La idea de Sudamérica tiene raíces históricas profundas. En lo político, fue el ámbito en el cual, durante los últimos dos siglos, se enhebraron relaciones, por momentos mas de conflicto que de cooperación. En lo económico, fue un espacio para ideas de integración que no siempre prosperaron. En la percepción externa, éramos “South America”. Cuando México forzó su participación en la Alalc, comenzó a instalarse la idea de “América Latina” no solo como entidad cultural, que lo es, sino como un punto operativo que brindara estrategia negociadora a sus países. Esto concluye con el ingreso de México al Nafta. Por ello vuelve a tener sentido rescatar el ámbito sudamericano como espacio de identidad de escala para encarar negociaciones comerciales con otros bloques económicos.
América del Sur tiene un potencial de masa crítica significativa y enormes recursos naturales. Está organizada en dos bloques que buscan adquirir perfil propio: el Mercosur y la Comunidad Andina. Sus posibilidades de inserción competitiva en el mundo globalizado son fuertes, si se inyectan tecnologías organizativas y de producción, en las que es deficitaria. Pero también tiene problemas serios. Hay signos de fatiga en algunos de sus sistemas políticos, incluso crisis de legitimidad, especialmente en la vertiente andina de la región. En algunos de sus países sigue siendo posible ser un ganador, operando al margen del sistema político formal.
El narcotráfico y la corrupción —sin ser una exclusividad sudamericana— establecen un peligroso hilo conductor hacia una realidad subterránea, a veces más que evidente. La exclusión social alimenta un humor pesimista.
Una Cumbre no cambia la historia. Pero bien aprovechada la de Brasilia podría implicar un punto de inflexión. La agenda hacia el futuro cruza por dos grandes ejes temáticos. El primero es político. Se refiere a la capacidad de extender a toda la región un espacio de paz, de democracia, de cohesión social. La superación de los últimos conflictos históricos es una buena señal. La idea de un acuerdo de desarrollo fronterizo entre el norte de Chile, el sur del Perú y el occidente de Bolivia (avanzada por el senador chileno Sergio Bitar), es oportuna. La evolución de la actual situación de Colombia será un test de la capacidad sudamericana de contribuir a resolver un problema explosivo El segundo eje es económico. Cruza por la capacidad efectiva de concretar el acuerdo de libre comercio Mercosur-Comunidad Andina. Cruza por la integración física y, sobre todo, por la capacidad de articular una posición común en las negociaciones hemisféricas. Implica imaginar un área americana de libre comercio, que contemple los intereses de todos, y que no conduzca a diluir las preferencias y las identidades del Mercosur y de la Comunidad Andina. La concertación de intereses con México es esencial.
Por su dimensión relativa y por su ubicación geográfica, Brasil tiene un papel relevante en la construcción del espacio sudamericano- Pero, como señala Helio Jaguaribe, no tiene Brasil la posibilidad —ni el interés— de desarrollar ni un liderazgo de coerción, ni uno de seducción. Sólo cabe un liderazgo de participación, ejercido en el ámbito del Mercosur, gracias a. la alianza estratégica con la Argentina y a la incorporación de Chile como socio pleno.
Sólo un Mercosur renovado, que escape a las tentaciones de diluirse en el síndrome de la flexibilización por el que las reglas se cumplen sólo si se puede, es el que podrá lograr que el espacio sudamericano sea una realidad relevante. |