¿Tiene futuro el Mercosur?. Y en tal caso ¿cuáles
deben ser las metodologías de integración que se empleen
en su construcción futura ?. ¿Cómo se relacionará
con otros procesos de liberación comercial en los que participarán
sus socios, en particular a escala hemisférica en el ALCA o en
el "4+1" con los Estados Unidos?. ¿Cómo potenciar
los resultados ya logrados -tanto en el plano comercial como en el político-
y como aprovechar las lecciones que pueden extraerse de la experiencia
pasada?. ¿Cómo lograr que el Mercosur sea un instrumento
que le permita a la Argentina desarrollar su comercio exterior en la región
y a escala global?.
Estas son algunas de las preguntas que están en el centro de un
debate que se observa con fuerza creciente en los países socios.
Es parte incluso del debate político interno que se ha producido
en el Brasil como consecuencia del proceso electoral. Deberían
ser una parte significativa en el necesario debate sobre el futuro argentino
en ocasión del proceso electoral ya iniciado.
Es un debate es positivo y oportuno. Positivo, pues es útil someter
a crítica constructiva un proceso político y económico,
que incide en la calidad de la inserción internacional de cada
uno de los países miembros. Oportuno, pues coincide con los debates
internos que resultan naturales en los procesos electorales en curso en
la Argentina y en el Brasil.
Al menos dos factores lo impulsan. Por un lado, la percepción
de que a pesar de los importantes resultados logrados en las últimas
dos décadas -es decir a partir del lanzamiento del acuerdo de integración
bilateral entre la Argentina y el Brasil, que conduciría luego
a la creación del Mercosur-, su situación actual dista de
ser envidiable. Tiene un problema de credibilidad, interno y externo.
Problema alimentado por la situación económica que a partir
de 1998 ha afectado a los socios -agravada más recientemente por
la crisis argentina- y que ha incidido en el deterioro del comercio recíproco,
así como por la baja calidad de sus reglas de juego, que no han
contribuido a generar un horizonte previsible para los inversores. Incluso
muchas de las normas formalmente aprobadas nunca han penetrado en la realidad.
Además se han producido situaciones reiteradas de incumplimiento
de compromisos jurídicos contraídos a partir del Tratado
de Asunción.
Por otro lado, es un debate impulsado por la percepción de que
tal como está el Mercosur no es un instrumento plenamente eficaz
para la transformación productiva, la competitividad y las negociaciones
comerciales de sus socios. Es decir que se entiende que si bien no se
le pueden atribuir los serios problemas económicos que se han producido
en algunos de los socios, el proceso de integración tampoco ha
contribuido a evitarlos o a atenuar sus efectos.
Dos dimensiones se destacan en el debate actual. Una es existencial,
la otra metodológica o instrumental. La dimensión existencial
se refiere al sentido estratégico del trabajo conjunto, sistemático
y permanente entre los socios. Tiene que ver con la conveniencia de impulsar
una estrategia de integración -no sólo económica-
entre los cuatro socios, incluyendo su extensión a Chile. Pocos
cuestionan tal conveniencia. Los que lo hacen, plantean dos opciones no
excluyentes entre sí: la primera es la de una estrategia de inserción
internacional individual por medio de acuerdos bilaterales de libre comercio
con otros países, en especial con los Estados Unidos y con la Unión
Europea. El modelo sería Chile. La segunda es la de privilegiar
una alianza estratégica con los Estados Unidos, que implicaría
un acuerdo de libre comercio bilateral o la incorporación al NAFTA.
En ambos casos, la consecuencia sería abandonar el Mercosur, o
su transformación en una zona de libre comercio, o su dilución
en el ALCA, o limitarlo a su dimensión política. En los
planteos conocidos al respecto, se subestiman los efectos jurídicos
-derechos adquiridos por quienes han invertido en función del Mercosur
formalmente prometido-; los de política comercial -si se retrocede
a una zona de libre comercio habría que renegociar la liberación
arancelaria ya lograda, que supone la existencia de un arancel externo
común y el logro posterior de un mercado común-, y los de
credibilidad internacional -¿porqué habría de creerse
en compromisos que asuman países que no han podido cumplir con
lo pactado con anterioridad?-.
Los gobiernos actuales han reafirmado, con razón, la necesidad
de profundizar la estrategia de inserción en el mundo a través
del fortalecimiento del Mercosur en su concepción original -a partir
del establecimiento de una unión aduanera, la construcción
gradual de un mercado común, abierto al mundo a través de
negociaciones en la OMC, con los Estados Unidos y con la Unión
Europea-. Es también la opción que han privilegiado explícitamente
algunos de los candidatos en el proceso electoral del Brasil. Otros han
sido más ambiguos al respecto.
