"Es necesario poner orden al actual desorden." Con estas palabras, sintetizaba semanas atrás el ministro de Economía de Uruguay, Alberto Bensión, el desafío que enfrenta el Mercosur.
Es un desorden que se exterioriza en reglas de juego confusas, a veces de dudosa legalidad interna, y que se expresa en un continuo debate, no necesariamente académico, sobre los alcances del proyecto común (por ejemplo, el cuestionamiento al formato de unión aduanera) en el que participan altos funcionarios o ex funcionarios de los países socios.
Se suceden incluso declaraciones oficiales que parecen contradecir los pronunciamientos formales alcanzados en la última Cumbre de Asunción hace sólo tres meses.
El desorden y la confusión sobre instrumentos y objetivos acrecientan la perplejidad de ciudadanos, inversores y terceros países con los que se aspira a negociar. Plantean un problema de credibilidad en el Mercosur y en la alianza estratégica entre la Argentina y Brasil, su columna vertebral. Esta situación se exterioriza, además, cuando los principales socios comerciales del Mercosur -la Unión Europea (UE)y los Estados Unidos- realizan gestos fuertes e inequívocos respecto de su identidad internacional, reconociéndolo como un interlocutor válido en las negociaciones comerciales.
Señales de apoyo
La presentación de la oferta negociadora europea, aunque insuficiente, implica una señal de apoyo al Mercosur. Lo mismo sucede con el relanzamiento del "4+1" con los Estados Unidos. La reunión de Washington del 24 de septiembre último puede interpretarse como una señal contundente de los Estados Unidos, en las actuales trágicas circunstancias, sobre la importancia que le atribuyen por razones comerciales y también estratégicas.
El desorden del Mercosur no se origina hoy. Tiene sus raíces en un diseño y en reglas de juego elaboradas en otras circunstancias, bajo supuestos que no se pudieron cumplir. Por eso necesitan ser actualizados.
El principal supuesto no cumplido es el de la coordinación macroeconómica. Pero no es el único: otros son que el libre comercio de bienes iba a ser extendido a los servicios y a las compras gubernamentales, y que por medio de acuerdos sectoriales se iba a lograr la integración de cadenas productivas orientadas a la competitividad internacional.
En la Cumbre de Asunción se reafirmó la dirección estratégica del Mercosur y sus instrumentos básicos, y se acordaron pasos para su transformación operacional, incluyendo la revisión del arancel externo común (AEC). Se abrió así un período de transición hacia una nueva etapa del bloque. Es necesario ahora definir reglas de juego, y eso sólo puede lograrse en la medida en que los fundamentos de la alianza estratégica no sean cuestionados.
A partir de esa premisa puede traducirse la voluntad política de negociar -reafirmada por los cancilleres en su encuentro en Washington- medidas prácticas para resolver problemas específicos. Lo fundamental es dar prioridad a las cuestiones que requieren una acción más urgente si es que se quiere evitar un colapso o una aguda crisis de legitimidad.
Tres cuestiones aparecen como más urgentes. La primera se refiere a neutralizar los efectos concretos de las disparidades cambiarias en los flujos de comercio recíproco. El abordaje podría ser sectorial, privilegiando los productos más sensibles en el marco de acuerdos de competitividad orientados a la exportación.
La segunda se refiere a la flexibilización del AEC, avanzando hacia fórmulas de geometría variable y de múltiples velocidades (bandas arancelarias y márgenes de flexibilización unilateral) compatibles con el artículo XXIV del GATT-1994. La tercera se refiere a ordenar las reglas de juego del sector automotor.
El inmediato fortalecimiento institucional permitiría canalizar las otras cuestiones prioritarias por medio de un efectivo funcionamiento del Grupo Mercado Común (GMC).
A la luz de la nueva realidad internacional, la alianza entre la Argentina y Brasil es demasiado importante como para perder la oportunidad de abrir un espacio de solidaridad y racionalidad capaz de enfrentar una agenda de seguridad regional que se impone como urgente.
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