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  Félix Peña

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 Diario Valor Económico | Julio de 2002

El mercosur y la agenda externa de sus países miembros


Versión revisada de la presentación efectuada por el autor en el panel "Política externa y procesos de integración", del Seminario Internacional organizado por la Fundación Konrad Adenauer y el CEBRI, en Río de Janeiro, 27 y 28 de junio de 2002.


Tres dimensiones relevantes en la agenda externa del Mercosur y de sus socios
Al abordarse la cuestión del valor que el Mercosur tiene para cada uno de sus socios, en función de su agenda externa -así como para las empresas que pretenden internacionalizarse, exportando bienes o servicios desde sus respectivos espacios económicos-, tres dimensiones son relevantes. Lo son en función del difícil arte de conciliar necesidades internas con posibilidades externas que es, como señala con acierto Celso Lafer, de la esencia misma de la política internacional de todo país.

La primera dimensión es que el Mercosur es, ante todo, una realidad regional significativa a escala internacional, de creciente interdependencia (democracia, seguridad, flujos de comercio e inversión, imagen externa y "riesgo país") y de fuerte potencial de crecimiento económico. Es así por la dimensión económica relativa a escala mundial, de sus dos principales socios, Brasil y la Argentina.

Como tal, el Mercosur es una realidad regional de geometría variable, ya que según sea el sector, abarca además de los cuatro socios plenos, a Chile, Bolivia e incluso el resto de Sudamérica (por ejemplo, en energía, transporte y telecomunicaciones).

La segunda dimensión es que el Mercosur es, además, un proceso formal de integración económica. Pertenece a una categoría históricamente reciente de pauta de relaciones entre naciones soberanas con contigüidad geográfica.

Se trata del fenómeno de asociación voluntaria y permanente, entre naciones soberanas que comparten intereses y objetivos de largo plazo, en función de los cuáles ponen en común mercados y recursos, y establecen mecanismos de decisión, políticas públicas e instrumentos, disciplinas y reglas de juego comunes, así como un sistema de solución de controversias.

Es la misma categoría de fenómeno internacional al que pertenecen la Unión Europea y el NAFTA, a pesar de las significativas diferencias que existen -entre ellos e incluso con el Mercosur-, especialmente en términos de técnicas de integración de los respectivos mercados y de la intensidad que adquiere, en cada uno de los casos, la puesta en común de políticas, reglas de juego y disciplinas colectivas.

En el caso del Mercosur, es un proceso formal de integración originario en una decisión de política internacional de cada uno de sus socios, que se plasma -como pacto constitutivo de un vínculo social con vocación de permanencia- en el Tratado de Asunción de 1991 y que reconoce como antecedente inmediato, la integración bilateral Argentina-Brasil iniciada en la década de los ochenta.

La tercera dimensión es que el Mercosur, como realidad regional y proceso de integración, es para sus socios -y dentro de cada uno de ellos, para las empresas que aspiran a trascender su mercado interno-, sólo parte de una agenda más amplia de relaciones externas, que tanto en el plano político y de la seguridad como en el económico, se inserta en un cuadro global de desafíos y oportunidades, muy dinámico -en el que tanto vulnerabilidades como ventajas competitivas relativas se desplazan a altas velocidades-, amplio, diverso y complejo. Los socios han entablado entre sí, una alianza permanente privilegiada, que no es ni podría ser, exclusiva ni excluyente.

Como realidad regional, será para siempre el entorno externo inmediato de la Argentina y de sus empresas. Lo determina la geografía. Lo mismo ocurre con el Brasil y para los demás países del sur americano.

Lo razonable es prever que en el futuro las distancias físicas y económicas continuarán acortándose, la interdependencia aumentará y que cada vez será más difícil prescindir de tal entorno en la estrategia internacional de cada socio, y en la de competitividad de sus empresas que producen bienes o prestan servicios, en prácticamente todos los sectores. Los respectivos sistemas políticos y económicos serán cada vez más influenciados por lo que ocurre en la vecindad. Las ciudades y centros de producción de la región estarán más próximos. Las redes de producción y distribución serán más densas, sean ellas originadas en competidores globales o en la asociación de empresas locales de cada país.

En el plano económico, ello torna recomendable la distinción entre el enfoque estratégico de la competitividad dentro de la región, que implica una visión de mediano y largo plazo, del enfoque coyuntural, en función de los datos del corto plazo.

