1. El presente informe parte de la base del diagnóstico incluido
en el titulado "Contribución al análisis de la experiencia
institucional del Mercosur", también elaborado para el IRELA.
En él se concluye que se. observa un cuadro de insuficiencia institucional,
agravado por la crisis económica que afectara a los países
socios en el período 1998-99. Tal cuadro puede contribuir a explicar,
en parte, una percepción de pérdida creciente de eficacia,
legitimidad y credibilidad del proceso de integración económica.
2. El informe y sus recomendaciones suponen que los países socios
avanzarán, simultáneamente, en el abordaje de otras cuestiones
sustantivas que afectan el desarrollo de las agendas externa e interna
del Mercosur.
3. El criterio central que se desea proponer es el del gradualismo en
la reforma institucional del Mercosur. Es decir, el que debe avanzarse
en materia institucional en forma acompasada con el aumento de la interdependencia
económica entre los socios. Si el diagnóstico del que se
parte es correcto, se abren dos frentes de acción inmediata. Primero,
el del fortalecimiento de los mecanismos de negociación y de formulación
de decisiones. Ello implica operar tanto en el nivel común o multinacional
(funcionamiento de los órganos del Mercosur) como en el nacional
(preparación a nivel interno de las posiciones de cada uno de los
socios).
Segundo, el del perfeccionamiento de la calidad y de la efectividad de
las reglas de juego. Operar en ambos frentes de acción, sería
más necesario aún de concretarse la incorporación
plena de nuevos socios, en particular, la de los países hoy asociados
-Bolivia y Chile-.
4. En un enfoque gradualista de la reforma institucional del Mercosur,
es recomendable escapar a la tentación de planteos maximalistas.
Ellos significarían dar saltos institucionales profundos -en parte
basados en experiencias exógenas, propias de realidades económicas,
políticas y jurídicas diferentes, tal como la de la integración
europea-. También es recomendable evitar el uso innecesario de
conceptos como el de supranacionalidad, que por su imprecisión
y ambigüedad podrían complicar aún más el abordaje
racional de la cuestión institucional. Por lo menos en esta región,
tal concepto evoca situaciones políticas -por ejemplo, cesión
irreversible de soberanía o creación de costosos intermediarios
innecesarios entre los gobiernos- que difícilmente serían
aceptables para políticos y ciudadanos.
5. Más que grandes saltos hacia delante, la idea central de la
propuesta es la de capitalizar y potenciar la experiencia institucional
acumulada en la primera década del Mercosur, procurando su perfeccionamiento
gradual. Con sus limitaciones y defectos, tal experiencia tiene el valor
de reflejar realidades, idiosincrasias e intereses de los países
socios. Existe en los países del Mercosur consciencia de que la
demanda institucional que surge de las realidades actuales, es superior
a la del momento fundacional. En buena medida por el aumento creciente
de la interdependencia económica entre los socios, producto del
incremento sustancial del comercio y de las inversiones. Y en buena medida
por la complejidad de las agendas externas e internas del proceso de integración.
Nadie estaría en contra de un mejoramiento institucional, razonable
y gradual. Pocos estarían dispuestos a encarar una reforma profunda.
Si bien este cuadro puede cambiar en el caso de una ampliación
del número de socios, en el momento actual resulta difícil
predecir una modificación sustancial de las posiciones más
conservadoras -o realistas- que se observan en relación a la cuestión
institucional del Mercosur. De ahí que este informe no se orienta
por un deber ser en la materia, sino por una percepción de lo que
parece ser lo mínimo necesario y de lo que sería políticamente
factible. Pretende ser eminentemente práctico, basado en la observación
de las realidades, y no teórico o académico.
6. A partir de lo existente, de lo que se trata es de identificar las
funciones que en la actualidad no se cumplen con eficacia, y detectar
para cada una de ellas, las mejoras que pueden ser fácilmente introducidas
con costos bajos y en tiempos cortos. Las iniciativas que pueden recomendarse
deben asimismo apuntar a un proceso continuo y creciente de perfeccionamiento
de instituciones y reglas de juego, o sea que al gradualismo debe agregarse
la noción de progresos increméntales y sostenidos. Ellos
deberían introducirse en forma acompasada con el aumento de intensidad
de las interacciones recíprocas entre los socios, y con el aumento
de la densidad de las agendas de negociaciones internas y externas.
