La Cumbre de Montevideo será una oportunidad para impulsar la construcción del Mercosur en torno de tres ejes vertebrales y complementarios. Ellos pueden transformarse en fuerzas motoras del proceso de integración y pueden permitir articular una agenda de trabajo realista para el próximo semestre, bajo la presidencia argentina.
El primer eje es el de las negociaciones comerciales internacionales. La reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Doha abrió el camino a un complejo abanico de difíciles ámbitos negociadores, estrechamente vinculados entre sí. Para nuestro país y para el Mercosur, ello implica encarar simultáneamente el desarrollo de negociaciones en la propia OMC, con los Estados Unidos -a la vez en el marco del ALCA y del "4+1"-, con la Unión Europea (UE), con la Comunidad Andina y con Canadá y México, sin perjuicio de otras. Tres pasos parecen ineludibles: reafirmar la decisión política de negociar juntos y a partir de plataformas comunes; culminar la revisión del Arancel Externo Común -lo que permitiría avanzar en una unión aduanera, a la vez flexible y funcional a la competitividad de nuestras economías-, y desarrollar una organización eficaz de los equipos negociadores, con suficiente apoyo técnico y con la efectiva participación de un sector privado con capacidad para articular sus propios intereses sectoriales.
Negociar juntos implica disciplinas colectivas, que pueden parecer costosas frente a las posibilidades -o ilusiones- de encarar en forma individual negociaciones, en las que claramente incidirán el tamaño de los respectivos mercados o el valor estratégico objetivo de quienes negocian. Pero no negociar o diluir la capacidad de negociación conjunta, puede tener un costo superior para cada uno de nuestros países. Significaría, además, desaprovechar el valor estratégico que, tras el 11 de septiembre último, tiene el Mercosur -con Chile incluido- al representar una zona de paz constituida por democracias consolidadas.
El segundo eje es el de la integración de cadenas productivas orientadas a la exportación y a la competitividad global, tanto en materia de bienes como de servicios. En este plano debería impulsarse la idea de los foros sectoriales de competitividad, con fuerte participación de los intereses empresarios y sociales, y de la red de entes públicos, incluso provinciales, que pueden contribuir a fortalecer la capacidad regional para producir bienes y servicios de calidad. Hay un amplio espacio de acción conjunta para incorporar nuevos protagonistas, con productos de marca, que penetren mercados mundiales abiertos a través de negociaciones comerciales bien encaradas. En tal sentido, es esencial traducir en hechos concretos las conclusiones a las que se arribe en el Primer Foro de Promoción Comercial Conjunta del Mercosur, que se realizará simultáneamente con la Cumbre de Montevideo.
El tercer eje es el de la transparencia y la calidad de las reglas del juego del Mercosur. Transparencia en el sentido de facilitar el acceso a toda la información relevante. Actas de reuniones, incluidos sus anexos, deberían ser de fácil e inmediato acceso en la Web del Mercosur. Lo mismo corresponde para los mecanismos de solución de controversia.
Mucho que desear
La calidad de las reglas de juego tiene que ver con señalar claramente cuáles son las vigentes (aparentemente sólo el 30% de las aprobadas formalmente); de clarificar situaciones confusas que eviten el cuestionamiento de la legalidad y de introducir elementos de flexibilización para atender situaciones especiales o neutralizar los efectos negativos de disparidades cambiarias.
El cuadro contribuye a acrecentar los problemas de credibilidad, e incluso de legitimidad social, que se observan hoy en el Mercosur.
Para nuestro país, un Mercosur en serio es más que un mercado ampliado que debe ayudar a atraer inversiones productivas y generar empleo. Debe ser la posibilidad de contar con un entorno regional favorable a la transformación económica del país y a su inserción competitiva en la economía mundial, necesarias para la fortaleza de nuestra democracia y para aumentar la credibilidad internacional. Así concebido, puede contribuir a crear un horizonte de progreso, que tanto merece tener nuestra ciudadanía.
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