En la actual coyuntura es obvio que la región no atraviesa un buen momento. Se refleja en la disminución del comercio recíproco, influenciada por la caída de la actividad económica en la región y especialmente en la Argentina, y por la volatilidad cambiaria producida por la devaluación del Real y luego por la del peso argentino. Pero sería un error serio, confundir los graves problemas coyunturales, con el potencial de comercio e inversión que en el mediano y largo plazo tiene la región.

En tal perspectiva, esta es una hora que pone a prueba la capacidad de cada país socio, así como la capacidad de cada empresa, para desarrollar estrategias que, a la vez que permitan neutralizar o aprovechar las dificultades coyunturales, les permitan posicionarse -como naciones y como empresas-, en una competencia económica regional y global que será crecientemente intensa y dura.

Como proceso de integración, el Mercosur presenta hoy notorias deficiencias y una crisis de credibilidad. En parte se debe a la situación macro-económica y cambiaria de sus socios. Pero en mucho se debe a una baja calidad de sus mecanismos de decisión, de sus instrumentos y de sus reglas de juego. Lo razonable es esperar que la superación de la actual coyuntura económica, será acompañada por decisiones gubernamentales orientadas a adaptar el Mercosur a las nuevas realidades. Difícil que se produzca antes de las elecciones en el Brasil y en la Argentina. Un replanteo del Mercosur, debería colocarlo en condiciones de ser parte de la solución de los problemas estructurales que hoy se observan, en particular en la Argentina y, por ende, parte de una estrategia nacional de competitividad sistémica.

En la visión antes planteada, adquiere toda su importancia el esfuerzo que los socios del Mercosur, actuando en conjunto, efectúen para abrir mercados mundiales y para negociar nuevas reglas de juego que incidirán en los flujos de comercio y de inversiones. Tres frentes negociadores -hoy en pleno desarrollo- son importantes para la competitividad futura de las empresas que operan en el Mercosur y en sus socios. Ellos son, a escala global, el de la OMC -fundamental para el sector agrícola-; a escala hemisférica, el del ALCA y los Estados Unidos- y a escala interregional, el de la asociación con la Unión Europea.

A la vez que se negocia, el Mercosur, sus países miembros y sus empresas deben prepararse para los escenarios post-negociadores, lo que implica intensificar la integración regional de cadenas productivas orientadas a competir a escala global, especialmente en los espacios económicos que se abran en forma estable, como resultado de las negociaciones comerciales internacionales.

Sólo vinculando las tres dimensiones antes mencionadas, y combinando los factores coyunturales con los estratégicos, podrá cada país socio y podrán sus empresas, trazar una hoja de ruta de corto, mediano y largo plazo, a fin de competir en los mercados de la región y del mundo, con posibilidades de éxito. En el caso de las empresas, especialmente si son pequeñas o medianas, tal hoja de ruta deberá poner énfasis en su inserción en redes de producción y distribución, que les permitan neutralizar efectos negativos de un escenario económico internacional que continuará caracterizándose por su volatilidad y dinámica de cambio, y a la vez, potenciar las oportunidades que resultan de la globalización y regionalización de la competencia económica.

Un debate necesario en el Mercosur
En los últimos tiempos, se ha instalado un debate necesario sobre el Mercosur. Al menos dos factores lo impulsan. Por un lado, la percepción que su situación actual dista de ser envidiable. Tiene un problema de credibilidad, interno y externo. Como señalamos antes, es un problema alimentado por la situación económica por la que atraviesan sus socios y por la baja calidad de sus reglas de juego, que distan de generar un horizonte previsible para los inversores. Por otro lado, la sensación que tal como está, no es un instrumento funcional a la transformación productiva, la competitividad y las negociaciones comerciales de sus socios.

Es un debate positivo y oportuno. Positivo, pues es útil someter a crítica constructiva un proceso político y económico, que incide en la calidad de la inserción internacional de cada uno de los países miembros. Oportuno, pues coincide con los debates internos que resultan naturales en los procesos electorales en curso, en el segundo semestre del 2002, en la Argentina y en el Brasil.

A su vez, dos dimensiones se destacan en el debate. Una es existencial, la otra instrumental.

