Las señales del otro lado de los Andes son nítidas. El
Mercosur interesa si es en serio. El presidente Lagos y la canciller Alvear
lo han indicado con claridad meridiana en recientes declaraciones. Es
una posición que debe ser bienvenida. También para la Argentina
lo que interesa es un Mercosur en serio. Esto es, que sea creíble
para ciudadanos e inversores, y para terceros países con los cuales
se aspira a entablar negociaciones comerciales de interés recíproco.
Que tenga pocas reglas y que se cumplan por todos los socios, chicos y
grandes.
En qué planos el Mercosur presenta déficit de seriedad?
En primer lugar, en el de la coordinación macroeconómica.
Disparidades en este plano y libre comercio irrestricto, son nociones
irreconciliables. Son una invitación constante al conflicto. Afectan
la credibilidad del Mercosur. Superar el actual cuadro, implica disciplinas
colectivas libremente consentidas y que todos estén dispuestos
a respetar. Supone aceptar el principio de que políticas macroeconómicas,
especialmente las cambiarias, son cuestiones de interés común
entre los socios. Y supone aceptar la idea de que si una disparidad cambiaria
pronunciada pudiera afectar las corrientes de comercio en determinados
sectores o productos, los socios deberían buscar, juntos y de buena
fe, soluciones eficaces que permitan preservar el cuadro ganancia-ganancia,
único sustento sólido de una asociación consensual
entre naciones soberanas.
En segundo lugar, en el plano de la administración de conflictos
comerciales. La experiencia de los últimos dos años deja
mucho que desear al respecto. Ni la Comisión de Comercio, ni el
Grupo Mercado Común, han permitido filtrar a tiempo situaciones
conflictivas ni atacar sus causas. El precio que se ha pagado es el de
exponer constantemente a los Presidentes a tener que intervenir para descomprimir
situaciones de alto voltaje en los respectivos frentes internos. El mecanismo
de arbitraje es lento y presenta notorias deficiencias en su funcionamiento.
Superar las insuficiencias institucionales del Mercosur, no requiere dar
el salto a complejas y costosas burocracias internacionales. Supone sí
que las instituciones actuales funcionen correctamente. Para ello es necesario
perfeccionar métodos de trabajo y, en algunos casos, introducir
reformas de bajo costo. Por ejemplo, la elección cruzada de los
árbitros, y la creación de servicios técnicos comunes
para realizar estudios previos a la adopción de decisiones racionales,
para negociar frente a terceros, o para otorgar credibilidad a políticas
comunes en cuestiones que requieren arbitrar intereses nacionales, como
son los de la competencia económica, el antidumping y las ayudas
estatales.
Con la incorporación plena de Chile, el Mercosur ganaría
en dimensión, equilibrio y credibilidad. La cuestión arancelaria
puede ser negociada y no sería difícil encontrar puntos
de convergencia. Al igual que otras cuestiones, requerirá de un
período de transición. No puede ser a priori un impedimento.
La idea de que la economía chilena es más abierta requiere
precisiones, tan pronto se toman en cuenta los productos agrícolas
y los bienes de capital. El arancel promedio real _el que efectivamente
se cobra, considerando las importaciones desgravadas y las excepciones
al arancel externo común_, es de 8%, tanto en el caso de Chile,
como en el del Brasil y de la Argentina.
Lo que importa es centrar el debate y las negociaciones en el plano estratégico,
político y económico.
La coyuntura es la ideal. El Mercosur requiere propuestas superadoras.
La relación entre los Presidentes es óptima. Mercados y
opiniones públicas están ávidos de políticas
audaces, que amplíen horizontes y alimenten la idea de futuro.
La actitud chilena de demandar un Mercosur en serio, es un buen indicador
de cómo su presencia podría enriquecerlo. Implicaría
un Mercosur distinto, construido a partir de los resultados ya logrados.
La alternativa a un Mercosur en serio, equivaldría a una Aladi
de cuatro. Todo sería descartable. Compromisos y reglas se cumplirían
si se puede. Predominaría la lógica del poder y la cultura
de las emergencias. Ese Mercosur valdría en los mercados lo que
vale la Aladi de once. Tiene razón Chile en no entusiasmarse por
tal alternativa.
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