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  Félix Peña

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 Carta Internacional | Agosto de 2002

Una agenda externa con elementos comunes


El próximo Presidente del Brasil tendrá que encarar desafíos en su agenda de política exterior sustancialmente similares a los del próximo Presidente de los argentinos. Por cierto que habrá diferencias de énfasis e intensidades. Ellos resultarán de factores coyunturales y estructurales que distinguen a ambos países en su inserción internacional. La Argentina, por ejemplo, deberá efectuar una renegociación de su deuda externa a partir del hecho del "default", que pesará por un tiempo en su credibilidad internacional. A su vez, el Brasil, por su vecindad, vivirá con más intensidad la evolución del conflicto colombiano -y eventualmente de otros países del "arco andino"-. Es posible que le resulte más difícil evitar que tal conflicto tenga crecientes connotaciones internas.

Pero los elementos comunes predominarán en ambas agendas externas. Pueden distinguirse por lo menos cuatro grandes cuestiones, que concentrarán la atención de Brasilia y de Buenos Aires en los próximos cuatro años.

La primera cuestión tiene que ver con la agenda post-11 de septiembre del 2001 y con el fortalecimiento de la acción multilateral en el sistema internacional, tanto en el plano de la seguridad como en el financiero. ¿Cómo preservar un espacio suficientemente amplio para la acción de las instituciones multilaterales, en un sistema internacional que confronta tendencias crecientes hacia la acción unilateral de la principal potencia mundial?. ¿Cómo poner en evidencia que las respuestas multilaterales basadas en una actitud responsable de grandes regiones organizadas, pueden ser más eficaces frente a los desafíos que micropolos de la violencia -actuando muchas veces en red-, plantean a la gobernabilidad del sistema internacional y a la vigencia de la democracia?. Y a la vez, ¿cómo generar políticas e instrumentos multilaterales, que permitan neutralizar los efectos desestabilizadores que la volatilidad financiera internacional produce en países en desarrollo?. La cuestión será más difícil de administrar aún, si se produjera un escenario "11 de septiembre plus", como consecuencia de nuevos hechos similares a los de aquél fatídico día, o si la economía mundial no logra restablecer una recuperación que sea sustentable en el tiempo.

La segunda cuestión tiene que ver con la paz y la estabilidad política en el espacio sudamericano. Es un hecho que en algunos sistema políticos de América del Sur, se está en presencia de fracturas sociales que conducen incluso a un cuestionamiento violento de la legitimidad democrática. ¿Cómo contribuir a lograr respuestas a la vez racionales y eficaces, dentro de la lógica de los valores democráticos, a problemas de profundas raíces sociales que afectan a países de la región?. ¿Cómo poner en evidencia que las democracias más estables de América del Sur -en particular, la Argentina, Chile, Brasil y Uruguay- pueden aportar con su comprensión y solidaridad activa, elementos a la solución de problemas internos de países vecinos, que de no encontrar un encauzamiento razonable, pueden terminar por contaminar al resto de la región?. La cuestión será también más difícil de resolver, si predominara la lógica de la violencia en las respuestas que se originen en el entorno hemisférico.

La tercera cuestión se vincula con las negociaciones comerciales internacionales en las que participarán activamente nuestros países en el período 2003-2004. El Brasil tendrá una responsabilidad especial en las negociaciones con los Estados Unidos, sea en el ámbito del ALCA o del denominado "4+1", por su dimensión económica y porque ejercerá con Washington la presidencia conjunta del ejercicio negociador hemisférico. Pero junto con la Argentina, también tendrá la posibilidad de ejercer una influencia significativa en los alcances que finalmente tengan las negociaciones en la OMC y con la Unión Europea, en especial -aunque no exclusivamente- en materia del acceso a mercados y de las reglas de juego que se apliquen al comercio agrícola y al de servicios. ¿Cómo lograr que las actuales negociaciones comerciales internacionales, concluyan con resultados satisfactorios para los intereses nacionales de los países de la región?. No negociar no parece una opción razonable, pues otros países y otras regiones ya están negociando, e incluso concluyendo acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos y con la Unión Europea. Negociar bien será entonces el gran desafío de los próximos dos años.

La cuarta cuestión se relaciona con el Mercosur. ¿Qué tipo de alianza estratégica regional será funcional ya no solo a los inmediatos escenarios negociadores, pero sobre todo a los previsibles escenarios post-negociaciones comerciales?. ¿Qué tipo de mecanismos e instrumentos permitirán construir un espacio Mercosur de dimensión sudamericana, que a la vez asegure una preferencia económica entre los socios; la previsibilidad de las reglas de juego; un nivel razonable de disciplinas colectivas, y un cuadro de ganancias mutuas que aseguren su sustentabilidad en el tiempo, su credibilidad ante inversores y terceros países, y su legitimidad en las respectivas sociedades civiles?.

En estas cuatro cuestiones -que por cierto no serán las únicas relevantes-, los próximos Presidentes del Brasil y de la Argentina, deberán poner de manifiesto sus cualidades para ejercer un liderazgo individual y colectivo, de cuya creatividad y eficacia, dependerán en gran medida el desafío de demostrar que las democracias del Sur americano, pueden trabajar juntas y ser un factor decisivo en la construcción de un espacio sudamericano de paz, estabilidad política y democracia, y de transformación productiva, cohesión social e inserción activa como protagonistas relevantes en la región y en el mundo.

Las respectivas campañas electorales, pero en especial los primeros meses del ejercicio del poder, permitirán apreciar a través de actitudes concretas y no sólo de pronunciamientos retóricos, si el futuro liderazgo presidencial de ambos países tendrá la capacidad para articular respuestas conjuntas, que sean funcionales a la dimensión de los desafíos a enfrentar. En particular, a la conciliación entre las respectivas demandas internas de cada sociedad y las que se originan en un entorno regional y mundial, que muy probablemente seguirá siendo dominado por la incertidumbre y volatilidad, tanto política como financiera, y por tendencias proteccionistas de los países industrializados, difíciles de domesticar.

En el plano bilateral argentino-brasilero, el principal desafío será el crear un clima de confianza y lealtad recíproca, que sólo puede construirse con un pleno conocimiento de los intereses comunes y de las naturales diferencias que puedan existir en el plano de las relaciones internacionales. Maximizar lo que une a ambos países y neutralizar los efectos derivados de enfoques a veces diferentes, será una responsabilidad central de los próximos Presidentes. Incorporar activamente a Chile, como miembro pleno de un Mercosur con instrumentación a la vez flexible y previsible, en particular en la cuestión del arancel externo común, será una contribución eficaz para el desarrollo de las respectivas agendas externas de los próximos cuatro años.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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