La dimensión existencial tiene que ver con la conveniencia de impulsar una estrategia de integración entre los cuatro socios, incluyendo su extensión a Chile. Pocos cuestionan tal conveniencia. Los que lo hacen, plantean dos opciones no excluyentes entre sí: la primera es la de una estrategia de inserción internacional en base a acuerdos bilaterales de libre comercio con otros países, en especial con los Estados Unidos y con la Unión Europea. El modelo sería Chile. La segunda es la de privilegiar una alianza estratégica con los Estados Unidos, que implicaría un acuerdo de libre comercio bilateral o la incorporación al NAFTA. En ambos casos, la consecuencia sería abandonar el Mercosur, o su transformación en una zona de libre comercio, o su dilución en el ALCA, o limitarlo a su dimensión política. Los gobiernos actuales han reafirmado, con razón, la necesidad de profundizar la estrategia de inserción en el mundo a través del fortalecimiento del Mercosur en su concepción original -la construcción gradual de un mercado común, abierto al mundo a través de negociaciones en la OMC, con los Estados Unidos y con la Unión Europea-. Es la opción que ha avalado un grupo pluralista de personalidades de los cuatro países -iniciativa en la cual el CEBRI ha desempeñado un papel destacado-, en un manifiesto entregado a los Presidentes en la Cumbre del Mercosur de julio 2002.

En el debate existencial se suele desconocer una realidad. Ella es que el Mercosur, más que un proceso de integración, es hoy precisamente, el nombre de una región que coexistirá con sus países socios aún cuando se diluyan los compromisos del Tratado de Asunción. Se subestima, en algunos de los planteos conocidos, el impacto político y económico del principal logro del Mercosur, que es el desarrollo de un espacio de paz y de cooperación entre naciones contiguas, con irradiación sobre América del Sur.

El predominio de la lógica de la integración, permite mejor encarar dos agendas externas esenciales para la democracia y la transformación productiva en los países socios.

Una es la agenda "11 de septiembre" -que puede ser "11 de septiembre plus", si se reproducen hechos similares a los de esa fecha del 2001-, con lo que ella implica en cuanto a navegar con éxito frentes de tormenta que se han instalado en la región, en materia de estabilidad política, de seguridad y de financiamiento externo.

La otra es precisamente, la agenda de "negociaciones comerciales", complejas y simultáneas, en la OMC, con los Estados Unidos y con la Unión Europea, de cuyos resultados dependerán futuros accesos a mercados mundiales; capacidad para atraer inversiones, y condicionamientos para políticas públicas económicas y comerciales.

Se sabe que entre naciones contiguas la opción a la lógica de la integración suele ser la de la fragmentación. La experiencia europea es elocuente en tal sentido. Nadie se beneficiaría entonces con la dilución del Mercosur. Podría tener efectos incalculables para la estabilidad de América del Sur.

La dimensión instrumental, a su vez, tiene que ver con los métodos empleados para desarrollar el Mercosur, incluyendo mecanismos de decisión, técnicas de integración de mercados -unión aduanera o zona de libre comercio- y calidad de reglas de juego. Es la dimensión que requiere más atención en la actualidad.

Lo recomendable sería profundizar este debate instrumental sobre cuatro puntos estrechamente vinculados entre sí: cómo afirmar la confianza y lealtad entre los socios, basada en intereses y ganancias mutuas; cómo profundizar la preferencia económica, con técnicas compatibles con el artículo XXIV del GATT-1994; cómo asegurar disciplinas colectivas, en torno a reglas de juego que sean a la vez previsibles y flexibles, y cómo perfeccionar métodos de articulación de intereses y de solución de conflictos comerciales.

Un debate serio sobre la dimensión instrumental del Mercosur, permitiría absorber dudas existenciales y diluir la actual crisis de credibilidad. Si así fuera, se podría lograr el objetivo original de desarrollar un contexto favorable a la solución de los múltiples desafíos internos y externos, que confrontan hoy y seguirán confrontando los países socios.

El Mercosur y los escenarios post-negociaciones comerciales internacionales
Instalar en la agenda del Mercosur y en las agendas nacionales de sus socios -como ha sugerido el Ministro Sergio Amaral-, la cuestión de los escenarios "post-negociaciones comerciales internacionales", significa responder al menos dos preguntas: ¿cómo prepararse para competir con bienes y servicios propios, en los espacios económicos ampliados que resultarán de las negociaciones comerciales internacionales?, y. ¿cómo prepararse para asimilar en políticas públicas, estrategias y comportamientos empresarios, las nuevas disciplinas colectivas que resultarán de tales negociaciones, las que condicionarán fuertemente el margen de maniobra de cada uno de los países y del propio Mercousr?