En el debate existencial se suele desconocer una realidad. Ella es que
el Mercosur, más que un proceso de integración, es hoy el
nombre de una región que coexistirá con sus países
socios aún cuando se diluyan los compromisos del Tratado de Asunción.
Subestima el impacto político y económico del principal
logro del Mercosur, que es el desarrollo de un espacio de paz y de cooperación
entre naciones contiguas, con irradiación sobre América
del Sur. El predominio de la lógica de la integración, permite
mejor encarar dos agendas externas esenciales para la democracia y la
transformación productiva en los países socios. Una es la
agenda "11 de septiembre" -que puede ser "11 de septiembre
plus"-, con lo que ella implica en cuanto a navegar con éxito
frentes de tormenta que se han instalado en la región, en materia
de seguridad y de financiamiento externo. La otra es la agenda de "negociaciones
comerciales", complejas y simultáneas, en la OMC, con los
Estados Unidos y con la Unión Europea, de cuyos resultados dependerán
futuros accesos a mercados mundiales; capacidad para atraer inversiones,
y condicionamientos para políticas públicas económicas
y comerciales. Se sabe que entre naciones contiguas la opción a
la lógica de la integración suele ser la de la fragmentación.
La experiencia europea es elocuente en tal sentido. Nadie se beneficiaría
entonces con la dilución del Mercosur. Podría tener efectos
incalculables para la estabilidad de América del Sur.
La dimensión metodológica o instrumental, a su vez, tiene
que ver con los métodos empleados para desarrollar el Mercosur,
incluyendo mecanismos de decisión, técnicas de integración
de mercados -unión aduanera o zona de libre comercio- y calidad
de reglas de juego. Es la dimensión que requiere más atención
en la actualidad.
Lo recomendable sería profundizar este debate en torno a los cuatro
pilares básicos de un proceso de la naturaleza del Mercosur. También
se observan en la experiencia de otros casos de asociaciones voluntarias
entre naciones soberanas que buscan integrar en forma sistemática
y permanente sus mercados -cualesquiera que sean las técnicas empleadas
al efecto, por ejemplo de zona de libre comercio o de unión aduanera-.
Ellos son: cómo afirmar la confianza y lealtad entre los socios,
basada en intereses y ganancias mutuas; cómo profundizar la preferencia
económica, con técnicas compatibles con el artículo
XXIV del GATT-1994 -artículo que contiene definiciones ambiguas
y amplias, sobre los requisitos que deben reunir tanto las zonas de libre
comercio como las uniones aduaneras-; cómo asegurar un mínimo
de disciplinas colectivas, en torno a reglas de juego que sean a la vez
previsibles -es decir que se cumplan- y flexibles -es decir que permitan
adaptaciones pautadas a los cambios en las realidades o a situaciones
de emergencia-, y cómo perfeccionar métodos de articulación
de intereses y de solución de conflictos comerciales, a partir
de una mejor organización interna de cada socio para participar
en el proceso de integración.
Un debate serio sobre la dimensión metodológica e instrumental
del Mercosur, que se traduzca en decisiones políticas sustentables,
permitiría absorber dudas existenciales y diluir la actual crisis
de credibilidad. Si así fuera, se podría lograr el objetivo
original de desarrollar un contexto favorable a la solución de
los múltiples desafíos internos y externos, que confrontan
hoy y seguirán confrontando los países socios. Para asegurar
de un Mercosur que sea a la vez eficaz y creíble, se requerirá
una fuerte dosis de liderazgo político y de creatividad técnica.
Será un gran desafío para los próximos Presidentes
de la Argentina y del Brasil, países que por su dimensión
tienen mayor responsabilidad en el proceso de integración.
Una forma de tornar práctico el debate sobre las futuras metodologías
de construcción del Mercosur -que permitan aprovechar los avances
logrados y las lecciones que pueden extraerse de casi dos décadas
de integración-, sería el de enfocarlo a partir no sólo
de los requerimientos de las negociaciones comerciales en curso (OMC,
ALCA y con la Unión Europea), sino también -y sobre todo-
de la necesidad que los socios tienen de prepararse para competir en los
espacios económicos ampliados que deberían resultar de tales
negociaciones. Ello implica colocar la respuesta a las preguntas formuladas
al comienzo, en la perspectiva de los probables escenarios post-negociaciones
a partir del 2005, si es que cumplen los plazos actualmente previstos.
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