El Mercosur parece dirigirse hacia una nueva etapa. Más que "relanzamiento",
la palabra adecuada podría ser "metamorfosis". Esto es,
a partir de lo que existe, surge una nueva figura. Es un proceso que podría
culminar en la Cumbre de Florianópolis, en diciembre próximo.
Quizás con un nuevo Tratado, que complemente e incluso modifique
sustancialmente el firmado en Asunción. Los signos en tal sentido
no pueden desconocerse. No surgen tanto de la documentación de
la Cumbre de Buenos Aires, donde las principales decisiones apuntan correctamente
a fijar cronogramas de tareas pendientes y a reafirmar compromisos ya
asumidos pero no cumplidos; surgen de hechos concretos que indican tendencias
a una renovación, por momentos. profunda, de las reglas de juego.
Tres hechos merecen destacarse. En primer lugar, los anuncios de la entrevista
entre los presidentes de Brasil y de Chile. Más allá dé
la esperada y bienvenida decisión de Chile de incorporarse al Mercosur,
cabe destacar la idea reiterada luego por el ministro de Hacienda
de Chilede que su incorporación implicaría preservar,
su autonomía arancelaria y, lo que es más importante ailn,
también en materia de negociaciones comerciales internacionales.
Esto consistiría en un necesario período de convergencia
arancelaria en realidad, convergencia del arancel externo común
hacia el arancel chilenoy en que Chile pueda continuar con su política
de negociaciones comerciales (ejemplos citados son los eventuales acuerdos
de libré comercio con los Estados Unidos, con el Japón y
con Corea del Sur), aplicándose a sus resultados la compensación
de preferencias en el marco de la Aladi. Podría estar ello confirmando
la tendencia ya observada en los acuerdos de Brasil con los países
andinos y con México, y en los anticipos de una negociación
similar con Sudáfrica. Si bien el Mercosur acordó nuevamente
un plazo a partir del cual sus socios no podrán celebrar acuerdos
individuales, si Chile preservara su independencia para negociar por Su
cuenta aunque sea por el período de cinco o diez años
del proceso de convergencia arancelaria, se podría estar
consagrando la idea de que se puede ser socio pleno del Mercosur y, a
la vez, negociar individualmente con terceros países. ¿Será
éste uno de los rasgos de la nueva etapa del Mercosur? No es fácilmente
conciliable con la idea de una unión aduanera. Pero lo cierto es
que ésta es la tendencia que de hecho parecería estar surgiendo,
a pesar de lo previsto en la Decisión CMC32/00. Si un socio pleno
puede hacerlo, ¿por qué no los otros? ¿Incluso en
el ALCA y con la Unión Europea?
En segundo lugar, está el acuerdo bilateral en el sector automotriz
entre la Argentina y Brasil. Supuesto el caso que Paraguay y Uruguay no
se incorporen al régimen automotriz del Mercosur, ¿estaría
ello indicando que el Mercosur va a aceptar reglas de juego bilaterales
para un sector, incluyendo las referidas al arancel externo común?
Incluso si se integraran los otros dos países,, ¿estaría
ello indicando la posibilidad de incorporar, a regímenes de comercio
administrado, productos que ya estaban gozando de los beneficios del libre
comercio? El acuerdo automotriz ¿estaría señalando
un tendencia a modificar compromisos originados en un tratado a través
de acuerdos firmados por los Ejecutivos? Dejando de lado la cuestión,
no menor, acerca de la legalidad de esta tendencia al menos en la
perspectiva de las reglas de juego del "viejo Mercosur",
el hecho en sí mismo es significativo en tanto podría indicar
el anticipo de nuevas reglas de juego, que quizás habrá
que legitimar luego en el instrumento jurídico multilateral que
eventualmente resulte de la metamorfosis en Florianópolis. Hay
antecedentes de cómo el artículo 53 del Protocolo de Ouro
Preto "blanqueó" modificaciones que, por decisiones del
Consejo, se habían establecido durante el período de transición.
En tercer lugar, el anuncio de Paraguay de que aplicará su régimen
de maquila. Al igual que la admisión temporaria con efectos intra-Merco-sur,
y otras modificaciones a la lógica de Una unión aduanera,
este hecho, de ser consentido, estaría abriendo las puertas a la
legitimidad de múltiples velocidades en los compromisos del Mercosur.
No es mi intención en esta nota evaluar los méritos de
estos hechos ni de las tendencias que anticiparían. Sólo
se trata de resaltar lo que las realidades estarían poniendo de
manifiesto. Quizás de Florianópolis resulte un Mercosur
más flexible, incluso con cláusulas de salvaguardia como
las que benefician hoy a Chile. Quizá eso es lo posible y
lo realista. Los hechos lo dirán luego. Lo importante, en tal caso,
será que las reglas de juego sean parejas para todos, y que eventuales
"múltiples velocidades" resulten de compromisos formales
y no de situaciones de hecho. De ello dependerá que la flexibilidad
no se logre en detrimento de la previsibi-lidad y la seguridad jurídica,
ya que, de ser así, la paradoja sería que lo que comenzó
como una reacción a la ineficacia de la Aladi, concluya su metamorfosis
en una nueva Aladi, incluso con México como socio flexible.
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