7. La experiencia de los últimos años permite identificar
una clara resistencia a cualquier reforma institucional que suponga una
pérdida del control de las decisiones por parte de los gobiernos
nacionales, o que genere la imagen de que ello pueda ocurrir. Se observó
ello en el debate que se produjo con motivo de la propuesta del Uruguay
de creación de una Secretaría Técnica. Ello no implica,
sin embargo, que necesariamente los socios se resistan a un incremento
de sus disciplinas colectivas; al logro de una visión de conjunto
en la formulación de las decisiones; a una mayor eficacia en los
mecanismos de administración de situaciones críticas y de
diferendos comerciales; a un fortalecimiento de la participación
de la sociedad civil en el proceso de integración; a una mayor
representación de los parlamentos y de organizaciones empresarias
y sindicales; a mejoras sustanciales en la efectividad de las decisiones;
a una mayor transparencia en las negociaciones y en las decisiones, y
a una mayor coordinación en las negociaciones comerciales internacionales.
8. La concertación dinámica de intereses nacionales, en
un contexto de distribución desigual del poder económico
relativo entre los socios y de relativamente baja interdependencia económica
-las dos variables que más inciden sobre las demandas institucionales
en un proceso voluntario de integración entre naciones soberanas-
no requiere necesariamente abandonar la regla del consenso en la adopción
de las decisiones de los órganos del Mercosur. Por lo tanto recomendamos
fuertemente que esta cuestión no sea introducida en esta instancia.
Requiere, en cambio, una agenda clara de metas mínimas a lograr
en plazos razonables -por ejemplo cuatro o cinco años, tal como
se estableció para el período de transición-, así
como flexibilidad instrumental frente a cambios significativos en las
coyunturas económicas y un mayor afinamiento en las metodologías
para construir los necesarios consensos.
9. El Contraste entre la experiencia inicial del Mercosur, y la de los
últimos dos o tres años, indica que es conveniente lograr
una adecuada combinación entre métodos informales y formales
de trabajo, y una mayor continuidad y dedicación de tiempo completo,
en el plantel superior de funcionarios nacionales a cargo del desarrollo
de las agendas internas y externas del proceso de integración.
Indica además sobre la necesidad de mejorar sustancialmente los
niveles de participación -a nivel nacional pero también
a nivel multinacional- de los sectores privados y políticos más
afectados por las decisiones que se adopten. Indica finalmente, sobre
la conveniencia de afinar la transparencia en los procesos de decisión,
la calidad de la comunicación y de la información a la opinión
pública, especialmente a través de los medios de comunicación.
En este plano es recomendable hacer un uso intensivo de las más
modernas tecnologías de información. Debería otorgarse
gran prioridad al acceso a la información relevante por Internet,
tanto a nivel del Mercosur (por ej. el home-page de la Secretaría
Administrativa) como a nivel de cada una de las Secciones Nacionales.
A tal efecto debería instrumentarse de inmediato una cooperación
técnica internacional, tanto a los países socios que lo
requieran, como a la propia Secretaría Administrativa. Tanto la
Comisión Europea como la OMC, entre otros, tienen mucho que aportar
en la materia.
10. La primer función a reforzar es la de la conducción
estratégica e impulso político. Las principales recomendaciones
en este plano son las siguientes:
i. Mejorar sustancialmente el proceso de preparación de las
Cumbres del Mercosur y de las reuniones semestrales del CMC. Para ello
debería reforzarse la capacidad de la Presidencia ad-hoc con
un mínimo staff técnico aportado por la Secretaría
Administrativa, dedicado a tiempo completo a asistir a la respectiva
Presidencia temporal. La agenda de las reuniones y todas las propuestas
de decisiones debería ser canalizadas por el GMC, incluso las
que provienen de las reuniones especializadas de Ministros;
ii. Restablecer las reuniones periódicas (mínimo semestrales
y separadas de las Cumbres) de los Ministros de Economía y Presidentes
de Bancos Centrales, siendo su agenda preparada siempre por el GMC y
con la participación en sus reuniones de los Coordinadores nacionales.
