¿Cómo prepararse para competir, con bienes y servicios,
en los espacios económicos ampliados que resultarán de las
negociaciones comerciales internacionales en las que participa hoy la
Argentina?
¿Cómo prepararse para asimilar en políticas públicas,
estrategias y comportamientos empresariales las nuevas disciplinas colectivas
que resultarán de tales negociaciones, las que condicionarán
fuertemente el margen de maniobra del país?.
Las dos preguntas son válidas si se considera probable que, a
partir de fines de año -tras las elecciones en los Estados Unidos,
Francia, Alemania y también en Brasil- las negociaciones en la
Organización Mundial de Comercio (OMC), en el Area de Libre Comercio
de las Américas (ALCA), el "4+1", y las tratativas con
la Unión Europea entrarán en una fase decisiva que se extenderá
hasta avanzado el 2004.
Es obvio que también es posible que las negociaciones fracasen
y que el entorno externo de nuestro comercio exterior no cambie significativamente,
al menos en términos de accesos a mercados y de reglas de juego
que inciden sobre la competencia económica global y regional. Incluso
es posible (difícil saber cuán probable, dada la incertidumbre
y la volatilidad internacional) que el entorno externo se vuelva más
negativo y que se acentúen las tendencias proteccionistas como
consecuencia del efecto combinado de una mayor inestabilidad política
internacional (escenario "11 de septiembre-plus") y de una fuerte
recesión en la economía mundial.
Pero sería un error que por prever sólo lo peor -rasgo
cultural muy fuerte en nosotros-, se nos escapen oportunidades que resultarían
de escenarios que son factibles.
Como señalaba recientemente el ministro de Desarrollo del Brasil,
Sergio Amaral, preparar los escenarios "post-negociaciones"
implica realizar en paralelo el esfuerzo de participar en complejas negociaciones
-simultáneas y vinculadas entre sí, tanto por sus agendas
como por sus calendarios y sus dinámicas- y de preparar al Mercosur
y a cada uno de sus socios para competir en todos los mercados y para
someterse a disciplinas colectivas cada vez más exigentes y condicionantes
de lo que se puede válidamente hacer o no, en términos de
políticas públicas, sin exponerse a costosas represalias
comerciales.
Ciudadanos e instituciones
Imaginar hoy los escenarios "post-negociaciones", debe ser
entonces una prioridad nacional. Debería conducir no sólo
a un esfuerzo de reflexión colectiva, sino a extraer consecuencias
en términos de futuras políticas públicas y de estrategias
empresariales.
Un esfuerzo en el que participen activamente los ciudadanos y sus instituciones
principales -políticas, empresarias, sindicales, académicas
y el creciente mundo de las organizaciones no gubernamentales-, en un
marco de una mayor fluidez y transparencia informativa.
Recientemente en Praga, tuvimos oportunidad de participar en un Foro
impulsado por el embajador argentino en la República Checa, en
el que se pudo apreciar el esfuerzo que están haciendo los países
del denominado grupo Visegrad (la República Checa, Eslovaquia,
Hungría y Polonia) para colocar sus instituciones, sus economías
y sus empresas en condiciones de ser miembros plenos de la Unión
Europea a partir de 2004.
A la vez que negocian la incorporación, orientan políticas
públicas y estrategias empresariales para prepararse para el difícil
-y atractivo- escenario post-negociaciones. Lo hacen, en buena medida,
estimulados por los resultados esperados y por sus efectos sobre algo
valioso para sus ciudadanos: democracia y bienestar. Pero también,
estimulados por una efectiva cooperación europea, que en términos
financieros es muy significativa.
Conocer bien la experiencia actual de los países del Grupo Visegrad
es de gran valor para los países del Mercosur. Claro que ella está
facilitada por una ayuda financiera concreta que no se ha dado -al menos
hasta el presente-, en el marco de las negociaciones con los Estados Unidos
-en el ALCA y en el "4+1"-, o con la propia Unión Europea.
Quizás ha llegado la hora de introducir explícitamente
en ambas negociaciones la necesidad de financiamiento adicional que contribuya
a los necesarios cambios estructurales y al desarrollo de nuevas disciplinas
macroeconómicas, sectoriales y comerciales.
Una oportunidad en el caso de la Unión Europea puede ser la reunión
de cancilleres por realizarse en Brasilia, como resultado de la reciente
Cumbre Unión Europea-Mercosur.
Instalar en nuestra agenda nacional la cuestión de preparar al
país para los escenarios "post-negociaciones" puede tener
varios efectos colaterales positivos. Uno de ellos sería el incentivar
factores de cohesión interna originados en la necesidad de enfrentar
desafíos externos, como se los ha podido observar en las transiciones
políticas y económicas de España, de México,
de Chile, ahora de la República Checa, y demás países
candidatos a ser miembros de la Unión Europea.
El otro sería facilitar la articulación de un debate profundo
y racional, entre los socios del Mercosur, acerca de qué tipo de
proceso de integración -esto es, acceso a mercados, reglas de juego
y políticas públicas-, será funcional a los escenarios
post-negociaciones y qué tipo de estrategias empresariales conjuntas
se requerirán para competir en los posibles escenarios de ampliación
de mercados. Colocar el debate actual sobre los problemas del Mercosur
en tal perspectiva estratégica ayudaría incluso a superarlos,
proyectando la acción conjunta hacia el mediano y el largo plazo.
El efecto podría ser muy positivo para una sociedad argentina
que, legítimamente, aspira a orientar sus esfuerzos cotidianos
en torno a horizontes futuros, razonables y positivos.
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