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  Félix Peña

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 Diario La Nación | 17 de abril de 2001

Antes que nada, el pragmatismo


La Cumbre de Quebec ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el verdadero interés nacional

  • Hay una dosis de voluntarismo y de discontinuidad en el debate ALCA o Mercosur
  • La Argentina debería profundizar su inserción internacional

Discontinuidades y voluntarismos son errores que se pagan caro en las relaciones comerciales internacionales de cualquier país. Más aún si se trata de un país como la Argentina, protagonista relativamente marginal en los flujos mundiales de comercio y de inversión. Como tal, su incidencia en la definición de las reglas de juego que rigen el comercio mundial es baja. Tiene una capacidad de negociación limitada.

Estas reflexiones son oportunas en relación con la evolución reciente de nuestros principales frentes de negociación comercial externa, sea en el entorno sudamericano, en el hemisférico o en el interregional con la Unión Europea. Son oportunas en vísperas de las múltiples conversaciones presidenciales que habrá en la Cumbre de Quebec y porque se ha reinstalado un debate sobre si nos conviene profundizar el Mercosur, diluirlo en una zona de libre comercio, desarrollar el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), negociar el acceso al Nafta o un acuerdo bilateral con los Estados Unidos. Es un debate confuso, casi ininteligible para la opinión pública. Eso alimenta reacciones emocionales o ideológicas.

Contraproducente

Así planteado el debate, introduce elementos de discontinuidad y de voluntarismo contraproducentes para el interés nacional. Discontinuidad, pues algunas de las opciones supondrían dejar de lado compromisos asumidos y que fueron considerados, con razón, como políticas de Estado . Voluntarismo, pues algunas suponen, sin elementos ciertos -al menos de público conocimiento-, que los otros protagonistas, por ejemplo los Estados Unidos, están dispuestos a avanzar ya en negociaciones bilaterales en términos convenientes para las necesidades argentinas, como en materia de acceso al mercado para productos agroindustriales o en el desmantelamiento de políticas de subsidios a las exportaciones agrícolas y al sostenimiento de la producción.

Eso puede tener costos sin contrapartidas claras. Por un lado, puede acentuar el descreimiento sobre la voluntad de la Argentina de cumplir con sus compromisos internacionales, por ejemplo, los asumidos en el Mercosur. La credibilidad es un bien público valioso para un país relativamente marginal, con fuertes necesidades de inversiones directas extranjeras y que ha optado por un sistema de convertibilidad. Por el otro, puede disuadir a inversores de localizarse en el país en función de los mercados ampliados, al menos hasta que tengan un cuadro más nítido sobre las reglas de juego. Puede dar lugar a que muchos inversores que vinieron atraídos por los compromisos asumidos en el Mercosur se desalienten, se vayan o consideren que se han afectado derechos adquiridos.

Se requiere un serio esfuerzo de pragmatismo. Los hechos son claros y sobre ellos debe articularse la estrategia-país en el frente externo.

Un primer hecho es el Mercosur, como realidad geográfica, política y económica. Los datos del comercio exterior son elocuentes sobre su valor. Pero hoy sufre de anemia pronunciada. Todos los protagonistas lo reconocen. Lo pragmático es concentrarse en su recuperación y profundización. Es una unión aduanera porque la Argentina así lo visualizó desde la reunión ministerial de fin de julio de 1990 en Brasilia. Por eso Chile decidió no ser de la partida. Lo que corresponde es concentrarse en negociar, duramente si fuera preciso, para que el Mercosur sea lo que se comprometieron sus socios a lograr: una plataforma para competir y para negociar juntos en el mundo.

Un segundo hecho es la negociación del ALCA. Eventualmente lo será el ALCA. Pero lo cierto es que estamos comprometidos a negociar juntos con nuestros socios y tal compromiso está arraigado en el origen mismo del Mercosur. Fue una de las razones de ser de la decisión política de junio de 1990. De allí que se negociara, junto con el Tratado de Asunción, el acuerdo marco "4+1" firmado con los Estados Unidos en junio de 1991. Sigue vigente y podría ser hoy un ámbito útil para complementar las negociaciones más complejas y hasta engorrosas del acuerdo hemisférico, con una negociación directa entre el Mercosur y los Estados Unidos. ¿No era acaso esa la idea que llevó a su firma?

El tercer hecho es la negociación del Mercosur con la Unión Europea, idea planteada por ambas partes tras la iniciativa Bush del 27 de junio de 1990 (origen del actual proceso ALCA) y la decisión impulsada por la Argentina de crear el Mercosur.

Un cuarto hecho es que el ámbito multilateral, hoy en torno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), si bien ofrece progresos con respecto al existente en 1990, está aún lejos de ofrecer lo que la Argentina necesita en términos de compromisos de apertura de mercados agrícolas y de eliminación de subsidios.

Estrategia

Lo pragmático sería que el país se concentre en defender mejor, simultáneamente, sus intereses nacionales en estos cuatro frentes de negociación. Implica un gran esfuerzo de organización gubernamental -siendo clave la coordinación entre Cancillería y Economía- y del sector privado. Es mucho lo que hay que hacer al respecto para poder negociar bien.

Implica, además, diagnósticos claros sobre el impacto económico y político, de diferentes escenarios de evolución de las respectivas negociaciones, teniendo en cuenta la propia dinámica de la economía internacional e, incluso, la de las políticas internas de distintos protagonistas, especialmente en la región. Implica, finalmente, un no menor esfuerzo de preparación para sacar provecho de los resultados posibles de las distintas negociaciones, tanto en términos de competitividad de las empresas, como de la capacidad para atraer hacia el país inversiones y tecnologías de los destinos más industrializados.

Más que un continuo ejercicio de debate de alternativas a veces hipotéticas se requiere que, tras la Cumbre de Quebec, nos concentremos en trabajar sobre cómo concretar y aprovechar las vías ya existentes de inserción internacional, que son por lo demás complementarias y no excluyentes. Ayudaría mucho a nuestra imagen externa y a nuestra autoestima como país maduro.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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