La coordinación macroeconómica debería ser la cuestión
prioritaria de este ámbito, en función de un programa
con metas específicas, instrumentadas en un Protocolo especial;
iii. Definir periódicamente agendas de trabajo del Mercosur,
con metas de mediano plazo, formalizadas en Decisiones del CMC;
iv. Prever la posibilidad de que en situaciones de urgencia, las Decisiones
del CMC, siempre por consenso, puedan adoptarse, a propuesta del GMC,
por voto electrónico, como ocurre en algunos organismos financieros
internacionales;
v. Restablecer el papel original atribuido a las Declaraciones semestrales
de las Cumbres Presidenciales, como forma de enviar señales claras
a mercados, ciudadanos y terceros países, sobre la "hoja
de ruta" fijada por el más alto nivel político, y
vi. Asegurar una fuerte transparencia y difusión de los resultados
de las reuniones de alto nivel presidencial y ministerial, instrumentando
una eficaz política de comunicación a través de
los medios de comunicación y por Internet. Al respecto debería
preverse la figura del vocero de cada Presidencia pro-témpore,
que podría ser el respectivo Coordinador nacional.
11. La segunda función a reforzar es la de iniciativa, preparación
técnica y ejecución de lo acordado. Las principales recomendaciones
en este plano son las siguientes:
i. Restablecer el funcionamiento del GMC como eje central de la función
ejecutiva del Mercosur. Para ello los países deberían
comprometerse a designar Coordinadores nacionales de tiempo completo
con su propio staff. Al menos de tiempo completo deberían ser
los Coordinadores alternos. Ello implicaría además institucionalizar
y reglamentar en cada país, la respectiva Sección Nacional,
como verdadero directorio de las cuestiones del Mercosur. En este nivel
debería instrumentarse la participación del sector privado,
el vínculo efectivo con los respectivos parlamentos y, en los
países federales, con las respectivas jurisdicciones provinciales
o estaduales.
Asimismo, en este nivel debería situarse la política
de información y de comunicación que asegure la transparencia
y la diseminación en la opinión pública de las
políticas e instrumentos del Mercosur. Además del Coordinador
nacional y dependiendo de él, debería funcionar en cada
país un vocero y una secretaría técnica. Ambas
funciones deberían coordinarse sistemáticamente a nivel
del Mercosur;
ii. Delegar más competencias en las reuniones periódicas
(mínimo mensuales) de los Coordinadores nacionales (o en su caso,
de los alternos), dentro del marco del mandato que le confieran las
respectivas Secciones Nacionales. Podrían así cumplir
funciones similares a las del COREPER en la Comunidad Europea;
iii. Establecer en el ámbito de la Secretaría Administrativa
y usando las competencias atribuidas por el Protocolo de Ouro Preto,
una Gerencia Técnica que coordine los trabajos técnicos
que puedan requerirse. Debería depender del GMC, a través
de los Coordinadores nacionales Una variante podría ser la de
la creación de Servicios Técnicos Comunes -coordinados
por un responsable- para cuestiones específicas, tales como política
de competencia, defensa comercial, normativa técnica, acuerdos
sectoriales y, en especial, negociaciones comerciales externas. Esta
propuesta implicaría establecer el embrión de lo que luego
podría ser una Secretaría Técnica, con funciones
similares a las que posee el Secretariado de la OMC. Se podría
avanzar directamente hacia esta etapa, si hubiera suficiente consenso
político, lo que no ha ocurrido hasta el presente. Avanzar en
este plano puede ser indispensable si es que se amplia el número
de países socios plenos;
iv. Continuar con el fortalecimiento de la Comisión de Comercio,
en particular como primera instancia para resolver cuestiones de política
comercial y diferendos que surjan en la materia. Este debería
ser un ámbito conducido por las instancias nacionales competentes
en materia de comercio exterior. Convendría que tuviera su propia
Gerencia Técnica. Todas las consultas y cuestiones sometidas
a la CCM deberían ser colocadas en Internet;
v. Establecer un mecanismo explícito de coordinación
entre las agencias o reparticiones nacionales a cargo de la promoción
de exportaciones, incluyendo a las respectivas instituciones financieras
especializadas. En este ámbito debería situarse además
la necesaria asistencia a las Pymes. Debería ser el eje de una
política activa del Mercosur en materia de exportaciones a terceros
países, basada en la promoción de programas sectoriales
de exportación, con activa participación de todos los
operadores económicas e instancias gubernamentales vinculados
con las respectivas cadenas productivas, y
vi. Fortalecer las funciones de la Comisión Parlamentaria y
del Foro Consultivo Económico y Social, especialmente previendo
reuniones periódicas (por ej. trimestrales) con los Coordinadores
Nacionales, y formulando demandas de opinión por el GMC. Asimismo
los gobiernos deberían estimular a los empresarios a constituir
asociaciones sectoriales a nivel Mercosur, así como fortalecer
el papel del Consejo Industrial del Mercosur, previendo también
reuniones periódicas de trabajo con los Coordinadores nacionales
y, eventualmente, con el GMC.
