la sustentación
y legitimidad del proceso de integración a través del tiempo.
El cuarto pilar es la lealtad y confianza mutua entre los socios. Supone
que la asociación se sustenta en un grado significativo de previsibilidad
en el comportamiento de cada socio, con respecto a compromisos asumidos
y a sus relaciones con el resto del mundo. No se requiere coincidir en
todo. Pero sí evitar acciones sorpresivas o un debate existencial
recurrente, sobre el sentido y alcance de la asociación estratégica
pactada.
De un Mercosur proyectado hacia el "horizonte 2005"
¿Qué Mercosur necesitarán sus socios hacia el "horizonte
2005", esto es, hacia los escenarios posibles que resultarán
de las actuales negociaciones comerciales en la OMC, con los EEUU (en
el ALCA o el "4+1") y con la UE?. ¿Cómo diferenciar
y conciliar los compromisos que se asumen en el Mercosur, con los que
se asuman en el futuro en otros ámbitos de inserción internacional
de los socios?.¿Cómo proyectar hacia ese horizonte de mediano
y largo plazo, las acciones que permitan tornar el proyecto común,
en un instrumento funcional a los requerimientos futuros de competitividad
de cada socio en el escenario global, hemisférico e interregional
-teniendo en cuenta que en la mejor de las hipótesis, los efectos
de tales negociaciones comenzarían a producirse en el 2005, pero
que recién adquirirían todo su potencial en los siguientes
diez años-?. ¿Cómo trascender el plano predominantemente
económico y comercial, para penetrar en profundidad en los planos
político, social y cultural?. ¿Cómo acrecentar los
valores culturales comunes que permitan tornar irreversible el proyecto
común, logrando que la lógica de la integración predomine
sobre la de la fragmentación?. ¿Cómo arraigar el
proyecto común en las respectivas sociedades civiles, a fin de
que las solidaridades de hecho que se desarrollen -en la visión
genial de Jean Monnet-, tengan legitimidad social y se sustenten en el
tiempo?. ¿Cómo asegurar que los socios cumplirán
las reglas y las disciplinas comprometidas?.
Estas son algunas de las preguntas que requieren respuestas concretas,
si es que se opta por un escenario de relevancia del Mercosur en las estrategias
nacionales de consolidación de la democracia, de transformación
productiva, de cohesión social y de inserción competitiva
en la economía global. Suponen colocar el proyecto Mercosur en
la perspectiva de las agendas nacionales y externas de los socios. Implican
transformarlo en una eficaz unión para la producción y la
competitividad sistemática, utilizando técnicas de integración
de mercados compatibles con compromisos que se asuman en otros ámbitos
de negociación actual y, en particular, con los del artículo
XXIV del GATT-1994.
Cualesquiera que sean finalmente las modalidades prácticas que
permitan responder las anteriores preguntas, estimamos fundamental: a)
construir en base a los resultados logrados en las últimas dos
décadas -es decir, partir de la dirección estratégica
trazada en el pacto fundacional de 1991 y en lo mucho que se ha avanzado
en los compromisos asumidos desde entonces- y b) poner énfasis
en superar deficiencias metodológicas e institucionales que se
han observado. Retroceder o pretender comenzar de nuevo, afectaría
la credibilidad internacional del Mercosur y la de sus socios, ya que
sería difícil que inversores y terceros países, le
puedan atribuir seriedad a compromisos asumidos por países que
no han cumplido antes lo prometido. Seguir avanzando, sin transmitir a
ciudadanos y mercados señales claras sobre la voluntad de los socios
de aceptar disciplinas colectivas -como las asumidas por los socios de
la UE y del NAFTA-, sólo significaría seguir generando futuras
frustaciones. Una vez superada la actual situación de emergencia
por la que atraviesan algunos de los socios y el Mercosur como proceso
formal de integración, parece fundamental concentrarse en una estrategia
y en instrumentos que permitan atribuirle al proyecto común el
grado de seriedad que se requiere.
En tal perspectiva y tomando en cuenta los pilares básicos del
apartado anterior, la experiencia acumulada, los datos de la realidad
y los supuestos mencionados, pueden formularse recomendaciones orientadas
a perfeccionar las metodologías de integración y la calidad
institucional del Mercosur:
- En el plano de la preferencia económica, es recomendable avanzar
en plazos determinados pero no rígidos en el desarrollo del mercado
único, como se hiciera con el proyecto "Europa 1992".
Ello supone mantener el instrumento de unión aduanera, introduciéndole
todos los elementos de flexibilización que permite la definición
ambigua del artículo XXIX del GATT-1994 ("derechos de aduana
y demás reglamentaciones del comercio que, en substancia, sean
idénticos") y el hecho que el propio Tratado de Asunción,
en su artículo 5°, literal a, es muy genérico en el
compromiso de "un arancel externo común que incentive la
competitividad externa de los Estados Partes", dejando al Consejo
la competencia para determinar sus modalidades y alcances. Con creatividad
y un grado razonable de heterodoxia, es posible articular compromisos
que permitan "institucionalizar la flexibilidad", tanto en
el plano del comercio intra-regional, como en el del arancel externo
común y de las políticas comerciales externas, recurriendo
a instrumentos de geometría variable y múltiples velocidades.