Tales preguntas son válidas, si se considera que a partir de fin de año -tras las elecciones en los Estados Unidos, en Francia y Alemania, y en el Brasil- las negociaciones en la OMC, en el ALCA y el "4+1", y con la Unión Europea, pueden entrar en una fase decisiva que se extenderá hasta el 2004.

Es obvio que también es posible que las negociaciones fracasen y que el entorno externo de los socios del Mercosur no cambie significativamente, al menos en términos de accesos a mercados y de reglas de juego que inciden sobre la competencia económica global y regional.

Incluso es posible (difícil saber cuán probable, dada la incertidumbre y volatilidad internacional), que el entorno externo se vuelva más negativo, y que se acentúen las tendencias proteccionistas por el efecto combinado de una mayor inestabilidad política internacional (escenario "11 de setiembre-plus") y de una eventual fuerte recesión en la economía mundial. Pero sería un error que por prever sólo lo peor, se escapen oportunidades que resultarían de escenarios que son factibles.

Preparar los escenarios "post-negociaciones" implica realizar en paralelo, el esfuerzo de participar en las negociaciones en curso -simultáneas y vinculadas entre sí, tanto por sus agendas como por sus calendarios y sus dinámicas- y el de preparar al Mercosur y a cada uno de sus socios, para competir en todos los mercados y para someterse a disciplinas colectivas cada vez más exigentes, y condicionantes de lo que se puede válidamente hacer o no, en términos de políticas públicas, sin exponerse a costosas represalias comerciales.

Imaginar hoy los escenarios "post-negociaciones" debe ser entonces, una prioridad para los países del Mercosur. Debería conducir no sólo a un esfuerzo de reflexión colectiva nacional y conjunto, sino a extraer consecuencias en términos de futuras políticas públicas y de estrategias empresarias. Un esfuerzo en el que participen activamente los ciudadanos y sus instituciones principales -políticas, empresarias, sindicales, académicas y el creciente mundo de las organizaciones no gubernamentales-, en un marco de una mayor fluidez y transparencia informativa.

En abril del 2002, tuvimos oportunidad de participar en Praga, junto con otros colegas del Mercosur, en un Foro en el que se pudo apreciar el esfuerzo que están haciendo los países del denominado grupo Visegrad (la República Checa, Eslovaquia, Hungría y Polonia), para colocar sus instituciones, sus economías y sus empresas, en condiciones de ser miembros plenos de la Unión Europea a partir del 2004. A la vez que negocian la incorporación, orientan políticas públicas y estrategias empresarias para prepararse para el difícil -y atractivo- escenario post-negociaciones. Lo hacen, en buena medida, estimulados por los resultados esperados y por sus efectos sobre algo valioso para sus ciudadanos: democracia y bienestar. Pero también estimulados por una efectiva cooperación europea, que en términos financieros es muy significativa.

Examinar bien la experiencia actual de los países del Grupo Visegrad, sería entonces de gran valor para los países del Mercosur. Claro que ella está facilitada por una ayuda financiera concreta que no se ha dado -al menos hasta el presente-, en el marco de las negociaciones con los Estados Unidos -en el ALCA y en el "4+1"-, o con la propia Unión Europea.

En nuestra opinión, ha llegado la hora de introducir explícitamente en ambas negociaciones, la necesidad de financiamiento adicional que contribuya a los necesarios cambios estructurales y al desarrollo de nuevas disciplinas macroeconómicas, sectoriales y comerciales.

Instalar en el Mercosur la cuestión de cómo prepararse para los escenarios "post-negociaciones comerciales", puede tener al menos un efecto colateral positivo. Sería el de facilitar la articulación de un debate profundo y racional entre los socios del Mercosur -lo que hemos denominado el "debate instrumental"-, acerca de qué tipo de proceso de integración -esto es, mecanismos de decisión, reglas de juego y políticas públicas-, sería funcional a los posibles escenarios post-negociaciones y qué tipo de estrategias empresarias conjuntas se requerirían, para competir en los mercados ampliados resultantes. Tal debate ayudaría incluso a superar los actuales problemas coyunturales del Mercosur, proyectando la acción conjunta hacia concretos objetivos estratégicos de mediano y largo plazo. Dejaría de lado la propensión a instalar recurrentemente, un debate existencial sobre el Mercosur y el alcance de su agenda externa.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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