12. La tercera función a reforzar es la de interpretación
normativa acordada y la de solución de controversias. Las principales
recomendaciones en este plano son las siguientes:
i. Encarar la sistematización y transparencia del ordenamiento
jurídico del Mercosur, incluyendo plazos concretos para la internalización
de todos los instrumentos jurídicos que así lo requieran;
ii. Perfeccionar y agilizar la diseminación de actos jurídicos
del Mercosur a través del Boletín Oficial del Mercosur
y de los respectivos boletines oficiales de cada país, haciendo
uso intensivo del Internet;
iii. Integrar las listas de árbitros nacionales con personalidades
idóneas, por un período estable de cuatro años.
Habría que abrir la posibilidad de que los árbitros nacionales
puedan no ser abogados;
iv. Integrar por Decisión del CMC la lista de árbitros
internacionales, a los que pueda recurrirse eventualmente;
v. Prever que siempre el tercer arbitro, que podría ser internacional,
sea un jurista especializado en cuestiones de integración económica
o comercio internacional. En todo caso en todo tribunal arbitral, siempre
debería haber al menos un árbitro de formación
jurídica;
vi. Establecer el sistema de designación cruzada de los árbitros
nacionales, al igual que en el Acuerdo de Libre Comercio entre los EEUU
y Canadá;
vii. Agilizar los plazos necesarios para poder acceder al mecanismo
arbitral, recurriendo en lo necesario a reuniones virtuales (por medios
electrónicos) de las instancias previas;
viii. Reglamentar los códigos de ética y de remuneración
de los árbitros;
ix. Agilizar el acceso de los particulares a la utilización
de los mecanismos del Protocolo de Brasilia, estableciendo a nivel nacional
la figura de "screening" prevista en el Acuerdo de Comercio
Interprovincial del Canadá de 1994;
x. Establecer a nivel de la Secretaría Administrativa, la figura
de un secretario permanente (por ej. cuatro años) de los tribunales
arbitrales;
xi. Utilizar sistemáticamente el mecanismo del Protocolo de
Brasilia cuando surjan diferencias en cuanto a la interpretación
de la normativa del Mercosur;
xii. Establecer, en tanto siga vigente la posibilidad de aplicar medidas
antidumping en el comercio intra-Mercosur, un mecanismo de paneles de
revisión similar al del artículo 19 del Acuerdo de Libre
Comercio EEUU-Canadá, y al del capítulo 20 del NAFTA;
xiii. Eventualmente, si hubiera consenso, avanzar hacia el establecimiento
de un Tribunal arbitral permanente, al menos para cuestiones específicas,
como podrían ser las de defensa comercial o de defensa de la
competencia.
13. Las recomendaciones precedentes cubren requerimientos institucionales
mínimos.
Ellos podrían ampliarse de concretarse la incorporación
como miembro pleno de Chile y, eventualmente, de Bolivia. Debería
preverse, asimismo, una política ágil y flexible de perfeccionamiento
gradual de la estructura institucional y de su funcionamiento, avanzando
en la medida que los progresos que se logren en el proceso de integración
así lo demande. La ventaja de las recomendaciones precedentes,
es que no exigirían modificaciones sustanciales de los actuales
instrumentos jurídicos del Mercosur, y las que fueran necesarias,
podrían incorporarse en un Protocolo modificatorio del de Ouro
Preto.
14. Encarar la cuestión del fortalecimiento institucional del
Mercosur supone además que los socios, especialmente los de mayor
dimensión relativa, estén políticamente comprometidos
a someterse a reglas y disciplinas libremente pactadas. Ello implica reconocer
límites a los márgenes de acción unilateral discrecional,
incluso en situaciones de emergencia económica. En un contexto
de marcada inestabilidad económica, y de asimetrías de poder
económico y baja interdependencia relativa -en particular en la
perspectiva del socio de mayor dimensión- un proceso de integración
"rule-oriented" requiere además una institucionalidad
flexible, esto es, provista de mecanismos pre-establecidos para adaptarel
cumplimiento de lo pactado a situaciones imprevistas y de emergencia económica.
La experiencia internacional, incluso la de la integración europea,
demuestra que en tales casos, la existencia de válvulas de escape
permite navegar con más precisión situaciones complejas,
como la que se produjo en el Mercosur a partir de la devaluación
del Real en 1999.
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