Ello facilitaría la incorporación plena de Chile al Mercosur,
objetivo del mayor valor político y económico, por las
ganancias de credibilidad y equilibrio que introduciría. Tanto
el NAFTA como la UE -especialmente en la etapa de la CEE, o sea antes
del perfeccionamiento del mercado único y del paso a la unión
monetaria- tienen precedentes de validez en materia de válvulas
de escape, pautadas y previsibles. De hecho todo ello implicaría
formalizar un período de transición para el perfeccionamiento
de la unión aduanera y del mercado único, en forma compatible
con los requerimientos del citado artículo XXIV.
- En el plano de las disciplinas colectivas, es recomendable precisar
con claridad códigos de conducta mínimos en materia de
coordinación macroeconómica, de políticas comerciales
externas y de políticas sectoriales.
Ellas podrían ser objeto de protocolos adicionales al Tratado
de Asunción, en los cuales se fijen los objetivos a alcanzar
en un período razonable de diez años -que podría
coincidir con el nuevo período de transición hacia el
perfeccionamiento de la unión aduanera y del mercado único-,
y se precisen metas intermedias con mecanismos de revisión periódica
de cumplimiento, que incluyan pautas previsibles para su eventual flexibilización.
En tal marco deberían tener lugar especial las metas de coordinación
macroeconómica, y los instrumentos de defensa comercial, de la
competencia y de los incentivos a la inversión. Es recomendable
desarrollar mecanismos financieros que promuevan la integración
de cadenas productivas y la promoción comercial conjunta, así
como facilitar acuerdos sectoriales productivos por parte de los propios
empresarios, con el reconocimiento gubernamental.
- En el plano de la concertación dinámica de intereses
nacionales, es recomendable depurar el stock de normas que no han sido
incorporadas a los respectivos ordenamientos internos, con plazos razonables
de caducidad. Hacia el futuro deberían preverse mecanismos de
aprobación parlamentaria rápida de protocolos y decisiones,
dejando de lado la costumbre de dudosa constitucionalidad en algunos
de los países miembros, de incorporarlos por su "protocolización
en la ALADI". También es recomendable perfeccionar los mecanismos
de decisiones en todos los niveles, comenzando por la preparación
a nivel nacional -por ejemplo, la efectiva institucionalización
de las Secciones Nacionales, como órganos colegiados con su integración
y sus responsabilidades pautadas legalmente-. Es recomendable lograr
un mayor grado de institucionalización de la figura colectiva
de los coordinadores nacionales -con la idea que proviene del momento
fundacional, de que sean funcionarios dedicados en forma permanente
y exclusiva a las cuestiones del Mercosur-. Asimismo es recomendable
restablecer el funcionamiento trimestral de la reunión de Ministros
de Economía y de Presidentes de Bancos Centrales, como motor
de impulso de iniciativas de política económica, como
lo fuera en la primera etapa del Mercosur. También debería
ocurrir lo mismo con los Ministros de Desarrollo o de la Producción.
La idea ya aceptada de una Secretaría Técnica, simple
y poco costosa, debería modelarse en función de la figura
del Director General de la OMC y de sus competencias. Debería
ser una instancia necesaria en la preparación técnica
de decisiones y en la etapa de consultas entre los socios, en casos
de divergencias sustanciales de intereses nacionales. En situaciones
especiales -por ejemplo, los instrumentos de flexibilización
de compromisos de libre comercio y de política comercial externa-,
su opinión debería ser vinculante, salvo opinión
por "consenso negativo" de los socios. El Protocolo de Olivos
debería entrar en vigencia de inmediato, sin perjuicio de su
posterior perfeccionamiento. Finalmente es recomendable introducir en
la página Web del Mercosur, todos los proyectos de decisión,
y los estudios y anexos de las actas de los órganos técnicos
-incluso con retroactividad al comienzo del Mercosur- como forma de
acentuar la transparencia y la participación de la sociedad civil.
Los órganos de consulta deberían tener participación
activa en el proceso de decisión. La figura de un "ombudsman"
del Mercosur es recomendable.
- En el plano de la lealtad y la confianza mutua entre los socios, es
recomendable acentuar los mecanismos de consulta en políticas
exteriores, incluso a nivel de las representaciones diplomáticas
en terceros países. Asimismo es recomendable aprovechar la experiencia
europea, en el desarrollo de redes académicas y sociales, que
disminuyan la actual "disonancia cognitiva" existente entre
los países sobre sus respectivas realidades políticas,
económicas y sociales.
Es recomendable articular con la Comisión Europea y organismos
de cooperación internacional, programas de cooperación externa
que permitan una eficaz preparación del Mercosur para los escenarios
"post-negociaciones comerciales", en la línea de lo ofrecido
por los Comisarios Patten y Lamy, en su carta (julio 2002) a los Cancilleres
del Mercosur. La UE tiene experiencias a aprovechar con sus programas
de cooperación con países candidatos a miembros plenos o
asociados (como el "Phare", el "Meda" y el "Tacis").
El memorandum de entendimiento BID-Comisión Europea de mayo de
2002, prevé una acción conjunta de apoyo a la integración
que debe ser aprovechada con intensidad.
"Horizonte 2005" debería ser el norte que guíe
en el próximo período la construcción de un Mercosur
creíble y relevante.
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