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  Félix Peña

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 Diario La Razón | Julio de 2002

El Mercosur y el desarrollo del Comercio Exterior Argentino: Un desafío a la capacidad empresaria


Especial para La Razón


Al abordarse la cuestión del valor que el Mercosur tiene para una empresa que exporta o pretende exportar bienes o servicios, tres dimensiones son relevantes. La primera es que el Mercosur es, ante todo, una realidad regional significativa a escala internacional, de creciente interdependencia (flujos de comercio e inversión, imagen externa) y de fuerte potencial de crecimiento económico. Es una realidad de geometría variable, ya que según sea el sector, abarca además de los cuatro socios plenos, a Chile, Bolivia e incluso el resto de Sudamérica (por ej. en energía y transporte). La segunda es que el Mercosur es, además, un proceso formal de integración económica (objetivos de largo plazo; mecanismos de decisión; políticas públicas e instrumentos compartidos -por ejemplo, el arancel externo común-; reglas de juego y un sistema de solución de controversias) originado en el Tratado de Asunción y aún antes, en la integración bilateral Argentina-Brasil. La tercera es que el Mercosur, como realidad regional y proceso de integración, es para la empresa que aspira a trascender su mercado interno, sólo parte de un cuadro global de desafíos y oportunidades, muy dinámico -las ventajas competitivas se desplazan a altas velocidades- amplio, diverso y complejo. Sobre él inciden condiciones de acceso a mercados y reglas de juego, que se originan en múltiples ámbitos negociadores comerciales internacionales.

Como realidad regional, será para siempre el entorno externo inmediato de la Argentina y de sus empresas. Lo determina la geografía. Lo mismo ocurre con los demás países del sur americano. Lo razonable es prever que en el futuro las distancias físicas y económicas continuarán acortándose, la interdependencia aumentará y que cada vez será más difícil prescindir de tal entorno en la estrategia de competitividad de una empresa que produce bienes o presta servicios, en prácticamente todos los sectores. Las ciudades y centros de producción de la región estarán más próximos. Las redes de producción y distribución serán más densas, sean ellas originadas en competidores globales o en la asociación de empresas locales de cada país. Ello torna recomendable la distinción entre el enfoque estratégico de la competitividad dentro de la región, que implica una visión de mediano y largo plazo, del enfoque coyuntural, en función de los datos del corto plazo. En el plano coyuntural es obvio que la región no atraviesa un buen momento. Se refleja en la disminución del comercio recíproco, influenciada por la caída de la actividad económica en la región y especialmente en la Argentina, y por la volatilidad cambiaria producida por la devaluación del Real y luego por la del peso argentino. Pero sería un error serio, confundir los graves problemas coyunturales, con el potencial de comercio e inversión que en el mediano y largo plazo tiene la región. En tal perspectiva, esta es una hora que pone a prueba la capacidad empresaria para desarrollar estrategias que, a la vez que permitan neutralizar o aprovechar las dificultades coyunturales, las posicionen en la competencia económica regional que, en el mediano y largo plazo, será crecientemente intensa y dura.

Como proceso de integración, el Mercosur presenta hoy notorias deficiencias y una crisis de credibilidad. En parte se debe a la situación macro-económica y cambiaria de sus socios. Pero en mucho se debe a una baja calidad de sus mecanismos de decisión, de sus instrumentos y de sus reglas de juego. Lo razonable es esperar que la superación de la actual coyuntura económica, será acompañada por decisiones gubernamentales orientadas a adaptar el Mercosur a las nuevas realidades. Difícil que se produzca antes de las elecciones en el Brasil y en la Argentina. Un replanteo del Mercosur, debería colocarlo en condiciones de ser parte de la solución de los problemas estructurales que hoy se observan, en particular en la Argentina y, por ende, parte de una estrategia nacional de competitividad sistémica.

En tal perspectiva adquiere importancia el esfuerzo que los socios del Mercosur, actuando en conjunto, efectúen para abrir mercados mundiales y para negociar nuevas reglas de juego que incidirán en los flujos de comercio y de inversiones. Tres frentes negociadores -hoy en pleno desarrollo- son importantes para la competitividad futura de las empresas que operan en el Mercosur y en sus socios. Ellos son, a escala global, el de la OMC -fundamental para el sector agrícola-; a escala hemisférica, el del ALCA y los Estados Unidos- y a escala interregional, el de la asociación con la Unión Europea. A la vez que se negocia, el Mercosur y sus empresas deben prepararse para los escenarios post-negociadores, lo que implica intensificar la integración regional de cadenas productivas.

Sólo vinculando las tres dimensiones antes mencionadas, y combinando los factores coyunturales con los estratégicos, podrá una empresa trazar una hoja de ruta de corto, mediano y largo plazo, a fin de competir en los mercados de la región y del mundo, con posibilidades de éxito. Si la empresa es pequeña o mediana, tal hoja de ruta deberá poner énfasis en su inserción en redes de producción y distribución, que le permitan neutralizar efectos negativos de un escenario económico internacional que continuará caracterizándose por su volatilidad y dinámica de cambio, y a la vez, potenciar las oportunidades que resultan de la globalización y regionalización de la competencia económica.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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